7. Picnic en las montañas

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Ese día, Heidi, Clara, Hans y Bruno acompañarían a Pedro y las cabras hasta los pastos para hacer un picnic todos juntos. Heidi se levantó muy temprano para preparar algo de comida. A los pocos minutos, Clara se levantó también y fue a ayudar a su amiga mientras Hans y Bruno seguían durmiendo todavía. El abuelito ya se había levantado y ya estaba trabajando en su taller.

-¿Necesitas ayuda, Heidi? -preguntó Clara.

-No te preocupes Clara, estoy llenando mi mochila con el queso y el pan que vamos a llevar. Si quieres puedes ir sirviendo el desayuno.

Clara asintió con la cabeza e hizo lo que Heidi le dijo. Después, Hans y Bruno se despertaron casi a la vez y fueron al comedor para desayunar junto a las muchachas. Una vez que terminaron, se prepararon y salieron hacia la plaza del pueblo para esperar a que llegara Pedro.

-¡Ya viene Pedro! -exclamó Heidi cuando vio venir a lo lejos a su amigo.

-¡Buenos días a todos! -exclamó el joven cabrero. 

Los demás le saludaron también. Después, dio un silbido y los aldeanos de Dörfli empezaron a llegar con sus cabras.

-Bueno, pues ya están todas, ya podemos irnos. -dijo Pedro.

-¡Vámonos! -exclamaron Heidi y Clara a la vez muy contentas.

Los cinco jóvenes y las cabras emprendieron el camino montaña arriba hacia las praderas y los pastos. Durante el camino, Heidi y Clara les contaron a Hans y a Bruno lo bien que se lo pasaban cuando eran más pequeñas e iban con Pedro y las cabras a los pastos. Las dos muchachas eran las que más hablaban durante el camino, Pedro también añadía algo, y Hans y Bruno las escuchaban, reían y comentaban sus anécdotas. Entre las cuales se encontraba la anécdota de Clara y los pantalones de Pedro, algo que hizo reír a Hans y a Bruno.

-No me creo que tú te pusieras pantalones. -le dijo Hans a su prometida.

-Pues así sucedió. -dijo Clara riéndose tiernamente. -Al principio no quería ponérmelos, hasta que Heidi y Pedro me explicaron la razón, fue porque Pedro me llevaría a caballo en su espalda. Gracias a él pude subir hasta las praderas, y después construyó una silla que llevaba atada a la espalda y me llevó subida en ella hasta los pastos.

Heidi y Pedro sonrieron al recordar todo aquello.

-Recuerdo que algo de eso me contaste. -dijo Hans e inmediatamente después dirigió la mirada hacia Heidi y Pedro. -Te agradezco lo que hiciste por Clara, Pedro. Y también a ti, Heidi.

-Era lo menos que podíamos hacer. -dijo Pedro sonriendo.

-Ellos siempre me han tratado y me siguen tratando muy bien. -dijo Clara mirando con cariño a sus amigos.

Estos sonrieron a la joven. Después de eso, Heidi y Clara siguieron contando más anécdotas.

-Y ese mismo día fue cuando la Señorita Rottenmeier subió en pantalones y llegó con el abuelito empapada de agua y de barro por culpa de una tormenta. -dijo Heidi mientras reía.

-¡Es verdad! -exclamó Clara riéndose. -Jamás olvidaré esa escena.

-Menos mal que ese "espantapájaros" no ha vuelto más por aquí. -dijo Pedro, que era así como solía llamar él a la Señorita Rottenmeier. -Todas las mañanas cuando subía con las cabras me la encontraba por el camino. Me decía que la esperase y hacía que me retrasara.

-Es verdad. -dijo Heidi.

-Yo solo llegué a verla dos veces. -dijo Hans.

-Pues yo ninguna. -añadió Bruno riéndose.

Heidi está creciendo (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora