Análisis

¿Está más de moda ser hippy hoy que hace 50 años?

7 pruebas irrefutables que demuestran que la filosofía del flower power es tendencia
Edito Woodstock
Javier Castán. Realización: Javier Ly. Directora de arte: Tamara Pérez

El tiempo dio la razón a los hippies. Ganaron la conciencia ecológica, la lucha por los derechos humanos, el consumo responsable y la búsqueda de la espiritualidad. La mentalidad de aquellos jóvenes que hace cinco décadas se levantaron contra el sistema establecido está hoy más latente que nunca. Poco queda de las comunas salvajes y caóticas que Joan Didion retrató en sus crónicas desde el sur de California en 1969, y mucho del espíritu de la contracultura de Woodstock, que resurge ahora de una forma más organizada y responsable. La generación millennial ha tomado la filosofía de sus progenitores flower power y la ha adaptado a nuestros tiempos, de tal forma que esta ideología ya no encuentra seguidores en una única comunidad, sino en la sociedad entera, gracias, en parte, al poder de Internet. Los neo hippies –que ya no son reconocidos necesariamente por su estética– no pintan pancartas con mensajes contra la Guerra de Vietnam pero sí lo hacen contra el cambio climático; han ampliado la lucha por la igualdad racial al colectivo LGTBI y al feminismo; tienen en Florence Welch a su propia Janis Joplin y en Alexandria Ocasio-Cortez a su J.F. Kennedy; Burning Man es la versión moderna de Woodstock e incluso han puesto sobre la mesa el debate sobre la legalización de la marihuana (y lo han conseguido ya en Canadá y en 10 estados de Estados Unidos). Y no solo esto... Además:

Ser hippy ya no está mal visto (si es que alguna vez lo estuvo)

Hasta hace poco la fórmula sobre nuestro consumo era muy fácil de calcular: cuanto más derrochabas, mejor. “¿Para qué lavar vasos en una fiesta si podemos usar de plástico?” “¿Para qué ir andando 10 minutos si podemos ir en coche?” El concepto de reutilizar o guardar quedaba reservado a los más mirados con sus finanzas. Afortunadamente (para el planeta, la salud y el bolsillo) esta idea está ya pasada de moda. Tanto que en Suecia, país de origen de Greta Thunberg, las últimas tendencias se llaman flygskam –o, lo que es lo mismo, vergüenza por viajar en avión (que se lo pregunten a los hippies de los 70 que recorrían estados Unidos a dedo)– y köpskam –bochorno derivado de la compra de ropa de aquello que no se necesita–. No es para tomárselo a broma, según un informe de Oxfam, cada semana se tiran a la basura 11 millones de prendas en todo el mundo. Por este motivo, la ONG, durante este mes, ha lanzado la iniciativa #secondhandseptember que nos insta a no comprar ropa durante los 30 días quizás más consumistas de todo el año.

Los millennials hacen del mundo un lugar mejor

Esta generación ha provocado un cambio en los hábitos de consumo. Su conciencia ética y ecológica les ha llevado a demandar productos que generen un menor impacto sobre el planeta. Y gracias a esta exigencia, las empresas se están poniendo las pilas. Por ejemplo, Zara se ha comprometido a la producción sostenible del 100% de sus tejidos de algodón, poliéster y lino en 2025, mientras que Apple acaba de lanzar su nuevo iPhone fabricado íntegramente con aluminio reciclado. Igualmente, comprar en tiendas de segunda mano, participar en truques (en la Casa Encendida organizan intercambios incluso de esquejes de plantas) o realizar nuestra propia ropa y artesanía es cada vez más común.

Nuevos rituales beauty

Lo que antes parecía un producto de baño de comuna, ahora es lo más cool del planeta. No hay neceser moderno que no cuente entre sus provisiones con dentífrico en polvo, pastillas de jabón que sustituyen a geles de ducha y champús, o desodorantes sólidos libres de aluminio y de todo los químicos que hasta ahora nos hemos estado metiendo en el cuerpo. Por no hablar de cepillos de dientes y bastoncillos de bambú que pretenden ganarle la guerra a los plásticos. Igualmente, la naturalidad se impone ante los maquillajes excesivos, y las canas ante la esclavitud de los tintes. Incluso neo hippies famosas como las hermanas Jemima y Lola Kirke defienden la elección libre de la mujer a no depilarse.

Be vegan

Ya sea por cuidar la salud, por proteger el medio ambiente o por respeto a los animales, pero nunca hemos vivido una era vegana / vegetariana / flexitariana como hasta ahora. El estreno del documental Cowspiracy, en 2014, marcó un punto de inflexión en la conciencia de los consumidores de carne, tanto que ahora nadie te mirará mal por pedir tofu en un restaurante y resulta mucho más cool comer hamburguesas veganas. Y si provienen de Beyond Meat la empresa de productos “no cárnicos” en la que invierten Leonardo DiCaprio y Bill Gates- más aún.

La búsqueda de la espiritualidad

Pero no todo iban a ser dramas ecologistas. Uno de los fines fundamentales de los neo hippies es ser feliz. Así de simple. Es por eso que la generación millennial prefiere la flexibilidad de horarios en el trabajo y buscan en la espiritualidad oriental la vía de escape al estrés. Las escuelas de yoga se multiplican (quién no conoce o ha conocido alguna vez a un profesor de esta disciplina) y en algunos centros de meditación se forman colas para conseguir una plaza que nos garantice la paz interior. Por no hablar de los retiros de fin de semana –como el festival Barcelona Yoga Conference que cuelga el cartel de completo todos los años– o los viajes a India para encontrarse a uno mismo, como ya hicieron The Beatles (en 1968 llegaron a Rishikesh para empaparse de la meditación trascendental) o Steve Jobs (uno de los mayores iconos hippies de la generación millennial). Por cierto, que el cofundador de Apple es el responsable también de que Autobiografía de un Yogui, de Paramahansa Yogananda, se haya convertido en el libro de cabecera de esta nueva corriente espiritual. Este título era el único que se podía encontrar en su iPad, según el propio Jobs, y en su funeral se repartieron copias a todos los asistentes.

Es tendencia también sobre las pasarelas

Aunque la mayoría de neo hippies no visten de hippies, el mundo de la moda sigue rescatando los looks que formaron parte de la contracultura de los 70. Amy Powney, directora creativa de su firma Mother of Pearl, es una defensora acérrima tanto de su estética relajada como de la producción sostenible. Y como la estética hippy es, indiscutiblemente, veraniega (que el movimiento naciera en la Costa Oeste de Estados Unidos ha tenido mucho que ver en esta idealizada imagen), las colecciones de la temporada primavera-verano 2020 están influencias por los estampados psicodélicos, de flores y el patchwork, los pantalones de pata de elefante y los vestidos largos y sueltos, o las túnicas y caftanes. Véase por ejemplo en Rixo, Asish, Marc Jacobs u Oscar de la Renta. O en el crucero de Missoni.

El lado oscuro de la fuerza

Ser hippy está tan de moda que, por primera vez, incluso su cara B es tendencia. Hasta ahora la industria del cine había representado al hippy como un personaje humorístico. Por ejemplo, en la serie Grace and Frankie, el personaje de Grace está construido para que sea cómico, antes incluso de pronunciar una sola palabra, por el mero hecho de tratarse de una mujer mayor que sigue fiel a su estética e ideales de paz y amor y fuma algún que otro porro de marihuana. Ahora, en cambio, nos fascinan historias tan sorprendentes como la de Wild Wild Country –uno de los documentales con más éxito de Netflix– o los terroríficos asesinatos de Charles Manson –llevados al cine por Tarantino en su última cinta Érase una vez en Hollywood–. Y esa es precisamente la siniestra imagen que ha plasmado Alessandro Michele en algunos de los diseños (donde lo bello se topa con lo terrorífico) de la colección resort 2020 de Gucci. Una tendencia a la que inevitablemente Jared Leto se apuntará porque, además de ser un fan incondicional de la firma italiana, es, al fin y al cabo, el único neo hippy que vivió de verdad su infancia en una comuna.