48 horas en Lugo

La gran desconocida del interior gallego es una ciudad llena de sorpresas que ha sido capaz de reinventarse en los últimos años y que sorprende a cada paso.
Lugo
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Nos escapamos 48 horas a Lugo. Porque a veces, la sorpresa está donde uno menos se la espera. No sería una sorpresa si no fuese así. Más allá de los destinos consolidados en nuestro imaginario, existe aún una serie de lugares perfectos para una escapada, quizás más discretos, tal vez menos promocionados, pero igualmente apetecibles. Es el caso de Lugo, una ciudad de escala manejable, perfecta para descubrir andando, de la que mucha gente no sabe aún demasiado.

Quizás conoces sus murallas romanas, puede que te suene su relación con el Camino de Santiago. Pero hay más, mucho más. Así que te proponemos una escapada por esta ciudad con 2.000 años de historia a sus espaldas, un fin de semana para que te sumerjas en una Galicia que va mucho más allá de los tópicos, capaz de engancharte desde que pones el pie en ella.

Murallas de Lugo.

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DÍA 1: MAÑANA

Lo primero que deberías hacer, a tu llegada, es atravesar la muralla a pie, cruzar una de sus puertas e internarte en esa ciudad dentro de la ciudad que es el casco histórico. Es un ritual de paso, algo que todos los que llegamos a la ciudad tenemos que hacer y que te sumerge en un mundo de piedra con 20 siglos de historia.

Una vez allí, quizás, si el tiempo acompaña, un café en una de las terrazas de la Praza Maior sea una buena manera de irse metiendo en ambiente. Aunque personalmente prefiero caminar un poco más, apenas 200 metros, y tomarlo en Madarro. Si estuviese en cualquier capital centroeuropea, esta confitería con más de 130 años de historia aparecería como una imprescindible en todas las guías. En Lugo, sin embargo, aunque es un lugar reconocible por cualquiera, mantiene aún el ritmo de otra época, ese aire que te acoge al llegar y que te permite sentarte en una de las mesas al fondo y pedirte un café y un dulce clásico sin sentir que lo haces en un decorado para turistas.

Confitería Madarro.

Confitería Madarro.

Al salir, además, estarás en plena Rúa da Raiña, el corazón comercial de la ciudad, y a un paso de la muralla, que es el lugar perfecto para caminar y sentirse un poco menos culpable tras esa parada dulce y, de paso, asomarte al casco histórico desde lo alto. Más de dos kilómetros de longitud, un paseo de algo más de media hora caminando sobre la muralla romana mejor conservada de Europa y descubriendo, desde ella, un poco de la vida íntima de la ciudad en sus patios y jardines. O encontrándote, a la altura del número 133 de la Ronda da Muralla, con el Julio César que en 2021 fue considerado el mejor mural urbano del mundo.

Hacia el mediodía vale la pena bajar al mercado. Si tienes cocina en tu alojamiento, es el lugar ideal para hacerte con verduras que te va a costar encontrar tan frescas en otro lugar o con algún queso de la zona. Pero si estás buscando donde comer, también es una buena opción.

En una de las naves del mercado encontrarás, hacia la calle, algún pequeño local en el que tomar algo apetecible, como O Mercado. Y dentro, La Craft Beers para tomarte una cerveza artesana de aperitivo, o Mangiarte, un restaurante en miniatura que ocupa una de las antiguas paradas, que cada día elabora sus pastas frescas y que al final de la mañana saca sus mesas al centro de la nave, entre puestos de verduras y quesos, para que puedas tomarte uno de sus platos, siempre apetecibles. Street Food al estilo lucense.

‘Julio César’, del artista Diego As.

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DÍA 1: TARDE

Deja sitio para el postre, porque en cinco minutos llegarás hasta la calle Bispo Aguirre, del otro lado de la muralla, pero muy cerca. Allí está Fiordilatte, una de las mejores heladerías artesanas de Galicia, donde Antía y Raffaele proponen siempre sabores de temporada elaborados con productos frescos y locales.

Y a la vuelta de la esquina –ya ves que es cierto que en Lugo todo está cerca– te encuentras con O Vello Cárcere, una antigua cárcel rehabilitada como centro cultural en la que conviven la arquitectura penitenciaria y espacios contemporáneos, perspectivas únicas y rincones mágicos que descubres mientras visitas las exposiciones en las antiguas celdas, recorres los patios o te asomas a las garitas de los vigilantes. Un lugar que estremece y fascina al mismo tiempo.

Hora ya para irse de tapas. Y para eso, nada mejor que el cruce mágico de calles que se da alrededor de la Praza do Campo. Rúa da Cruz, Bispo Basilio, Rúa Nova, Rúa do Miño… Piérdete por sus locales, prueba suerte, curiosea. Un vermut en el Cinco Vigas o en la barra siempre animada de Taberna Daniel, para descubrir que esto del tapeo en Lugo es algo único. Luego deja que sean tu olfato y el ambiente quienes te guíen, que no vas a fallar.

Praza do Campo.

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Y para cenar, ya que estamos por la zona, Prebe by Brett, un local discreto aunque muy interesante que actualiza la cocina local a base de parrilla e imaginación. Puedes empezar por la tapería, en la planta baja, y animarte luego a subir al comedor y dejar que Brett te sorprenda con sus propuestas de cocina lucense contemporánea.

DÍA 2: MAÑANA

Siempre está bien empezar un día intenso con un brunch. Y para eso, puedes optar por los huevos benedictine del San Marcos Café acompañados de los que surja, que no hay prisa, o quizás por una tostada en el Hope. Aunque si prefieres decantarte por la opción de toda la vida, algo de bollería clásica y un café en Confitería Ramón puede que no sean tan instagrameables, pero son una zambullida en el Lugo de siempre que tampoco está nada mal.

¿Sabías que Lugo es una de las ciudades gallegas donde puedes disfrutar de una mejor oferta de museos? Desperdigada por toda la ciudad vas a encontrar toda una red de espacios que exploran el pasado romano del lugar. Empieza, por ejemplo, por la Domus del Mitreo, frente a la catedral, y desde allí déjate llevar por espacios que aparecen en donde menos los imaginas. A veces en un sala de exposiciones, en ocasiones bajo un edificio en cualquier calle o, simplemente, tras una cristalera que te permite disfrutar de mosaicos y ruinas mientras paseas: la Casa de Los Mosaicos, la piscina romana de Santa María, la Sala Porta Miñá…

Palacio Episcopal y piscina romana.

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Hora de comer. Y esto en Lugo siempre es un reto, porque a pesar de que estamos en una ciudad no muy grande, si algo abunda aquí son las opciones. Así que, en lugar de darte una alternativa, vamos a darte tres, de distintos estilos, para que elijas. O para que decidas que quizás es buena idea quedarte un día más para probar el resto.

Si quieres algo informal, pero sabroso, un bocado rápido antes de seguir explorando, la mejor opción es La Pizzeria di Totó, un lugar de pizzas napolitanas clásicas que está entre los mejores de Galicia, aunque no entre los más conocidos, y que siempre funciona bien. Si llegas a la ciudad buscando las famosas carnes gallegas, tu lugar es el España, un restaurante centenario, en pleno centro, que cría sus propios bueyes en una finca a pocos kilómetros.

Pero si te apetece zambullirte en la vertiente más clásica de la cocina gallega, probar un buen marisco, quizás algún plato tradicional o pescados llegados en el día de la costa cantábrica tu sitio es el Campos que, además, si el tiempo lo permite, saca unas mesas a la plaza que son una auténtica delicia.

Mesa en el Campos.

Restaurante Campos.

DÍA DOS: TARDE

Y a la tarde, una buena opción es explorar las inmediaciones de la ciudad. Porque si Lugo es una gran desconocida, su provincia también está llena de sorpresas por descubrir, muchas de ellas a un paso.

Si quieres dejarte llevar por ese paisaje de un verde que es difícil de olvidar, la Fortaleza de Narla, a menos de media hora, es el sitio perfecto. Un torreón que parece sacado de algún relato medieval y que se encuentra en lo alto de una colina boscosa. Es de acceso gratuito y, más allá de ofrecer un recorrido por la vida en los antiguos pazos, desde lo alto de la torre te regala una panorámica inolvidable de buena parte de la provincia.

Hacia el nordeste, también a poco tiempo en coche, se encuentra Meira, una localidad pequeña, dominada por un impresionante monasterio. Aquí, a las afueras, nace el río Miño, el más importante de Galicia, en un lugar que vale la pena visitar y que es perfecto si lo que buscas es desconectar.

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Pero Meira guarda otro secreto. Uno que, muchos de quienes llegan de fuera no conocen. La panadería Muriato es un lugar que vas a tener que buscar. Está en pleno centro, en la Praza Maior. Aquí, junto a un bar, en lo que parece un portal más te vas a encontrar un pasaje y allí, al fondo, una panadería, de esas de siempre. Y una empanada de manzana jugosa, que no se parece a ninguna otra, que explota con todo su sabor a fruta en la boca y que no vas a olvidar en mucho tiempo. No te olvides de llamar para reservar, eso sí.

Monasterio de Meira.

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Y de vuelta a la ciudad, cena en Lado, una de esas sorpresas sencillas pero con alma, que están ahí sin hacer ruido, que guarda esta ciudad. Este restaurante, cercano ya al barrio de la universidad, es el proyecto de Elia y Borja, una pareja joven que propone una cocina local actualizada con gusto. Son una muestra más de que aquí, en Lugo, lo inesperado aparece en cualquier esquina, lejos de efectismos, de excesos de ruido; con ese carácter discreto que define a la ciudad y le da un encanto único, difícil de explicar, que tienes que descubrir callejeando, sentándote a sus mesas, entrando en sus bares y perdiéndote por sus calles.

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