Las orgías como 'networking': los secretos sexuales de Silicon Valley

Destapamos las fiestas rebosantes de sexo y drogas que frecuentan algunos de los gurús más poderosos del 'tech power'.
Ilustración de Darrow

Aproximadamente una vez al mes, en viernes o sábado por la noche, los gurús de las nuevas tecnologías de Silicon Valley se reúnen para celebrar fiestas llenas de sexo y de drogas. Algunas veces, el punto de encuentro es una mansión alucinante en Pacific Heights, San Francisco; otras es una casa lujosa en las laderas de Atherton o Hillsborough. En ocasiones especiales, los invitados viajan hacia el norte hasta algún château del valle de Napa, una propiedad junto a una playa privada en Malibú o algún yate fondeado en la costa de Ibiza, y la bacanal dura un fin de semana entero. Los lugares cambian, pero muchos de los participantes y los objetivos son los mismos.

Las historias que me han contado casi dos docenas de personas que han asistido a estos encuentros o los conocen bien resultan extraordinarias en diversos aspectos. Muchos de los participantes no parecen sentirse incómodos ni mucho menos avergonzados. Por el contrario, hablan con orgullo del modo en que ellos mismos están cambiando las tradiciones y los paradigmas en su vida privada, exactamente igual que en el mundo de la tecnología que gobiernan. De la misma manera que Julian Assange cuando denuncia el estado-nación, los capitostes de la industria hablan de estas actividades en un tono lleno de satisfacción que los blinda ante cualquier crítica. Su comportamiento en estas fiestas fastuosas es una prolongación de un pensamiento progresivo y abierto –incluso audaz— que les hace pensar que pueden cambiar el mundo. Y creen que su derecho a trastocarlo todo no se detiene en la tecnología sino que puede extenderse a toda la sociedad. Sin embargo, son pocos los que han estado dispuestos a describir estas escenas sin la garantía del anonimato.

Si todo esto quedara reducido a su vida personal, sería distinto. Pero, lamentablemente, lo que sucede en estas fiestas sexuales –lo mismo que pasa con las relaciones de pareja abierta— va más allá. La vida sexual sin restricciones que buscan los hombres del mundo tecnológico –desde la élite a la tropa— tiene consecuencias en el modo en que se hacen los negocios en Silicon Valley.

LAS FIESTAS SEXUALES DE LOS FAMOSOS DEL MUNDO DE LA TECNOLOGÍA

Según cuentan los que han asistido a estas fiestas, entre los invitados y anfitriones se encuentran inversores innovadores, empresarios conocidos y altos ejecutivos. Algunos son los titanes de Silicon Valley, nombres famosos. Las invitadas, en cambio, no son nada de eso. Si son atractivas, bien dispuestas y jóvenes (como sucede por lo general) , no tienen que preocuparse por su currículo ni su cuenta bancaria. Algunas ocupan puestos vinculados con la tecnología en la zona de la Bahía, pero otras vienen de Los Ángeles o más lejos y trabajan en industrias más o menos dependientes como son la administración de fincas, el entrenamiento personal y las relaciones públicas. En algunos casos, la proporción entre hombres ricos y mujeres es aproximadamente de dos a uno, de manera que estos tengan donde elegir. “Se ve enseguida cuando se trata de una reunión de ese tipo”, me dice un inversor en tecnologías. “En las fiestas normales entre gente del mundo tecnológico, casi no hay mujeres. En cambio, en las otras las hay a montones”.

Me parece que es importante saber en qué medida las mujeres que participan en estas fiestas están marginadas, aunque hayan acudido por voluntad propia. Una inversora que había oído hablar de estas fiestas antes de que yo le preguntara, me explica: “Las mujeres se integran en este mundillo para mejorar sus condiciones de vida. En Silicon Valley son una clase subordinada”. Un inversor que trabaja para uno de los hombres más poderosos del campo tecnológico lo expresa de la siguiente manera: “Veo a muchos hombres creando falsas expectativas y acostándose con una docena de mujeres simultáneamente. Pero si a ellas les da igual, ¿qué daño hacen? Podrá gustarnos más o menos, pero no es ilegal: se limitan a perpetuar una cultura de sometimiento de la muje r”.

Para decirlo claramente, hay una amplia gama de fiestas que tienen como objetivo la experimentación sexual. Algunas están dedicadas al sexo por completo, por ese motivo no se consumen drogas ni alcohol (para garantizar la seguridad y el rendimiento) y se pide equilibrio de género. En otras, en cambio, hay muchas drogas y mujeres, y es habitual que terminen en un “cuddle puddle”, una melée en la que todos se meten mano, una puerta de entrada a un encuentro sexual un poquito más discreto.

Los hombres solo asisten si el anfitrión los ha convidado específicamente, y, por lo general, pueden llevar a tantas acompañantes como quieran, pero no pueden sumarse a invitaciones ajenas (alterarían la proporción deseada entre hombres y mujeres) **. Las invitaciones son verbales, por Facebook, Snapchat (un sistema perfecto, ya que los mensajes desaparecen pronto) ** o incluso por un método tan básico como Paperless Post. Por supuesto, en ningún lugar se dice que se trate de una “fiesta sexual” o que vaya a haber “cuddle puddle” por si la invitación se reenvía o alguien hace una captura de pantalla. Por otra parte, tampoco es necesario decir las cosas tan claras: los convidados entienden de qué tipo de fiesta se trata. Las mujeres también difunden la invitación entre sus amigas y apenas se ocultan las expectativas. “Pueden proponerte algo así: ‘¿Quieres venir a una fiesta superexclusiva? El tema es el bondage’”, me contó una empresaria. “Se celebra en casa de tal o cual vicepresidente o fundador de tal empresa, y me ha pedido que te invite’”.

Tal vez estas actitudes solo sean consecuencia de la filosofía de la zona de la bahía, sexualmente progresista, que dio lugar al festival de expresión libre llamado Burning Man, que ahora frecuenta la élite de la tecnología y tiene lugar en el desierto. Sin embargo, la inmensa mayoría de los ciudadanos de Silicon Valley no tiene ni la más remota idea de que se celebren este tipo de fiestas sexuales. Si alguien lee esto y, mientras tanto, niega con la cabeza diciendo: “Este no es el Silicon Valley que conozco”, tal vez se deba a que no es un varón inversor o creador de alguna empresa ni tampoco una veinteañera del campo tecnológico. En cualquier caso, tampoco lo entenderá. “Quien no forme parte de esto lo mirará y dirá: ‘Dios mío, eso es una mierda’”, me cuenta una empresaria. “Pero quienes participan tienen una percepción diferente”.

Según cuentan los que han asistido a alguna de esas veladas, las cosas transcurren de la siguiente manera: los invitados llegan antes de la cena y los vigilantes de seguridad comprueban si aparecen en la lista; si no están, les impiden la entrada. Algunas veces, se sirve un catering. Pero en las fiestas más íntimas, los invitados cocinan juntos, así no tienen que echar al servicio después del postre. El alcohol facilita la conversación hasta que, tras el último plato, aparecen las drogas. Es imperativo que haya alguna forma de MDMA, es decir, éxtasis o Molly ―conocida por su capacidad para transformar a individuos casi desconocidos en amigos afectuosísimos-, incluidas pastillas de Molly con el logo de algunas de las empresas tecnológicas más en boga. Algunos llaman a estos encuentros “e-fiestas”.

El MDMA es una droga poderosa y duradera cuyo doble efecto de euforia y energía frenética se mantiene durante tres o cuatro horas. Cuando se dispara la dopamina, las relaciones proliferan por la sala y las inhibiciones desaparecen. La gente empieza a abrazarse y a meterse mano. No se forman necesariamente orgías multitudinarias, pero los huéspedes se van dispersando en grupos de dos, tres o más. Pueden desaparecer en alguna de las muchas habitaciones de la mansión o, simplemente, relajarse al aire libre. Cuando la noche da paso al día, todos se reúnen de nuevo para desayunar, tras lo cual algunos vuelven a liarse. Comida, droga, sexo y vuelta a empezar.

Según me han dicho, estas fiestas sexuales tienen lugar con tanta frecuencia entre los altos mandos de las empresas que no son ningún escándalo, ni siquiera un secreto; es una forma de vida elegida libremente. Me recuerdan que no vivimos en la época de la ley seca ni la de McCarthy, estamos en Silicon Valley en el siglo XXI. A nadie se le obliga a asistir y no se esconde nada, ni siquiera si los presentes están casados o mantienen una relación formal. Solo son discretos. Muchos invitados van con su pareja –marido y mujer, novios y novias— porque las relaciones abiertas se han convertido en algo normal.

Si bien algunas fiestas pueden estar dedicadas, sobre todo, a las drogas y la actividad sexual, en otras solo hay grupitos aislados y algunos invitados pueden sentirse sorprendidos. En junio de 2017, una mujer joven –llamémosla Z.— recibió un Paperless Post convidándola a “una fiesta en los límites de la tierra” en casa de un rico inversor. La invitación pedía “atuendo selvático y tribal, safari chic y de aventura”. Irónicamente, la reunión se celebró justo una semana después de que se acusara al cofundador de Binary Capital, Justin Caldbeck, de acoso sexual, pero eso no pareció desanimar a algunos convidados a meterse mano al aire libre.

“Estábamos en mitad del caso Binary”, me dice Z, refiriéndose al escándalo de la empresa de capital riesgo. “Era todo muy ridículo”. Z se encontró en el suelo con dos parejas, una de ellas un empresario y su esposa. El salón estaba cubierto de pieles sintéticas blancas y de cojines, sobre los que, a medida que avanzaba la velada, varias personas se tumbaron y empezaron a acariciarse, cuenta Z, en lo que le empezó a ser una melée numerosa. Un inversor disfrazado de conejito (no está claro de qué modo encajaba con el tema de “los confines de la tierra”) le ofreció a Z una bolsita de plástico con un poco de polvo. Era Molly. “Me dijeron que me sentiría relajada y me gustaría que me tocaran”, me contó Z.

Nerviosa, Z metió un dedo en el polvo y se lo llevó a la boca. Pronto bajó la guardia. Después, uno de los empresarios le preguntó si podía besarla. “Era todo muy raro”, cuenta. “Le contesté, ‘tu mujer está aquí delante, ¿a ella le parece bien?’ Esta dijo que sí, que le parecía bien. Z, que se considera aventurera y de mentalidad abierta, besó al empresario pero empezó a estar incómoda, como si se sintiera presionada o atacada. “No sé lo que estoy haciendo, me siento idiota, estoy drogada, no lo había tomado nunca antes y él lo sabía”, recuerda. Intentó escapar a otra zona de la fiesta. “Me sentía mal porque me había liado con él y no paraba de perseguirme mientras yo lo evitaba. Recuerdo que le pregunté: ‘¿Y a la gente no le parece raro?’ Y él contestó: ‘La gente que me conoce sabe lo que pasa y me da igual lo que piensen los que no me conocen’ ”. Antes de amanecer, Z subió a su coche y se marchó. “Lo que no me gustó de todo aquello es que está dominado por el dinero y el poder. Es un problema porque se trata de un abuso de poder. No volveré a hacerlo”.

Si bien esta mujer tuvo la sensación de caer en una trampa, lo normal es que la primera vez algún amigo explique de qué va y que se supone que es confidencial. Cualquiera sabe que, si se droga con un compañero de trabajo, no deberá mencionarlo; lo mismo sucede con el sexo. En otras palabras: aunque no se esconde nada, tampoco se pregona. Solo se invita a personas de confianza que van a cooperar. “Puedes no liarte con alguien en concreto, pero no puedes no liarte con nadie porque entonces estarías cayendo en el voyerismo. Si no vas a participar, no vayas”, aclara uno de los asistentes habituales, al que llamaré Fundador X, un empresario ambicioso que ha viajado por todo el mundo.

No se consideran depredadores. Cuando se miran al espejo, ven individuos que están creando un nuevo paradigma de comportamiento al ampliar los límites de las costumbres y los valores sociales. “Lo que permite este comportamiento es la misma actitud abierta y progresista que nos lleva a tener ideas creativas y perturbadoras”, me explica el Fundador X. Cuando le pregunto por la experiencia de Z, me contesta: “Se trata de fiestas particulares donde las personas poderosas se reúnen y hay muchas mujeres; mucha gente no está bien. En cualquier fiesta, puede darse una situación en la que alguien se pase de la raya y alguien que no se sienta a gusto, pero eso no implica que se trate de una orgía; simplemente, alguien se pasa un poco... ¿No sucede lo mismo en todas partes?". Sin embargo, dado que estos aventureros sexuales son tan progresistas, cabe preguntarse por qué estas fiestas parecen decantarse tanto hacia las fantasías masculinas heterosexuales. Con frecuencia se espera que ellas participen en tríos que incluyen a otras mujeres; el comportamiento gay y bisexual masculino brilla por su ausencia. "Es completamente impensable que los hombres sean bisexuales o curiosos", cuenta el vicepresidente de una empresa que asiste a estas fiestas y está casado (lo llamaré VC Casado) . "Hay un doble rasero". En otras palabras, en estas fiestas los hombres no se relacionan con otros hombres. Y, si dejamos de lado los nuevos tipos de drogas, estas historias podrían haber salido de la Mansión Playboy hacia 1972.

Tuve una extensa conversación con el cofundador de Twitter, Evan Williams, sobre la peculiar mezcla de audacia, excentricidad y riqueza que bulle en Silicon Valley. Williams, que está casado y tiene dos hijos, se convirtió en una celebridad en Internet gracias a su primera compañía, Blogger. Me dijo que nunca fue soltero, rico y famoso de manera simultánea, y que no forma parte de ese mundo, si bien reconoce las motivaciones de sus colegas. "Este es un lugar extraño que ha creado cosas increíbles en todo el mundo y, por lo tanto, atrae a este tipo de personas y permite este tipo de personas. ¿Cómo no iba a ser raro, extremo, cómo no iba a estar lleno de gente con ganas de probarlo todo?" Además, añadió: "Si uno piensa como todos los demás, no puede inventar el futuro"; sin embargo, también señaló que, a veces, esta es una "receta para el desastre".

Los hombres ricos que esperan tener relaciones sexuales sin compromiso con mujeres no constituyen, ni por asomo, un nuevo paradigma. Pero muchos de los personajes destacados de Silicon Valley tienen algo peculiar en común: una adolescencia solitaria sin contacto con el sexo opuesto. El VC Casado describe su adolescencia como una etapa que pasó jugando con el ordenador: no salió con una chica hasta los 20 años. Ahora, para su asombro, se encuentra en un círculo de amigos tecnológicos de confianza y aventureros con el dinero y los recursos para explorar sus menores deseos. Después de años de carencias y aspiraciones, está viviendo una fantasía, y su esposa está a su lado.

La historia del VC Casado -que explica su voracidad actual por su privación sexual en la adolescencia- la he oído mucho en Silicon Valley. Por fin les ha llegado su momento.

CAZADORAS DE FUNDADORES

Se dice con frecuencia que Silicon Valley está lleno de mujeres que quieren hacer fortuna casándose con ricos magnates de la tecnología, si bien es discutible que haya un número significativo de estas. No obstante, entre los hombres ricos que temen ser sus víctimas la historia está presente. De hecho, incluso han acuñado un término para las mujeres que los persiguen : cazadoras de fundadores.

Cuando le pregunto al Fundador X si estos hombres se están aprovechando de las mujeres facilitándoles drogas desinhibidoras en las fiestas sexuales, me contesta que, al contrario, son ellas quienes se aprovechan de él y su tribu, y los tienen en su punto de mira por su dinero. Algunos jóvenes fundadores dicen que, a medida que se acercan a unos potenciales ingresos multimillonarios, cada vez más mujeres se sienten misteriosamente atraídas por ellos, por torpes, patosos o poco atractivos que sean. Al margen de cuántas sean estas cazadoras, la idea de su existencia pervive en la imaginación de los creadores de empresas de Silicon Valley, quienes a menudo intercambian comentarios sobre las mujeres con las que han salido. Como dice el Fundador X: "Nos contamos si nos parece que una chica es una golfa cazafortunas y así sabemos a quién evitar".

Cuando le cuento esto a Ava, una joven empresaria, pone los ojos en blanco. Según Ava ―que me pidió que ocultara su verdadera identidad―, que ha salido con varios fundadores, son los hombres, no las mujeres, los que parecen obsesionados con las muestras de riqueza y privilegios. Me explica que la han llevado en avión a lugares exóticos, la han alojado en hoteles lujosísimos y narra otras formas en que los hombres ricos han gastado su dinero para cortejarla. Los perfiles que se encuentran en las aplicaciones de citas, donde los hombres acostumbran a presumir de sus trabajos de tecnología o sus nuevas empresas, respaldan los puntos de vista de Ava. En los perfiles en Internet, les falta poco para decir: "Hola, ¿te gustaría subir a mi loft y ver mis opciones sobre acciones?"

En la experiencia de Ava, sin embargo, una vez que los hombres de este tipo consiguen a una mujer, en cuanto pueden se la quitan de encima. Después de algunas citas excéntricas, me cuenta Ava, ella suele iniciar una conversación sobre el futuro de la relación. En ese momento los hombres le ponen punto final, varios de ellos con la misma explicación. "Dicen: 'Todavía estoy recuperando el tiempo perdido. Perdí la virginidad cuando tenía 25 años ’", explica Ava. "Y yo les diría: 'Bueno, ahora tienes 33 años, ¿no crees que ya te has puesto al día?' En cualquier otro contexto, [estas citas] serían románticas, pero son tensas porque resulta que nadie se los follaba en la escuela secundaria. . . Sinceramente, creo que lo que quieren es una segunda oportunidad porque las chicas no les hacían caso… hasta ahora”.

La mirada iracunda de Ava sobre los magnates recién enriquecidos sería divertida si la obsesión de estos con las cazafortunas no enmascarara algo serio. El supuesto acoso que sufren por parte de las mujeres a menudo se convierte en una excusa utilizada por algunas estrellas tecnológicas para justificar su propio comportamiento depredador.

En conjunto, lo que está en juego es un ego considerable. "Es increíble", dice el Fundador X. En el trabajo, explica, "la financiación es buena, las cosas van bien”. Fuera del trabajo, “¿por qué tengo que comprometerme? ¿Por qué tengo que casarme? ¿Por qué tengo que ser exclusivo? Si un par de chicas se interesa por mí, puedo fijar las condiciones y decir: 'Esto es lo que quiero'. Puedo decir: ‘Estoy encantado de salir contigo, pero no de manera exclusiva’. Esas son las costumbres de unos hombres que no consiguieron ligar en la escuela secundaria”.

Además, estos fundadores, directores ejecutivos y vicepresidentes de empresas de élite, se ven a sí mismos como más influyentes de lo que serán la mayoría de los banqueros, actores y atletas de mierda. "Tenemos más prestigio que cualquier rico porque fabricamos productos tangibles", añade el Fundador X. "Haces una película y la gente la ve un fin de semana. Fabricas algo y afecta a la vida de las personas durante años".

Al menos a nivel financiero, la afirmación del Fundador X tiene cierto sentido. Lo que cobran los actores de primera fila y los lobos de Wall Street no resulta muy impresionante para la élite de Silicon Valley. Los directores gerentes en los bancos de inversión de primer nivel pueden embolsarse un millón al año y valer decenas de millones después de una larga carrera. Los primeros empleados de empresas tecnológicas como Uber, Airbnb y Snapchat pueden ganar muchas veces esa cantidad de dinero en cuestión de unos pocos años. Famosos como Ashton Kutcher, Jared Leto y Leonardo DiCaprio se han subido a ese tren y ahora también invierten en compañías tecnológicas. El gran exjugador de baloncesto Kobe Bryant ha creado su propia empresa de capital de riesgo. ** LeBron James** se ha rebautizado a sí mismo no solo como atleta sino también como inversor y emprendedor.

Vistos los actores y atletas famosos que desean formar parte del juego tecnológico, no resulta sorprende que algunos en el Valle tengan una alta opinión de su atractivo y de lo que deberían esperar o merecer en su vida sexual. En el Valle, esta expectativa a menudo se presenta como una destacada contribución a la evolución del comportamiento humano.

Sin embargo, muchas mujeres la describen como una nueva forma de inmadurez –un comportamiento sexista adornado con mucha charla altanera-- que refuerza las estructuras de poder tradicionales, degrada a las mujeres y refuerza algunos de los egos masculinos más grandes de la historia: simplemente otra manifestación de “Brotopia”, una tierra mítica, paraíso de la hermandad entre varones.

Cuando hablé sobre las fiestas sexuales de Silicon Valley --especialmente aquellas donde el número de mujeres supera ampliamente el de los hombres-- con Elisabeth Sheff, una escritora y profesora de Chattanooga que ha pasado dos décadas investigando sobre las relaciones abiertas, reaccionó con vehemencia: "Eso ** es explotación. Es una expresión de la tradicional arrogancia masculina** y un comportamiento rayano en la prostitución. Los hombres no tienen que prostituirse porque tienen dinero. . . 'Debería poder follar con cualquier mujer porque soy un tipo rico'. Este discurso no tiene nada de progresista, es la misma basura de siempre. Intentan combinar lo nuevo con las viejas actitudes, y esas viejas actitudes se basan en el patriarcado, por lo que se desarrollan a expensas de las mujeres".

Jennifer Russell, que dirige el campamento Camp Mystic en Burning Man, es más comprensiva. "Los hombres y las mujeres se sienten atraídos por la creación de una estructura que invite a su expresión sexual plena, y los encuentros de ese tipo son un lugar seguro para experimentar", explica. "Son mucho mejores que un club de intercambio de parejas porque se celebran en domicilios particulares y en un entorno de conocidos".

El VC casado admite, sin embargo, que para muchos hombres estas fiestas tienen menos que ver con la expresión personal que con follar por deporte. "Algunos tíos sacan el móvil para enseñar la galería de trofeos de chicas con las que han estado", me cuenta. "Tal vez haya sido siempre el comportamiento habitual en Wall Street. Estos fundadores lo hacen, pero intentan no reconocerlo. Por un lado hablan de diversidad pero por otro dicen toda esta mierda”.

EL NUEVO PARADIGMA PARA QUE FOLLEN A LAS MUJERES

Para las triunfadoras de Silicon Valley, las fiestas de drogas y sexo son un campo de minas. No se trata de que las mujeres tecnológicas del Área de la Bahía sean más mojigatas que la mayoría; dudo que la historia reciente haya visto a una cohorte de mujeres más aventureras o menos apocadas en la exploración de fronteras sexuales. El problema es que la cultura del aventurerismo sexual que ahora impregna Silicon Valley tiende a implicar mayores consecuencias para ellas, particularmente en lo que se refiere a su carrera profesional.

Tomemos como ejemplo a la empresaria Esther Crawford, que está familiarizada con este tipo de fiestas (específicamente aquellas con igualdad de género y reglas estrictas sobre el consentimiento) y habla con franqueza de sus experimentos sexuales y las relaciones abiertas. Durante cuatro años, mantuvo una relación no monógama con Chris Messina, un antiguo empleado de Google y Uber, conocido, sobre todo, por haber inventado el hashtag. Recientemente, ** Crawford y Messina han fundado una compañía llamada Molly -quizá no sea casual que lleve el mismo nombre que la droga-** en la que están desarrollando un "amigo sin prejuicios (con inteligencia artificial) que apoyará tu camino hacia una mayor autoconciencia". Durante una temporada prefirieron ser monógamos, ya que ver a otras personas se estaba volviendo demasiado complicado. "El futuro de las relaciones no será solo con seres humanos, sino con personajes de inteligencia artificial", dice Crawford. En diciembre de 2017, habían reunido 1,5 millones de dólares para su nueva compañía. Mientras tanto, Crawford es muy consciente de la dura realidad a la que debe enfrentarse como mujer y empresaria. Lo que ha descubierto es que, para una mujer, trasgredir los límites de su vida sexual privada tiene un coste.

Cuando Crawford estaba recabando fondos para su segunda compañía, una aplicación de medios sociales llamada Glmps, fue a cenar a un restaurante de moda situado en Valencia Street, en San Francisco, con un “ángel” inversor que podía apadrinarla. Al final de la comida, este le entregó un cheque por 20.000 dólares e inmediatamente trató de besarla. "Desde luego, no estaba coqueteando con él", afirma Crawford. "Me eché un poco atrás, él pidió un Uber para mí y dije algo así como: 'Tengo que irme a casa'". Crawford cree que es probable que este inversor en particular supiera algo de su apertura sexual y le resultaba difícil pensar en ella simplemente como emprendedora y no como un posible ligue. Este encuentro es un ejemplo del tipo de castigo al que se enfrentan las mujeres si optan por participar en el mundillo de "todos somos muy modernos cuestión de sexo".

Ava estaba trabajando como asistente ejecutiva en Google cuando se encontró con su jefe, un hombre casado, en un club de bondage de San Francisco. Le estaba haciendo una mamada una mujer atada a un banco de azotes a la que otro hombre penetraba por detrás. Ava y su jefe, un ingeniero, se miraron fijamente pero no cruzaron una palabra y nunca hablaron del encuentro. Sin embargo, unos meses más tarde, en un acto fuera de la sede de Google, otro colega masculino, también casado, se acercó a ella. "Me dio un golpe y yo lo miré con cara de ‘¿Qué estás haciendo? No me toques ¿Quién eres?’ Él estaba en plan ‘sé quién eres, me han dicho que te gusta todo esto’”. Alguien había descubierto a Ava. Dejó de trabajar en Google poco después. "La confianza funciona en un solo sentido. El estigma de una mujer que participa en todo esto es mucho mayor. Se supone que debo estar en un rollo donde todos son muy abiertos y tolerantes, pero se hace caso omiso al castigo que se recibe por ser mujer”.

Crawford ni siquiera puede contar la cantidad de hombres que le han dicho lo afortunada que es por poder salir con tantos en un sector tecnológico dominado por varones. "De todos los privilegios del mundo, ese no es el que elegiría", responde tajante. "Elegiría igual salario por el mismo trabajo. Elegiría tener un mejor acceso al capital y al poder. Elegiría que no se me pasara por alto en cuestión de ascensos**. Elegiría no tener que preocuparme por estar entre el 23,1 por ciento de las estudiantes universitarias que son agredidas sexualmente.** Elegiría que no se me tratara como una puta si opto por explorar mi sexualidad”.

El VC casado admite que tal vez se negaría a contratar o financiar a una mujer con la que se hubiera encontrado en su tribu de festejos sexuales. "Hay que tener en cuenta que si es una amiga de un amigo o la has visto medio desnuda en Burning Man, todo influye", dice. "Esas cosas pasan. Está haciendo que San Francisco parezca una pequeña isla porque todos han salido con todos ”. Lo cierto es que los hombres hacen negocios en las fiestas de sexo y los clubes de striptease. Pero cuando las mujeres se ponen en estas situaciones, corren el riesgo de perder credibilidad y respeto.

Las fiestas están adquiriendo tal importancia que las empresarias cuentan que rechazar las invitaciones las relega a la mesa de los niños molestos. "Es muy difícil crear una conexión personal con un varón inversor y, si tienes éxito, se siente atraído por ti", me explica una empresaria. "Piensan que formas parte de su círculo de amistades, [y] en San Francisco, eso significa que te invitan a algún tipo de orgía. No hay alternativa”. En lugar de encontrar extraño que asista a una fiesta sexual, dice esta emprendedora, a la gente le parecería raro que no fuera. "El hecho de que no vayas es extraño", explica la empresaria, y significa que quedas excluida de conversaciones importantes. "En estas fiestas hablan de negocios. Hacen negocios", aclara. "Toman decisiones". Al final, esta empresaria se sintió tan harta que se mudó con su nueva empresa a Nueva York y dejó Silicon Valley para siempre.

Las mujeres que dicen sí a estas fiestas rara vez ven una gran recompensa empresarial. "Aunque apetece que te incluyan y te inviten a este tipo de cosas y algunas veces he pensado que era productivo ir y podía avanzar más deprisa cultivando las relaciones de esta manera", me cuenta una trabajadora de una empresa tecnológica, "con el tiempo, me he dado cuenta de que es publicidad engañosa y las mujeres deberían ser conscientes de que no es manera de salir adelante. Es muy arriesgado: una vez que estás en ese círculo, una vez que decides que quieres jugar, no puedes retroceder. Quien crea que eso la llevará a algún sitio en su carrera profesional, se engaña".

Otra empresaria describe la dinámica de poder injusta que se crea. "Existe la sensación subyacente de que te estás prostituyendo para salir adelante porque, seamos realistas, la relación con un hombre poderoso puede abrirte puertas. Y eso es lo que quieren las que se aventuran, pero no conocen todos los riesgos asociados", declara. "Si participas en estas fiestas sexuales, ni se te ocurra crear una empresa o hacer que alguien invierta en ti. Esas puertas se cierran. Pero si no participas, estás excluida. Te condenas si participas, te condenas si te excluyes”.

Todo esto recuerda las populares películas para adolescentes de la década de los ochenta que narran la "conmovedora" historia de un nerd gafotas que se transforma en el chico gracioso y divertido que acaba ligando con todas las tías buenas. Pero no estamos viviendo un sueño adolescente. Las grandes compañías no brotan mágicamente cuando un friki de la informática consigue follar tres veces seguidas. Las grandes empresas se construyen en la oficina, con un trabajo arduo por parte de un equipo. El problema es que el punto de vista que se cultiva los fines de semana ―las mujeres como peones sexuales― afecta inevitablemente la relación del resto de la semana con mujeres como colegas, empresarios y compañeras.