Adulterio, problemas dentales y muchos millones: 60 años de Cleopatra, la película que convirtió a Elizabeth Taylor en la mayor estrella de Hollywood

Durante el rodaje comenzó la historia de amor de Taylor y Richard Burton. Ninguno de los dos asistió al estreno mundial de la que está considerada la última película del Hollywood clásico, el 12 de junio de 1963.
Elizabeth Taylor en ‘Cleopatra
Elizabeth Taylor en ‘Cleopatra’ (1963)© Cordon Press

A comienzos de los sesenta, Elizabeth Taylor estaba en la cresta de la ola. El público se derretía por su gran belleza, sus vicisitudes dentro y fuera de la pantalla y, sobre todo, su peculiar transición de estrella infantil a mujer sensual. La pequeña estatura de la actriz (1,57 metros) contrastaba con el orgullo resiliente de alguien que había resistido a un padre ausente, una primera experiencia matrimonial desastrosa (con el abusivo magnate hotelero Conrad ‘Nicky’ Hilton), la reciente muerte de su tercer marido (Mike Todd, fallecido en accidente de aviación en 1958), y los incontables problemas de salud con los que tuvo que lidiar desde que era niña (de la escoliosis con la que nació a la afección vertebral que a los 12 años le produjo la caída de un caballo durante su preparación para el rodaje de Fuego de juventud).

La londinense era bastante propensa a accidentes como el que sufrió el día que se clavó una pequeña astilla de metal en el ojo durante la filmación de La senda de los elefantes (1954). En otras palabras, Taylor era un riesgo que casi todos los productores estaban dispuestos a correr dado el éxito en taquilla de sus películas. Así lo veía también Walter Wanger cuando a mediados de los cincuenta contactó por primera vez con ella para ofrecerle el papel protagonista en Cleopatra (1963), una ambiciosa producción de la 20th Century Fox que se rodaría en exteriores. Pero la última diva clásica estaba en ese momento totalmente volcada en su historia de amor con Todd y no quería aceptar un proyecto que los separara.

© Cordon Press

Entre unas cosas y otras, pasaron varios años hasta que se produjo una segunda toma de contacto entre productor y actriz. Entonces, Taylor parecía estar centrada en estabilizar su relación con el cantante Eddie Fisher, con quien ya estaba hablando de boda, y en terminar el proceso iniciado tras la muerte de Todd que la convertiría al judaísmo. Aunque también necesitaba dinero para mantener a sus tres hijos (su salario en MGM de 4.750 dólares semanales estaba en suspenso mientras no tuviera asignada producción alguna) y, sobre todo, deseaba progresar en su carrera artística (sabía que aún debía filmar una película más antes de ser libre de una ‘esclavitud’ que ya duraba tres lustros).

En contra de la creencia popular, la actriz nunca exigió un millón de dólares para personificar a Cleopatra. Lo que sí reclamó a la Fox fue cobrar una cantidad descomunal por cada semana de rodaje. “Además de eso, les pidió también dietas, pluses, viajes y una serie de cosas que, sumadas entre sí, suponían algo casi imposible para la época”, comenta a nuestra revista el historiador Miguel Fidalgo, autor de Cleopatra. El libro del 60 aniversario (Notorious Ediciones). “De acuerdo a los esquemas que Fox tenía sobre cuánto costaría hacer la película, aquello se acercaba al millón de dólares. Pero el propio Walter Wanger sabía que las cifras que estaban manejando sobre el tiempo que les llevaría rodar eran pura ciencia ficción y que, en realidad, el asunto tomaría mucho más tiempo, por lo que la actriz iba a ganar bastante más”.

Cleopatra acabó siendo la película más cara de la historia hasta la fecha. Fueron necesarios 44 millones de dólares, dos directores, dos repartos distintos y más de dos años de rodaje intermitente (en Inglaterra, Italia, Egipto y España) para poder acabarla. El cineasta que la inició en Londres, Rouben Mamoulian, fue despedido al poco tiempo. Lo único que sobrevive de aquello cuanto filmó son varias escenas en las que ni siquiera aparece Taylor, que no llegó a rodar nada en Inglaterra y, debido a las adversas condiciones meteorológicas, cayó enferma y estuvo a punto de morir por causas que nunca quedaron claras (algunos hablan de complicaciones por una neumonía mal curada).

Retomó luego la película el guionista y director Joseph L. Mankiewicz, quien se vio obligado a empezar a rodar en Roma sin que el guion estuviera acabado. Esto, unido a los gigantescos decorados que hubo que construir sobre la marcha (no se emplearon efectos especiales) y a la frágil salud de Taylor, eternizó el rodaje. “Liz tuvo muchos problemas dentales, lo que se acumuló a otras bajas”, apunta Fidalgo. “También se accidentó varias veces en el rodaje. Entre otras cosas, tuvo una flebitis en una pierna que la obligó a filmar sentada escenas que tenía que haber filmado de pie. Aun así, nada que ver con lo que vivió en Londres”.

Durante la accidentada producción, los medios se hicieron eco del adúltero romance entre Taylor y Richard Burton (Marco Antonio en el filme). Su escandalosa historia dio comienzo después de que el actor galés llegase un día al set de rodaje con una gran resaca. Le temblaban tanto las manos que era incapaz de acercarse a la boca una taza de café, así que pidió ayuda a su compañera de reparto, que le acercó la pequeña vasija sin dejar de mirarle a los ojos. A partir de entonces, los actores pasaron a vivir una relación marcada por dos matrimonios, una pasión desenfrenada y una cantidad ingente de alcohol, peleas y joyas.

Richard Burton y Elizabeth Taylor en una escena de la película© Cordon Press

También es público y notorio que los sobrecostes de producción casi arruinan a la todopoderosa 20th Century Fox hasta el punto de hacerla desaparecer. De hecho, no fue hasta octubre de 1966, tras la venta de sus derechos televisivos para dos pases en la ABC, cuando se estima que la película empezó a generar beneficios. Aun así, Cleopatra resultó un verdadero éxito de taquilla, obtuvo nueve nominaciones al Oscar (de las que se llevó cuatro estatuillas) y ayudó a que Elizabeth Taylor y Richard Burton se convirtieran en la pareja más popular del planeta. Curiosamente, ni uno ni otro quisieron acudir al estreno mundial de la que está considerada la última película del Hollywood clásico, celebrado el 12 de junio de 1963 en el neoyorquino teatro Rivoli.

Ambos actores estaban muy disgustados por el hecho de que Darryl Zanuck, que al ser elegido presidente de la Fox le quitó la película a Mankiewicz (cuando este se encontraba ya terminando de editarla), hubiera rehecho y recortado a su antojo el montaje inicial. En el mes de julio de aquel mismo año, tras ceder a las presiones de la Fox, la actriz de ojos violeta consintió en asistir a la premier británica, pero se llevó una gran decepción tras comprobar lo poco que había sobrevivido de la visión de Mankiewicz y, en particular, de la interpretación de Burton. “Todo lo que se ve es a él borracho y gritando todo el tiempo, y nunca se sabe lo que en su carácter le llevó a eso”, apuntó al respecto.

Varios meses más tarde, en abril de 1964, la Fox llevó a los dos míticos actores a los tribunales, reclamándoles 50 millones de dólares por “incumplimiento de contrato” y alegando que la actitud que habían mantenido en aquel plató en Roma (así como el hecho de que su relación amorosa fuese objeto de burla y escarnio por parte de los medios) había encarecido significativamente la producción. “Ambos respondieron con pleitos propios, y las múltiples demandas terminaron por resolverse en 1966 con un acuerdo entre todas las partes”, apostilla Fidalgo. “Entre el salario ya recibido y el porcentaje en la taquilla que reflejaba su contrato, Elizabeth terminó por ganar unos 7 millones de dólares por su personificación de la reina egipcia, y su posición como la última estrella del Hollywood clásico e icono mundial de la belleza y el activismo social, se mantuvo imperturbable hasta su fallecimiento en 2011".

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