Arte

Los enigmas de ESCHER

Los lujosos salones de un palacio del siglo XIX en Madrid sirven de escenario a la retrospectiva de M.C. Escher, el artista holandés de los enigmas visuales, destinada a convertirse en un blockbuster.
Jesús Varillas

La excentricidad nos atrae irremediablemente, como nos atraen los retos. Quizá a eso se deba la fascinación que la obra de M.C. Escher (1898, Leeuwarden-1972, Laren, Holanda) provoca en el espectador contemporáneo. Autor difícilmente clasificable (¿surrealista paralelo? ¿simbolista rezagado? ¿conceptual avant la lettre?), un conjunto de doscientas de sus obras se exponen hasta el próximo 25 de junio en el recuperado palacio de Gaviria, situado en el absoluto centro de Madrid. La muestra está comisariada por Mark Veldhuysen, responsable de la M.C. Escher Company y por el coleccionista Federico Giudiceandrea.

Escher nació en una familia holandesa de clase media-alta sin antecedentes artísticos -su padre era ingeniero civil-, y comenzó a estudiar arquitectura antes de abandonar la carrera en pos de las artes decorativas, que aprendió con el judío sefardí Samuel Jesserum de Mesquita. Además del encuentro con Mesquita –que sería asesinado por los nazis en Auschwitz- resultó fundamental en su educación una versión abreviada del Grand Tour que realizó en 1922, cuando visitó Italia y España. Los paisajes italianos y la compleja decoración de la Alhambra de Granada (donde volvería otra vez una década más tarde) le marcaron para siempre. Escher ya había ensayado antes la representación gráfica basada en los principios de la teselación, pero fue en la Alhambra donde descubrió la técnica definitiva que debía aplicar en sus dibujos. No era un matemático, pero las matemáticas le fascinaban, y su obra ha sido a su vez objeto de estudio de investigadores pertenecientes a esta área de conocimiento. No alcanzó un gran éxito comercial en vida –durante mucho tiempo vivió a expensas del dinero familiar-, aunque en sus últimas décadas sí logró obtener de la venta de sus grabados un sustento razonable. Fallecería en una especie de hogar de retiro para artistas en Laren, en Holanda Septentrional, donde había ubicado su último estudio. La obra de Escher se basa en la geometría y en el recurso la simetría, la repetición, el trampantojo, la mise en abyme, el acertijo visual, la paradoja y, en general, todo aquello que provoque la sorpresa e intriga en el espectador. La mayor parte de estos efectos habían sido empleados antes por los surrealistas, aunque desde presupuestos conceptuales muy distintos.

Sus obras pueden recordar, según el caso, al arte egipcio o al medieval, a la fantasía de El Bosco, a las deformaciones de Parmigianino, a las especulaciones arquitectónicas visionarias de Boullée, Ledoux y Lequeu, al abigarramiento de Piranesi, al grabado japonés, a la xilografía expresionista, al Art Nouveau, a simbolistas como Deville y Böcklin y a surrealistas como Delvaux o Remedios Varo, entre otros. Por otra parte, ha ofrecido un considerable repertorio a la cultura popular, y así ha aparecido de manera más o menos literal en la industria discográfica (la portada del disco On the Run de Pink Floyd), la publicidad (anuncios para Illy) o el cine y la televisión (el filme Dentro del laberinto (1986), una entrega de Noche en el museo y un episodio de Los Simpson, por ejemplo).

Jesús Varillas

La exposición, montada con esmero y además complementada con actividades lúdico-didácticas que buscan la complicidad y la interacción del visitante, se ha diseñado al milímetro para repetir en Madrid el éxito popular que ya obtuvo en otras ciudades italianas (la última, Milán). Además de los aspectos puramente endógenos, presenta otros dos que deben destacarse. El primero es que con ella se reinaugura el palacio de Gaviria. Un edificio del siglo XIX, construido durante el reinado de Isabel II para el financiero –y buen amigo de la monarca- Manuel Gaviria y Douza empleando todos los recursos que en la época se consideraban deseables para un edificio señorial urbano: arquitectura italianizante, reminiscencias renacentistas, profusión de mármoles, estucos, dorados y pinturas murales a cargo de Joaquín Espalter. Además de sus bajos dedicados a la actividad de centro comercial, y tras haber sido durante mucho tiempo una conocida discoteca, hoy en día no se estaba utilizando sino para acoger eventos puntuales. Protegido por encontrarse en tramitación el expediente de su declaración como Bien de Interés Cultural (incoado por una orden ministerial de 1977 que incluía otros dos centenares de monumentos de Madrid), lo cierto es que el palacio languidecía a la espera de un fin a la altura de sus posibilidades. La posible salida al marasmo llega de la mano de la empresa italiana Arthemisia: y aquí es donde aparece el segundo punto singular. No es uso habitual en nuestro país que –más allá de las galerías comerciales de arte o las fundaciones sin ánimo de lucro- se organicen grandes exposiciones a cargo de empresas privadas como es el caso. Arthemisia, especializada en su país de origen en blockbusters (Hopper, Picasso, Toulouse-Lautrec o el diseñador de zapatos Manolo Blahnik son algunas de sus muestras en curso), que ya logró sumar doscientos mil visitantes gracias a la retrospectiva de Kandinsky en CentroCentro Cibeles hace aproximadamente un año. Se impone la pregunta de si Arthemisia planea asentarse de manera más o menos permanente en el palacio de Gaviria, de manera que éste renazca a una nueva vida dedicada a acoger exposiciones de arte. La propia, Iole Siena, directora de la compañía, es quien nos responde: “Esa sería la idea si la exposición de Escher va bien. Si hay resultados seguiremos adelante con otras exposiciones. Así que esta es la verdadera prueba”. Después añade: “Ya hemos experimentado con exponer en este tipo de edificios, por ejemplo en Bolonia; de hecho, en Italia los propietarios de palacios en desuso nos los proponen habitualmente, aunque aquí no sea algo tan común. En Madrid vimos varias posibilidades antes de decidirnos por el palacio de Gaviria, que nos encantó”. Ciertamente, la lujosa arquitectura y la decoración preciosista –y algo decadente- de los interiores del edificio aportan un componente atmosférico que acaba formando parte del interés de la muestra. Esperamos, pues, noticias de Arthemisia para conocer el futuro del palacio de Gaviria.

*** “Escher” estará en el palacio de Gaviria (c/Arenal, 9. Madrid) del 2 de febrero al 25 de junio de 2017.
La entrada general cuesta 12 euros. La reducida, 10 euros.**

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