¿Cancelar a Picasso?

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Pablo Picasso, La mujer que llora, óleo sobre lienzo, 1937.
Pablo Picasso, La mujer que llora, óleo sobre lienzo, 1937.Fuente: Colección Tate Modern, Londres
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¿Se puede cancelar a Pablo Picasso? ¿Es posible eliminar de los museos y de los libros a una de las figuras más trascendentes de la historia del arte? ¿Debemos hacerlo, considerando que su obra refleja la violencia que ejerció contra las mujeres de su vida? Éste es el debate en el que se encuentra el gobierno español, los historiadores del arte y las instituciones que resguardan su legado alrededor del mundo, en el marco de la cuenta regresiva a las celebraciones por el cincuenta aniversario de su muerte, el próximo año.

LAS HISTORIAS DE MALTRATOS y abusos de Picasso hacia sus parejas sentimentales no son noticia. En realidad siempre lo hemos sabido, así como también durante décadas hemos estado al tanto de los trágicos desenlaces de sus llamadas musas, consignados en biografías e incluso relatos de sus propios descendientes —fruto de aquellas relaciones tortuosas. Entonces, ¿qué ha cambiado? La exigencia de que esas historias sean parte de la narrativa con la cual contamos la vida y obra del artista malagueño. También que se reivindique a las mujeres que fueron sus víctimas, esposas y amantes por igual.

El detonante de esta discusión fue, en gran medida, el movimiento #MeToo, el cual generó una renovada conciencia sobre la importancia de denunciar la violencia de género y dio inicio a una nueva ola de feminismo entre las generaciones más jóvenes. Sus efectos se han vivido tanto en las calles como dentro de las instituciones culturales, en específico los museos, a los cuales tanto especialistas como el propio público ahora exige una postura mucho más frontal ante estas problemáticas. Así lo hizo la artista y profesora universitaria María Llopis el 27 de mayo de 2021, cuando realizó un performance en el Museo Picasso de Barcelona, junto con sus alumnas del curso que imparte de arte y feminismo en la Escuela Massana de Barcelona. Vestidas con playeras que decían frases como “Picasso maltratador” o “Dora Maar presente” recorrieron las salas del museo como lo haría cualquier visitante, deteniéndose a contemplar las obras o sentándose en las bancas ubicadas frente a éstas. La protesta fue silenciosa pero no por ello menos potente, pues una vez que Llopis subió las fotografías de sus alumnas a Instagram recibió tanto hate y denuncias que la plataforma le canceló la cuenta, señal de que su reclamo tocó fibras sensibles en una sociedad española que no está lista para arrojar una mirada crítica a un ídolo de su cultura.

El método de disociación y el cubismo
que lo hicieron tan famoso no se explican
sin su historial de violencia de género

La acción de Llopis no estaba encaminada a cancelar a Picasso, es decir, a exigir que su obra sea removida de los museos o se minimice su papel en la historia del arte. Al contrario, en múltiples entrevistas ha señalado la importancia del trabajo del artista. Su intención era simplemente llamar la atención hacia una realidad ineludible: en sus palabras, que los museos no tienen conciencia política. Dicho de otro modo, que en los discursos que se construyen en las salas de estas instituciones se aborden problemáticas que hoy sabemos no pueden seguirse ignorando. No enunciarlas es invisibilizarlas. Y esto es lo que durante décadas se ha hecho, sobre todo, con la figura de Dora Maar, en quien el performance hacía énfasis.

FOTÓGRAFA SURREALISTA TALENTOSA, Dora Maar conoció a Pablo Picasso en el famoso café parisino Les Deux Magots, centro de operaciones de los círculos intelectuales parisinos de los años treinta, en los cuales ella ya se había hecho de un nombre por derecho propio. A partir de ese encuentro dio comienzo una relación que terminaría tanto con la carrera de Maar como con su cordura. Su trabajo artístico se vio truncado a petición, o más bien imposición, del propio Picasso, quien no le permitió seguir ejerciendo como fotógrafa —salvo cuando se trataba de documentar su proceso de trabajo en el Guernica, por supuesto. Maar tenía 30 años entonces (Picasso, 56) y toda una vida por delante para seguirse consagrando como artista de la lente. Si bien los abusos físicos han sido difíciles de documentar —aunque algunas fuentes señalan que llegó a golpearla hasta dejarla inconsciente—, es innegable que la violencia psicológica la marcaría para siempre. Una vez terminada la relación, cuando Picasso decidió desecharla para iniciar una nueva relación con Françoise Gilot, Maar pasó por diversos hospitales psiquiátricos donde, entre otras cosas, le aplicaban terapias de electroshock. Después de esa experiencia, no volvió a relacionarse con nadie. La suerte de otras mujeres de Picasso no fue tan distinta: Marie-Thérèse Walter, otra de sus musas, se quitó la vida.

Los museos que conservan y difunden la obra de Pablo Picasso tienen la obligación de dar a conocer estas historias, no por morbo sino porque se trata de hacer justicia a las víctimas. Más aún, porque en muchos casos la obra refleja ese trasfondo de abusos. A la bailarina rusa Olga Khokhlova, su primera esposa y protagonista de al menos 140 de sus obras, comenzó por retratarla como una mujer bella y elegante, hasta devenir en un cuerpo totalmente deforme, como en el famoso cuadro Gran desnudo en un sillón rojo. Este cambio inició al embarazarse de su primer hijo, Paulo, y continuó acentuándose conforme la relación se tornaba más tóxica. El mismo destino tuvo la figura de Marie-Thérèse Walter, por quien Picasso abandonó a Khokhlova, y que igualmente terminó transformada en monstruo en sus lienzos, curiosamente —o no— también tras su embarazo de Maya Picasso. A Dora Maar, por su parte, la pintó no sólo deformada sino en lágrimas en La mujer que llora, lo que puede leerse como una burla a la tristeza que le infligía. Así, el método de disociación y el cubismo que hicieron tan famoso a Picasso no se explican sin su largo historial de violencia de género.

Miquel Iceta, ministro de Cultura de España, ha dicho que le parece absurdo cancelar a Picasso o dejar de celebrar el medio siglo del aniversario de su muerte por estos comportamientos. Estoy de acuerdo, es imposible negar su importancia como un artista que revolucionó las artes plásticas. Pero eso no significa borrar su maltrato; contemos, en vez, la historia completa.