Isabel Guerra, la pintora que sublimó la luz

Virtuosa del dibujo, cotizada retratista, tiene un imbatible sentido del humor y confiesa que lo que más le gusta son los peluches

Sor Isabel Guerra, ante una de las pinturas de su exposición
Sor Isabel Guerra, ante una de las pinturas de su exposición
José Miguel Marco

Anda estos días Isabel Guerra un poco 'tristona'. Están muy recientes los  fallecimientos de dos hermanas que le han encogido el corazón. "Hace muy pocos días ha muerto la persona que más he querido en la vida -señalaba este jueves-. He vivido con ella 53 años". Isabel Guerra ingresó en el monasterio cisterciense de Santa Lucía, en Zaragoza, el 12 de noviembre de 1970, a los 23 años de edad, y su vida espiritual, obviamente, ha marcado su vida. Pero, a pesar de los golpes que da la vida, y de una persistente bronquitis que arrastra desde hace un tiempo y no acaba de superar, Isabel Guerra es genio y figura y tiene un invicto sentido del humor. Lo ha demostrado este jueves, durante la presentación de la muestra 'Luz increada', que puede verse hasta el 19 de mayo en el Museo Goya de la Fundación Ibercaja. 

Isabel Guerra nació en Madrid, el 30 de abril de 1947, en el seno de una familia culta pero no especialmente orientada al arte. La famosa caja de pinturas al óleo que recibió al cumplir los doce años la estrenó pintando un paisaje con El Viaducto, Las Vistillas y la Sierra de Guadarrama en la tapa de una caja de puros. Era lo que veía desde el balcón de su casa en la madrileña calle de Bailén. 

De formación autodidacta, celebró su primera exposición en 1962, cuando tenía tan solo 15 años. Su obra produjo tal impacto que le ofrecieron el ingreso en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando sin necesidad de examen previo. No lo aceptó. A esa edad ya era una asidua del Museo del Prado, donde se embelesaba con la obra de los grandes clásicos, especialmente con la pintura de Velázquez. 

Esa devoción por el arte se la trajo consigo a Zaragoza, al monasterio de Santa Lucía, donde vive, reza y pinta desde 1970. 'Reza y trabaja' es el lema de la orden benedictina y ella lo cumple a diario. Su primera exposición, siendo ya novicia, la celebró en la galería Sokoa de Madrid. 

Isabel Guerra, cuando presentó en 2019 el retrato del anterior arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña.
Isabel Guerra, cuando presentó en 2019 el retrato del anterior arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña.
Toni Galán

Especialista en bodegones y aplaudida retratista, durante la mayor parte de su trayectoria se ha ocupado de representar a niñas o mujeres humildes en su cotidianeidad o en sus labores diarias. Su figura y presencia en el mercado empezó a agigantarse en los años 80, en una escalada que ha seguido hasta nuestros días. Prestigiosas galerías madrileñas se la han disputado y su obra estaba prácticamente vendida antes ya de inaugurar cualquiera de sus exposición. 

Pero quizá su exposición de mayor impacto la haya tenido en Zaragoza, La retrospectiva de su obra que se inauguró en el año 2000 en la Lonja, con 78 óleos y dibujos, recibió más de 120.000 visitas. Su obra figura en importantes colecciones de instituciones y empresas privadas de España y de diversos países extranjeros.

Académica correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo desde 2003, y académica de honor de la de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza desde 2005, ha publicado 'El libro de la paz interior. Pinturas y mensajes' (Barcelona: Syria, 2005), en el que comenta 48 de sus cuadros y que ya ha alcanzado su décima edición. Junto a la escritora Magdalena Lasala, comisaria de la exposición que presenta ahora en el Museo Goya, ha publicado 'Los colores de la luz'.

Afable, bondadosa y tremendamente cercana, este jueves, mientras recorría la exposición y su mirada se detenía en dos pequeños cuadros en los que ha retratado a sendos perritos, confesaba: "Lo que más me gusta en el mundo son... los muñecos de peluche".

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