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Los 80 años de Ruben Rada: un repaso a la vida del alegre caballero que es parte de la historia uruguaya

“Conocer a Ruben fue conocer el corazón y el alma del pueblo uruguayo”, asegura Daniela Mercury sobre Ruben Rada, el artista que cumple 80 años este domingo.

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Ruben Rada en 2015.
Foto: Fernando Ponzetto.

El que allá, por los setenta, entró en un estudio de Buenos Aires y, según Andrés Calamaro, fue como “ver aparecer a Jesús”. El que le dio ánimos a un jovencísimo Fito Páez que daba sus primeros pasos en la música, y el que le dio una lección inolvidable de candombe a Los Olimareños. Es, además, el que en los ochenta metía a Alejandro Lerner en una jaula con cabras para hacerlo desaparecer detrás de una “manta mágica” y el que, en los sesenta, se vestía como caníbal para cantar con Los Hot Blowers.

Cada uno tiene a su propio Ruben Rada: el músico, el humorista, el actor, el mentor y hasta el responsable de un chimichurri y un pesto que sus colegas celebran tanto como su obra. “Es más importante que cualquier presidente”, asegura Urbano Moraes, quien fue su compañero en El Kinto. “Los presidentes pasan, pero Rada va a quedar en la historia de la música como un artista del que no hay otro”.

Ruben Rada, que hoy cumple 80 años, es uno de los músicos que mejor sintetizan lo que significa ser uruguayo. Lo refleja en sus canciones, en su forma de hablar e incluso de moverse; por eso no es casualidad que cada vez que un artista extranjero habla de la música uruguaya lo mencione. “Conocer a Ruben fue conocer el corazón y el alma del pueblo uruguayo”, asegura la brasileña Daniela Mercury, que lo vio por primera vez a inicios de los noventa. “Es un gran maestro y un artista fuera de lo común”.

“Rada tiene el regalo de la voz y de la lapicera, y la facilidad de la melodía. Es un genio”, resume Hugo Fattoruso, su cómplice en un sinfín de proyectos musicales. Y eso que, como Rada dijo tantas veces, la música era el plan B. Él, que nació en la calle Tacuarembó e Isla de Flores, quería ser futbolista, pero la tuberculosis que padeció en su infancia lo obligó a renunciar a su sueño. Al final, descubrió su voz casi que por necesidad.

Se iba al club Aldea para tratar de conseguir comida para su familia (“éramos siete en una pieza”) e interpretaba, a capella, éxitos como “Only You” de The Platters. “Cantaba de todo, con un tambor arriba de la mesa y de eso vivía”, le dijo a El País en 2021. “Y me daban un montón de esas carnes que quedaban cocidas y no se las podían vender a nadie”.

Fue así que, a finales de los cincuenta, lo descubrió Cacho de la Cruz. “A Rada lo conocí en el club de bochas Irlanda”, cuenta. “Me dijeron que venía un morenito que cantaba increíble, pero que no sabían a qué hora llegaba porque era repartidor de telegramas del Correo. Entró a los 20 minutos y cuando empezó a cantar y hacer imitaciones... pah, loco, era un fenómeno”. Lo invitó a sumarse a Los Hot Blowers y, bajo el seudónimo de Richie Silver, Rada inició una carrera que contiene una parte esencial de la historia de la música uruguaya.

El Kinto, Totem, Opa y La Banda son apenas algunos de los tantos proyectos de esta mente inquieta que vive para hacer música. Es, como bien resume Nicolás Ibarburu, “un manantial de canciones”, e incluso nuestro Johann Sebastian Bach, como define Martín Buscaglia. “Sus melodías generan, al mismo tiempo, entusiasmo en un niño y admiración en un adulto. Es el único cantante uruguayo inapelable”, asegura. En su obra, tan extensa como majestuosa, hay material suficiente para ganarse la admiración de cualquiera: desde Herbie Hancock gracias a Magic Time (de Opa) hasta un niño curioso por descubrir al hombre que le dio vida al superhéroe Rubenrá en Rada para Niños.

“A veces hace canciones más ligeras y en otras improvisa, rompe ritmos, desafía palabras, las notas, dialoga con los instrumentos con una facilidad gigantesca”, define Mercury. “Tiene simplicidad y complejidad jazzística. Es un maestro”.

Esa libertad, espontaneidad y desprejuicio al momento de crear —Rada mezcla estilos musicales con la misma naturalidad con la que combina sus atuendos— son un fiel reflejo de su postura lúdica ante la vida. “Dios, Buda o no sé quién me ayudó a tener humor; este es un don: yo todo lo tomo a risa”, le dijo a El País.

Su esposa, Patricia Jodara, lo confirma: “Él siempre fue muy payaso y lo que más le gusta es hacer reír a los demás”. Esa mirada, que se está presente en canciones como “Guantanamera” y “Mandanga Dance” y hasta en su paso por programa como El teléfono y La Oveja Negra, son una forma de enfrentar el mundo. “Es un hombre de pocas palabras y no le gusta enroscarse en el dolor”, explica Lucila Rada, una de sus hijas. “Está bueno tener a alguien que te dice: ‘Vamo’ arriba, hay que levantarse y seguir’”.

Y Rada pasó por un montón de situaciones difíciles antes de convertirse en leyenda viva. Entre 1973 y 1995 vivió en Argentina y México, y luego volvió a Uruguay para empezar de cero. “Volví con mil dólares, ese era todo mi patrimonio”, relató en Rada, su biografía de 2013. “Esa noche dormimos arriba de papeles de diario en un apartamento”. Esa experiencia, sumada a lo difícil que fue su etapa en México escribiendo canciones para otros artistas, inspiró a “Ni un día más”, del disco Black (1998). “Yo busco en mí una persona por lo menos disfrutable (...) / Ni un día más voy a llorar por mí”, dice la letra.

Otra actitud que lo acompaña es la de mirar siempre hacia adelante. Rada, que podría vivir de canciones como “Cha-Cha Muchacha” y “Dedos”, solo piensa en lo que vendrá. Edita al menos un disco por año —el más reciente es Candombe con una ayudita de mis amigos— y está a punto de presentar tres shows en el Auditorio Nacional del Sodre (desde el 20 al 22 de agosto) para celebrar sus 80 años. “Hace 10 años me arrancó la locura de que me voy a morir y de que no me da el tiempo para hacer todo lo que quiero”, le dijo a El País. “Me di cuenta de que tenía que hacer cosas para dejar música porque sentía que había perdido demasiado tiempo. Además necesito sacar un disco cada cinco meses porque, después de que lo toqué, ya quiero grabar otro”.

Ruben Rada es un alegre caballero que no descansa. “Lo mío es sencillo, no uso palabras raras ni nada: soy un grone al que le gusta la música y voy a morir tocando música”, resumió. Y este aniversario viene bien para recordar que aún tenemos a una leyenda entre nosotros. Escuchemos sus discos, redescubramos su obra y celebremos todo eso que nos sigue regalando.

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