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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Oscar Portela: sonámbulo del día

Nació en Loreto  en 1950 y falleció  en la ciudad de Corrientes en 2014. A su vasta obra poética se suman ensayos literarios y  filosóficos, críticas de cine y artículos periodísticos,  todos ellos escritos con gran agudeza, precisión y conocimiento.

Por Rodrigo Galarza

Especial para El Litoral

La personalidad del poeta loretano no dejaba indiferente a nadie. Tenía un modo de ser y estar que a veces lo alejaba de la gente, quizá por estrategia propia o porque simplemente esa era su manera de “alumbrar”. Sin embargo, esta falta de afabilidad no impidió que durante muchos años se convirtiera en un gran promotor y difusor de la cultura correntina en proyección con la cultura nacional. A él le debemos la aparición de revistas como Tiempo y  Signos; la organización de encuentros de escritores que reunía a las voces más sobresalientes del país; la dirección del excelente suplemento Arte y Pensamiento; la puesta en marcha de colecciones de poesía correntina. Y como si fuera poco fue el nexo que propició la “llegada de un jaguar a la tranquera”, es decir, debemos a Oscar Portela que Francisco Madariaga empezara a ser leído en Corrientes, no en vano este llamó al loretano con mucho acierto el “destrozador de erradas telurias” (quizá Memorial de Corrientes sea uno de los puntos más altos de la obra de Portela, siguiendo el concepto señalado por Madariaga).

Siempre he pensado que O.P. convirtió su vida en la depositaria de una agonía entre la poesía y la filosofía, haciéndose eco de aquello que propone su admirado Derrida: “Toda práctica social pasa por textos y todo texto es en sí mismo una práctica social”. Así, el vate correntino con-vivió con los poetas románticos alemanes como Hölderlin y Novalis o el más tardío Rilke; a los que sumó a Nietzsche, Heidegger, Derrida, Deleuze, etc. No he de extrañar entonces que su primer poemario, publicado en 1977, se titulara Senderos en el bosque en clara alusión a Heidegger. Poemario acogido fervientemente por importantes referentes de la literatura argentina como Sábato, Denevi, Posse, Veiravé, Benítez, Maturo, entre otros.

La poesía de O. P. se manifiesta celebratoria a la vez que elegíaca. Partiendo de los poetas clásicos y pasando por Madariaga y Martínez, el poeta loretano escribe en perspectiva de la muerte, acentuada aún más por la pérdida de su madre: “Cuándo, madre, vendrás a mí/ En luminosas mañanas/ De praderas incendiadas por gritos de monos y balidos de terneros/ tempranamente destetados como yo”… 

El poeta vive sumido en una extraña lejanía, es así como asume su “dasein”, la batalla diaria de muerte y resurrección. El asedio de lo absoluto para trascender la medianía del ser humano que no cesa de clamar su voz en el desierto, es el “pathos” en el que sustenta su palabra siempre interpelativa con el mundo, siempre dispuesta a modificar sus “máquinas deseantes”, tal nos enseña Deleuze.

 

Muestrario mínimo

Fábula

A Lucía Carmona

No es por el oro por quien se consagra la fábula.

Sólo el azul bendice en la consagración de lo amplio

¡Ah, luminosos espacios donde el corazón hace

habitable la amorosa discordia!

Sólo en tu cielo octubre, concibo un nombre para

pensar el cielo.

Amplio como mi corazón es el pensar que a veces

                                sostiene tanta atribulada belleza.

Empero el lila, perseverante encanto, trémulo

                                                                   impone orden,

redime perdidos extravíos

del frenesí que estalla y cae y desea y olvida

la alegría que el azul bendice, las peregrinaciones

taciturnas, los cantos del gallo, los silbidos,

                        y la conmutación de la pena ya de oro

por quien se consagra la fábula del mundo.

Tierra

La tierra ebria sobre mí y yo en un carruaje azul

bajo las aguas. La tierra inmóvil como un amante

que duerme el sueño estremecido de las victorias

absolutas y yo en una volanta azul bajo las aguas

poseído por temblor de las especies bebiendo

con el oído de las aguas la mente del sexo del

viento que también quiere ser poseído por

                                                           tus temblores tierra

¡Al fin el sueño antiguo sopor de la caída!

La bella en el crepúsculo dorándose y cayendo

hacia el más sueño de los viajes sin retorno,

doncella convulsa en sus mareas queriendo

despertar desnuda por vencida por los ahogos del amor.

¡Déjame así dormir sobre tus muslos

el sueño antiguo y poderoso! ¡Obsedido de música

y de mar ardo en deseo! ¡Este es mi ropaje!

¡Me estremezco de amor! ¡Este es mi aire!

(de Memorial de Corrientes, 1985)

IV

Cuándo, cuándo, madre, vendrás a mí

En luminosas mañanas

De praderas incendiadas por gritos

de monos y balidos de terneros

tempranamente destetados como yo,

tu Ángel deyecto aquí, en ésta tierra

de nadie, baldía de deseos y de imágenes,

cómo no ser aquellas, fuera del tiempo,

murmurando, murmurios de suiriríes

en los esteros que se devoran las temblorosas

ancas, los jadeantes belfos de los caballos

Ensillados para partir hacia auroras de oro.

Y las noches, a las noches madre, las abiertas

Madres cubiertas por las ubres de luz

Que titilan aquí en el alma, aún, fuera del tiempo,

Fuera de la incuria y la penuria de lo

Que nos devora penosamente como Cronos

A sus hijos, madre terrena, madre que nos levantas

Sobre la aurora y cuidas el torrente de la sangre

Que aún fluye, lentamente, lentamente,

Por las arterias donde el manantial ya seco

Se abandona a la muerte de la vida,

A la vida de la muerte que nos abría

Túneles, pasadizos radiantes, puertas de centelleantes

Cuerpos, manos, labios y grafías, cuando

Comenzábamos a partir en búsqueda de un

Absoluto que hoy, madre, es seca mar,

Salina de los ojos, y espera, espera, espera,

De un milagro, del prometido adviento,

Ya cerrado, ya amurado, y nosotros los presos

De aquellos luminosos jardines

Que fueron nuestros y sobre los que ahora

se cierne, sólo el desierto, sólo el desierto

de Claroscuro, 2004

VII

Desde tu corazón nadie me dice adiós,

líneas de fuego abiertas

en las botijas del clima donde

nadie despide y cada espacio

es ámbito donde mi espera se

libera para el adiós del nombre

bajo un rayo de luna porque el

poema es muerte, forma vuelta a

parir, orilla de aire y del azar

azul donde nadie te dice adiós

ni te retiene junto a estos ojos,

a esas bocas, a esos vientos y

a estos nombres que barrerá el

adviento, alguna vez algún

instante, algún olvido.

IX

Ahora alabemos las alianzas

del corazón con los

relámpagos del abismo y los

templos del habla,

sediciones de superficies

donde ninguna salvación será

posible, oscura sangre,

tumores que la carne

sostiene, sonidos y

vértigos de lo que no sube

ni baja, sueños donde expira

la flor marchita de la suerte,

alimentando con agonías

y temores del ludibrio de lo

mismo a lo que el alma vuelve,

presa del sudoroso verbo del amor,

dolor de la noche de la razón,

soles donde estallan

las conmociones del abismo

superficies abandonadas

y caminos, venenos

que han rasgado los velos

de la locura, grafías para

ultimar el orden que

sostiene este mundo, golpe

del azar ahora desnudo, mutilado

hijo de la naturaleza más intensa

nunca demasiado divina en las

superficies de ultrajes

de la carne del clima.

De Golpe de Gracia,1990

Claroscuro

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