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Cuando la tierra arde por dentro

Una capa de casi medio metro sigue quemándose bajo el suelo cuando se apaga un incendio ·· El viento o una burbuja de aire provoca que salga a la superficie ·· "Vivimos sobre la pólvora", dice un bombero ·· Cuadrillas llegadas de Ávila se extrañan de la sequía en "el país de los mil ríos"

Después de un incendio, cuando los rescoldos humean y las miradas ya se permiten la resignación, la tierra sigue ardiendo bajo los pies. Aunque no se vea, el peligro late, o más bien hierve, esperando encontrar una burbuja de aire para salir a la superficie, o bien una ráfaga de viento caprichosa que abra de nuevo las puertas del infierno.

Miles de personas han visto cómo los incendios que cercaban sus poblaciones resucitaban poco después de que se diesen por extinguidos. Agustín, miembro de una cuadrilla llegada de Ávila, lo explica. "Cuando los apagamos, esta capa de suelo de entre 30 y 40 centímetros sigue ardiendo bajo tierra. Todo eso es materia combustible en descomposición: ramas, hojas, troncos... Vivimos sobre la pólvora", contaba mientras él y sus compañeros mojaban parte de un monte en Ponte Caldelas.

A simple vista, la zona parece segura, pero en cuestión de segundos un pequeño foco aparece a diez metros. "Cuando el fuego se encuentra con aire bajo tierra, explota, sale a la superficie y volvemos a tener el incendio", sostiene. Mientras, un incipiente calor en los pies nos alerta de que no miente. Un niño se quemó por este motivo durante los primeros días cuando trataba de ayudar a extinguir el fuego.

No se hace nada en invierno

Esta cuadrilla ha llegado la semana pasada desde la sierra de Gredos, donde habitualmente trabajan, y todavía no se creen lo que están viviendo. Ni lo que están viendo a su alrededor. "Es bonito decir que los incendios se apagan en invierno, pero no hay dinero y falta personal", apunta uno. "¡Mira cómo está el monte, todo lleno de maleza, es peligrosísimo!", advierte otro.

Uno de los motivos radica en el progresivo abandono del rural y de que el monte carece de valor. "Estas casas de ahí abajo seguro que tienen gas", cuenta Agustín. "Antes se usaba la madera para las casas y se cuidaba más el monte o los accesos para poder ir a traerla, pero ahora no", dice.

Ellos no sólo riegan los rescoldos, sino que cortan ramas y apartan la maleza. "Hay que cuidar la zona. Además, esto puede estar ardiendo semanas o meses bajo la superficie", dice Agustín. El peligro seguirá acechando si no se toman medidas.

Esta cuadrilla tiene experiencia en la lucha contra el fuego y por ello alertan contra la ansiada lluvia. "Lo mejor es rezar para que no caiga una gran tromba de agua, porque si no, adiós rías y bateas", cuentan. Los montes serán lavados, quedará la piedra desnuda y la ceniza se filtrará por los acuíferos hasta alcanzar el mar, el mismo que cada cierto tiempo sufre alguna desgracia.

Observar toda la zona resulta desolador. Ponte Caldelas, Soutomaior, Cotobade... Todo está devastado. Y notan la mano humana en todos. "Aquí no se transmiten las llamas de copa a copa con las pavesas (chispas), sino a través del suelo", sostiene un bombero desde detrás de un árbol con una motosierra.

De copa a copa

El año pasado el incendio que mató a once bomberos en Guadalajara recorrió 30 kilómetros en apenas 4 horas. "Estallan las piñas y aparecen a 400 metros incandescentes". En Galicia, sucede que aparecen focos a ras de suelo. Como pequeños granos de un sarampión que no se logra detener.

Y la sequía. El mito de la Galicia húmeda, del país de los mil ríos se desvanece y la realidad se impone. "Esperábamos que hubiese algún riachuelo, pero todo está demasiado seco", confiesa un bombero. "En Ávila ya contamos con eso, pero aquí creíamos que sería diferente", añade.

Un ejemplo del abandono del monte es el de San Xurxo de Sacos, en Cotobade, donde las llamas han convertido sus verdes carballeiras en negros páramos. Las casas de José Pastoriza y Francisco Fontela se salvaron el viernes por poco de ser pasto de las llamas. Un fuego reactivado se acercaba a ellos. La distancia eran dos metros: el ancho de la pista, donde abundaban toxos que, ya crecidos, que tocaban sus huertas.

"Todo está sen cortar"

"Todo o monte está sen cortar, ninguén vai xa por aí. Eu abrín unha pista para pasar co tractor e ir a unha finca con pinos, eucaliptos e carballos, pero xa non hai nada", se resigna José. A su lado, otro vecino recuerda que los dueños de otros terrenos "non os limpan porque non valen nada e non queren gastar".

Ahora ya no tendrán que invertir. Sus tierras no valen un céntimo. Son desierto negro.

LOS BRIGADISTAS ALERTAN DE LA FACILIDAD DE PRENDER LLAMAS

"Con 3 coches y 2 motos, quemas Europa"

Si se busca esperanza conversando con Agustín, resulta mejor evitarla. No duda de que detrás de los incendios se oculta un grupo organizado, por lo estratégicamente situados que están los focos.

Sin embargo, va más allá en su análisis y duda de que muchos de los detenidos por la Guardia Civil tengan nada que ver. "Han pillado a muchos señores mayores que aprovechan la situación para quemar rastrojos o terrenos de alguien, pero no son los artífices de esto", sostiene.

En su opinión, con la que coinciden sus compañeros, es que los cabecillas "no se dejan coger". Y espeta una sentencia desoladora para el futuro de Galicia: "Con 3 coches y 2 motos, quemas Europa".

Y Galicia es el lugar ideal para asistir impune a esta debacle ecológica. "Hay lugares de muy difícil acceso y sitios donde no puedes llegar con los camiones", apunta otro bombero.

La cuadrilla reconoce que puede ir a peor, pero no demasiado. "Por aquí poco queda por quemar, está todo devastado. Ahora sólo hay que enfriar bien la zona" .

13 ago 2006 / 00:19
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