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HISTÓRICO
Misión Continental: recuperar al hombre y su fe
  • Misión Continental: recuperar al hombre y su fe | El padre Leonardo Martínez conoce como pocas la realidad no sólo de la Iglesia, sino de la ciudad y el conflicto que enfrenta a los jóvenes a situaciones dramáticas y de desesperanza. Pero también sabe cómo ayudar. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
    Misión Continental: recuperar al hombre y su fe | El padre Leonardo Martínez conoce como pocas la realidad no sólo de la Iglesia, sino de la ciudad y el conflicto que enfrenta a los jóvenes a situaciones dramáticas y de desesperanza. Pero también sabe cómo ayudar. FOTO MANUEL SALDARRIAGA
Por LUIS FERNANDO OSPINA V. | Publicado

La reciente visita de Benedicto XVI a México y a Cuba hace parte de una escala en el largo viaje por el mundo que desde hace siglos emprendió la Iglesia Católica con Pedro, el primer Papa.

No se trata de un viaje más. Es apenas el comienzo de una nueva aventura evangelizadora, con América Latina como puerto de partida y con los jóvenes como insignes capitanes del barco de la fe.

Hoy, cuando comienza la Semana Mayor, Medellín tiene motivos adicionales para sentirse protagonista de tan trascendental tarea.

En 2007, en Aparecida (Brasil), se gestó la Misión Continental, a instancias de los obispos de la Conferencia Episcopal de América Latina, bajo la orientación de El Vaticano.

Medellín, a través de la Arquidiócesis, es punto estratégico del Continente en la misión inaplazable de recuperar al hombre como el centro del mundo, incluida la Iglesia.

Un diálogo tranquilo, pero también autocrítico, hablamos con el padre Leonardo Martínez , secretario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis y coordinador de la Misión Continental en Medellín.

El papel del Sumo Pontífice en esta etapa de cambio, las amenazas y las persecuciones contra la Iglesia, el valor de los jóvenes y la necesidad de estar a tono con los nuevos tiempos, son algunas de las reflexiones para comenzar a vivir una Semana Mayor bajo otras perspectivas y nuevas oportunidades de conversión.

¿Qué es la Misión Continental y qué tiene que ver con el mensaje de cambio que acaba de pedir el Papa en México y Cuba?
Padre Leonardo Martínez: "Cuando hablamos de Misión Continental nos referimos a un primer impulso para recuperar la identidad de la Iglesia, que es misionera. Un creyente que no sea testigo, que no sea misionero, es porque no ha tenido una experiencia sólida de fe. Venimos de un mundo clericalizado, y los sacerdotes somos los primeros en darnos cuenta de que el clericalismo le ha hecho mucho mal a la experiencia de fe de las personas. De ahí que la opción es devolverle al laico su protagonismo. El laico es el que debe hacer la tarea de anunciador, de evangelizador y de misionero. En otras palabras, de llevar al mundo, a la cultura, a la realidad que se está viviendo, valores y fundamentos que le den otro horizonte de vida.

Una de las realidades que vive el mundo hoy es que se tiene sentido de la existencia, en la medida en que se produzca. Cuando se deja de producir, se pierde la razón de la existencia. El anhelo es ayudarles a esas personas a descubrir el encuentro personal con el Señor, que tengan una experiencia de Dios cada vez más clara, que se den cuenta de que el hombre tiene un vacío en su interior, que sin Dios jamás lo va a poder llenar. Estamos en la tarea de recuperar la identidad evangelizadora de la Iglesia".

¿Por qué América Latina como el centro de esa nueva evangelización?
"Este continente, desde Pablo VI, ha sido llamado el Continente de la Esperanza. Somos un territorio joven, con principios cristianos sólidos por todo el proceso de evangelización que aquí se ha dado. Es en América Latina donde se ha venido gestando la experiencia joven de la Iglesia. No sólo en términos de la edad. Hemos sostenido la responsabilidad de los nuevos misioneros del mundo. Antes fuimos evangelizados por los europeos, pero se cambió la historia. Europa está siendo reevangelizada desde este continente y nuestra misión es trascendental. Desde la experiencia de la fe, hemos entendido que Dios quiere que sepamos que todos tenemos un momento. Y este es el momento de América Latina".

¿Por eso el viaje del Papa a México y a Cuba?
"El Papa está preocupado por todo su pueblo y el pueblo del Papa es el mundo entero. Así como ha ido a África a decir que allí hay hambre y que el mundo no puede estar de espaldas a esa tragedia humanitaria, también viene a América para hablarnos de nuestros problemas. La diferencia es que cuando va a África parece obvio, pero cuando viene a nuestro Continente es por razones políticas. A la Iglesia se le persigue por todo, y lo más grave es que estamos perdiendo nuestra libertad, sobre todo la libertad religiosa".

¿Por qué se le persigue a la Iglesia?
"Dentro de todo el proceso de cambio que está afrontando el mundo, con cosas buenas y malas, se viene gestando un nuevo orden. Se quiere establecer un sistema de vida distinto, en el que los principios morales no cuentan. Estamos en una etapa del individualismo: lo que me gusta a mí, lo que me satisface a mí. Entonces, la Iglesia, que es una de las pocas instituciones que se atreve a hablar públicamente de valores, se vuelve un obstáculo en los fines de los poderosos. Para quienes tenemos fe, la persecución nunca es mala. Es el momento de la limpieza interior".

¿Sobre qué pilares está sustentado ese cambio que demanda la Iglesia?
"El documento del Concilio Vaticano II va a cumplir 50 años. Nació con el Papa Juan XXIII, quien se paró en la ventana desde donde les habla a sus feligreses y dijo dos cosas hermosísimas. La primera: necesitamos que a la Iglesia le entre aire fresco. Es decir, que la Iglesia puede volver a hablar porque es limpia, recta, la guía la buena intención y busca el nombre de Dios. La segunda: hay que ir a las fuentes donde el agua no está turbia. El cambio en la Iglesia, entonces, es recuperar lo fundamental, lo prioritario, volver a los orígenes. Tanto a los orígenes del Evangelio como a los padres de la Iglesia, quienes interpretaron en su sabiduría, la verdad del mundo. Sin Dios, el mundo carece de valor y de sentido. El mundo perdió la trascendencia. Y el cambio consiste en devolvérsela".

¿Es posible hablar de una nueva evangelización, sin recuperar al hombre?
"No. Sería contradictorio".

¿Cómo recuperar al hombre en medio de tantas desigualdades, ansias de poder y de riqueza material, emociones externas, tentaciones tecnológicas...?
"Precisamente, recuperando el interior de ese hombre para que su exterior funcione al servicio de todos".

¿Y esa es una misión exclusiva de la Iglesia?
"No. La misión es de todos, porque vivimos en esta casa que se llama mundo. La Iglesia tiene una oferta clara y consistente a través de los tiempos. Desde que el hombre apareció en la tierra ha necesitado un referente religioso".

¿Si el objetivo de la Iglesia es poner al hombre en el centro de su esencia, qué tiene que hacer el mundo para poner a la Iglesia en el corazón de sus decisiones?
"Lo primero es que debemos recuperar el respeto por el otro. Después de que se logre recuperar el respeto, que todos entiendan que lo único que tiene la Iglesia es rectitud de intención. Que el proceso de cambio que propone es para que todos estemos bien. La Iglesia no va en contra de la libertad del ser humano, pero sí quiere meterle una conciencia para que esa libertad sea verdadera y no seamos esclavos de otras cosas. De ideologías, de egoísmos, de cerramientos interiores, que sólo hacen daño".

¿Pero está la Iglesia en el centro de las decisiones políticas, empresariales, académicas..., como eje articulador de una sociedad más humana, justa y equitativa?
"Hay anécdotas con ciertas administraciones, pero no daré nombres para no generar odios, en las que no han faltado las dificultades por las obras sociales que adelantamos. Alguien con mucho poder en la administración pública llegó a prohibir que diéramos mercados a los más pobres. Le dijimos: bueno, no les vamos a dar más, pero nos iremos con ellos para las plazas públicas para que ustedes responda por la comida de esos necesitados. No hubo más respuestas. Damos mercados a cientos de miles de personas, construimos viviendas para los más pobres, pero eso no trasciende. El Estado permite que se nos persiga. El día que dejemos de hacer las obras sociales que venimos haciendo, las grandes ciudades explotan".

¿Qué fenómenos atentan contra ese estado de bienestar?
"Estamos frente a una sociedad que quiere darle la espalda a Dios. O bien, porque niega la existencia del Señor, o porque aún creyendo que sí existe, lo único y más importante para nosotros es que yo esté bien, sin importar cómo están los demás. Una cultura del individualismo".

¿Se refiere a quienes defienden el aborto, la eutanasia y las relaciones entre personas del mismo sexo?
"Sí, entre muchas otras cosas. Pero la Iglesia no quiere atacar a nadie. Lo que quiere poner son bases en lo que son convicciones. Podemos debatir con cualquier persona, pero en la realidad nadie debate con lo que es concreto. La Iglesia no defiende con doctrinas, porque nadie grita ante un testimonio. La Madre Teresa de Calcuta se metió en el mundo de los pobres y le enseñó a la comunidad internacional que no basta con defender doctrinas contra el hambre, sino actuar".

¿Y cómo funciona la Misión Continental en esa realidad, qué pilares la sostienen?
"Son tres momentos clave: Recuperar el sujeto pastoral, recuperar la parroquia e ir en busca de los alejados.

En el primero, mirar quién es creyente practicante, para que vuelva a sus principios. La caridad es el núcleo. Si nuestros empresarios son creyentes y se comprometen con sus convicciones cristianas, van a ser más dóciles al servicio de los demás.

Segundo, cuando recuperemos la vida parroquial, entonces las parroquias van a ser un foco del ejercicio de la caridad.

Y cuando encontremos al alejado, al no creyente, vamos a decirle que aquí hay una oportunidad para que haga el bien, que vea que hay un camino para recuperar los valores sociales".

¿Dónde están las mayores dificultades en Medellín?
"Nos hemos encontrado con una ciudad encerrada. Las mayores dificultades están en muchas unidades y edificios residenciales. Entrar allí es una odisea. Esta ciudad vive un conflicto muy grave y no faltan las presiones de los grupos armados ilegales para que no nos metamos con los jóvenes, porque ellos creen que nosotros los estamos adoctrinando.

En Medellín, vemos a mucha gente, pero no conocemos a nadie. No sabemos siquiera quiénes son nuestros vecinos, por más que nos los encontremos en los ascensores o las aceras del barrio".¿Y cómo conseguir el cambio en esas circunstancias?
"Para la Iglesia, uno es el cambio que está dando en el mundo; y otro, la conversión que propone. La palabra conversión es fundamental, porque incluye dos cosas: el cambio de mentalidad y de actitud. Y lo primero que debemos conseguir es cambiar la forma de pensar de las personas. Cambio es conversión. Que cambies la forma de ver las cosas y eso cambie tu vida y tu existencia. Uno se queda, a veces, en el tema religioso, pero la reflexión va más allá".

¿Por qué se ha vuelto a esa relación tan estrecha entre Iglesia y Juventud?
El arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón , nos ha dado unas prioridades de acción pastoral con cuatro prioridades.

1. La iniciación cristiana, es decir, cómo acompañamos a la gente en los sacramentos.

2. La liturgia, o la forma en que celebramos la Eucaristía.

3. Vivir la fe en pequeñas comunidades, esto es, como las parroquias se tienen que convertir en una experiencia de vida en comunidad.

Y 4, la Juventud.

Los jóvenes son una prioridad para la Iglesia, porque son los más vulnerables al mundo en donde están viviendo, son el futuro de la sociedad, son ellos los que más adelante van a conformar familias y, por ende, son el punto central de la nueva evangelización".

¿Cuál es el mensaje del Papa para esta Semana Mayor?
"El de este año, palabras más, palabras menos, es una invitación del Sumo Pontífice para que en Dios adquiramos la capacidad de mirar al hermano, no para juzgarlo ni castigarlo, sino para ayudarlo y acompañarlo. Nuestra Misión Continental es recuperar al hombre y su fe".

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