‘El Eternauta’, navegante del tiempo y la tragedia

La historieta argentina, convertida en serie por Netflix, es la obra maestra de Héctor Germán Oesterheld, asesinado hace 45 años por la dictadura.

Viñeta del cómic 'El Eternauta', de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. PLANETA
Viñeta del cómic 'El Eternauta', de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. PLANETA

Dos potencias se fusionan para concebir una obra que muy probablemente sacuda las redes y convoque multitud de comentarios, incluso apasionados y encendidos debates. Se trata de la adaptación en formato serie de El Eternatuta, mítica historieta argentina creada en 1957 por Héctor Germán Oesterheld (1919-1977), con dibujos de Francisco Solano López, cuyo protagonista, Juan Salvo, será interpretado por Ricardo Darín, estrella hispanoparlante de la actuación, en una producción dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas; Pizza, birra, faso).

Tal vez las nuevas generaciones no conocen la dimensión real del cómic, pero su publicación a mediados del siglo XX marcó un hito en la historia del género, cosechó una legión de fanáticos en la región y, a la vez, significó la consagración planetaria del autor bonaerense, de cuya trágica muerte, a manos de la dictadura, se cumplen 45 años.

La fantasía, o la pesadilla, de una forma de cataclismo de la civilización fruto de una invasión extraterrestre ha rondado desde siempre a la literatura fantástica y a una de sus subordinadas, la historieta, pero no fue hasta la aparición de El Eternauta que ese mito se convirtió en pochoclo para miles y miles de niños, jóvenes y adultos latinoamericanos que transformaron a la creación de Oesterheld en material de lectura obligatorio. Veinte años antes de Encuentros cercanos del tercer tipo, de Steven Spielberg, y cinco años después del estreno de Ultimátum a la Tierra —ambos clásicos del cine de género—, El Eternauta pasó a ser, por su deslumbrante narrativa, por sus alegorías a la Guerra Fría o al colonialismo imperial, la gran distopía de su tiempo, a la altura de cualquier película o show de TV. Eran épocas en las que, todavía, el soporte gráfico competía en favoritismos con el audiovisual.

La plataforma Netflix anunció que comenzó la filmación a mediados de mayo en Buenos Aires, locación elegida por expreso pedido de los herederos de ambos autores, ya que es en las calles de esta ciudad donde transcurren las sinuosas y escalofriantes aventuras de Salvo.

“Éramos Robinsones que, en lugar de quedar atrapados en una isla, estábamos aislados en nuestra propia casa. No nos rodeaba el océano, pero sí la muerte”, se lee en una de las primeras viñetas del cómic. En el inicio de la trama, un alter ego de Oesterheld escribe de madrugada en su despacho cuando es interrumpido por lo que parece ser una aparición fantasmal. Repuesto del susto, comienza un diálogo con ese sujeto de aspecto humano —hay un detalle de las venas del anverso de sus manos para marcar su parecido— que le dice que es un viajero en el tiempo y se presenta con un nombre singular: “Eternauta”. De allí en más, y como tantas veces hará el cine de Hollywood en adelante, comienza a relatarle de dónde y cómo llegó hasta allí. Es entonces que se inicia la historia, que de inmediato adquiere características locales y cotidianas, factores determinantes para explicar la ligazón que encontró de inmediato en la audiencia.

Viñeta del cómic 'El Eternauta', de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. PLANETA
El 'alter ego' de Oestherdel conversa con el Eternauta en una de las viñetas del cómic. PLANETA

Es una noche de invierno en Buenos Aires y el protagonista, Juan Salvo, está en su casa de Vicente López jugando al truco —tradicional juego de naipes argentino— con tres amigos: Favalli, Lucas y Polsky. Tras algunos diálogos típicos del juego en sí, escuchan por la radio la noticia de una explosión en el océano Pacífico, justo antes de que se corte la luz. De inmediato, perciben un ruido que viene del exterior. Se asoman a la ventana y no pueden creer lo que ven: en la calle, toda la materia viva ha muerto. Pero no solo eso: nieva en la ciudad, una rareza absoluta en Buenos Aires, y es la nieve, en apariencia, la que provoca la muerte. Con un detalle: los copos de nieve no son del todo blancos, sino que tienen una tenue luz fosforescente. Desesperado, Polsky, uno de los cuatro amigos, decide regresar a su casa, donde están su mujer y sus hijos. Sus amigos lo quieren detener, pero Polsky sale igual. A los pocos metros de iniciada su corrida, cae fulminado. Salvo, sus dos amigos y su mujer, Elena, lo ven morir desde un ventanal. El Apocalipsis parece haberse instalado entre ellos.

Tras largas cavilaciones, los amigos deciden improvisar una especie de traje hermético que resista la nieve o el aire tóxico, cualquiera sea el motivo que provoque la tragedia, y salir. Es entonces que comienza la aventura, porque detectan también que hay un comando de las Fuerzas Armadas que, como ellos, también descubrió el modo de sobrevivir y que está dispuesto a combatir al enemigo, cualquiera sea este, o cualquiera sea su forma. Salvo y el resto se transforman en una patrulla que repta por una ciudad fantasma. “Seguimos avanzando por la Avenida (Libertador), atrás quedó la rotonda de la General Paz, atrás quedaron las escuelas Raggio, la escuela de Mecánica de la Armada”, cuenta el narrador. Mientras avanzan, en un paredón puede observarse una pintada que reza: “Vote Frondizi”, en alusión a Arturo Frondizi, presidente de Argentina entre 1958 y 1962, quien al momento de la escritura de la serie estaba en plena campaña electoral.

Aparecido por primera vez en la revista semanal Hora Cero en septiembre de 1957, El Eternauta comenzó siendo un cuento corto, de tan solo 70 cuadros. “Me fascinaba”, dijo Oesterheld en un largo reportaje, “la idea de una familia que quedaba sola en el mundo, rodeada de muerte y de un enemigo ignorado e inalcanzable. Pensé en mí mismo, en mi familia, aislados en nuestro chalet y comencé a plantearme preguntas”.

Viñeta del cómic 'El Eternauta', de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. PLANETA
El Eternauta, con su icónico traje hermético. PLANETA

En otra nota, esta vez en la revista Dibujantes, contó que su idea “nació de un deseo de ver personajes de aquí viviendo historias fuertes, serias o alegres. ¿Acaso el vigor, la alegría aventurera, son solo patrimonio sajón?”, se preguntaba. En la misma entrevista, el guionista arriesga una definición ontológica de la historieta, es decir, ilumina las zonas ambiguas acerca de quién tiene la parte del león en la peripecia creativa: “Un personaje de historieta no es, contra lo que comúnmente se cree, creación del dibujante, ni tampoco resultado de las directivas de los editores o de los directores de las revistas. Un personaje de historieta, en nuestro medio, al menos, que es el que conozco, es creación de un obrero intelectual cuyo nombre por lo común suele mantenerse en la penumbra, oculto por el esplendor más ‘romántico’ que rodea la labor del dibujante. Este obrero intelectual es el argumentista o guionista, como quiera llamársele, pues entre nosotros ambas actividades se confunden. (...) Porque, y esto debe recordarse siempre, no hay historietas buenas con argumentos malos”.

Esa labor más “romántica” de la que hablaba Oesterheld, la del ilustrador, fue emprendida por Solano López. Fallecido en 2011, uno años antes, en 1997, explicaba algunos secretos de su trabajo: “Decidí hacer a Juan Salvo rubio y de pelo corto porque acababa de dibujar dos historietas con morochos argentinos: Joe Zonda y Rolo, el marciano adoptivo. Pensé: el Eternauta es argentino, de clase media, vive en la zona norte, ¿por qué no puede ser rubio? Quise darle una apariencia normal, no musculoso, no superhéroe. Y una cara natural, con una mirada cálida, de acuerdo con la de un hombre de familia. Pero en esa época el pelo no se usaba tan corto. Esto llevaba implícito un cálculo: alguna característica diferente tenía que tener, porque iba a convertirse en un navegante de la eternidad”.

La obra de Oesterheld y Solano López salió publicada entre 1957 y 1959 y 20 años después tuvo una nueva versión, esta vez en la revista Gente y con dibujos de Alberto Breccia. A fines de 2022, Planeta, a través de su sello Planeta Comic, publicó una edición a la que definió como “definitiva, revisada y corregida”. En el prólogo, el escritor Guillermo Saccomano analiza algunas de las claves de la obra: “El relato transporta al lector a un paisaje suburbano donde se vive una atmósfera chica de clase media. (...) El borde entre realidad y ficción es apenas discernible. Oesterheld no se limitaba a humanizar la aventura en el plano de las tramas en una coyuntura en la que circulaba el individualismo de los superhéroes norteamericanos. En contraposición, al emplear la participación y la voz de los segundones, establecía una solidaridad nada habitual en el género. ‘El héroe es siempre colectivo’, afirmaba”.

Viñeta del cómic 'El Eternauta', de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. PLANETA
Los amigos y la familia de Salvo tienen un papel destacado en 'El Eternauta'. PLANETA

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“Para mí El Eternauta representa a mi viejo trayéndome los fascículos semanales de los cómics. Fue una de las primeras cosas que leí completas en mi vida, a los 10 años, y tuvo una profunda influencia en mi manera de entender la ficción hecha en mi país”, resume Bruno Stagnaro, el director de la nueva serie de Netflix. En 1997 y con apenas 24 años, Stagnaro conmovió a la opinión pública cinematográfica con el estreno de Pizza, birra, faso, film que codirigió junto a Adirán Caetano y que significó el comienzo de una nueva etapa para el cine argentino. Cruda, sórdida y potente, Pizza, birra, faso discurre enteramente en las calles céntricas de la ciudad. “Aquellas sensaciones”, prosigue Stagnaro, “me acompañaron toda la vida y, de alguna manera, tuvieron una gran influencia en lo que hice después… en donde la ciudad es una presencia viva, casi como un personaje más”.

“Mi acercamiento a la adaptación”, adelanta, “será la de serle fiel a ese niño lector que se asomó a la historia por primera vez, tratar de reconstruir la emoción genuina de vivir una aventura en la esquina de tu barrio y la construcción de ese gran héroe argentino que es Juan Salvo”.

Ricardo Darín, en la serie 'El Eternauta', dirigida por Bruno Stagnaro. NETFLIX/MARIANO LANDET
Ricardo Darín como Juan Salvo, en la serie 'El Eternauta', de Bruno Stagnaro. NETFLIX/MARIANO LANDET

La historieta está plagada de escenarios arquetípicos de Buenos Aires y esa iconografía es la que también cimentó su prestigio y su sedimento popular. Las acciones se producen en lo que se denomina “corredor norte” de la ciudad. Primero en la General Paz, la autopista que circunvala la capital; luego en el estadio Monumental de River, y de inmediato en las legendarias Barrancas de Belgrano, muy cerca de allí. Cuando se desatan las primeras escaramuzas bélicas, suceden en Plaza Italia y se extienden hasta Plaza Congreso donde, descubriremos más tarde, se sitúa la base del enemigo-invasor.

Ese vínculo con lo reconocible es lo que facilitó, en parte, su aceptación y anclaje popular. Como define el periodista y escritor Hugo Montero en su libro Oesterheld, viñetas y revolución (Sudestada, 2013), “el hecho fantástico matriz es la invasión extraterrestre, y es su incorporación —armónica y a la vez revulsiva— en el relato la que determina que el quiebre entre realidad y ficción sea aceptado por el lector con sencillez, y que se produzca un efecto de identificación con los personajes que padecen el cambio de escenario”.

Otro elemento insoslayable, aunque su señalamiento requiere una interpretación de tipo historiográfica, es la atmósfera política que se percibía al momento de la aparición de la historieta. Argentina vivía bajo los dominios de la denominada Revolución Libertadora, aquella que derrocó al Gobierno de Juan Domingo Perón dos años antes, en 1955, no sin antes bombardear la icónica Plaza de Mayo, decisión que dejó un saldo de casi 300 civiles muertos y unos 800 heridos, muchos de ellos niños. Esa primera saga se inició durante el Gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu. La segunda, en 1969, fue bajo el mando del general Juan Carlos Onganía, versión que tuvo una segunda parte en 1976, ya con el ominoso dictador Jorge Rafael Videla instalado en la Casa Rosada.

Ejemplar de la revista 'Hora Cero' con 'El Eternauta' en portada. ARCHIVO
Ejemplar de la revista 'Hora Cero' con 'El Eternauta' en portada. ARCHIVO

Pero si las inquietantes hazañas de Salvo por las calles de la ciudad poseen atributos extraordinarios, también la tiene la trayectoria vital de Oesterheld, su creador. Referente ineludible de la cultura gráfica vernácula, Oesterheld tuvo una carrera llena de peculiaridades, algunas simpáticas y otras decididamente trágicas.

En principio, se recibió de geólogo en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, profesión que apenas ejerció y desarrolló. Dueño de un conocimiento omnímodo, de acuerdo al relato de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami en el libro Los Oesterheld (Sudamericana, 2016), al geólogo y guionista le decían “Sócrates”, por la cultura general que desplegaba. Decidido a convertir a la literatura en su modo de vida, comenzó a escribir cuentos para niños y de divulgación científica para las editoriales Códex y Abril. En 1951 elaboró sus primeras historietas para el mensuario Cemisterio, poco antes de colaborar con Mas allá, primera revista de ciencia ficción de habla hispana, editada en Buenos Aires por la misma Abril. Era la edad de oro de la historieta en español —que se extendió hasta comienzos de los años sesenta—, tan es así que tres años más tarde, en 1955, fundó junto a su hermano la editorial Frontera, desde donde editó la revista semanal Hora Cero, en cuyas páginas apareció por primera vez, y durante dos años, su obra cumbre, El Eternauta.

Pero la vida de Oesterheld estuvo marcada por el compromiso y la militancia política. En 1968, un año después de la muerte del Che Guevara, y en plena dictadura de Onganía, le propuso a Breccia hacer una historieta con el revolucionario argentino como protagonista. Una vez lanzada, comenzó a preparar un guion sobre Eva Perón, que no llegó a salir a la calle porque fue censurado por el Gobierno militar. También en tándem con Breccia, publicó al año siguiente la nueva versión de El Eternauta, con una trama políticamente más comprometida. La historieta, aparecida en Gente, una revista generalista, fue cancelada a los pocos meses. En relación con esa experiencia frustrada, Oesterheld contó: “El Eternauta en Gente fue un fracaso. Y fracasó porque no era para esa revista. Yo era otro: no podía hacer lo mismo. La editorial recibía cartas de los lectores insultando por publicar esa historieta. Y entonces el editor sacó una carta de disculpa. Por eso tuvimos que apurar el desenlace”.

El guionista de historietas argentino Héctor Germán Oesterheld, creador de 'El Eternauta'. ARCHIVO
Héctor Germán Oesterheld, guionista de 'El Eternauta'. ARCHIVO

Conforme crecía su interés y participación política, también se crispaba el clima social en el país. Signo de los tiempos, sus cuatro jóvenes hijas, todas estudiantes, abrazaron el compromiso ideológico y comenzaron a militar. Primero en la Juventud Universitaria Peronista —en un tiempo que fue el paroxismo de la efervescencia y radicalización universitaria— y luego en Montoneros, órgano revolucionario del Partido Justicialista. El acto que marcó la irrupción en la esfera pública de Montoneros había sido el secuestro del dictador Pedro Eugenio Aramburu en 1970, que al momento del lanzamiento de El Eternauta era el presidente de facto del país. Para todos ellos —padre e hijas— la militancia fue un camino de ida, lo que no hizo más que alejarlos de Elsa Sánchez, madre de las chicas y esposa de Oesterheld. Todo se precipitó con la muerte de Perón, en julio de 1974, y el golpe de Estado de marzo de 1976. Oesterheld había ingresado en Montoneros con el nombre de guerra “Germán”. Pasó a la clandestinidad, durmiendo cada noche en una morada diferente. Algunas veces en las islas del Tigre; otras, en pensiones de baja calidad. En ese peregrinaje sigiloso se las arregló para escribir El Eternatuta II, a quien presentaba como un caudillo que conducía a un pueblo oprimido para revelarse contra un tirano abusador.

En la vida real, pocas familias fueron depositarias de un ensañamiento tan feroz como el que sufrieron el escritor y sus hijas por parte de la dictadura. Todas ellas —Diana (24), Beatriz (19), Estela (25) y Marina (18)— fueron asesinadas en la segunda mitad de 1976. Dos de ellas estaban embarazadas. También mataron a dos yernos. El 27 de abril de 1977, el padre del clan fue secuestrado en La Plata. De acuerdo al libro de Nicolini y Beltrami, Oesterheld para entonces era el “enlace” de las bases con la Conducción Nacional de Montoneros, encabezada por Mario Firmenich. Se cree que estuvo detenido en El Vesubio, uno de los centros de tortura más conocidos. De acuerdo al testimonio del exdetenido Eduardo Arias ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas, hacia diciembre de 1977 Oesterheld seguía con vida. Arias contó que los carceleros les permitieron quitarse las capuchas, les dieron un cigarrillo como regalo de Navidad y les permitieron conversar unos minutos. Quienes lo vieron con vida por última vez fueron los exdetenidos Javier Casaretto, Arturo Chillida y Juan Carlos Benítez, en El Vesubio. Los tres declararon que tenía la cabeza vendada y que estaba en pésimas condiciones físicas. Lo mataron unos meses más tarde. Nunca apareció su cuerpo.

Antes de fallecer en junio de 2015, Elsa Sánchez, la viuda del guionista, se presentó de esta manera ante Nicolini y Beltrami, autoras de la biografía de la familia: “Mi nombre es Elsa Sánchez de Oesterheld y soy la mujer de Héctor Germán Oesterheld, famoso en el mundo por haber escrito la historieta El Eternauta. En la época trágica de este país desaparecieron a mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, otro yerno que no conocí, y dos nietitos que estaban en la panza. Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz”.

Periodista y escritor. Editor jefe de la revista digital La Agenda y colaborador de medios como La Nación, Rolling Stone y Gatopardo. Coautor de Fuimos reyes (2021), una historia del grupo de rock argentino Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, y autor de la novela Teoría del derrape (2018) y de la recopilación de artículos Nada sucede dos veces (2023).

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