Genio del Renacimiento

El David y las otras obras maestras de la escultura de Miguel Ángel Buonarroti

Una maestra de EE. UU. ha sido despedida por mostrar a sus alumnos de 12 y 13 años una imagen del David de Miguel Ángel Buonarroti. Lejos de ver la obra como una de las más bellas creaciones artísticas de toda la historia, los padres de esos de esos niños la consideran una imagen pornográfica. Lejos de esta mirada puritana, Miguel Ángel plasmó en sus estatuas monumentales el ideal de humanidad de su tiempo de una manera magistral que todavía hoy sigue maravillando por su fuerza y realismo.

En la obra de Miguel Ángel encontremos la máxima expresión artística del ideal humanista, caracterizada por la representación del cuerpo humano desnudo a través de una técnica muy perfeccionada. Para los escultores renacentistas, la expresión matemática de la naturaleza se vería encarnada en la figura humana, donde quedaba representado el ideal absoluto de belleza durante el Renacimiento. De este modo, la producción escultórica de Miguel ángel Buonarroti es el testigo pétreo de esta influencia clásica, siendo la representación del cuerpo humano, y más concretamente de la silueta masculina, una obsesión constante en su carrera.

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Foto: AP / Gtres

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El David de Florencia

Una cofradía ligada a la catedral de Florencia, formada principalmente por miembros del influyente gremio de la lana, encargó a Miguel Ángel, en 1501, una estatua que representara a David derrotando a Goliat. Buonarroti rompió con la iconografía habitual en la que el héroe aparece como vencedor con la cabeza de Goliat. Prefirió representar el momento previo a la acción, cuando el joven se prepara para el desigual combate. Destaca la desproporción de las manos y la cabeza respecto al cuerpo, expresión quizá de la idea de República: la cabeza simbolizaría el ideal, y las manos, el instrumento para el cambio de régimen.

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La Piedad del Vaticano

Poco después de llegar a Roma, en 1498, Miguel Ángel recibió un encargo que despertó todo su genio creador. Se trataba de una estatua funeraria para el cardenal francés Jean de Billheres, un miembro de la corte papal de Alejandro VI, el papa Borgia. El tema era el de la Piedad, recurrente en la época, pero Miguel Ángel lo planteó de forma original. Frente al patetismo de las piedades nórdicas, el florentino plasmó la idea de redención sin ahondar en el sufrimiento de Jesucristo y su madre. Las figuras encarnan una belleza inmaculada e inalterable, expresión de la salvación de la humanidad propiciada por el sacrificio de Cristo.

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La tumba de los Médicis

Durante su larga etapa de residencia en Florencia (1519-1534), Miguel Ángel recibió el encargo de realizar las dos tumbas de los Médicis en la sacristía nueva de San Lorenzo. La tumba de Lorenzo de Médicis está presidida por una figura central, que lo representa en actitud contemplativa, instrospectiva. Como atributos lleva una piel de león, un cofre con monedas (símbolo del tributo a pagar para entrar en el reino de los cielos) y un pañuelo. El personaje viste una armadura de tipo clásico. No hay emblemas familiares, ni ningún epitafio alude a sus hazañas, lo que indica una intención idealizante más que conmemorativa.

 

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El sepulcro del papa Julio II

Cuando el Papa Julio II encargó a Miguel Ángel, en 1505, la realización de su monumento funerario, poco podía imaginar el artista que sólo podría dar conclusión a su obra cuatro décadas más tarde cuando el Papa ya había fallecido. Fue éste uno de los proyectos más ambiciosos del genio florentino, concebido por él mismo como su gran obra. Sin embargo, tras numerosos contratiempos, incluido el despido y posterior readmisión del artista por parte del Papa, la obra nunca llegó a convertirse en el proyecto inicial. La imagen muestra la parte baja de toda la estructura –compuesta por dos niveles–, cuyo centro lo ocupa una estatua Moisés. El conjunto del sepulcro fue instalado en San Pietro in Vincoli, Roma.

Foto: AP / Gtres

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El Moisés

La estatua de Moisés que ocupa la parte central del sepulcro del Papa Julio II es una de las más célebres del genio italiano. En ella se ha visto un retrato idealizado del propio Papa Julio II, aunque también contiene rasgos del artista. Se le representa en un momento de quietud previo a la acción, con el pie retrasado, el brazo que señala las tablas de la Ley, el movimiento ondulante de las barbas y la profundidad de la mirada. Se trata de una obra plenamente renacentista que también muestra algunos rasgos de la terribilitá con la que Miguel Ángel solía dotar a algunas de sus figuras: el gesto concentrado y el ceño fruncido y la tensión de los músculos con las venas hinchadas, anticipando un estallido dramático.

Foto: CC

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Baco

También conocido como el Baco ebrio, Miguel Ángel creó esta escultura justo antes de su famosa Piedad, en 1498. El artista todavía era joven, pero el Baco se considera como su primera gran obra en la que ya anticipa ciertos rasgos que desarrollará plenamente durante su madurez artística como los referentes de la Antigüedad y la postura del contraposto, algo muy común en la época que también puede verse en su David. Esta obra es uno de los resultados del primer viaje a Roma de Miguel Ángel, donde el cardenal Riario le hizo un encargo que luego rechazó. 

Foto: Istock

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Madonna de Brujas

Justo después de terminar la Piedad y antes de comenzar el DavidMiguel Ángel realizó esta escultura que se encuentra en la iglesia de Nuestra Señora de Brujas, en Bélgica. Perteneciente al periodo clasicista del artista, la Madonna de Brujas exhibe la contención típica de este estilo. Su belleza reside precisamente ahí, en la armonía entre las partes que la forman y en una expresión equilibrada que no perturba los rasgos de los protagonistas. La escultura fue terminada en 1504, antes de que las esculturas de Miguel Ángel experimentaran el cambio evidente que se aprecia en el David o el Moisés