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OSEAS Y LA PROSTITUTA :

UN DRAMA FAMILIAR DE CONSECUENCIAS UNIVERSALES

Por el Pbro. Dr. Ariel Álvarez Valdés

Un curioso pedido

El profeta más extraño que jamás haya existido en Israel es, sin duda, Oseas. Pocos conocen su historia.
Pero ella está allí, en la Biblia , en un libro que lleva su nombre, como curioso testimonio de lo que le
puede pasar a alguien cautivado por Dios. Y hasta el día de hoy sigue asombrando a cuantos,
desprevenidamente, se acercan a leer las Sagradas Escrituras.

Oseas era un joven israelita nacido en una ciudad norteña del país a comienzos del siglo VIII antes de
Cristo. Aunque no sabemos su profesión, la riqueza de sus sermones nos permite imaginar que era un
hombre culto. Cierto día, alrededor del año 745 a . C., Dios le dio una misteriosa orden: "Anda, toma para
ti una mujer prostituta y ten hijos de prostitución" (Os 1,2).

Aun en épocas tan liberales y permisivas como la nuestra, resultan embarazosas tales palabras en boca
de Dios.

Otro más

Obedeciendo la voz del Señor, el joven fue y se casó con Gómer, la hija de Dibláyim, de quien terminó
enamorándose. Tres hijos nacieron de este matrimonio, dos varones y una mujer. Al mayor lo llamó
Yizreel; a la segunda, Lorujamá; y al tercero, Loammí (1,3-9).

Como era previsible, Gómer no abandonó del todo sus hábitos anteriores. Y Oseas comenzó un
silencioso calvario, al ver a su mujer escaparse a hurtadillas por las noches para verse con sus antiguos
amantes. Pero un día no soportó más, y luego de un juicio de divorcio la expulsó de la casa (2,4-10).

Si seguimos leyendo el libro, el capítulo 3 nos depara una nueva sorpresa. Dios vuelve a hablar a Oseas:
"Vete otra vez, ama a una mujer amada de un amigo y adúltera" (3,1).

Esto ya resulta increíble. ¡Cómo Dios puede pedir semejante cosa! Pero ante la nueva orden, Oseas va
en busca de una mujer, la compra a su marido por quince monedas de plata y la lleva a su casa.

¿Puede ser cierto?

El matrimonio de Oseas ha sido motivo de interminables discusiones entre los biblistas, y para solucionar
el enigma que plantea se han llegado a proponer casi todas las hipótesis posibles.

Para muchos, se trata de una historia verídica, es decir, realmente Dios habría ordenado a Oseas casarse
con una prostituta y tener hijos con ella. La razón se debería a que, al ser la mujer de Oseas una meretriz,
seguiría frecuentando noche tras noche a otros hombres; de esta manera Oseas, en su dolor de esposo
engañado, descubriría lo que Dios estaba sintiendo cuando el pueblo se iba detrás de otros dioses y lo
abandonaba a él (Os 1,2).

Pero tal suposición resulta poco feliz. Ya san Jerónimo en el siglo IV comentaba: "¿Quién no se
escandalizará al ver que a Oseas, el primer profeta, se le ordena tomar como mujer a una ramera, y él no
se resiste? Ni siquiera simula no querer, para dar la impresión de que ejecuta de mala gana una acción
obscena. Al contrario, cumple la orden gozosamente, como si lo estuviera deseando. Al oír el mandato,
Oseas no arruga la frente, no expresa su pena poniéndose pálido, no muestra su vergüenza enrojeciendo,
sino que marcha al prostíbulo a buscarla y presto conduce a la ramera al lecho".

Los detalles la delatan

Por eso san Jerónimo, junto a muchos otros comentaristas, prefirieron sostener que el matrimonio de
Oseas no fue real, sino una ficción literaria, una historia inventada por algún discípulo del profeta, para
dejar una enseñanza a los lectores.
Sin embargo, esta postura tampoco convence. Los estudiosos han notado, por ejemplo, que en la
narración no sólo se menciona el nombre de la mujer, sino también el de su padre Dibláyim, recurso
utilizado en aquella época, justamente para ubicar mejor a un personaje real. Además, se dan
demasiados detalles concretos (como el número de hijos, sus nombres, el dato de que era una única
mujer entre dos varones) para ser un relato meramente simbólico. Finalmente, sería ridículo que el libro
presentara a Oseas como víctima de un adulterio, cuando vivía feliz con su familia.

No puede ser, pues, una historia inventada.

Predicando con la vida

Hay que admitir, entonces, que la tragedia familiar de Oseas es cierta.

Pero ¿cómo evitar el escándalo de un Dios incitando a tan libidinosa obra? Esto es posible si suponemos
que no fue para experimentar la infidelidad del pueblo hacia Dios, que Oseas vivió una desgracia familiar;
sino que al vivir una desgracia familiar, experimentó la infidelidad del pueblo hacia Dios.

Esta hipótesis coincidiría con la mentalidad de los antiguos profetas de Israel, que solían predicar a partir
de sus experiencias personales. Por lo tanto, siguiendo los detalles del libro, podemos intentar reconstruir
lo sucedido con la boda de Oseas.

Gómer era una muchacha común, que se casó con Oseas cuando éste aún no era profeta. El sentía un
profundo amor por ella, y los primeros años de matrimonio fueron felices. Incluso al momento de nacer el
primer hijo no hay señales de ninguna desavenencia en la pareja (le ponen el nombre de Yizreel, que
significa "Dios siembra", es decir, un nombre de buen augurio).

Pero cierto día ella fue infiel a su marido. Y aquí comenzó el drama. Al nacer la segunda hija, él descubrió
la infidelidad, y su corazón se hizo añicos (el nombre de la niña, Lorujamá, significa "No hay compasión").
El tercer hijo que engendra Gómer ya no es reconocido por Oseas (por eso su nombre, Loammí, quiere
decir "No es mi pueblo"). Es entonces cuando él decide echar a su esposa de la casa y abandonarla.

El misterio de la segunda mujer

Pasa el tiempo y Oseas no puede olvidar a la hija de Dibláyim. La ama inmensamente y no puede vivir sin
ella. Para dejar de quererla y apartarla de su recuerdo la agrede llamándola "prostituta" (2,7), pero
comprende que su agresión brota más bien del amor que siente que del desprecio. Intenta vengarse,
entonces, reclamándole que le entregue los regalos que le hizo, humillándola en público (2,11-12), pero
nada logra.

Hasta que, viendo lo inútil de todo esto, decide conquistarla nuevamente, perdonarla y traerla de regreso
a casa, aun cuando ella no le hubiera pedido disculpas (2,16-17).

Eso pensaba, cuando se da con que ella vive ya con otro hombre, un amigo de él. El perdón entonces se
vuelve imposible. La Ley de Moisés lo prohibía. Según el Deuteronomio: "Si uno se casa con una mujer y
luego no le gusta por algún motivo, y le escribe un acta de divorcio y se la entrega, y ella se va de la casa
y se casa con otro, entonces el primer marido no podrá casarse otra vez con ella pues está contaminada"
(24,1-4).

La única solución que le quedaba al pobre Oseas era infringir la Ley. Y tanto era su amor, que no duda un
instante en hacerlo. Paga al hombre que vivía con ella un rescate (una especie de dote, como
indemnización por los gastos de ella, práctica habitual en esa época) y regresa con ella a su casa. Es la
"segunda mujer" que aparece en el relato.

¿Dios puede amar?

Aún no repuesto del doloroso momento vivido, un día se iluminó la mente de Oseas. Y en lo hondo de su
amor dolorido, descubrió reflejado otro amor más elevado y sublime, como en lo profundo de un pozo se
refleja lo más alto del cielo. Era el amor de Dios por su pueblo.

También Dios amaba a su pueblo. Y como un marido engañado, también sufría cuando éste se iba tras
los dioses cananeos.
Recordó Oseas sus días de angustia, cuando ignoraba si los hijos de Gómer eran suyos o de otro
hombre. E imaginó la angustia de Yahvé al no saber si el pueblo de Israel era su pueblo, o si tenía ya otro
dios.

Recordó también cómo castigó y abandonó a Gómer por su infidelidad. Pero cómo decidió luego
perdonarla aun sin que ella se disculpara, incluso pasando por encima de la Ley. Y pensó Oseas: si yo
amo así a una mujer, ¿Dios no sería capaz de amar así a su pueblo? Aunque el pueblo merezca ser
abandonado por Dios por su infidelidad, ¿no podría Dios pasar por encima de sus propias leyes, volver a
admitirlo como pueblo, y amarlo de nuevo, cómo él hizo con Gómer? ¡Claro que sí! Fue el descubrimiento
revolucionario de Oseas.

Nace un predicador

A partir de ese momento, Oseas salió a predicar las nuevas ideas que había descubierto. Y durante veinte
años se convirtió en el profeta del amor de Dios. Visitó las ciudades israelitas más importantes, se
presentó ante el palacio del rey, concurrió a los templos, y llenó las plazas y el mercado con su mensaje.
Denunciaba el pecado del pueblo, que se iba tras otros dioses, y el castigo que se merecía. Pero también
anunciaba algo nuevo para la época: que Dios amaba a su pueblo y estaba dispuesto a perdonarlo.

El hecho de que Oseas descubriera la vocación de profeta a raíz de su conflicto matrimonial, explica el
vocabulario tan especial que usará toda su vida. En efecto, a Dios lo llama "el marido" (2,18); al pueblo de
Israel, "esposa" (2,4); a la alianza hecha en el monte Sinaí, "matrimonio" (2,21); a los otros dioses,
"amantes" (2,7); al abandono a Dios, "adulterio" y "prostitución" (2,4); y describe la época de los primeros
tiempos como "un noviazgo" (2,16-17).

Era cosa de Dios

Pasaron los años. Cerca ya de su ancianidad, y no queriendo que se perdiera el recuerdo de cuanto
había predicado, Oseas decidió recoger todas sus experiencias en un libro.

Y meditando sobre su historia pasada hizo un segundo descubrimiento. En su mentalidad primitiva (propia
del Antiguo Testamento) pensó que lo que había vivido no había sido por casualidad. Todo era voluntad
de Dios, que lo había hecho pasar por tales penurias para que él descubriera el amor divino por los
hombres.

Entonces proyectó hacia el pasado, hacia el primer momento de su boda, las palabras de Dios que en
realidad había escuchado mucho más tarde. Y comenzó su libro diciendo: "Dios le dijo a Oseas: Anda,
toma para ti una mujer prostituta y ten hijos de prostitución, porque la tierra se está prostituyendo
totalmente apartándose de Yahvé" (Os 1,2).

La revolución del amor

Muerto Oseas, su prédica causó un impacto tremendo. Nunca nadie había afirmado antes, que Dios fuera
capaz de "amar" a las personas.

Hasta ese momento Yahvé era conocido sólo como un Dios de justicia, que castigaba al pecador y
recompensaba a los buenos. Y según todos los predicadores anteriores a Oseas, Dios retribuía a los
buenos con sus bienes y sus favores. Pero nada más. De ahí a "amarlos" había una gran diferencia.

Afirmar ahora que ese Dios justiciero, estricto y severo era también capaz de amar a las personas,
implicaba una revolución. A nadie se le había ocurrido tal cosa, hasta el siglo VIII a.C.

Y había una explicación. El verbo "amar" en hebreo (= ahab) tenía demasiadas resonancias sexuales
para poder aplicárselo a Dios en relación al hombre.

Por eso cuando Oseas, aquel oscuro marido que meditando en la soledad de su drama intuyó que Dios
era capaz de amar a las personas y salió a predicarlo, produjo una conmoción impresionante. La teología
dio un salto hacia adelante, y progresó enormemente el conocimiento de Dios. Ya nada sería lo mismo a
partir de entonces.

Más allá de lo pensado


El tema del "amor de Dios" hizo carrera con un éxito arrollador. Y tuvo tal aceptación, que los profetas que
vinieron después, cautivados por esta idea, no pudieron dejar de utilizarla.

Uno de ellos es Jeremías, quien años más tarde predicaba en nombre de Yahvé a la gente: "De ti
recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo, cuando me seguías por el desierto, por una tierra no
sembrada" (2,2), y "Yo te amé con un amor eterno, por eso te atraje con fidelidad" (31,3).

También Ezequiel puso en labios de Dios: "Yo pasé junto a ti y te vi; era tu tiempo, el tiempo de los
amores; me comprometí con juramento, hice alianza contigo y tú fuiste mía" (16,8).

Otro profeta anónimo, al que se da el nombre de Segundo Isaías, exclamaba: "Eres precioso a mis ojos,
me eres querido, y yo te amo" (Is 43,4); "En un momento de enojo me aparté de ti, pero con amor eterno
te quiero" (Is 54,8). Y el Tercer Isaías: "Como se casa un muchacho con una chica, se casará contigo tu
Creador; y el gozo que siente el esposo por su esposa, sentirá Dios por ti" (62,5).

Las intimidades de Dios

Cuando vino Jesús, habló del amor de Dios por los hombres de todas las maneras posibles. Y dio un
nuevo paso en el progreso de esta idea, al ponerse él mismo, en lugar de Dios, como el esposo de la
humanidad.

Mateo trae una parábola según la cual, en el fin del mundo Jesús vendrá a buscar a la gente como un
novio sale a buscar a su novia el día del casamiento (25,1-3). Y Marcos presenta a Jesús como "el novio"
de los creyentes (2,19).

Pero la cumbre del discurso bíblico sobre el amor de Dios se encuentra en la teología de san Juan. Este
evangelista llegó a escribir: "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en él no muera, sino que tenga vida eterna" (3,16).

Aún faltaba algo. Decirnos que la esencia misma de Dios, su vida íntima, su ser interior, consiste en el
Amor. Y este paso lo dio la 1º carta de Juan con una frase contundente: "Dios es Amor. El que ama,
permanece en Dios y Dios en él" (4,16).

De esa forma, el largo camino iniciado con Oseas llegó a su fin. Desde el Dios vengador del Antiguo
Testamento, que no dejaba pasar un solo pecado al pueblo, hasta el Dios Amor del Nuevo Testamento, la
imagen divina se había transformado profundamente. Dios había mostrado al fin su verdadero rostro.

Qué hacer con los problemas

El joven Oseas había sufrido una tragedia familiar. Y en medio de su dolor, Dios le habló y le hizo ver que
podía hacer algo más que amargarse o abatirse. Le mostró que de todas las situaciones de la vida, por
angustiosas que sean, es posible sacar una enseñanza.

En la vida de toda persona se presentan situaciones amargas. Hoy ya sabemos que Dios no las "manda"
(como pensaba Oseas, o el pobre Job en el Antiguo Testamento), ni son "pruebas" divinas. Simplemente
pasan porque la vida nos somete constantemente a duros golpes.

Pero si uno afronta esa angustia con fe, si descubre a Dios presente en su sufrimiento, y se aferra a él
con alma y vida, lejos de hundirse en su problema, puede convertirlo en una fuente de enseñanza, de
riqueza y de maduración, a la que tal vez no habría llegado si no hubiera tenido ese dolor.

Como Oseas, que conoció el verdadero Amor cuando la hija de Dibláyim le ocasionó el dolor más grande
de su vida.

http://www.claiweb.org/Signos%20de%20Vida%20-%20Nuevo%20Siglo/SdV%2039/oseas
%20y%20la%20prostituta.htm

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