Desde la “conducta abiertamente sexualizada” a asumir el consentimiento en pareja: las creencias detrás de la cultura de la violación

Buscar en la conducta de la víctima la justificación de una agresión sexual es lo que se conoce como cultura de la violación. De la mano de expertas explicamos qué mitos y creencias la sustentan

Manifestación contra las violencia sexuales | Shutterstock

Dani Alves lleva en prisión preventiva desde enero tras ser acusado de agredir sexualmente a una mujer en los baños de la discoteca Sutton. Su abogado ha recurrido la decisión de la jueza de mantenerlo en prisión ante la Audiencia Provincial de Barcelona. El abogado del futbolista trata de sustentar la inocencia de su representado en que la víctima hizo gala de una “conducta abiertamente sexualizada”, como recogía aquí la Cadena SER. “Asumir nuestro consentimiento porque a ojos masculinos solo expresamos nuestra sexualidad por y para ellos es cultura de la violación”, explica a Newtral.es Norma Ageitos Urain, sexóloga y técnica de igualdad.

No es la primera vez que en un caso de agresión sexual se pone el acento en la conducta de la víctima. “Lo vimos con la víctima de La Manada. Por aquel entonces los medios hablaban de que la víctima había ido con ellos hasta el portal porque quería, que si se había besado con uno de ellos… Como si todo eso fuesen formas definitorias e inmutables de consentir”, explica Ageitos. 

En el caso de la violación múltiple de Sabadell, cometida en 2019 y por la que condenaron a tres hombres a prisión, el fiscal le formuló a la víctima preguntas como “¿recuerda usted qué llevaba puesto?”, tal y como recogía El País tras la filtración del interrogatorio.

“La menor subió al piso voluntariamente con uno de ellos” fue uno de los argumentos que empleó el Tribunal de Superior de Justicia de Castilla y León para absolver a uno de los tres futbolistas de la Arandina y rebajarle la pena a los otros dos al condenarles por abuso sexual y no por violación. 

Analizar sentencias es precisamente lo que han hecho tres investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), cuyo estudio concluye que en España la violencia sexual en pareja, cuando se denuncia, está menos criminalizada: hay más absoluciones y cuando sí hay condenas, estas son con penas inferiores que aquellas impuestas en agresiones cometidas por alguien que no era pareja o expareja de la víctima (familiares, conocidos o desconocidos). “El débito conyugal era una realidad jurídica hasta hace muy poco, entendiendo que el sexo era algo que la mujer debía al hombre. Además, en pareja parece que el consentimiento se da por hecho”, explica la sexóloga Norma Ageitos.

¿Qué mitos y estereotipos sustentan la cultura de la violación? ¿Qué creencias negativas operan en el imaginario colectivo a la hora de abordar la violencia sexual? ¿Qué tienen que ver cuestiones como la misoginia, la femmefobia o la bifobia?

Qué es la cultura de la violación

Para Norma Ageitos, la cultura de la violación es el imaginario por el cual “la sexualidad femenina es algo que los hombres pueden negar o apropiarse, donde su deseo está en el centro y el de nosotras no existe o no importa”.

“Con los hombres ya se sabe…”, “estaba borracha”, “las mujeres dicen ‘no’ cuando quieren decir ‘sí’” son algunos de los ejemplos que usa la Organización de Naciones Unidas (ONU) para delimitar qué creencias sustentan la cultura de la violación. Es decir, todo aquel sistema de pensamiento que busca justificaciones en la conducta de una persona o en su contexto para llevar a cabo un acto sexual sin consentimiento o para minimizarlo.

Como explica a Newtral.es Angie C. Kennedy, investigadora sobre violencia contra las mujeres en la Universidad de Michigan (EEUU): “La cultura de la violación describe un contexto social que normaliza y le resta importancia a la violencia sexual, donde las víctimas son estigmatizadas porque se les hace creer que o bien ellas podrían haberlo evitado de alguna manera o bien que lo que sucedió no es violencia”.

La sexóloga Norma Ageitos hace alusión a la manera en que se ha conceptualizado el deseo masculino: “Se sigue pensando que para ellos es algo impulsivo, irrefrenable… Se le otorga poder no solo al deseo, sino a la conducta posterior. Se les educa en que las ganas son tan fuertes que pueden hacer con ellas lo que quieran. Por tanto, cualquier conducta posterior está ya legitimada previamente”.

Femmefobia’: la asunción de que la feminidad se realiza para los hombres

Al hablar de cultura de violación cabe aterrizar qué ideas flotan en el imaginario colectivo. Por ejemplo, que la feminidad es algo que se hace con el objetivo de complacer a los hombres o bajo su mirada.

Así lo explicaba a Newtral.es Rhea Ashley Hoskin, socióloga e investigadora sobre género y regulación de la feminidad en la Universidad de Waterloo (Canadá): “La feminidad no se toma en serio, se trivializa, se considera poco creíble, falsa, indigna de confianza, con segundas intenciones, antifeminista y poco inteligente [Hoskin llama femmefobia a este conjunto de formas de devaluación de la feminidad]. El uso de la feminidad como arma contra las supervivientes es muy común en los juicios por agresiones sexuales. Forma parte de la cultura de la violación porque está enraizada en la creencia de que esa persona ‘pide’ ser agredida [slut shaming] por la forma en que expresa su feminidad y su sexualidad (por ejemplo, por el largo de la falda o por la cantidad de maquillaje)”. 

Así, la suposición de que la feminidad es algo que se hace únicamente para los hombres está enraizada en la cultura de la violación, como apunta Hoskin: “Algunas feministas pueden pensar que a las mujeres les han lavado el cerebro para que sean femeninas, y el patriarcado cree que la feminidad es algo natural que las mujeres deben realizar. En última instancia, ambas partes están de acuerdo en la función de la feminidad en sí misma: llamar la atención de los hombres u obtener su placer sexual”.

En este paper, la investigadora especializada en feminidades de la Universidad de Waterloo también apunta a la manera en que la femmefobia opera cuando quien sufre una agresión sexual es un hombre: “Los hombres supervivientes son feminizados de formas que permiten ostensiblemente a la sociedad culparles de sus experiencias de violencia, ya sea sexual o de otro tipo”. Es decir, tal y como apunta Hoskin, son discursos que sugieren que “el hombre superviviente debería haber sido lo suficientemente masculino como para luchar contra su agresor, y que si lo hubiera sido, la agresión no habría ocurrido”.

Como señala Hoskin, situar a la víctima como un sujeto que se propone como objeto sexual al expresar feminidad “es cultura de la violación”: “Este tipo de discursos impiden que las supervivientes se presenten y busquen apoyo para superar su trauma, a la vez que sirven para reforzar aún más el estatus subordinado de la feminidad”, concluye la investigadora. 

En relación a esto, la sexóloga Norma Ageitos subraya la importancia de desterrar mitos como el de que determinadas prácticas sexuales son una forma de sumisión patriarcal: “No explorar nuestros propios deseos sí es una forma de sumisión. Determinadas prácticas, como recibir penetración anal o realizar felaciones, no implica que la persona esté subordinada y su consentimiento sea una carta blanca”. 

Ageitos lo señala porque en torno a las violencias sexuales “parece que el consentimiento es algo que se dé y no haya marcha atrás, cuando es algo que se va construyendo”. Por tanto, para la sexóloga, repensar así determinadas prácticas es relevante, ya que que la violencia sexual también puede tener lugar en una relación sexual a priori buscada y deseada por todas las partes. 

Bifobia: los mayores índices de violencia sexual se dan en mujeres bisexuales

Los mayores índices de violencia sexual se dan en mujeres bisexuales. Es la conclusión alcanzada por el equipo de investigadoras del Instituto Carlos III de Salud en este estudio de 2022 en el que analizaron esta forma de victimización entre mujeres y hombres de entre 18 y 35 años en los últimos 12 meses.

La investigación muestra que un 8,5% de las personas entrevistadas declararon haber estado expuestas a, al menos, una forma de violencia sexual en el último año. La prevalencia, si solo se tiene en cuenta el género, fue mayor en mujeres: 10,5% frente al 6,8%. Pero si se tiene en cuenta tanto el género como la orientación sexual, los resultados mostraron que quienes más violencia sexual sufren son las mujeres bisexuales: 17,5% (frente al 8,3% de mujeres heterosexuales y al 0% de mujeres lesbianas). El siguiente grupo más afectado es el de hombres gais, con un 14,2%, y el siguiente, los hombres bisexuales con un 10,6%. 

Los resultados van en consonancia con lo que muestra la literatura científica hasta el momento: que las mujeres bisexuales sufren más violencia sexual, tal y como expone este otro paper (Journal of Bisexuality, 2017). 

En esta citada investigación sobre bisexualidad y cultura de la violación, las autoras analizan las causas por las que las mujeres bisexuales son más victimizadas. Una de ellas, la hipersexualización: “La identidad bisexual de una mujer se utiliza con frecuencia como vehículo de deshumanización y se infravalora [esa identidad] como algo hecho para llamar la atención de los hombres heterosexuales. Por tanto, es más probable que culpen a la superviviente de la agresión (por ejemplo, “estabas siendo cariñosa con otra mujer, pero también flirteabas con chicos, ¿qué pensabas que iba a pasar?”) o perciban su denuncia como una mentira (por ejemplo, “¿es otro intento tuyo de llamar la atención, como cuando besaste a esa chica?”)”.

Las ideas sobre el sexo en pareja y la cultura de la violación

Las violaciones cometidas por una pareja o expareja se castigan menos que las cometidas por un agresor con el que la víctima no mantenía una relación sexoafectiva. Es la conclusión del estudio liderado por investigadores de la UOC, publicado hace unas semanas en el European Journal on Criminal Policy and Research.

Para la investigación, los autores analizaron casi mil sentencias emitidas por audiencias provinciales entre 2015 y 2022 sobre agresiones sexuales con penetración (violaciones) a mujeres mayores de 18 años. De todos estos casos, un 37% fueron cometidos por una pareja o expareja, el 22,7% por un desconocido, el 20,9% por un familiar, y el 17,6% por un hombre al que la víctima conocía (compañero de piso, vecino…). 

Los resultados muestran una diferencia significativa entre el porcentaje de sentencias condenatorias cuando el agresor era pareja o expareja de la víctima que cuando no lo era: 62,5% de los casos frente al 79,1%. Es decir, la justicia castiga menos la violencia sexual cuando esta se da en relaciones de pareja

Fuera del ámbito de la pareja, los porcentajes son mayores cuando el agresor no mantenía o había mantenido relación con la víctima que cuando así. Así, el 88,6% de las sentencias fueron condenatorias cuando el agresor era un desconocido, un 76,5% cuando se trataba de un familiar, y un 69,9% cuando era un mero conocido de la víctima. En cualquier caso, porcentajes mayores al 62,5% de sentencias condenatorias cuando se juzgaban violaciones en el ámbito de la pareja. 

En relación a la cultura de la violación, la investigadora Angie C. Kennedy, de la Universidad de Michigan, expone que “algunas ideas muy arraigadas pasan por negar la propia existencia de la violencia sexual en pareja”: “Se piensa que si una persona ha consentido previamente el sexo dentro de una relación, automáticamente consiente cualquier relación sexual posterior. También se piensa que una persona en una relación debe sexo a su pareja”, añade. 

La investigación también muestra que, además de condenarse menos, la violencia sexual en pareja suele conllevar penas e indemnizaciones más bajas. “No solo se castiga menos, sino que también se denuncia menos. Hemos realizado el estudio con sentencias, es decir, casos que llegan a judicializarse, pero sabemos que hay mucha violencia sexual, en pareja sobre todo, que ni siquiera se denuncia”, apunta a Newtral.es Pablo Romero Seseña, uno de los autores. 

Este criminólogo apunta que una de las razones por las que las violaciones fuera del ámbito de la pareja se castigan más es “porque encajan más con el concepto que se ha construido tanto de víctima como de agresor”. Así, en la cultura de la violación “lo habitual es el caso de una mujer que va por la calle y un desconocida la asalta y la viola, pero sabemos que no es la violencia sexual mayoritaria”, añade.

Fuentes

Cadena SER y El País

Organización de Naciones Unidas

Critically feminizing family science: Using femme theory to generate novel approaches for the study of families and relationships (Journal of Family Theory&Review, 2023)

Prevalence and associated factors with sexual violence victimisation youth before, during and after the COVID-19 lockdown: a cross-sectional study in Spain (BMJ Open, 2022)

Why Us? Toward an Understanding of Bisexual Women’s Vulnerability for and Negative Consequences of Sexual Violence (Journal of Bisexuality, 2017)

How Criminal Is It to Rape a Partner According to the Justice System? Analysis of Sentences in Spain (2015–2022) (European Journal on Criminal Policy and Research, 2023)

Norma Ageitos Urain, sexóloga y técnica de igualdad

Angie C. Kennedy, investigadora sobre violencia contra las mujeres en la Universidad de Michigan (EEUU)

Pablo Romero Seseña, criminólogo e investigador de la UOC

Entrevista en Newtral.es a Rhea Ashley Hoskin, socióloga e investigadora sobre género y regulación de la feminidad en la Universidad de Waterloo (Canadá)

2 Comentarios
  • Antes de nada, no se puede hablar de «la víctima» en el caso «Dani Alves» ANTES de la sentencia del juez. Hasta que el juez no sentencie, en base a pruebas, si Dani Alves es culpable o inocente, la chica es «la denunciante»
    En este juicio seguro hay una víctima, que puede ser la denunciante, si se demuestra que Dani Alves la violencia, o puede ser Dani Alves, si ha sido falsamente denunciado.
    Dejemos a los jueces hacer su trabajo.
    Mientras tanto son «denunciante» y «denunciado»

    • Usted no habrá tenido acceso a medios de comunicación serios que han informado sobre este caso, de no ser así usted no tendría duda alguna sobre quien es la víctima. Otra cosa es que el juicio pendiente tenga que valorar qué pena procede para el agresor.

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