Nací en el Hospital Rivadavia
el 12 de enero de l934. Fui criado hasta los cuatro años por mi familia
materna alemana. Eran inmigrantes que llegaron a Comodoro Rivadavia
a fines de la primera guerra mundial y comenzaron a luchar desde abajo.
Por mi madre tengo el mandato de vencer las dificultades, venía de la
guerra...mi madre llegó a la Argentina a los doce años.
A los cuatro años cambia mi vida familiar drásticamente porque mi padre
se pelea con mi abuela, los dos eran muy autoritarios, y se lleva a
mi madre y a mí. Mi madre ya había comenzado a padecer una enfermedad
grave, una artritis reumatoide que progresivamente la iba dejando inválida
en una silla de ruedas. Los cuatro años siguientes me marcaron para
siempre...mi madre se interna en el hospital por el avance de la artritis
y mi padre debe irse lejos a trabajar, era maestro mayor de obras en
Vialidad Nacional. De modo que comienzo una etapa de exiliado, paria
infantil...pues a la familia alemana no podía volver por la pelea con
mi padre y la familia inglesa de mi padre no me podía tener. Eran ingleses
elegantes y distantes. Después...¿Qué es lo que le pasa a ese nene?
Y...ese nene tenía dos caminos psicológicos posibles que deduje después
con mis conocimientos posteriores.
Yo era hijo único, venía de ser el rey del hogar en la familia alemana,
a ser "el hijo de la señora enferma", estuve viviendo en familias muy
distintas...porque de pronto iba a parar a la casa de una tía rica inglesa
y en otro momento a la casa de la familia de un peón de la vía, que
eran "muy buenos"...
En aquel tiempo se creía que los chicos eran de palo, que estando bien
alimentados y bien vestidos, ya todo estaba bien. Pero los chicos desarrollan
un nivel de dependencia emotivo muy grande. La historia era que siempre
caía en un lugar distinto, en una familia que no conocía, con hermanitos
que se entendían entre ellos y yo estaba ahí como un paracaidista. Psicológicamente,
decía, esto tiene dos posibilidades: Una es volverse una tortuga, meterse
para adentro con un gran caparazón y bueno...aislarse o sea ir para
el lado del autismo, lo que se llama autismo infantil...y la otra era
transformarme en un antropólogo precoz tratando de detectar cómo eran
las reglas vinculares en esa familia, cómo integrarme, cómo agradar,
y elegí esta última que es estar atento a la gente, a las señales de
afecto y de rechazo, especialmente el armar juegos con los nenes porque
así yo me podía integrar si proponía juegos divertidos.
Desde muy chiquito estuve
interesado en saber qué pensaban los demás, cómo eran, cuáles eran los
deseos y los miedos, para yo poder integrarme y además organizar los
juegos para que me acepten. Esto marcó prácticamente toda mi vida ya
que siempre he estado organizando juegos, juegos terapéuticos después
en hospicios, en comunidades terapéuticas organizando a la gente y especialmente
a la gente que está angustiada. Lo que fué también un modo de ser integrado,
porque en el fondo, creo que quedó algo de gran soledad.. podría decir
que soy, en realidad, una tortuga rehabilitada. Esos cuatro años fueron
bastante difíciles para mí, porque de ser el rey de la casa pasé a ser
un agregado, a estar sin papá y sin mamá a los cuatro años...eso me
marcó como también el estar atento a las angustias porque por una crisis
muy intensa que tuve después en mi primera separación de pareja me di
cuenta que la separación con mi mamá había sido muy traumática. La separación
de mi primera mujer fue una catástrofe psicológica para mí, desproporcionada
con el tiempo que habíamos vivido juntos y con el vínculo que en ese
momento se producía. Lo que pasó es que ella también se fue...en el
término de una semana porque se enamoró de otro muchacho, un compañero
de la Facultad de Filosofía y Letras. Yo quedé como un nene abandonado...ahí
me di cuenta de lo que me había pasado en la infancia. Creo que la sensibilidad
para el sufrimiento mental la tengo de esas experiencias. Y también
la capacidad de lucha, de pelear por la vida, para armar proyectos,
etc. Creo que es algo heredado de mi familia alemana, colonizadora del
Sur, de la Patagonia...y por otro costado, creo que la herencia inglesa
tiene que ver con cierta actitud más elegante, flemática, con cierta
distancia...voy a los hospicios y todo pero siempre con un rol, no me
contamino demasiado...me parece que esas experiencias fueron muy importantes.
Este exilio infantil duró cuatro años y pasé, creo, por doce casas,
doce lugares distintos... en sólo cuatro años...
Esto me permitió también
conocer todas las clases sociales, de pronto estaba en casa de los Frías
Sarmiento, con la familia de mi tía Cecilia, habían venido de Europa
y luego estaba con María, la esposa de un peón de la vía, una mujer
italiana muy buena pero totalmente pobre, de una pobreza absoluta, en
su casa no había baño, había que ir al fondo...donde el abuelo cosechaba
la papa y el repollo que comíamos. Eso me dio la sensibilidad también
para comprender estructuras familiares muy, muy pobres.
Ahora puedo estar cómodo en una villa y en Barrio Norte, en Alto Palermo
y en Fuerte Apache. En mi cortísima profesión de arquitecto que duró
poco más de un año llegué a estar en lugares muy elegantes, como era
de familia inglesa y además profesor de la Universidad de Arquitectura
en Historia del Arte, tenía acceso a gente muy sofisticada y también
estaba cómodo...puedo estar cómodo en los dos lugares, también en la
clase media donde me crié, donde pertenezco.
Entrevista a Alfredo
Moffatt. CartagoTV (2014)
El exilio terminó en Pergamino,
ahí me volví a reunir con mis padres. Mi madre era muy simbiótica conmigo,
muy afectuosa, muy acariciadora...me dio una intimidad con el mundo
subjetivo femenino muy importante, fueron años muy felices desde los
ocho a los catorce. Ahí tuve la experiencia de organizar una barra,
las primeras experiencias comunitarias...en el garage de mi casa hice
un club de lectura para los chicos del barrio...ahí estaban apiladitos,
el Billiken, los Patoruzú, los Rico Tipo, la revista Caras y Caretas,
Mundo Argentino, etc. Incluso recuerdo que había elecciones, por supuesto
con lista única, donde yo era presidente...me dí cuenta que con eso
me ganaba el derecho a que me integren, me acepten. Siempre estaba con
esa falta fundamental de ser el semihuerfáno, el hijo de la señora enferma...no
olvido que cuando presentaban a todos los nenes de la casa yo era el
último ... "¿Y ese rubiecito pecoso quién es?"... "Es el hijo de la
señora enferma"... Desde ahí es que me puedo identificar con los desamparados.
Fue una época linda, de mucha actividad social, fundé el Club de Filatelia,
toda clase de cosas...y era el organizador de la barrita. Y toda mi
vida después fui organizador de barritas, de doscientas, trescientas
personas...
De Pergamino volvimos a Capital. A mamá se le estabilizó la artritis
y como buena industriosa alemana inventó a partir de unos palos y unas
soguitas la posibilidad de seguir atendiendo la casa, hacía la comida
aún estando con muy poca movilidad en una silla de ruedas. Me enseñó
que todo se puede superar, que hay que pelearle a la adversidad y a
no entregarse. La relación hasta que murió mi madre fue muy intensa,
muy fuerte. He sido muy querido por ella...y eso me ha permitido tener
una mismidad, una seguridad existencial y ontológica que me permitió
explorar la locura.
Después viví en Temperley, éramos los "Moffatt de Temperley". Viví un
tiempo cerca de mi primo Tommy y después fuimos a Florida con los alemanes.
Se reparó la relación con mi abuela, la "Oma". Por supuesto, mi madre
era antinazi, no tanto la abuela que era bastante autoritaria y como
muchos alemanes decía que Hitler había hecho las autopistas, había dado
trabajo...pero claro, después de la guerra que él inició, Alemania quedó
totalmente destruida con autopistas y todo.
Me fui haciendo grande...anduve mucho en bicicleta, tenía un perro y
andaba mucho por la calle. Después de los 17 arribé a un período de
mucha introspección adolescente. Empecé desde los 17 años a leer libros
en forma intensiva y no paré nunca. Dostoievsky, Rousseau, André Gide,
los rusos, los alemanes y los franceses, todos los artistas románticos
y surrealistas hasta Kafka de quien terminé haciéndome amigo íntimo
al leer y releer sus escritos e identificándome con sus bichos metamórficos
y sus escenas fantasmales. Además la relación con mi papá era similar
a la de Kafka con su padre. El mío era autoritario y sometedor, mi carrera
de arquitectura no es más que pura obediencia a él. En segundo año quise
cambiar a Medicina porque era lo que más me interesaba...pero mi papá
era demasiado convincente y terminé recibiéndome de arquitecto por él,
que es lo que no pudo hacer (Creo que él creía que yo era él).
En esa época llevaba siempre un bolso lleno de libros, iba con él a
todas partes, bolsos como los que sigo usando aunque ahora suelo meterles
otras cosas.
En ese tiempo dibujaba y
pintaba mucho, creí que iba a ser pintor o escritor, que iba a ser artista.
Después me entusiasmé con el estudio de la ciencia y alrededor de los
veinte años tuve que ingresar a la Facultad de Arquitectura, me volví
más científico y me puse a estudiar Ciencias Exactas y Biológicas, lo
hice con mucho entusiasmo...algo captó mi hijo de todo esto porque hoy
es biólogo, está casado con una mujer que es física y con mis dos nietas
chiquitas están como investigadores en la Universidad de Michigan.
¿Y cómo seguía mi vida allá en mis veinte años?...con mucho mundo subjetivo...largas
charlas literarias con mi mamá, ella gracias a su parálisis podía leer
mucho, escuchábamos juntos a Tchaikovsky, Beethoven...toda esa música
nostálgica y heroica.
Creo que mi madre me fue
induciendo un destino para que sea un inventor o algo así, alguien famoso
que haga una gran obra para el bien de la Humanidad. Yo me sorprendo
tomando como héroe a Albert Schweitzer, el alemán ese que quedó para
siempre en el Africa curando a los negros o también a Edison, pero como
la bombita ya estaba inventada, yo tuve que inventar la Terapia de Crisis
porque me interesaban más los trastornos psicológicos. No estaba tan
errado porque en la familia de mi padre emergió la locura, mi primo
Tommy a quien siempre protegí, hizo un brote esquizofrénico grave a
los veinte años del cual nunca salió. Pobre Tommy...un chico tan suave,
tan delicado, tan fino...
Alfredo Mofatt, gestor del
programa solidario "Las Oyitas", que funciona en el conurbano bonaerense.
Luego en una fecha muy precisa
se me reveló un proyecto que organizó toda mi tarea intelectual hasta
ahora... fue el primero de enero de 1960, acampando en la Laguna de
Chascomús...cuando empiezo a pensar en un libro filosófico poético gigantesco
que es el Tratado del Mundo en el que estoy trabajando actualmente,
ya van cuarenta años de juntar imágenes, cada una representa una idea,
he llegado a juntar diez mil y además dos millones de palabras, ya metí
todo esto en la computadora, tienen que ver con el tema de la locura,
la nostalgia, la belleza, el pensamiento deductivo, la vida de Tafoma
(que es Moffatt al revés) los viajes a los mundos extraños y la psicoterapia
como el arte de curar vidas lastimadas.
Creo que mi madre con la parálisis se sintió muy frustrada y entonces
pensó que el hijo tenía que ser una especie de Mesías, alguien que reinvindicara
todo lo que ella no pudo hacer. A los veintisiete años me caso y a los
cuatro años se produce el episodio traumático que ya relaté, donde comprendí
por dentro lo que es una crisis desesperante, de desestructuración del
yo que me sirvió mucho después para construir mi Teoría de Crisis.
Ya hablé de la fuerte relación con mi madre, con mi padre fue de otro
carácter. Él sólo hablaba como buen inglés controlando el mundo de los
objetos, sobre hechos cotidianos, como lustrar los zapatos, con qué
pomada y qué cepillo...pero igual me protegió mucho, a cambio del sometimiento,
de obedecerle en todo. En política, él me indicaba por quién votar,
tenía que vestir como él decía, pensar como él pensaba...pero el viejo
lo hacía desde el cariño y yo lo sigo queriendo. Pero el que controla
desde afuera no puede controlar adentro, y yo fui siempre muy rebelde
en el pensamiento, por ejemplo nunca acepté a Freud, toda su construcción
teórica no admite duda, tiene algo de dogma religioso que hay que aceptar
por eso inventé algo que se le opone paradigmáticamente.
En psiquiatría siempre he combatido las formas organicistas y represivas
que avalan las aberraciones y crueldades manicomiales. Más adelante
cuento cómo hice una cruzada contra el maltrato en los hospicios que
son destructores de destinos y congeladores de almas.
A los dos años de haberme separado me vuelvo a casar y tengo los dos
chicos, hago una vida familiar buena. Vamos con mi esposa Claudia a
Estados Unidos porque me habían contratado con un fondo para investigación
en el Brooklyn State Hospital. Al terminar el contrato quería quedarme
pero mi mujer extrañaba a su familia, son italianos. Esta experiencia
fue para mí muy importante, tomo contacto con una ciudad fascinante
y muy loca...allí hago un estudio sobre la Sociopatología de Nueva York.
En Estados Unidos me sentí muy cómodo tal vez por el origen anglosajón
de mi familia paterna... en el barrio que vivíamos había una calle que
se llamaba Moffatt. Aprendí un inglés muy callejero, trabajaba con marginales,
me encantaba. Era la época de los hippies aunque estaban ya cerca de
la decadencia, corría el año setenta o setenta y uno. Absorbí todo ese
mundo.
Por otro lado yo tenía una buena inserción en la cultura gaucha, de
chico iba mucho a lo de un tío irlandés que se había acriollado en el
campo pampeano. Junté las dos culturas y creo que hice una buena síntesis.
Cuando regreso de Estados Unidos hago la primera experiencia importante
en un hospicio que es la Peña Carlos Gardel y adjunto mucho material
documental. La Peña dio lugar a muchas otras experiencias comunitarias,
dio los grupos de mateadas, dio el Psicodrama en forma de teatro popular,
dio cooperativas de trabajo y además el libro Psicoterapia del Oprimido.
Muchos desarrollos que hice tienen origen en esa comunidad terapéutica.
Por el lado académico universitario
fui profesor adjunto en la Facultad de Arquitectura y Sociología, siempre
en relación con ciencias humanas, Historia del Arte y Estética Visual.
Hemos llegado al Proceso Militar donde dejo de trabajar porque lo comunitario
era muy cuestionado y visto como algo muy peligroso.
En estos años trabajé mucho en Brasil, escribí Psicoterapia del Oprimido
que lleva nueve ediciones y ocho en Argentina.
Cuando finalizó la Dictadura Militar con su secuela de horror, violencia,
torturas y desapariciones vuelve a salir el sol de la democracia. Después
de esa tormenta negra y angustiante creo el Bancadero, más o menos después
de Malvinas. El Bancadero es una mutual de ayuda psicológica alternativa,
autogestiva, fue una experiencia muy importante en la que están comprometidos
más de 60 Psicólogos Sociales y Psicólogos Clínicos, está por cumplir
20 años y ya se atendieron más de 30.000 pacientes. El Bancadero es
una comunidad que fue amasada con mucho amor y responsabilidad científica:
las fiestas, los grupos terapéuticos, los talleres de psicodrama, el
teatro, el semillero de formación. Esta es una experiencia que fue repetida
después y dio elementos para otras en Argentina siempre con el concepto
de Primeros Auxilios Psicológicos de contención. Yo formaba a los Psicólogos
de Pies Descalzos también llamados Bomberos de la Angustia. Junto con
la Peña Carlos Gardel es uno de mis hijos más fecundos.
Alfredo Moffatt y Enrique
Pichon Riviere
Enrique Pichon Riviere fue
una de las personas que más me impactó científica y filosóficamente,
fue un gran maestro.
He trabajado mucho profesionalmente, incluso con pacientes, siempre
tuve consultorio.
Fui Director del Asilo de Indigentes de la Ciudad de Buenos Aires, indigentes
en la vía pública. Ahí estuve en contacto con unos mil mendigos de la
calle, organicé una comunidad terapéutica adentro pero entró en colisión
con los reglamentos municipales y me sacaron de mi cargo de director
con la excusa de una reorganización administrativa.
En esos tiempos también fui asesor del Ministro de Acción Social de
la provincia de Buenos Aires.
En general, cuando estuve en el estado fracasé, mi estilo es alternativo,
autogestivo.
Familiarmente los chicos se van haciendo grandes...se crían bien, no
van a la droga, no van a cosas raras.
Luciano, el mayor, es el biólogo, tiene treinta años y de él tengo dos
nietas, Julieta de seis años y Candela de cinco meses. Malena, la menor,
empezó Psicología e hizo la mitad de la carrera, interrumpiéndola ahora
porque se ha entusiamado con el arte y el baile español, el flamenco.
Después de la otra parte de la familia...ya dije que no tengo hermanos.
Los Moffatt están diezmados...mis tías no pudieron concebir hijos y
en lo que respecta a mis tíos me dieron tres primos varones. Tommy terminó
en el hospicio, yo también aunque a veces me dejan salir... Georgie
murió hace poco y siempre fue empleado de empresas americanas.
Mi padre también fue durante muchos años empleado de ARMCO, una empresa
de aceros americana...así que yo estuve siempre muy ligado al ambiente
norteamericano.
He vuelto a Estados Unidos
otras tres veces, a Nueva York, ciudad con la que sigo fascinado. He
viajado mucho y sigo viajando a Brasil, que conozco desde Porto Alegre
hasta Manaos, en el Amazonas. Especialmente visité sus manicomios supervisándolos.
Hice viajes de investigación antropológica a Perú, al Altiplano. El
viaje a Europa me sirvió para completar un video sobre marginalidad
en la calle. Tomé registro en Londres, Berlín y París de los drogadictos,
los desplazados, los viejos mendigos tradicionales...
En mi vida familiar aparece otra separación, después de 13 años me separo
de la madre de mis hijos, Claudia. He quedado en excelentes relaciones
con mis ex-parejas. Volví a casarme por tercera vez. Y luego de ocho
años se vuelve a repetir la escena de mi primer matrimonio: Dorita se
enamora de otro señor y se va. Pero después tres separaciones voy entendiendo...ya
no me despersonalizo como en la primera aunque me dolió mucho. Yo tendría
que pensar qué hago para que esto suceda...es un problema difícil la
pareja. Hubiera preferido un único gran amor pero el destino me dio
otra cosa.
Volviendo al tema de mi vida intelectual que es lo más importante en
mi existencia, debo decir que en el año 1968 publiqué mi primer libro
"Estrategias para Sobrevivir en Buenos Aires" que en su primer mes vende
10.000 ejemplares.
Con Psicoterapia del Oprimido también me va bastante bien y con Terapia
de Crisis un desastre. No lo leyó nadie, ni el editor. Esto me inhibió
para hacer otro libro por muchos años pero luego de diecisiete años
ya me estoy recuperando y preparando el Tratado del Mundo que son ocho
libros en uno.
Mi vida intelectual es cada vez más compleja porque actualmente soy
un referente en los medios para los problemas en relación a marginalidad
y salud mental, violencia, chicos de la calle e innumerables cursos
de Primeros Auxilios Psicológicos.
Mi madre desde su condición me inculcó también el preocuparme por los
más sufrientes. De chico iba yo a hablar con los linyeras, me fascinaban.
Pienso que no lo hacía sólo por bondad, sino que el marginal con esa
riqueza existencial que le da su vida dramática me enriquecía también
mucho. Aprendí muchas cosas de la vida en el fondo del hospicio.
Otro viaje interesante es
el que hice a la India, es un país oriental y por lo tanto, vi muchas
cosas del mundo occidental a través de lo contrario...un país no violento,
donde la gente no roba ni se droga, me encantó. Aprendí algunas técnicas
de los Sadhus que son los hombres santos. Curiosamente encontré esto
mismo en Bolivia. Volví a encontrar un pueblo trabajador, no violento,
sin droga, con una estructura incaica, una cultura ecológica. Son sociedades
que no fueron alcanzadas por el deterioro de esta crisis de la sociedad
occidental de fin de milenio.
Actualmente tengo la idea de hacer un texto a nivel popular que podría
llamarse Manual de Primeros Auxilios Psicológicos. Esto de la emergencia,
de la crisis y los primeros auxilios psicológicos siempre me ha interesado
más que el tratamiento tradicional del caso crónico, de muchos años...y
también me ha interesado mucho la rehabilitación de "las causas perdidas"
como los psicóticos, los mendigos...me dan un sentido heroico, un sentido
épico de la vida...otra vez Albert Schweitzer...y nuevamente, el mandato
de mi madre.
Me conmueve profundamente el arte, mi forma de estar en el mundo es
estética. Me sucede una intriga y un goce por el misterio que persigue
la ciencia.
Esto creo que es la "wissenshaften", el alemán amor a la ciencia que
me inculcó mi madre, ella me dio el permiso a pensar por mí mismo, no
estar dependiendo como los argentinos del último libro que viene de
Europa y especialmente de Francia, son Lacanianos, Foucaultianos, un
pensamiento creado en tierras lejanas.
El permiso para pensar por mí mismo...todo esto combinado con un espíritu
darwiniano...de juntar huesos y caparazones para armar su teoría de
la evolución, yo junto imágenes para armar la teoría de la vida...y
creo que con la misma inglesa paciencia.
Hace casi diez años fundé la Escuela de Psicología Nacional de pensamiento
nacional, por nación, como el lugar que uno nació...de pensamiento independiente,
de acá...usando modelos europeos también, claro, pero llenándolos de
contenido de acá...como hacen los europeos, hay psicología francesa,
psicología inglesa. ¿Porqué nosotros no vamos a tener una psicología
criolla?
Actualmente, me dedico fundamentalmente a supervisar. Manteniendo la
vieja costumbre de recorrer la realidad. A formar gente, a transmitir
experiencias. . . estoy en esta etapa ahora. Y también ir a explorar
un poquitito, aprender más. ..pero más que nada estoy en una etapa de
formar operadores en salud mental y de sintetizar mi pensamiento. La
vejez, lo que produce como aspecto positivo es que te aleja un poco
de ciertos problemas que parecían muy importantes. Se simplifica el
mundo y va quedando lo que es más sustancial, que es el amor, la muerte,
la tristeza, la alegría, la justicia, el dulce de leche, algún whisky,
y, básicamente, inventar ideas para curar vidas...,quedan las cosas
que son básicas. Es una oportunidad, también para ayudar a otros que
están recorriendo su camino, avisarles de algunos peligros y de algunos
lugares lindos...
Y lo nuevo que viene a mi vida no te lo puedo relatar porque todavía
no me sucedió.
Los linyeras, los lacanianos y las mañas del poder
Discípulo de Enrique Pichón Rivière, Alfredo Moffatt hace más de quince
años que produce hechos de vanguardia en el campo de las prácticas psicoterapéuticas
en la Argentina. Desde la Peña Carlos Gardel hasta el Bancadero pasando
por su "clásico", el libro Psicoterapia del oprimido, Moffatt ha vinculado
el buceo en los arquetipos de la cultura popular con una aguda percepción
de las simbologías de la vida cotidiana; y un pensamiento que ama las
máscaras y dramaturgias de los hombres marginados, con tradiciones psiquiátricas
que provienen de las más variadas fuentes. El sincretismo de Moffatt
integra y reutiliza vertientes existencialistas, antipsiquiátricas,
psicoanalíticas, psicodramáticas, "gestálticas", la psicología social
americana, experiencias de asistencialismo de urgencia en tiempos de
crisis, etc. Y nos quedamos cortos. En este bien humorado diálogo que
sostuvimos con él surgen cruciales consideraciones sobre la relación
de la psiquiatría con la cuestión de la democracia, de la autoridad
y de la libertad, a propósito de la experiencia que realizó al frente
del Lora, el instituto municipal de asistencia a indigentes.
Alfredo Moffatt: –Yo iba a hacer unos afiches cuando entré de director
al Lora: "Los pobres de hoy son los hombres del mañana". "Joven mendigo,
piense en su futuro, si tiene entre 35 y 60 años haga el curso de...
etc., etc." Bueno... ¿empezamos?
Unidos: –Ya empezamos. Todo esto sale, así que cuidate...
–Ah, ustedes son de los que ponen todo...
–Pero con distinto tipo de letra. Las pavadas y lo insensato van en
bastardilla. Estabas diciendo algo acerca de los pobres. ¿Qué hace la
sociedad con los pobres? ¿Qué hacés vos con los pobres?
–Cuando se habla de mendigos, pordioseros, linyeras, etc., eso incluye
a gente que no quería trabajar. La categoría de los que eligieron no
trabajar. Pero están los otros, los que fueron elegidos para no trabajar.
Los desocupados. Que no eligieron no trabajar sino que el no trabajar
los eligió a ellos. Este último cambió el perfil del mendigo tradicional,
que ya es una rareza. Son los "locos del bolsillo". El desocupado se
"linyeriza" como producto de "un brote de pobreza" que podríamos considerar
el pariente social del "brote de locura", que tiene una dimensión individual.
–¿Cuál sería la línea que marca el momento o la situación en que un
obrero se convierte en mendigo?
Alfredo Moffatt en la India
–Supongamos que el obrero
pide para viajar. Ya está pidiendo. Hay un "continuum" entre el obrero
y el último mendigo, y ésa es la gran novedad. Antes no. Ahora se ha
llenado la "franja negra". Debajo del puente encontrás ahora gente que
tiene profesión. Son los que no tienen dónde ir, y cuya aspiración sería
transformarse en "villeros", lo cual para ellos seria un progreso.
–Es lógico que quieran salir de la calle.
–Claro, la calle es muy
dura para el mendigo, por la policía, que no los deja estar en lugares
abrigados en invierno, como las estaciones de ferrocarril, los subterráneos.
Afuera, no se puede hacer fuego como en el campo. La configuración del
mendigo es muy especial. Se trata de alguien que lo tiene todo afuera
y nada adentro. La calle es su hábitat. Cualquier lugar es el dormitorio.
Quedó encerrado afuera. Tienen un "living comedor" muy grande. Toda
la avenida Rivadavia, por ejemplo.
–En un artículo tuyo, en Clarín, hace más de un año, hablabas del pasaje
del obrero al mendigo, a propósito de las transformaciones corporales...
–Sí, los pies, por ejemplo, que son importantísimos, porque el mendigo
camina todo el día. Cuando alguien pierde el trabajo y no puede pagar
más la pensión, queda en la calle. Hasta allí, aún son un problema que
puede atender Ubaldini. Pero si le crece la barba y no tiene dónde afeitarse,
si se le arruina la ropa al dormir en el suelo, o entre cartones, y
si llueve, con los zapatos mojados, rotos, entonces comienza a hacer
edemas de pie. Y allí lo agarró el "brote de pobreza", equivalente social
del delirio de un loco. El "Borda" de ellos es el andén 14 de Constitución,
por ejemplo, pero cuando se hace un lugar conocido, enseguida los corren.
–Quedan los vagones vacíos...
–A veces. Allí duermen los pibes linyeras, como en bandadas. Porque
ésa es la gran mutación. Pibes asociados en banditas, de 6 años, y con
suerte, les tocan los vagones de primera abandonados.
–Serían propiamente los coche–dormitorio, como diría un correcto administrador
de Ferrocarriles Argentinos.
–Es que el problema es dormir. Comer no es tanto problema. Durante todo
el día debe buscar el lugar, y tiene un depredador, que es la policía,
que no lo deja dormir. Pero tampoco lo pueden resolver con el "edicto
de mendicidad", pues se saturarían todas las comisarías. Simplemente
los corren de lugar. Y así se va extendiendo el círculo del "brote de
pobreza". Aquí, en vez de "psicóticos", tenemos "socióticos". Nadie
les da trabajo porque tienen aspecto de mendigo y tienen aspecto de
mendigo porque se les arruinó la ropa y les creció la chiva, porque
los echaron o perdieron el trabajo y la vivienda. Es el punto de no
retorno, como el de la psicosis, cuando se estructura un delirio y queda
"del otro lado", con un lenguaje hermético que precisará incorporar
un interlocutor para generar códigos para el diálogo. Pero para el mendigo,
el único remedio barato es la botella de tinto, el "diván de los pobres",
que soluciona el frío, el hambre y la angustia, pero que te deja pegado
al último estrato de la degradación. El mendigo sentado.
–En la época del proceso, eran principalmente a ésos a los que se llevaban.
–En realidad pasaban por el "Lora", y los metían en campos para mendigos,
algo así como "chupaderos suaves". Fue para el Mundial. Después los
largaban, con amenazas.
–En uno de los últimos cuadros del "Loco Chávez", el protagonista y
un amigo invitan a un linyera a comer a Pippo. Esa seria la versión
baudeleriana de una situación que se da, como drama diario, en cualquier
mesa de bar. Como los mozos, en general, dejan entrar mendigos el "ciudadano"
ve amenazados los metros cuadrados en que puede degustar su cafecito
y su "especial" de jamón y queso. No hay nadie tan idílico como el "Loco
Chávez". Eso se acabó también.
–Bueno, el mozo de Pippo ahí tampoco lo hubiera permitido. Para comer,
no. Ahí el mozo hubiera ejercido "el derecho de admisión". Por otro
lado un mendigo no aceptaría esa invitación del "Loco Chávez". En todo
caso aceptaría el dinero y comería en otro lado. El se percibe "fuera"
de la sociedad.
–Tampoco existe ese otro personaje de Clarín, el Linyera con el perrito
Diógenes, que es un linyera filosofante.
–En absoluto. El linyera está pensando en la cosa más práctica del mundo
todo el tiempo. Siempre está al borde de la sobrevivencia. Está sin
dormir, angustiado, probablemente con enfermedades, fácilmente en los
pulmones, ulcerado. Sufre, no tiene vínculos.
–O sea que un batallón de locos del Vieytes es culturalmente más rico
que un batallón de linyeras en el "Lora".
Con miembros de la Mutual
El Bancadero durante un festejo (1997)
–Claro, los mendigos son
la gente más aburrida que hay. Mis dos años con los mendigos fueron
un esfuerzo muy grande para modificar una patología que es mucho "menos
rendidora" que la de los locos. El loco no es un calculador, pero el
mendigo, muy fácilmente, se transforma en un manipulador. Habitualmente
miente. Es un, cuentero. En el Lora quise hacer una cooperativa de trabajo,
y hasta conseguí un local para que comenzaran los trabajos. Pero la
Municipalidad, las autoridades del área donde pertenece el Lora, comenzaron
a reaccionar. Comenzaron a destruir, sistemáticamente, mis iniciativas.
A los psicólogos que iban se les negó la comida y después el reconocimiento
del trabajo voluntario. Pero el programa de rehabilitación creando fuentes
de trabajo cooperativizadas, es posible. Es la única forma. Desde luego,
el problema global se resuelve con la reactivación de la producción
nacional. Pero en lo que me incumbía, no sólo me parece posible generar
cooperativas, sino atender casos individuales recuperables...
–En un sentido, la cooperativa de indigentes no funcionó por la obstrucción
municipal. Pero ahora, por el tono con el que hablás, parecés un poco
escéptico respecto al balance de tu trabajo con los propios mendigos.
–Sí, creo que puedo decir que el error mío fue usar un modelo superficialmente
democrático, sin contar con presupuestos democráticos efectivos. Los
mendigos organizados en cooperativa, en este caso, depredaron a todos
los demás con el poder que tenían. La comisión directiva gastó todo
el dinero y se quedaron ellos con un enorme local. Se quedaron con el
local cinco personas. Por lo tanto, fue una falsa democratización, una
amorfa democracia, una democracia sin voluntades democráticas. Sería
lo que las viejas llaman "el libertinaje". Mirá vos, yo no sabía que
existía. Claro, para las viejas, la más mínima liberalidad era tachada
de libertinaje. Uno rechazaba esa idea, la posibilidad de que existiese
algo como el "libertinaje". Y bien, a mí me tocó verlo. En este caso,
esos mendigos reprodujeron el modelo de depredación del sistema, se
convirtieron en patrones recontracagando a los otros cien indigentes
que debían participar del proyecto. Si es por el fruto que conseguí
con esa experiencia, es como para que me diera un ataque tardío de verticalismo.
Pero allí yo era víctima de una democratización, sólo retórica, que
por mal incorporada llevaba a una experiencia facciosa, y también del
propio verticalismo de la estructura municipal que, al desautorizarme
en varias oportunidades, estimulaba a que nadie me diera bola. Yo era
el democrático al que unos verticalistas cagaban pero que también, por
error, generaba la reproducción de experiencias antidemocráticas...
–Así que no pudiste ser el Pacho O'Donell de los mendigos...
Charlas con maestros (2010)
–Bueno, O'Donell está en
uno de los vértices de la administración municipal y yo era el equivalente
a jefe de departamento. Pero entiendo la ironía. Yo trabajaba con los
que habían ya transgredido todas las normas para poder vivir y comer.
No tenían reglas, pero esa omisión de reglas acababa en la admisión
de una súper–regla implícita, que era la ley de la selva, cagar al de
al lado. Si bien yo sabía que no se trataba de fanáticos de Bibi Andersson
ni de lectores de Nicanor Parra, yo pensé que hubiera elementos previos
que permitiesen construir una comunidad solidaria. No había, porque
faltaba la autodisciplina que permitiría omitir reglas. Que era lo que
tenían los anarquistas. Si bien que aún existen algunos linyeras anarquistas.
Porque la libertad está hecha de auto–disciplina...
–La democracia significa ser esclavo de cualquiera, decía Karl Krause.
Pero era un maldito, un vienés amargado que para decir esa frase tenía
que dejar en claro que también criticaba a los despotismos de origen
aristocrático o pretoriano. No sé si..., este..., disculpá la interrupción.
–No, está bien, es como el caso de los ladrones menores, los chicos
de 4 o 5 años que actúan en bandas y roban. ¿Son un problema para Piaget
o para el Instituto Agote? Es un problema nuevo, para el que no estamos
preparados. Y entonces podés ser esclavo de cualquiera. Una solución
simpática, en este caso, sería la creación de un escuadrón de madres,
que los pongan en penitencia. Es como el problema del "poxi–rand", que
toman los pibes para drogarse. ¿Qué hacés? ¿Pedir que los vendan con
boleta triplicada en la ferretería? Es un pegamento convencional, que
no se puede prohibir, y que se transforma en cocaína. Es una situación
nueva, que no tiene encuadres capaces de resolverla. Porque no podés
solucionarlo –ahora les doy un ejemplo antipático– llevando preso al
ferretero por traficante de drogas.
–Así que podríamos decir que tus actuales reflexiones están muy lejos
de la idea del bandido romántico, que aunque de manera depredadora,
puede ser visto como un justiciero de los de abajo.
–Sin auto–disciplina, no hay justicia ni capacidad de representar a
nadie. Lo más probable es que se disgreguen todas las formas de lealtad.
Para los viejos delincuentes la lealtad era un valor básico. Con mendigos
que levanté del suelo para llevar al Lora, vi después todo lo contrario
a eso.
–Hay toda una literatura que insiste en buscar los héroes reparadores
entre los que la sociedad cagó más...
–En los dos años que estuve en el Lora, no vi que esa literatura haya
producido el menor efecto.
–En el 73, cuando discutíamos a quién traer a la Universidad, nos pronunciábamos
a favor de los que trabajaban con los marginales, que eran los únicos
que parecían poder hacer algo. Ahora, que uno no sabe quién es el que
va a poder hacer algo, parece que está cuestionada esa reivindicación
de la marginalidad.
–A mí, el portero del Lora, un empleado de muchos años, me la cantó
justita. Me dijo: "así no va a andar". Tenía razón. Eso me convirtió
en un enamorado de la disciplina productiva, que es la que te lleva
a no saltear las etapas del adiestramiento y el aprendizaje en psicoterapia.
En el 73, estaba planteado ese salteo. No nos fue bien, ¿no es cierto?
La disciplina productiva es la creación del consenso, lo contrario al
asambleísmo autoinhibitorio, que nos llevaba a interponer a Mao Tse–Tung
cuando teníamos que decidir un plan de modificación del hábitat urbano
en Lanús. Mao Tse–Tung le dicen el chino porque es chino de veras, no
de Santiago del Estero. Ahora, después de salir de una dictadura, me
parece básico la regulación de responsabilidades.
–Entonces, la idea de la década anterior, del oprimido que reconstruía
el mundo desde sí, no corre más. Estás pensando sobre la base de un
oprimido que es también capaz de generar formas de opresión.
–Eso, antes, yo no lo podía ver en mi propio trabajo, en la Peña Carlos
Gardel. Porque allí, aunque la manija la tenía yo, no estaba explicitado.
Ahora sé que la autonomía y el respeto al otro es una conquista demorada,
un aprendizaje, una explicitación de responsabilidades. Digámoslo así,
usando palabras bien resonantes: si el líder debe ser al comienzo verticalista,
debe saber que lo es para después dejar de serlo. Sólo así podemos pensar
en un mundo distinto. El líder debe luchar contra el mismo sistema que
lo alberga. Si eso no se hace, el liderazgo no se transforma en una
democracia real, efectiva; no falaciosa. Los liderazgos que no contienen
su propia transformación, fácilmente marchan hacia una burocracia de
funcionarios.
–Es lo que el antropólogo Clastres llamaba el infortunio del jefe, entre
los indígenas paraguayos. Todo jefe era infortunado, porque no mandaba,
porque sabía que era "hombre muerto", que le daban la manija para que
al final no pudiera influir en nada.
–Yo siento así mi experiencia en El Bancadero, donde me fui retirando...
–Alfredo Moffatt, el jefe infortunado...
–¿Cómo?
–Nada, nada... podés seguir.
–En El Bancadero, decía, me fui retirando. Primero decidía hasta el
color para pintar el zócalo. Actualmente funciona solo, por turnos,
con comisión directiva, con coordinadores de área, y yo estoy disponible
cuando se arma lío entre esas instancias. Aparezco cuando la cosa se
traba y ocupo la máxima autoridad sólo para que esté ocupada. Todo lo
ocupado, aunque lo esté por un idiota, está ocupado, evitando la lucha
por un lugar innecesario.
–Es la idea clásica de soberano, en Hegel. El rey debe ser, en lo posible,
un perfecto idiota. Disculpando las citas...
Trailer de Hereje,
documental de Jorge Falcone
–Claro, y si se muere tiene
un hijo, también bobo... con perdón de mi hijo Luciano. Bueno, retomando:
por lo menos en El Bancadero, funciona este símil de "monarquía constitucional
no dinástica". O sea, una democracia operativa, consensual, autogestionada
y responsable. Hay una supervisión y un sistema de leyes. Una cosa es
exterior a la otra. En El Bancadero hay un equipo asesor, que es la
gente más reconocida de esa línea ideológica. Ulloa, Pavlovsky, Grimson,
etc., una cantidad de gente, que cada tanto supervisa al equipo y a
mí. Así, si hay lío entre los coordinadores, actúo yo, y si hay lío
entre los coordinadores y yo, actúa ese otro nivel. La máquina no se
descompone. Hay reaseguros. Pero ya pasamos por una etapa de "soviet"
y de "toma de la Bastilla". Hasta hubo una Asamblea de pacientes que
votó la suspensión de toda la Comisión directiva.
–Foucault decía que hay poder en toda forma de disciplinamiento, y era
menos digno de estudio el poder del Estado que el poder de las instituciones
que se ocupan de las márgenes de la sociedad. Como hijo del 68, vio
con simpatía el inicio del khomeinismo en Irán, porque se rebelaban
las márgenes del sistema. Parece evidente que la psiquiatría del oprimido
hizo también ese trayecto y ahora está reconsiderando la cosa.
–Lo que se reconsidera es el aprendizaje de la organización, o dicho
de otro modo: el aprendizaje del funcionamiento de las leyes. Lo marginal
siempre es productivo. Eso no hay por qué cambiarlo. Pero hay que generar
un saber sobre el propio autodisciplinamiento de lo marginal. Pero no
se puede pasar de la marginalidad desagregada a la democracia, como
quise hacer en el Lora, porque si no la falta de normas es usada, inmediatamente,
para reproducir las reglas del sistema. Cuando entré en el Lora, como
parte del momento en que el país salía de la dictadura, elegí un modelo
de democracia sin autodisciplinas que, por lo menos allí, llevó a descuidar
los intereses del conjunto es decir a no ser, en última instancia, democrático.
La democracia, pienso ahora, es un resultado, no un dato. Es algo para
construir y no algo que encontrás tirado en la calle. Las disciplinas,
los vértices que inician el proceso democrático, deben ser instrumentos
para generar lo contrario, es decir, la democracia no verticalista,
autogestionada. Pero la democracia debe iniciarse en la capacidad de
incorporar su contrario, si no, estás siempre exorcizando al diablo,
al mal, como algo exterior. Te convertís en un irreal representante
del Bien. En el umbanda, el diablo, exú, siempre está a la entrada del
terreiro. Es "o porteiro do terreiro", está adentro, incorporado, y
eso te evita ser autoritario, aunque no te evite ser malo.
–Un sistema así precisa ser, extremadamente sutil para saber controlar
y superar su propio despotismo, para negarse como autoridad.
–Precisa ser muy plástico, para que se pueda pasar de un personaje a
otro. Si uno no incluye un elemento antagónico, acabás dependiendo mucho
más de él. La democracia, sin un antagonismo interno, es decir, sin
ciertas formas de autoridad, no sólo no puede funcionar sino que lleva
a la anti–democracia.
–Realizar con eficacia ese pasaje, de la autoridad a la libertad, que
parece ser el secreto de toda acción política, no siempre encuentra
ni los líderes ni los personajes adecuados.
–Bueno, véamoslo como algo emparentado con la vieja dialéctica.
–En Psicoterapia del Oprimido, vos hablás con admiración de Lawrence
de Arabia. Parece que ahí se realiza la dialéctica del liderazgo democrático.
Venir de afuera pero despertar las fuerzas organizativas de la comunidad.
–Lawrence de Arabia siempre me interesó. Primero porque atacaba por
el fondo. Cuando toma Accaba, atraviesa el desierto para llegar por
atrás, fuera del alcance de los cañones que apuntan al mar. Hice lo
mismo en el Borda pero, en este caso, comenzando con un Winco y unos
chorizos. Y entré por la parte de atrás. Después porque unía dos mundos,
Occidente y Oriente, rompiendo por dentro el modelo de "civilización
y barbarie". Y, al final, porque ese pasaje exigía transfiguraciones,
disfraces, es decir, vestirse de árabe. La liberación de los oprimidos
era estimulada por una inesperada incorporación de elementos de un mundo
en el otro.
–Parece que las grandes tradiciones, en materia de liderazgos, son las
del "serás lo que debes ser" como en el caso de San Martín, o el "no
debiera nacer hombre sin misión", de Perón. Es al revés en el caso de
Lawrence, pues se trataba de un despojamiento, no de afirmar nada. Quería
despojarse del Yo occidental. Lo más parecido entre nosotros sería el
coronel Lucio Mansilla, un dandy que goza estando en los dos extremos
de la vida, comiendo un manjar en el club del Progreso, o una tortilla
de huevos de avestruz con el cacique Baigorrita en las tolderías ranqueles.
–Podemos decirlo de otro modo. Si uno no incluye un elemento del otro,
para crear la contradicción dialógica, tiene que depender de él. Antes
yo no explicitaba el autoritarismo mío, lo pasaba por alto. Eso era
la otra cara de la moneda del "miedo a la libertad". La libertad es
muy costosa, genera angustia. Optar es estar solo, y la gente en la
puta vida quiere estar sola. Someterse es cómodo porque no crea culpas.
Las culpas provienen de la libertad. De allí que sean mucho más apreciadas
las terapias de sometimiento. Se protesta contra el psicoanálisis ortodoxo
pero, oscuramente, se lo procura porque es lo que no lleva a las personas
a la libertad. En última instancia, por eso mismo se lo acepta. Hay
una aceptación fundada en que se elimina la singularización, que es
la angustia de muerte, la rebeldía. El psicoanálisis ortodoxo lo que
hace es proponer un cliché de individuación previamente seriado. De
este modo, evita la angustia de la singularización.
–¿Eso sería sólo en el psicoanálisis ortodoxo? ¿Y en Lacan?
–En el lacanismo, también. Pero con mayor sutileza, porque se trabaja
con la palabra como un elemento mágico, y se ritualiza el encuadre,
se lo hace misterioso. Además existe el latín...
–¿Cómo el latín?
El amor es más fuerte
Tapa del (desaparecido)
diario sensacionalista y amarillista "Libre" (editorial Perfil), del ultra
opositor Jorge Fontevecchia, del 18 de octubre de 2011.
"Alfredo Moffatt
va por su cuarto matrimonio; Daniela Azpiazu fue su alumna;
se conocen desde hace tres años. Él tiene 77, ella 23. Moffatt
se define como psicólogo social, docente y terapeuta especialista
en locos y pobres. Ella, Daniela Azpiazu Bitsikas, es una
veinteañera que pasó por sus aulas. "Casarte con una piba
más joven no le hace mal a la psiquis. Es muy lindo, creéme",
destaca la nota de Libre.
En la ceremonia civil estuvo presente el peronista disidente Felipe Solá, ex Menem,
ex Duhalde, ex Kirchner, ex Peronismo Federal, ex cercano al gobernador Scioli y actualmente
pegado a Sergio Massa.
–Sí, el analista habla en latín, quiero decir... en otro idioma que
precisa luego de traductor. Es un dialecto con varios códigos distintos
de decodificación, lo que tampoco favorece la tarea de los traductores.
–Pero da la impresión de que esa "doctrina de los pasajes" de la que
estamos hablando, de la autoridad a la libertad, en el lacanismo, o
en Lacan, también ocurre. Quizás la palabra como misterio es una cuestión
vinculada a la posible disolución de la autoridad que habla. Hay una
técnica burlesca en Lacan...
–Sí, pero son las paradojas del maestro Zen. Allí te quedás enteramente
agarrado al otro.
–Sos mi discípulo, pero al pedo. Algo así intentaba decir Lacan...
–Bueno, ahí está la cosa, es lo que digo. Si alguien te dice eso, quedás
mucho más enganchado. Lo que más engancha, es la situación paradójica.
No sabés en qué quedás agarrado. Eso impide crear el espacio de curación,
donde la persona construye los elementos desde los que se piensa. El
maestro Zen lleva la dependencia al extremo al hacerla motivo de encubrimiento
paradójico...
–Sin embargo, las tuyas también parecen técnicas de maestro Zen. Días
pasados le decías, humorísticamente, a un loco del Borda, "¿cuánto te
pagan por estar aquí?" Parece un humor absurdo con propósitos rehabilitantes,
por la vía del grotesco. ¿Si no, dónde encaja ese chiste?
–No, eso apunta a romper roles, como si uno "trabajara" de loco, de
nene. La gente se mete en cana para estar más tranquila. El chiste apunta
a "desencanar" los roles ritualizados. Hay rito tanto en la identidad
impuesta como en la contracara aparentemente liberadora: la libertad
absoluta, que en realidad es un equivalente del brote psicótico. En
la vorágine de oportunidades, puede desaparecer la persona. Creo que
eso ocurría con las tesis de Sartre. Tantas opciones y proyectos hacían
desaparecer la noción misma de proyecto y, por lo tanto, de persona.
Así, la curación supone sacar a la gente de la cana, pero, también,
saber que preciso meterme en cana. La libertad, si es vorágine, se autoelimina,
conduce a su contrario inmediatamente. Hay que saber lo costosa que
es la libertad y la democracia. Los fascismos son atrayentes, precisamente,
por todo lo que cuesta saber el modo en que las libertades se construyen.
Si no escuchás al otro es como si no hubieras hablado. Si no sabés cómo
se proyectan efectivas libertades, explicitando focos de autoridad,
es como si no hubieras pensado en la libertad y en la democracia. Del
mismo modo, si en vez de un paciente analizás un texto –o el paciente
considerado como texto– se te escapa la realidad, y la palabra se hace
misteriosa. Y el misterio, sin sujetos reales, no conduce a la libertad.
Yo nunca vi suicidarse a un texto, enfermarse a un "significante". El
texto reemplazando al paciente es como un general que no hace guerras
o un médico que no sabe qué es operar del apéndice. No hay un otro realmente
existente, sino textos y juegos subjetivos. Hay masturbación, que es
una cosa muy segura, pues allí la amante nunca falta a la cita.
–Comenzamos hablando de la cuestión de la autoridad–libertad a propósito
de tu experiencia en el Lora. Parece que la charla va en la misma dirección,
pero ahora considerando el tema del psicoanálisis en la Argentina, o
en Buenos Aires, donde hay bares con servilletas que reproducen el rostro
de Freud. Vos dirías que el psicoanálisis ortodoxo...
–...ortodoxo, así designado, con terminología eclesiástica, con Biblia,
citas versiculares, iconografía sacra, y el retrato de Freud de barbita,
un Ceferino Namuncurá viejito y angélico...
–...ese psicoanálisis, como los mendigos del Lora, ¿corre el riesgo
de reproducir el daño de la autoridad, con el pretexto de liberar a
la gente? Porque parece que tampoco explicita cuáles son los núcleos
de autoridad que incorpora en su lenguaje y en su práctica...
–El psicoanálisis le corresponde a Buenos Aires como le corresponde
el tango. Donde se inventó el tango tenía que entrar el psicoanálisis.
Los dos son duelos inacabados. Pero, en el caso del psicoanálisis, suelen
comprarse ya hechas las "máquinas de pensar". Esas máquinas ya construidas
y acabadas tienen ahora a su cargo producir los psicólogos. En el caso
de la máquina lacaniana, me causa la misma impresión que si, de repente,
los cocineros se convirtieran en mecánicos. Entonces, en el taller mecánico,
en vez de usar pinzas o tenazas se pone crema chantilly en los motores.
Pero en este caso es como si las escuelas de psicología hubiesen tenido
una invasión de escritores, de poetas, de epistemólogos gongoristas...
todo un pandemónium que, sin embargo, está bien uniformado, pues poseen
las "fábricas de psicólogos", las asociaciones profesionales y, también,
los centros asistenciales, el manicomio y los centros de salud. Eso
margina a los psicólogos que –como en mi caso– nos consideramos buenos
"mecánicos", que comenzamos de abajo, a limpiar las piezas del motor
con el pincel embebido en "nasta", en la calle, con lluvia, etc. Son
poderes no explicitados, un llamado a la "letra" liberadora, pero que
no sabe comunicar, hacer públicos los poderes que encubre.
–Pero, en tu caso, hay algunas semejanzas con ciertos lacanismos, en
el contacto con los mitos propiciatorios de la cultura popular.
–No, si yo hasta tengo simpatías jungianas. Pero también creo que hay
que juntar todas las palabras posibles de la psiquiatría y comenzar
a limpiarlas con agua y jabón. Entonces, creo que hay que descargar
de disfraces a las palabras. "Usted enfermo...", "yo terapeuta". Empezar
de allí. "Usted pedir curar". "Yo aceptar". "¿Va a pagar?". "El pagar".
"Yo cobrar". Volver a traducir al castellano toda la interacción esa,
que llega a ser complejísima. Si no, sólo tendremos textos que llevan
a otros textos. En cambio, un libro de cocina, debe llevar a la torta,
uno de psicoterapia, a la curación. Si un texto lleva apenas a otro
texto nunca se podrá incorporar a la realidad –la "enemiga"– y siempre
se podrá sospechar que esa incursión por el discurso...
–¡Caíste! Hasta el momento no habías dicho esa palabra.
–Bueno, que esa incursión por las palabras sagradas, siempre será sospechosa
de no darnos la libertad, los pacientes, las tortas, los tornos, la
nafta, el castellano. Y, principalmente, por no saber incorporar, en
sí mismo, la génesis de la autoridad. Si creemos simplemente que ella
está "afuera", como enemiga que los ángeles derrotan, siempre seremos
dependientes de ella. Seremos exteriores a la autoridad pero ella nos
habrá derrotado, mientras que considerando nuestra práctica, como interior
a la cuestión de la autoridad, tendremos la oportunidad de producir
ese pasaje, desde dentro de la conciencia, hacia la verdadera libertad
"Si nos esperanzamos todos, a lo mejor cambiamos las cosas"
Aclara que se trata de una esperanza "no negadora". Los chicos en la
villa donde trabaja con las Ollitas le dicen "el abuelo cartonero".
Estuvo con docentes de Neuquén y Río Negro, donde surgió el tema de
la violencia en la escuela. Fue un día antes de que un chico baleara
a sus compañeros.
Por Luis Bruschtein
Alfredo Moffatt tiene una larga barba blanca que lleva como una especie
de Papá Noel en desgracia. Ha sido discutido por el mundo psi que no
concilia con sus irreverencias ante la academia y sin embargo todavía
se sigue hablando de experiencias abiertas por él como la Cooperanza
en el Borda o el Bancadero. Moffatt se toma el pelo a sí mismo, se acusa
de estar "siempre creando escuelas". "Mi opción por los pobres y los
locos —explica– es mi opción por mí, porque me aburre la gente normal."
Y al mismo tiempo reflexiona que, a los 70 años, lo más importante es
"crear vida" y que donde mejor se puede hacer es "entre la gente que
está más hecha bolsa".
–De chico quería saber qué había adentro de la cabeza de la gente. Creo
que era como un detective, una especie de antropólogo. Cuando era chico,
mi mamá se enfermó de artritis, muy grave, y yo quedé solo, de casa
en casa. Mi viejo se fue a laburar, era maestro mayor de obras y de
los tres a los siete años estuve en lugares absolutamente opuestos.
Estuve en la casa de un trabajador que era amigo de mi padre. Estaba
unos meses ahí y unos meses con una tía inglesa que había venido de
Europa, que era una casa de clase media y también estuve en otras casas.
–De allí podría haber salido hasta un arquitecto de apellido inglés...
–Fueron cuatro años, entre los tres y los siete. Eso me marcó, porque
me hizo una especie de antropólogo precoz. Porque ese chico, o se volvía
autista, en el sentido de que se cerraba como un caracol, o se identificaba
con los otros para que lo quieran. Y salió algo así como Zelig. Cuando
voy a la villa, los pibes creen que soy el abuelo cartonero. Y después
voy al centro de Arquitectos, estoy en el staff de la revista, y entonces
comemos en un lugar así muy fino, se me transforma la voz y me convierto
en un profesional fino, un arquitecto de origen inglés...
–¿Pero la arquitectura después
quedó en el camino?
–Pero decidí ser adjunto de cátedra con 500 alumnos de Historia del
Arte y también de Matemáticas, lo único que no me interesaba era hacer
casas. Era mi viejo, que me obligó. Yo había comenzado medicina y tuve
que dejar. ¿Qué les debo a esos años? Una capacidad de sentirme cómodo
en una villa, en una casa de clase media, sentirme cómodo en una reunión
de clase alta, una especie de Zelig. Eso me ha permitido cómo percibir
la intimidad de mundos distintos. Después viajé mucho, estuve en Estados
Unidos, donde trabajé en el manicomio de Brooklyn.
–¿Y cuándo se produjo su aproximación a la salud mental?
–Siempre estuvo, porque desde adolescente leía a Kafka, era un especialista
en Kafka, se me metió de cabeza. Pero bueno, un poco por esa historia
familiar quedé un poco encerrado, y para salvarme de esa soledad creo,
me hice como especialista en grupos, en vínculos, que creo que es para
no quedar solo. Siempre estoy rodeado de gente, y rehabilitando a gente
que quedó encerrada. Y con eso salí, salí del problema con eso de entender
qué es una persona que está muy introvertida, como diría Jung. Preocupándome
por sacar a otros de eso, no quedé solo.
–En los ’70 empezó a trabajar en el Borda...
–Con veinte pacientes psicóticos organicé una empresa constructora,
con la cual hice la plaza que hay en el Borda y pequeñas piecitas, en
una de las cuales está actualmente La Colifata, soy el abuelo de La
Colifata. Fue en el año ’67. En el hospicio entré estéticamente, como
una especie de Lautreamont del subdesarrollo. Me interesaba ese mundo
fantasmal, de Dostoievski criollo, como es el fondo del Borda. Mi opción
por los pobres y los locos es mi opción por mí, porque me aburre la
gente normal. Soy un psicólogo social que optó por los pobres y los
locos desde hace muchos años y porque me parecen personas mucho más
ricas existencialmente. Mi familia es clase media, alemanes e ingleses,
así que mi vida era un opio. Son buenos administradores, pero un opio,
y busqué una forma, creo, para rajarme de ese mundo.
–La locura provoca reacciones contradictorias en las personas, rechazo
y atracción al mismo tiempo...
–En la locura veo como una creatividad dramática, porque el arte y la
locura están muy juntos. Entonces me iba al fondo del Borda y hacía
como cuentos, imágenes, recogía inscripciones. De la arquitectura me
quedó la fotografía, entonces tengo unas fotos fuertes, que Salgado
quedaría como un bebé. Hice la peña Carlos Gardel, en la que intervinieron
casi 500 pacientes. Habíamos declarado territorio liberado de la acción
manicomial, era la época de Cámpora, estábamos dentro del movimiento
popular. Los psiquiatras tenían que hacer un rodeo para evitarnos, porque
allí había que probar si uno era loco o sano, no valía el uniforme blanco.
Teníamos un mástil, subíamos la bandera en ese territorio liberado,
qué delirio, pero duró dos años y pico y dio lugar al libro Psicoterapia
del oprimido. Ese libro tuvo seis ediciones, la traducción portuguesa
tuvo hasta diez ediciones. Es un libro que se estudia en toda Latinoamérica,
menos aquí en la Argentina. Como no fue escrito en París...
–¿Por qué se fue del Borda si se sentía tan bien y había puesto en marcha
tantas cosas?
–Yo estaba cómodo en el manicomio, porque era una fuente de creatividad
estética, digamos, en un estilo del expresionismo alemán. Pero tuve
que salir de esa especie de edén escatológico, porque afuera están más
locos que adentro. Y tuve que salir porque tuve que darles auxilio psicológico
a las maestras. Y después fundé el Bancadero, porque la gente estaba
muy hecha mierda por la dictadura militar. La dictadura fue una aventura
muy loca, siniestra.
–¿Durante la dictadura estaba en el país o tuvo que salir?
–Yo estaba acá y no hacía absolutamente nada y trabajaba en Brasil.
Yo no sé, se llevaban a gente por haber leído Psicoterapia del oprimido,
que era una especie de libro montonero. Y yo estaba quietito, descolgado,
de chico solo, no estaba en ningún racimo, y así sobreviví.
–¿Sin plata, sin permiso, sin casa, el Bancadero fue magia?
–Fue una cosa loca, porque era una casa en la calle Gascón, destruida,
de quince habitaciones, que primero había sido prostíbulo y después
depósito de un almacén, estaba totalmente destruida, con los yuyos a
la altura de una persona. Entonces lo alquilaban por 40 pesos, para
que no lo intrusaran. Entré con gente que había formado en terapia de
crisis. Me decían que estaba loco, tenía los 40 pesos para alquilar,
pero ni un peso más para arreglar el lugar. Tampoco tenía permiso municipal.
Lo que tenía era la necesidad de la gente que estaba hecha mierda, era
el año ’82. María Esther Gilio me hizo un reportaje para Clarín y salió
un domingo a doble página. El lunes habías unas 80 personas dispuestas
a entrar. Mis colaboradores me decían "¿qué hacemos, Alfredo? Están
golpeando", "dejalas entrar". Arreglamos una habitación que estaba más
o menos bien. Hicimos una reunión: "¿Ustedes quieren tratarse?" "Sí".
En el hospicio había trabajado mucho con laborterapia, entonces propuse
que cada grupo con su asistente terapéutico arreglara su lugar. La gente
se enganchó. La primera etapa eran dos o tres horas que traían cemento,
pintura, cables. Cuando terminábamos cada pieza hacíamos una gran fiesta.
Los neuróticos, que creen que no pueden mover un ladrillo, cuando lo
hacen descubren que pueden: La reparación psicológica fue bárbara y
nosotros arreglamos la casa. Cuando la reparación terminó, disminuyó
el potencial terapéutico. Quería destruir todo de nuevo.
–¿La figura de Enrique Pichon Rivière fue inspiradora?
–Todo eso era Pichon Rivière detrás. Justo se había muerto, pero había
trabajado diez años con él. Me llamaba su hijo putativo. Por el Bancadero
han pasado cerca de 35 mil personas, en 20 años. Es un tocazo. Era una
clase media en desgracia, gente asustada, que había tenido algún contacto
con las represión. Se trabajaba con terapia grupal y mucha técnica de
psicodrama. La gente que venía y nos asesoraba eran Fernando Ulloa,
Tato Pavlovsky, Bauleo, y muchos más, teníamos la crema. Teníamos entre
250 y 300 personas por semana.
–¿Después les quitaron la casa?
–Sí, y justo en ese momento teníamos también el Bancapibes, toda la
guachada de Once, pibes bravos, estaban en el Bancadero, con algunos
conflictos, empezaban a putear, en fin, pero sin demasiados problemas.
Pero nos sacaron la casa para construir una torre de departamentos.
Entonces nos alojó Adolfo Pérez Esquivel en la calle México. Y después
compramos un departamentito y ahora estamos frente al Shopping Abasto.
Pero aquel Bancadero fue un despelote. Los carnavales que hacíamos eran
un psicodrama, con más de 300 personas. Hicimos experiencias interesantes,
como la Sudestada, un poco tomando la película Hombre mirando al Sudeste.
Eran cien que hacían de locos, cien de psiquiatras y cien de visitantes
y todos empezaban a interactuar. El loco tenía que hacer de loco, pero
sin hablar, y el otro tenía que contenerlo. Todo al mismo tiempo, cien
veces se repetía, con luces de colores y al final se ponía la Novena
Sinfonía a todo volumen y todos empezaban a unirse. Era una época especial,
con Teatro Abierto, la salida de la dictadura, había mucha efervescencia.
–Del Bancadero pasó a una experiencia más de tipo social, como son las
Ollitas...
–Esta experiencia está más lejos del manicomio y más cerca de la pobreza.
Las Ollitas son más o menos entre 200 y 300 chiquitos que alimentamos
con autogestión de los padres y de las madres en La Matanza, en tres
villas. Yo hablo esquizofrenés, que lo usé en Estados Unidos, es un
lenguaje de gestos y actitudes del cuerpo. Y hablo el villarés ¿no?,
que es el idioma de la villa. Ellos ven que no sos evangelista ni cana
ni político y cuando te junan, se entregan, y organizás. Es una organización
de mucha solidaridad. Abajo no está podrido. Las madres hacen una organización
sin corrupción, fideo que entra a las Ollitas, va a la panza de un pibe,
no se pierde nada. Son tres Ollitas y se multiplicaron, ahora en Mar
del Plata hay tres más, hay una en La Plata. Se demuestra que es posible,
que en el lugar de la muerte se puede generar la vida, con la misma
gente. Hace tres años que empezamos. Soy una especie de médico frustrado,
tengo la necesidad de ponerme al servicio de lo más necesario, como
un médico de emergencia, voy donde hay más dolor. Cuando se arregle
un poco la cosa quiero volver al manicomio. Yo soy el abuelo de La Colifata,
voy a visitarlos, me saludan, me abrazan...
–¿Quedan todavía pacientes de aquella época?
–Y sí, no sale nadie, es la máquina de picar carne, es terrible. Además,
con la desocupación que hay afuera, como para salir. La represión paró
bastante en el manicomio, lo que pasa es que la terapia es un poco farmacológica,
no hay comunidad terapéutica. Salí primero al Bancadero, y después a
las Ollitas, porque los pibes están hechos mierda. Nosotros decimos
que si trabajamos con los pibes antes del terremoto hormonal de la pubertad,
están plásticos todavía, y les damos elementos de vinculación hacia
la vida, vamos a disminuir la cantidad de adolescentes que van a la
bala policial o que van a la prostitución. Los dos oficios de la desesperación,
que son el afano y la prostitución.
–¿La escuela se llama ahora de terapias de crisis...?
–Es terapia de crisis, no es psicoanalítica, es más una filosofía existencial,
donde la conciencia es una historia, no hay un aparato psíquico. Yo
les digo a mis alumnos: cada uno de ustedes está en una película de
la que no pueden salir, a menos que se peguen un tiro, no se pueden
escapar. Y más vale que esa película tenga argumento, si es un bodrio
estás jodido, es una película que la tenés que ver, la tenés que actuar
y la tenés que dirigir. Trabajamos con la historia de vida, con el sentido
de la vida. Nos vamos del Edipo y toda esa concepción que es muy útil
en la burguesía, pero para las clases populares, desesperadas en la
marginación, el tema es sobrevivir, no es cogerse a la vieja, sino comer
y sobrevivir, que es distinto. Trabajamos con una estructura criolla.
–¿Cuántas personas colaboran con usted?
–Qué sé yo, si juntaría de todos los lados, son cientos. Por ejemplo
Carlos Cica, que se formó conmigo, organiza Emergencia Psicosocial,
y trabajó en la AMIA, en el avión caído de Aeroparque, en Río Tercero,
y va como con 40 psicólogos sociales que trabajan en catástrofes a bancar
en esos momentos, con abrazos de contención, una técnica que se llama
maternaje. Después está la Casa Teresa para chicos de la calle, los
más bravos, de la que yo soy el presidente. Después la Cooperanza sigue,
y con La Colifata. Después está el Bancadero.
–De todos los trabajos que ha realizado y que todavía están funcionando,
¿cuál le pareció más importante?
–Todos, porque cuando uno llega a los 70 años uno se pregunta qué es
lo más importante. Y cuando uno está cerca de la muerte, lo más importante
siempre es generar vida. ¿Dónde se genera vida con mayor intensidad?
Entre los que están más hechos bolsa. Hay teorías de la marginalidad,
teorías evolutivas sobre todo esto. Tengo tres páginas web con estas
cosas: www.ollytas.org.ar donde está todo lo que hay que saber para
hacer una organización popular autogestiva en lugares de mucha marginación.
Y después está otra que la hice porque me dio miedo de que se pierda
todo: www.moffatt.com.ar, que tiene mil páginas, donde puse todo, porque
quiero que toda esa experiencia sirva. Hay como 300 fotografías que
se pueden copiar bien grandes. También tengo un programita en Radio
Nacional, me lo dio Mona Moncalvillo. Es todos los martes de 11 a 12
de la noche. Se llama Fogoneando la esperanza y le puse también Universidad
Criolla del Aire.
–¿La escuela tiene filiales en el interior del país?
–Hay en Chacabuco, en La Plata, en Neuquén y Río Negro. Allí son 300
alumnos. Dos días antes de que se produjera el episodio en la escuela
de Carmen de Patagones estuve en Río Negro y en Neuquén para dar un
seminario para ATEN, que es el sindicato de docentes. Había 400 docentes.
Trabajamos la problemática de cómo manejarnos con la violencia en primario
y secundario. El episodio se produjo al día siguiente y después tuve
que trabajar en escuelas.
–¿El problema de la violencia en las escuelas surgió como el más acuciante?
–El tema salió como emergente. Hicimos un taller: la mitad de los 400
hacían de chicos violentos y la otra mitad de docentes. Tenían que expresar
la violencia con el cuerpo, a través de tensión muscular. Y después
entraban los docentes. Eso servía para que los docentes pudieran involucrar
el cuerpo, porque la violencia no tiene significación verbal, la violencia
es un hecho físico, de contracción muscular. Después se hacía el cambio
de roles. Aparecía el docente que quedaba paralizado, el que devolvía
la agresión, el que se descomponía, el que trataba de seducir, de abrazar
amorosamente, el que de pronto lo veía como una película y no podía
hacer nada. Hubo otros que se ponían a llorar. Acercaba la acción y
el símbolo. Que el mundo del símbolo, que de alguna manera es el del
docente, entre en el de la acción violenta es casi imposible, porque
no tienen conexión. Pero de esa forma podían cruzar esas situaciones.
Eso se llama resonancia emocional del docente. Porque el docente ahora
es otro grupo de riesgo.
–La falta de trabajo no solamente es un problema económico, una cuestión
material para el adolescente...
–En nuestra concepción, pensamos que el adolescente que no entra a trabajar
queda fuera del mundo. Cuando deja el juego infantil porque las hormonas
lo arrojan a la realidad, a la búsqueda del otro, se le genitaliza la
libido, y si del otro lado no hay un trabajo que lo haga salir de la
casa, queda en el vacío. Porque a través del trabajo que no consigue,
él conseguiría a la pareja. Si no tiene trabajo todo se le complica.
El chico queda en un espacio de vacío existencial que es insoportable
porque no entra en la realidad. Si les cerramos las puertas porque no
les damos trabajo a los adolescentes, ¿qué van a hacer?. Van a romper
la pared, tienen mucha necesidad. Y ahí aparecen las cosas, feas, el
afano y la prostitución. Hay tantas nenas en la prostitución como chicos
en el afano, pero no aparece en los medios porque no pone en peligro
a la sociedad.
Es bastante difícil analizar una experiencia que se está viviendo, es
difícil tomar distancia y verla en perspectiva pero, de todos modos,
ya después de dos años es posible percibir un cierto proceso, analizar
las reacciones de los diversos sub-grupos, las consignas comunitarias
que fueron apareciendo, las propuestas de cambio y la nueva filosofía
de vida que, poco a poco y entre todos, se fue creando. Tomar todo esto,
junto con opciones ideológicas más generales relacionadas con el proceso
de liberación y armar un modelo teórico de Psiquiatría Popular es el
tema de este capítulo y de las consideraciones finales. Para nosotros,
los integrantes de la Peña, hay tantas experiencias emotivas, tantas
cosas pasaron: momentos de mucha angustia, momentos de gran alegría.
Hay mucho amor puesto en "esa Peña", líos, depresiones, peleas, reconciliaciones,
momentos de intensa e íntima participación afectiva, donde sentimos
algunas veces un nivel de compromiso humano tan intenso que luego, el
"mundo de afuera" nos parecía como constituido por gente solitaria y
desconectada (es decir, de pronto podíamos percibir al "manicomio de
afuera"). El meterse en los fondos de un hospicio y compartir, aunque
sea por un tiempo, las angustias, los delirios y ser solidarios con
ese sector de pueblo trabajador más bajo, reventado, igual que afuera
pero más degradado, fue para todos nosotros (los "compañeros de afuera")
una escuela de vida, una forma de aprender el país de abajo, de combatir
la hiperteorización colonizadora y estéril. Nosotros también nos curamos,
pero de distinta enfermedad. En la Peña nadie le debe nada a nadie,
"no corre" la beneficencia ni el autoritarismo; entre todos construimos
una nueva vida comunitaria. El grupo es completamente heterogéneo, pero
lo que queremos lograr es siempre compartido por todos: es una posibilidad
de vida menos injusta, con más posibilidades para que cada uno realice
lo suyo, e incluso, si alguien puede imaginarse mundos distintos al
resto, lo aceptamos como se acepta la realidad: como una verdad que
no constituye, en sí misma, una amenaza. Para que se tenga una idea
concreta de lo que es la experiencia y de los límites que tiene, vamos
a introducirnos al tema con una descripción objetiva del desarrollo
histórico y del lugar, los sub-grupos, las distintas actividades y también
cómo se desarrolla normalmente la reunión comunitaria de los sábados,
que es la más importante y ia que reúne una vez por semana a todos los
compañeros "de adentro" y "de afuera". Luego pasaremos a "despiezar"
la Peña en partes para su análisis y terminaremos con una tentativa
de integración que organice, según un modelo comunitario, a todo ese
conjunto de he- chos, de sucesos extraídos de una praxis.
COMUNIDAD
POPULAR PEÑA CARLOS GARDEL
Introducción:
Esta comunidad Popular funciona en el fondo del Hospital Nacional Borda,
hospicio dependiente del Instituto Nacional de Salud Mental. El Hospital
Borda, conocido anteriormente como "Hospicio de las Mercedes", luego
llamado "Neuropsiquiátrico de Hombres", queda a pocas cuadras de Plaza
Constitución (el pueblo siempre lo llamó "el Vieytes"). Es el Hospital
Mental de Buenos Aires (con 2.500 camas) y, con el Hospicio de Mujeres,
el "Braulio Moyano", son las instituciones que actúan como "depósito
psicológico de la locura" para los porteños. Y este es, precisamente,
el lugar que elegimos para realizar esta experiencia de replanteo del
concepto de locura y combatir desde esa área de demostración toda forma
de represión mental, pues consideramos que en los hospicios se lleva
a los últimos Iímites el proceso de represión mental (especialmente
para las clases populares) que comienza en las escuelas, sigue en las
fábricas y luego puede pasar por asilos, reformatorios, cárceles, etc.
Con todo, el Hospital Borda no es el peor de los hospicios argentinos.
Por el contrario, tal vez sea el que tiene más posibilidades de evolucionar.
La Comunidad empezó a funcionar el 11 de diciembre de 1971. Para su
constitución unieron sus esfuerzos dos grupos, uno de adentro (los compañeros
del Club "El Fogón", que organizó Osvaldo García) y otro de afuera,
que se formó luego de un seminario (con audiovisuales) dado por el autor,
sobre "Psiquiatría Social" en la Escuela de Psicología Social de Pichon
Riviere. Durante el verano de 1972 se trabajó fuerte y se consiguió
"poner en órbita" la comunidad con la ayuda también de familiares. Cuando
el hospital se enteró que funcionaba una comunidad en el fondo, era
ya un hecho consumado. Hubo posteriormente, y por medio de una carta
de Pichon Riviere, dirigida a las autoridades del hospital, un reconocimiento
"de facto". Desde entonces y a través de dos años ininterrumpidos, estuvimos
"dentro del hospital pero fuera de la institución". La Comunidad se
organiza alrededor de un gran árbol y cada sábado debemos entrar, colgar
las decoraciones, carteles, etc. y Iuego, al terminar, descolgarlas
y sacarlas del hospital, para volver a traer todo el sábado siguiente.
La reunión principal se realiza, precisamente, todos los sábados desde
aproximadamente las 15 hs. hasta las 20 hs. (cinco horas) y participan
alrededor de 100 personas (incluyendo unos 20 compañeros de afuera);
aunque se produce una rotación existe un núcleo base de compañeros internados
y compañeros de afuera que lleva la continuidad del proceso comunitario.
Además se realizan dos reuniones menores durante la semana (martes y
jueves), donde funcionan grupos de mateadas, grupos de trabajo (cooperativa)
y grupos de aprendizaje (Universidad Obrera). La actividad de la Cooperativa
está suspendida actualmente por falta de un lugar con techo. La estructura
comunitaria está determinada por una integración de modelos comunitarios
populares; es una especie de síntesis de baile campero con guitarra
y canto, con asado, con organización de sociedad de fomento (comisión
directiva), con simultaneidad de actividades de cafetín porteño y algo
de romería con teatro, con fogones de "materos" y costumbres de pulpería
(las peleas). Pero fundamentalmente vive por un sentimiento de hermandad
y de compromiso afectivo ’a muerte" de cada uno con la comunidad, con
la "peña", que ya tiene una existencia mítica independiente de cada
uno de nosotros. Entre los compañeros internados (y también entre los
de afuera) es un símbolo y una esperanza de que el mundo pueda cambiar
y volverse un poco menos injusto, menos individualista y menos "paranoico".
Para nosotros la experiencia tiene otro nivel más también, y es que
no sólo resolvemos el problema para 300 o 400 compañeros internados,
sino que es fundamentalmente, un área de demostración de que es posible
el cambio, que un nuevo planteo desde la cultura popular crea una alternatíva
nueva respecto a la locura. Desenmascara el sometimiento como falso
criterio de salud mental y propone otros criterios de cordura para el
pueblo; la cordura de asumir su identidad cultural y personal. También
somos concientes de los límites en que nos movemos. Aunque la dirección
del camino está trazada hasta lejos, no damos pasos más largos que los
que pueden dar nuestras pier-nas. Es decir, todo comienzo de cambio
sólo modifica un pequeño sector del sistema, pero lo importante es,
sí, señalar el camino. Ese es el sentido de un "área de demostración":
sirve para comprobar en la práctica algunas hipótesis de trabajo y luego
para formular nuevos pasos que conduzcan a nuevas maneras de ver el
problema. Daremos ahora una idea general de nuestro esquema referencial
(nuestro esquema conceptual y técnico) para después describir con más
detalles las condiciones objetivas de la comunidad (hábitat y proceso
de una reunión) y, finalmente, entrar en el corazón de la experiencia,
que son las técnicas de terapia comunitaria y grupal montadas sobre
el rescate de las formas populares de interacción social y de proyecto
de vida. Donde nuestra labor será una sintesis entre las técnicas psicoterapéuticas
urbanas y las modalidades con que el pueblo resuelve sus angustias (es
un poco lo que llamamos la síntesis "Freud-Pancho Sierra"). La propuesta
ideológica puede sintetiazarse en cinco frases que la definen:
– Una movilización (u organización) de bases,
– que a través del rescate de la cultura popular
– intenta una redistribución de la locura.
– operando con un nuevo esquema técnico.
– para luego estructurar un modelo teórico a partir de la práctica concreta.
De las cuales, las tres primeras apuntan a los puntos claves de nuestra
propuesta.
• Organización de bases:
La principal característica que debe tener una psicoterapia del oprimido
es que la debe hacer el oprimido (por lo menos poner la principal energía
para ese cambio). Claro que, por otra parte, sabemos que la iniciación
de un proceso de este tipo requiere una energía inicial que provenga
de otro sistema social, del de "los sanos". Podríamos reiterar la siguiente
figura de comparación: "es imposible, cuando un bote está encajado en
la costa, hacerlo andar remando y también es imposible empujarlo desde
adentro: se necesita una ayuda inicial de alguien que lo empuje desde
afuera hasta que se pueda remar". Ese "empujón desde afuera" es la labor
de concientización del internado para que luego se organice asumiendo
su identidad cultural como grupo, conquiste un mundo mejor dentro del
hospital y luego pueda reintegrarse activamente al "afuera". Por eso
este tipo de terapia social (mejor casi diríamos "de reconquista de
derechos") es sólo posible de organizar si existe, aunque sea en forma
latente, una actitud de cambio, un deseo de progreso, de liberación.
El hospicio impone el autoritarismo desde arriba, la Comunidad Terapéutica
importada impone la "democracia" también desde arriba. En cambio el
planteo de Comunidad Popular exige que lo que sea que se imponga lo
sea desde abajo (en general será la conveniencia de la mayoría). Debido
a que la población de internados se encuentra muy "alienada" por las
manipulaciones del hospicio es necesario, en un principio, un equipo
mixto: personas internadas que deseen un cambio y personas no internadas
que también lo deseen. Nosotros, en nuestra experiencia, nos llamamos
"compañeros de adentro" y "compañeros de afuera" respectivamente. Una
vez realizada la ligazón afectiva entre ambos grupos (consideramos que
la necesidad de un compromiso afectivo es parte de nuestra ideologia)
se comienza el trabajo "hombro a hombro", buscando y experimentando
caminos desde una perspectiva que incluye la visión del mundo (los mitos,
valores, costumbres, etc.) de la mayoría. Todo esto implica movilizar
el sentimiento de reivindicación ancestral de nuestra clase obrera,
es utilizar este sentimiento como motor, como energía para el cambio,
es reconectar al compañero trabajador internado con todo su pasado histórico,
con las luchas de su clase y con el proceso de liberación que ha emprendido
nuestro pueblo.
• Rescate de Ia Cultura Negada:
Toda una tarea recién comenzada y asumida por quienes desean nuestra
independencia cultural es la que puede denominarse "el rescate de la
cultura negada". Como primer paso, enfrentar la dominación y lucha contra
alguien (el imperialismo yanki y también el imperialismo porteño) es
necesario saber quién es el que lucha: es decir que la primera tarea
es reconquistar nuestra identidad cultural negada a través del proceso
de colonización. Para esto es necesario todo un trabajo que podemos
llamar "de arqueologia cultural", que vaya armando el rompecabezas con
las piezas sueltas obtenidas a través de la historia y de la geograf
ía de nuestra patria. El esquema "Civilización-Barbarie" es, posiblemente,
la estructura cultural y económica más fundamental de nuestro desarrollo
histórico. La oposición "Buenos Aires-Interior" comenzó el día de la
fundación de la ciudad y luego Buenos Aires siguió dependiendo más de
la lejana Europa que del cercano interior, que fue negado y rechazado
en nombre de la "civilización" (por turno lo fueron España, luego Inglaterra
y Francia y, ahora Estados Unidos). La macrocefalia de la Argentina
es una de las patologías de desarrollo más perjudiciales, pues aisla
entre sí a Buenos Aires y el interior por la estructura de colonización
interna.
Debemos aclarar por qué la identidad cultural de los grupos marginados
y oprimidos (una línea que va desde el indio hasta el orillero suburbano
pasando por el gaucho) es tan importante en el caso de la salud mental.
Un enfermo mental se encuentra, por momentos, alejado de su propia naturaleza
tanto como de la cultura en la que le tocó nacer, por eso está enfermo.
La restitución de la salud se da cuando se reencuentra con su origen,
es decir con su verdadera naturaleza y con su cultura que fue el escenario
de sus vínculos. Si no se conoce ni respeta la identidad cultural del
grupo marginado, se ayuda a convertir una situación de extrañamiento
de sf y de la cultura a nivel personal, en una confirmación externa,
social, de que el mundo es amenazante y caótico. Traemos, para ejemplificar
esto, el caso de los "progresos" terapéuticos que pueden, paradójicamente,
empeorar al paciente (fenómeno conocido en Psicoanálisis como reacción
terapéutica negativa) porque llevan consigo a un nuevo problema y es
la desarticulación de las formas habituales de regular la comunicación
y los sentimientos de seguridad y protección que tiene cada cultura.
En general, el grupo oprimido se resiste a utilizar la cultura del opresor,
aunque esta revista forma de servicios necesarios, (por ejemplo, salud
física y mental) y prefiere sus propios modelos terapéuticos que incluyen
la cultura global ancestral nativa. Esto aclara la importancia de las
curanderas en las villas miseria, pues al ir al hospital los villeros
deben mendigar la atención, y la actitud del médico es degradatoria
y descalificatoria (tuteo, largas esperas, manipulación como objeto).
Además el médico incluye en la administración de la terapia una transculturación,
es decir, le impone sus valores y normas pequeño-burguesas como si fueran
universales (para lo cual cuenta con la colaboración de sus auxiliares
instrumentales "visitadoras" y "asistentes" sociales). Esto es especialmente
grave en el caso de las psicoterapias, pues no pueden evitarse valoraciones
de una cultura desde otra, lo cual produce un proceso de desajuste cultural
al grupo de pertenencia del paciente, que lo llevan a este a aumentar
sus sentimientos de inadecuación y extrañamiento.
• Redistribución de la locura:
Tal como a la pobreza (o a la riqueza) también a la locura es necesario
redistribuirla. Los chivos emisarios no necesitarian existir si cada
uno de nosotros asumiera su parte de locura, su delirio chico o grande.
También se puede ver el problema a la inversa, es decir, lo que perdemos
al reprimir todo pensamiento no racional con un pensamiento estereotipado,
renunciamos tanto a la locura desintegradora como también a la imaginación
creadora.
Defendiendo una redistribución y elaboración de los contenidos irracionales
también estamos defendiendo nuestro derecho a la creación, a la imaginación
y a conocernos nosotros mismos, hacia adentro, hacia nuestro inconciente.
Además, en el caso de nuestra área de trabajo, este derecho a disentir
respecto a la explicación del mundo impuesta, (a la "explicación oficial")
es una reivindicación específica. Pues bien sabemos que la calificación
de "loco" depende del nivel de tolerancia a lo distinto y, a una mayor
intolerancia mayor será la cantidad de gente puesta en la categoría
de loco. Tampoco podemos ver este problema como lejano y como perteneciendo
a los internados en un manicomio, pues de pronto nos puede "pertenecer"
a todos. Las situaciones de perturbación, de contradicciones en el desarrollo
vital de una persona, especialmente el continuo proceso de pérdida que
contiene el ciclo de la vida (y, especialmente, el enfrentamiento irremediable
con la muerte) crea un gran monto de angustia que, reprimida o no, puede
conducir a un desbordamiento de las funciones de racionalidad del Yo
y de sus mecanismos defensivos. Ahora bien, desde el momento en que
todos estamos metidos en el "mismo baile", de pérdidas, miedos y contradicciones,
es injusto (además de ineficiente) realizar el depósito de todas estas
cosas en determinadas personas y convertirlas, así, en profesionales
de la rareza, es decir, locos. Decimos "mecanismos de defensa ineficiente"
pues depositándolas y asignándolas a otros no las elaboramos, las dejamos
sin resolver. Por eso pensamos que cada cual debe asumir su delirio,
ya sea pequeño o grande. Además pensamos que la imaginación requerida
para concebir el cambio es facilmente confundida con locura, a veces
con buena y a veces con mala fe.
• Nuevo esquema técnico
Aunque todavía estamos en la tarea de ir construyendo, poco a poco,
nuestro esquema, ya tenemos ciertas técnicas operativas. Ya hemos hecho
referencia en el capítulo anterior a los elemen- tos de nuestra técnica
que vamos penosamente y poco a poco extrayendo de ese replanteo total
que es esta experiencia, donde casi todo el encuadre terapéutico convencional
ha tenido que ser modificado (especialmente en la relación entre "quien
cura" y "quien es curado" y también "de qué es curado").
Nosotros consideramos que ambos grupos se curan, aunque en general de
distintas enfermedades. Los compañeros de adentro se curan del hospital
degradatorio y también de su perturbación psicológica y los compañeros
de afuera curan de su colonización ideológica, es decir se hacen más
argentinos, más integrados a su país, a su pueblo (y también, en segundo
término, de sus perturbaciones psicológicas). El trueque es más o menos;
"yo te curo de la degradación manicomial y vos me curás de mi cipayismo
ideológico", (salud mental por argentinidad).
Siempre se debe mantener la simetría en el tipo de relación entre los
dos grupos (ni autoritarismo, ni beneficencia)."Lo que yo te puedo hacer
vos me lo podés hacer a mí". Para ilustrar esto diremos que, en la relación
entre una compañera psicóloga que viene a la peña y un compañero internado
pueden producirse dos "errores técnicos". La psicóloga puede, mientras
baila, hacer sutilmente una interpretación psicoanalítica, pero el compañero
de adentro también puede hacer un "error técnico" y que es tocarle sutilmente
el culo, (con la posibilidad de lo cual nadie puede degradar al otro
unilateralmente).
En la peña, la locura (en compañeros de "adentro" o de "afuera") se
enfrenta sin la disociación clásica del psiquiatra (yo sano; vos enfermo),
se enfrenta sin guardapolvo (la "sotana blanca"), sin el diagnóstico,
sin chalecos, sin enfermeros, sin la intimidación del electro-shok.
Usando una imagen de Pichon, él dice que se la debe enfrentar al estilo
del torero, sólo con habilidad. Al toro, que es tanto la enfermedad
"del otro" como la propia, hay que enfrentarlo con la capa que permite
la "verónica" (es decir el esquive) hasta que el toro (la locura) está
cansado y se lo pueda matar (operación terapéutica). Esto es lo mismo
que decir que se utiliza la contención psicológica, donde el terapeuta
se hace cargo de la ansiedad del paciente. Establece una relación humana,
de amor, para "sacarlo del pozo" y lo descarga de su peso (de su delirio
angustiante). Toda su habilidad está en no volverse loco a su vez (en
"esquivar al toro") sino en devolverle al paciente el conflicto elaborado
para que él pueda volver a proyectar su destino desde su individualidad.
Por lo anterior, en la Peña surge siempre el relato de quien viene por
primera vez y se angustia al no poder distinguir quién es de afuera
y quién es de adentro, lo que lo lleva a vivir la visita a la Peña como
una "mini-internación", debido a que la remoción y la proyección de
sus propios núcleos psicóticos no encuentra la disociación sano-enfermo
formalizada por ropas, guardapolvos o actitudes de sometedor-sometido
(esta proyección es debida a que la persona siente que penetra en el
"depósito-de-la-locura" de la comunidad). Este replanteo de "quién es
el loco y quién es el sano" lleva a romper los estereotipos de roles
en los grupos familiares. El encuentro internado-familiar en la sala
del hospital (el internado acostado y el pariente al lado) reasegura
ambos roles: uno de enfermo (de loco) y el otro de visitante (sano).
En la Peña ambos roles se deben replantear pues no existe ningún elemento
en el contexto f isico o comunicativo que indique quién está internado
y quién no. Es un territorio neutral entre el hospital y el hogar y
los dos pueden reconectarse con momentos del ayer-sano del grupo familiar
(especialmente porque el contexto es el de una fiesta popular).
Resumiendo lo que hemos ya propuesto en el capítulo anterior como esquema
referencial (lo que Pichon Riviere denomina "el E.C.R.O.", el Esquema
Conceptual Referencial Operativo) diremos que podemos sintetizarlo,
presentarlo didácticamente a través de cinco puntos. Esto significa
encasillar (y rigidizar algo que es flexible e integrado) en partes
separadas, pero para poder trasmitirlo no hay otra solución que la del
coleccionista: clavar la mariposa con alfileres. Enumeraremos entonces,
sólo los títulos de lo que ya hemos desarrollada en el capítulo anterior.
1 – El análisis del sistema (la institución, la familia, el trabajo,
etc.) en todos sus niveles (especialmente para encontrar contradicciones
y complementaciones).
2 – Tener caminos para introducirse en el delirio (la capacidad de contención
psicológica).
3 – Buscar los caminos de regreso, junto con el otro (el tema de la
estrategia paradójica).
4 – Crear las condiciones externas que le devuelven los roles amputados
(la atmósfera social terapéutica).
5 – Condicionamiento por el contexto ambiental, codificación del mensaje
en términos de acción y de situación, como adecuación a las modalidades
de interacción en clase popular,(donde el contexto y la acción son más
importantes que la conceptualización verbal).
• De la práctica a la teoria:
Se trata aquí de invertir la dirección normal de la ciencia colonizada.
En la colonia nunca se fabrica un instrumento científico, este siempre
viene en libros desde Europa o Estados Unidos; se traduce y se usa en
una práctica. A lo sumo se puede elegir entre un gran surtido de metodologías,
pero nunca se pueden fabricar en el país. Además la hiperinformación
teórica es una enfermedad ya crónica en nuestro ambiente intelectual.
Incluso tal vez no sea enfermedad, sino un sintoma, síntoma de que se
está evitando la realidad. Esto está ligado a que la tarea, el esfuerzo
profesional, debe volcarse básicamente al servicio del sector social
opuesto al que en general recibe los "cuidados" del profesional (y del
que, naturalmente, recibe buenos honorarios). Es decir, volcar la mayor
parte del esfuerzo profesional al proletariado en lugar de la burguesía.
Sólo así, a través de esta práctica, se podrá acumular la suficiente
cantidad de información para la elaboración de una teoría psico-terapéutica
para ese "otro" mundo social.
Este cambio de grupo social al cual servir no es fácil de hacer, pues
implica un cambio a nivel económico para el profesional, pues su economia
se proletariza junto con su conciencia politica. Para nosotros, este
es el salto dificil de dar: las radicalizaciones revolucionarias verbales
junto con una labor de consultorio con sólo pacientes de seis u ocho
mil pesos la hora-psicoanalitica, es decir "la mente a la izquierda
y el bolsillo a la derecha" es una contradicción que debe ser superada
si se desea combatir al sistema de psiquiatría tradicional.
En síntesis, esto que queremos decir es que para aceptar como persona
coherente a quien diga haber roto ideológicamente con el Sistema, es
necesario que haya roto también económicamente con el Sistema (que es
lo que más cuesta, pues la radicalización verbal puede llegar también
a ser una moda o un artículo más de consumo). Además, sólo desde y a
partir de una labor concreta "hombro-a-hombro" con los oprimidos es
posible percibir y sentir sus problemas y, más que todo, descubrir su
cultura, mucho más coherente, concreta, biológica y ligada a los ciclos
naturales, que la de la burguesía urbana abstracta, burocrática y con
procesos tecnológicamente divorciados. Pero además sólo desde una síntesis
entre los elementos con- ceptuales de una cultura compleja como la urbana
y la visión del mundo concreta de los sectores populares se puede lograr
la transformación de un mundo injusto, pero muy bien defendido.
LAS PARTES DE LA COMUNIDAD: (Análisis espacio-temporal)
La comunidad es la suma de varias actividades, algunas de ellas son
simultáneas y otras constituyen una seriación en el tiempo. Analizaremos
primero el nivel del habitat, de la configuración espacial del "territorio"
de la Peña. Esto es bastante importante pues recordemos que el área
de la Peña es percibido por los compañeros como un "afuera en el adentro"
es decir, algo asi como un territorio liberado de descalificación, de
humillaciones (y también entre ellos liberado de la desconfianza mutua).
De modo que se configura algo así co mo un espacio mitico "un lugar
donde se puede salir del hospicio sin atravesar el paredón". Este espacio
se desarrolla, como en la mejor tradición campera, alrededor de un gran
árbol en el fondo del hospicio (el "árbol de la Peña"), del cual se
cuelgan las decoraciones, entre ellas el gran retrato de Carlos Gardel
sonriéndonos a todos. EI árbol es llenado de letreros, objetos, que
nos hacen acordar lo! ex-votos de los árboles de las fiestas rituales
norteñas. Es el altar criollo para realizar todos los sábados el "sacrificio
de la unión fraternal" que es la "materia prima" (el "poxipol") de nuestra
comunidad. Algo muy importante es la simultaneidad de actividades diversas
pero complementarias. En la comunidad se discriminan a Io largo de estos
dos años distintas áreas en que se realizan acti vidades. Unos bailan,
otros juegan al truco, otros preparan el asado, (en la peña se hicieron
en dos años 11.300 sandwiches de chorizos donados tenazmente por Ricardo
Neves del frigorífica "La Pompeya"), otros hacen una rueda de mate y
conversan er grupo, otros a lo largo de "la parecita" conversan de a
dos o tres (en general son grupos familiares). Algunos simplemente mira
lo que hacen los demás, y por último, están los que recorren toda el
área "peñera" buscando su ubicación, según su estado de ánimo, el tipo
de actividad que quieren hacer. Esto de poder elegir entre todo este
variado conjunto de tareas, permite, en la comunidad, integrarse de
acuerdo al estado de ánimo. En general, lo largo de la tarde cada uno
va pasando por todas las actividades. Todos los elementos de la Peña
están dentro de la técnica del subdesarrollo, tal como en las áreas
rurales pobres; todo está un poco roto, el heroico tocadiscos sigue
emitiendo rancheras y cumbias a pesar de que los discos sólo se reconocen
debajo de la tierra que los cubre porque todavía son redondos. Un elástico
de cama es una gran parrilla y algunos deben sentarse en cajones. Todo
se debe hacer con el ingenio del pueblo, sólo "con cuatro palos y dos
piolines". Es una comunidad hecha "a ponchazos", pero recordemos que
"los ponchos" son muchos (y están con nosotros). En cuanto al análisis
en el tiempo describiremos el desarrollo de una reunión de comunidad.
Se r ealiza todos los sábados de 15 a 20 hs. (cinco horas). No constituye
exactamente una actividad de fin de semana, sino más bien, una concentración
de ac- tividades (algunas no son de recreación: mateada, cooperativa
y/o universidad obrera). Esto es debido a que la semana, casi podríamos
decir que no existe para los compañeros internados, pues no hay nada
que hacer y el ocio lleva un tiempo muerto.
En cada sábado podemos distinguir estas etapas:
• La apertura: donde la tarea es lograr "el calentamiento", como en
las tareas psicodramáticas.
• El "diagnóstico" de la Peña: discriminar cómo "viene la mano" (hay
Peñas depresivas, violentas, alegres, creadoras, desestructuradas, etc.).
• El momento de "integración límite": Llamamos "integración límite"
al momento en que debido a la alegría o la violencia todos participan
intensamente en ese instante con todos. En general es cuando "la fiesta"
llega a un clima de alegría y movimiento donde todos bailan juntos.
(Como este momento muchas veces coincide con la tarantela lo llamamos
"la escalada a la tarantela"). También la dramatización colectiva puede
organizar un pico de participación durante una pelea (es cuando el ambiente
"está cargado", es la "hora de los epilépticos"). EI compañero Bariloche
(Roberto Alanis) creador de la "Marcha de la Peña", es, en el momento
de la integración, una pieza clave. Aprendió a manejar los emergentes
grupales y, desde su papel de cantor-animador, coordina los momentos
expresivos del grupo para lo cual, a veces, cambia las letras de sus
canciones, improvisa y hace aparecer a algún suceso real o inconciente
co-mo el verdadero protagonista de la ronda. Su canción: "Carnaval,
carnaval, un poco de locura a nadie le hace mal", constituyó el último
de esos picos de integración.
• La Asamblea Comunitaria: es el momento de la "ronda", todos en círculo
alrededor del gran corazón azul y blanco pintado en el suelo. En esta
etapa de la reunión comunitaria se escuchan cantores y recitadores:
(es el momento de la Peña Folklórica). Bariloche y también Antonio López
son los principales coordinadores de esta actividad, se canta en grupos
y algunos días se representa teatro. Luego viene la asamblea donde se
tratan los problemas de la comunidad; es también el momento de elaboración
de lo que ocurrió durante el día, hablan familiares y se organizan nuevas
tareas.
• El cierre: Este es un momento difícil pues es la separación, ellos
vuelven al manicomio y nosotros nos vamos. Sólo la continuidad "a muerte"
a través de dos años donde no se faltó ni a una sola Peña, permite tener
la seguridad de volver a reunirnos, y por lo tanto, de hacer posible
el separarnos. Como "ritual de pasaje" (de cierre) se canta entre todos,
en círculo, de pie y abrazados, "mi Buenos Aires querido", que lo inicia
Carlitos Gardel desde el disco. Es este un momento de emoción tan honda,
se produce un sentimiento tan concreto de sentir al otro cerca, que
se convierte en un momento casi religioso por la intensidad de la participación.
En ése círculo se junta tanta vida, tanta desesperanza, tanta soledad
unida a tanto afecto y algo de esperanza que pienso yo que es el momento
más terapéutico de la comunidad,. especialmente al final cuando se canta:..."mi
Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más pena ni
olvidos"... Luego de salir se realiza la reunión de evaluación que nos
permite considerar lo que pasó y organizar la Peña siguiente. A esa
reunión pueden ir todos los que estuvieron en la Peña, y participan
también muchos compañeros de adentro que forman parte del grupo de organización.
Esta reunión dura alrededor de cuatro horas y se maneja con las consignas
del grupo operativo de Pichon Riviere, con un promedio 20 a 30 personas.
Algunas son personas que vinieron por primera vez (estudiantes, familiares,
etc.) que ayudan en la elaboración de todo lo sucedido en el día.
"Hola, estoy terminando
de desayunar", dice Alfredo Moffatt a modo de recibimiento mientras
unta con mermelada un librito de grasa y luego bebe un sorbo de su mate
cocido endulzado con azúcar negra. La mesa, que está llena de libros
y biromes, lo delata: las migas de pan están distribuidas en toda su
extensión. Sin embargo, Moffatt, que se define como una persona muy
prolija y organizada "por herencia de mi padre inglés", antes de dar
comienzo a la entrevista, junta todos los utensilios y sobras del desayuno
en una canasta de plástico y se dirige por un pasillo largo hacia la
cocina. "Ahora podemos empezar", dice con voz firme a su regresos.
- Vos trabajás de psicólogo social. ¿Ese es tu título?
-No. Yo soy arquitecto, pero ese diploma es trucho.
- ¿Lo compraste?
- (Contesta entre risas.) No. Lo que pasa es que aunque esté firmado
por el Rector de la facultad, si llego a hacer una casa se cae.
- ¿Por qué?
- Nunca le di bola a la carrera. Es más, nunca me gustó.
- ¿Y por qué la cursaste?
- Para cumplir con el sueño de mi papá. Yo quería seguir psiquiatría
o medicina, pero era muy obediente y papá muy decidido en sus opiniones.
Especialmente en lo que se refería a mi persona (Ríe fuerte durante
algunos segundos).
- ¿Tuviste miedo de contradecirlo?
- Lo que pasaba era que papá, aunque era muy estricto, era muy afectuoso.
Una especie de autoritarismo protector. Igual que Fidel (Castro), él
protege a los cubanos pero es el único que piensa. Entonces crea gente
protegida pero medio oligofrénica.
- ¿Entonces vos sos oligofrénico?
- Yo me salvé por mi mamá. Ella era una persona muy trabajada psicológicamente.
Al tiempo que habla de su madre, señala una fotografía que se encuentra
colgada en una pared. Y comenta que ese retrato de una mujer joven y
bonita es su mamá y que al lado de su foto, en un cofre de madera, "la
tengo en forma real, ahí están sus huesos".
- ¿En serio son los huesos de tu mamá?
- (Ríe muy fuerte.) Sí.
- ¿No te da impresión?
- Para nada. Ella me cuida. Estoy seguro de que si llega a venir un
ladrón el cofre se le cae encima. Si ella murió, ¿por qué vamos a separarnos?
- ¿Te gusta tenerla cerca?
- Claro que sí. Aparte mi mamá fue la persona que más me escuchó. El
día de su velatorio se me ocurrió hacer algo muy surrealista. Porqué
yo pensaba: "Que se vaya todo a los gusanos, pero... ¿por qué no agarro
una navajita bien afilada, le corto la oreja, la paso por resina y la
cuelgo en la pared?"
- ¿Para que te siga escuchando?
- Sí. Y para tener una parte de ella. Entonces cuando alguien me dijera:
"que linda esa oreja"; yo conteste: "¿Viste?. Es la oreja de mi mamá".
Antes de seguir con la entrevista, el sonido de un teléfono retumba
en el cuarto que forma parte de la casa de Moffatt. Sin embargo, el
aparato no está a la vista. En el tercer `ring', este psicólogo sin
título, saca de una media de toalla, que lleva colgada al cuello, un
teléfono celular.
De Terapeutas, locuras, esperanzas y otras yerbas
- Con respecto al tema de la locura. ¿Crees que existe la curación absoluta?
- Creo que la palabra "absoluta" puede cambiar mucho a una persona.
Y si ésta cambia mucho se cura, pero termina siendo otra persona.
- ¿Cómo definirías a los terapeutas?
- Son vendedores de buzones. Les venden otra vez a los pacientes el
buzón de la vida. Son estafadores.
- ¿Por qué?
- Porque venden algo que no existe: la esperanza.
- ¿Pero no es bueno tener esperanza?
- Claro que si. Pero ahí te das cuenta de que la vida es una ilusión.
- ¿Sería como mostrarle una zanahoria a un conejo pero siempre dos metros
más adelante para que no la alcance?
- (Asiente con la cabeza.) Sí. Les hacen construir otra zanahoria para
que el conejo camine.
- ¿Para vos todas las personas tienen zanahorias dentro suyo?
- Sí, porque hay experiencias placenteras que se transforman en escenas
deseadas.
- Para mucha gente esa zanahoria vendría a ser Dios. ¿Qué opinas al
respecto?
- Esos son mecanismos protectores. En general no es que a la gente le
guste amar a Dios, sino que le teme.
- ¿Cuál es tu zanahoria?
- (Ríe y piensa con detenimiento las palabras que va a usar) Y... mi
zanahoria es publicar mi libro (El tratado del mundo). También me gustaría
formar una linda pareja, ahora estoy de novio.
- ¿Tenés algún deseo o alguna ambición más?
- Me gustaría ser director del (Hospital Municipal José T.) Borda.
- ¿Hay posibilidades de que lo seas?
- Por ahora no. Pero si hay un cambio y si las cosas se quieren solucionar
y alguien dice: "¿Quién sabe de locos?" y empiezan a mirar, obviamente
estoy yo, no hay mucha gente que se haya especializado en reparar destinos
totalmente destruidos.
- Creaste diferentes espacios, como ser el Bancadero, en los que se
acompaña a personas marginadas. Al, finalizar los proyectos que encaras.
¿Seguís trabajando en él lugar o delegas mandos?
- Generalmente paso el mando de abuelo a padre. El abuelo, que vendría
a ser yo, sigue cuidando o mejor dicho supervisa. A veces vuelvo. Pero
ahora estoy más dedicado a otro nivel de formación.
- ¿En qué consiste el mismo?
- Es trabajar con los que trabajan con gente. Les vas transmitiendo
tu experiencia, así multiplicas.
- ¿Siempre proyectas nuevas cosas?
- Sí, soy muy inquieto. Mi mamá siempre me dijo que tenía que ser como
Edison (Tomas), entonces cuando vi que la lamparita ya estaba inventada
dije: "tendré que inventar otra cosa".
- Bueno, por suerte vos no fuiste el inventor de la locura...
- No, yo inventé máquinas para arreglar la locura y a través de eso
me encargo de reparar vidas rotas. Por ejemplo en el hospicio hay muchas
vidas rotas que están desarmadas totalmente.
- ¿Cómo haces para ayudar a esas personas?
- Intento reconstruirles la historia para que rescaten un sentimiento
de identidad.
- ¿Tuviste buenos resultados?
- Reparando vidas sí, a veces fracaso, a veces no.
- ¿Qué tipo de terapia utilizas para trabajar?
- La que inventé yo.
- ¿En que consiste?
- Tiene que ver reconstruir la historia. La enfermedad es cuando se
te pierden pedazos de tu historia y la misma no tiene argumentos. Tenés
escenas que no tienen sentido porque no están contextuadas. Entonces
cuando logran recuperar la estructuración de la temporalidad sucede
el proyecto.
- ¿Qué nombre le pusiste al tipo de terapia que inventaste?
- Terapia en crisis.
- ¿Por qué?
- Porque no está basada en la cronicidad sino en situaciones de "sin
sentido". Separa la historia y desaparece, cosa que es muy difícil de
hacer porque es algo muy abstracto. Es difícil encontrar los espacios
fuera del tiempo. Estudiar el tiempo es algo complicado. Tenés que salirte
del tiempo para estudiarlo, entonces hay dos opciones para poder hacerlo:
estar loco o estar muerto.
- ¿Qué opinas de las terapias en general?
- Todas las terapias tienen sus riesgos. El psicoanálisis puede decaer
en religión. La gestalt en franela, en la representación de..., en la
histeria. El conductismo en la represión.
- ¿Y en qué puede derivar la terapia que vos implementaste?
- (Piensa). Y... en una metafísica en donde se mezcla lo real y lo imaginario.
Universidad de las Madres en Buenos Aires, Argentina, 2001
La Argentina se fundó mal. El Virreinato del Río de la Plata se creó
para llevarse el oro de América a España; nuestro primer presidente,
Bernardino Rivadavia, siguió con la costumbre creando la primera deuda
externa con el empréstito de la Baring Brothers y quedamos pagando deudas
externas hasta hoy. Sólo vamos cambiando de dueño, ahora es el Fondo
Monetario. Existe una situación fundante equivocada, creemos que somos
europeos pero estamos en el continente Latinoamericano. La escena inicial
del fuerte Sancti Spiritu, Pedro de Mendoza y la empalizada que lo aislaba
del entorno sigue presente y hoy se llama Avenida General Paz. En aquella
época, adentro estaban los blancos europeos y afuera los indios "en
bolas y a los gritos". Hoy quedan afuera los habitantes pobres del conurbano
bonaerense que están vestidos pero juntando bronca, y con ganas de traspasar
la empalizada ancestral que divide la Capital del interior (y pienso
que van a entrar).
El nefasto, prejuicioso esquema sarmientino de civilización y barbarie
supone como civilización la europea y como barbarie la cultura criolla,
esto lleva directamente a la dependencia psicológica y cultural de los
valores europeos, también prepara el sometimiento económico a los imperialismos
de turno (español, inglés y ahora norteamericano). Es increíble que
el ideólogo de la educación de nuestra Patria haya dicho: "No ahorren
sangre de gaucho que sólo sirve para regar la tierra". Pienso que se
lo eligió justamente para que la cultura europea civilice a estos bárbaros
o sea a los criollos, que nos hubieran podido dar el núcleo de identidad
desde donde resistir la colonización. Históricamente el conquistador
español llegó junto con el sacerdote, esto no es casualidad ya que para
dominar a un pueblo debe someterse no sólo su cuerpo sino también su
mente. Los soldados doblegaban al indio, con la espada su cuerpo, y
con la cruz su mente. Los sacerdotes le traían un Cristo crucificado
que inducía a la cultura de la culpa y el pecado, en lugar de la cultura
indígena con deidades como la Pachamama, de la fecundidad de la tierra.
La virgen María es opuesta a la Pachamama. La primera representa la
virginidad, el cerrarse sobre sí misma, la no sexualidad. La otra, la
fecundidad, la multiplicación de los frutos de la tierra y lo grupal.
La cálida Latinoamérica en oposición a la fría Europa induce a la cultura
tropical de la vida, en la geografía selvática el erotismo es parte
de la Naturaleza, su música y su arte tienen picardía, sensualidad,
con ceremonias festivas, con rituales de pasaje para el proceso de la
vida. Todas las culturas indígenas son comunitarias, una tribu es una
unidad de producción, el kibbutz judío es copiado de los llamados pueblos
primitivos. En el Altiplano la población tiene una gran pertenencia
a la cultura incaica que les dio esa estructura vincular de ceremonias,
de fiestas como los carnavales, la de los compadres, la de la cosecha,
etcétera. Las culturas de los Andes tienen fuertes estructuras familiares
y comunitarias, más de la mitad de la economía boliviana pasa por la
autogestión, por las empresas familiares, nunca puede ser globalizada
porque está afuera del sistema de los gobiernos entregadores, es autogestión
alternativa, es decir que se paran sobre sus propios pies, no dependen
de lejanos imperialismos.
En
realidad, debemos aprender más de los bolivianos y de los brasileños,
no copiar modelos de los imperialismos que nos someten. Tal vez la explicación
de esta adherencia a Europa es porque no tuvimos un basamento etnográfico
autóctono porque nuestros indígenas tenían una cultura nómada y no muy
compleja ya que la llanura pampeana no exige grandes esfuerzos para
la supervivencia. Nos han podido someter debido a que jamás pudimos
integrarnos a Latinoamérica, nunca llegamos a ser inmigrantes, nuestros
abuelos terminaron como desterrados, exiliados nostálgicos. También
debemos aceptar que ellos venían atraídos por la frase de Alberdi: "El
país necesita brazos para la tierra", y cuando llegaron las grandes
oleadas de inmigrantes encontraron toda la tierra alambrada, ya tenía
dueño y terminaron hacinados en los conventillos. Venían a "hacerse
la América" y quedaron pegados en la pobreza. Eso explica la naturaleza
de nuestra expresión, el tango, el tema de la pérdida y la añoranza.
También nuestro folclor terapéutico, el psicoanálisis, logró un gran
desarrollo en la Argentina: hay más psicoanalistas en Buenos Aires que
en toda Europa. La psicoterapia tiene la característica de alargarse
como un duelo interminable. Esto ni el propio Freud lo proponía, el
psicoanálisis argentino se contagió del tango. Otra explicación de esta
melancolía argentina se debe al aislamiento geográfico, vivimos en uno
de los territorios más australes del mundo. La Argentina es lo que se
llama en geopolítica una cultura de finis terris, o sea donde termina
el mundo. Además estamos encerrados por una cordillera al oeste y por
selvas al norte. Sólo Australia está en las mismas condiciones que nosotros.
Diría que en realidad somos una isla que se desprendió de Europa, anduvo
a la deriva y terminó encallando cerca de la Antártida.
La solución tampoco sería volver a Europa porque allí seríamos discriminados
como "sudacas". Por otro lado, tampoco tenemos claras consignas de organización
nacional. En la bandera de los brasileños dice: "Ordem e progresso"
y en el escudo chileno dice "Por la Razón o por la Fuerza" (una consigna
un poco autoritaria para nuestro gusto, parecería de Pinochet...). Los
norteamericanos tienen su lema en el dólar: "In God we trust", que quiere
decir "en Dios confiamos"; eso está escrito en su billete, en realidad
ese es su dios, creen en el sagrado dólar... Que a mí me parece una
deidad existencialmente pobrísima. Si viene un extranjero acá cree que
la insignia azul y blanca es una bandera de fútbol. En el único momento
que se la usa es para alentar al equipo argentino en los campeonatos.
Curiosamente no fue utilizada cuando traicionaron y vendieron el país.
Los bolivianos tienen normas comunitarias incaicas que respetan, los
paraguayos muestran una cultura ancestral de raíces guaraníes. En cambio,
la colonización española hizo tabla rasa con las culturas nativas de
la llanura pampeana, convirtió al indígena al cristianismo y comenzó
a exterminarlo, trabajo que nosotros terminamos con el genocida del
general Roca en su Expedición al Desierto (que justamente no estaba
tan desierto...). Parecería que todo el país estuviera definido por
los porteños (que quiere decir "los del puerto"), si existimos es porque
somos un embarcadero para Europa con muchas ramificaciones para tierra
adentro. Incluso en las estaciones de ferrocarriles existe todavía un
cartel que dice: "Trenes para afuera" que son los que van para el interior,
en tanto los que enfilan para Buenos Aires dicen "para adentro". O sea
para llevar las riquezas a Londres, después a Estados Unidos, y ahora
a España, que ha vuelto a extraer el oro de América... (luego de tantos
años volvemos a la misma situación).
Este país es insólito porque ningún otro tiene la tercera parte de la
población en una ciudad costera al lado del mar, es como si estuviéramos
esperando siempre los barcos. Ortega y Gasset dijo de Buenos Aires:
"Es la capital de un imperio que nunca existió". Este mundo globalizado
tecnológico de hoy es bárbaro, inhumano, estúpido, aburrido, injusto...
¿cómo lo hemos permitido? ¿Cómo nos hemos dejado engañar? Si no hacemos
una autocrítica, si no replanteamos la Argentina desde nuestras raíces
criollas no lo vamos a poder arreglar. ¿Cuál es la civilización y cuál
la barbarie? La escena fundante está mal, hay que crear otra desde la
autonomía y no desde la dependencia, de lo contrario no vamos a saber
qué es lo que nos une ni hacia dónde vamos como nación. Podemos decir
que abandonamos nuestra cultura criolla generosa, comunitaria y elegimos
la del imperialismo que nos explota. Dejamos la cultura de la gauchada
y compramos carísima la de la soledad, individualista y competitiva
donde se gana pisándole la cabeza al otro. Cuando alguien se impone,
queda solo, en cambio, en la comunitaria, cuando se gana, ganan todos
y siguen juntos. ("Si vos perdés, yo gano", ésta es la perversidad boluda,
en lengua de la calle.) Yo propongo rescatar esa hermosa cultura y enriquecerla
con los que nos falta para ser latinoamericanos. Santos Vega, Martín
Fierro, Moreira son héroes solitarios, son perdedores. Los brasileños
tienen héroes grupales como los "cangaceiros", Lampiao con su mujer
María Bonita y el pícaro Macunaíma. De modo que si recobramos la cultura
criolla va a ser imprescindible agregarle un poco de erotismo y fantasía
tropical. Pobre Fierro... siempre sobreexigido, héroe épico sin debilidades,
muy macho pero sin novias... siempre peleando con su cuchillo y atravesando
la pampa... (se las tenía que arreglar solito debajo del ombú). Sólo
el sargento Cruz lo acompañó, nada de alegría, un plomazo... Me gusta
más Macunaíma, el héroe brasileño, jodón, sexuado, transgresor, a veces
confundido y desorientado, pero muy humano; este personaje podría ser
perfectamente un héroe de los Redondos, la Bersuit o la Cumbia Villera.
Deberíamos mezclar a Fierro con Macunaíma. Fierro no tiene debilidades,
es un serio, un marginal que da consejos. El libro me parece la base
más importante de nuestra literatura, es la epopeya de nuestro gaucho,
pero le falta erotismo, locura. Es un héroe muy argentino, sobreexigido
pero finalmente tentado por el fracaso.
Es interesante también analizar al gaucho y al cowboy, son opuestos
e incluso inversos en sus roles respecto al sistema. Fierro es un gaucho
matrero, es el delincuente-héroe. En la cultura imperialista el héroe
es el comisario. Los Estados Unidos tiene otra escena fundante que son
los disidentes religiosos del barco Myflower. Ellos fueron expulsados
de Inglaterra y no podían volver. Tenían una consigna: "la conquista
del Oeste", debían llegar hasta el Pacífico. Su héroe nacional es el
cowboy sheriff, que representa el poder y persigue a delincuentes latinos
y mexicanos. En cambio, nuestro héroe es un bandido, es el gaucho matrero
que pierde, perseguido por el traidor sargento Chirino. Absurdamente
en lo musical no hay nada más extranjero e ignorado que José Larralde
y por otro lado los que se promocionan masivamente son los Backstreet
Boys, los Ricky Martin, etc., que aseguran el sistema de globalización.
Estando en una escuela rural en Santiago del Estero pude comprobar el
sometimiento cultural del sistema educativo de nuestro Ministerio de
Educación. Un niño de rasgos indígenas estaba mirando una ilustración
en su libro de lectura, era la imagen de un chico rubio jugando con
una ardilla... y el changuito tenía de mascota un peludo y vi que él
se dio cuenta que no existía... el verdadero alumno era el rubio con
la ardillita.
Una buena noticia respecto a nuestra integración latinoamericana es
que nuestro héroe máximo, San Martín, parece que era hijo de una india,
cuando dijo: "Si no tenemos uniformes para pelear, pelearemos en bolas
como nuestros hermanos los indios", lo de hermano lo decía en serio.
Por otro lado, la televisión sirve como herramienta de adiestramiento
de la cultura globalizada para fabricar pasivos espectadores, así como
también para que los chicos crean que la violencia y el consumo es algo
natural del ser humano. A la directora de un hogar nuestro para chicos
de la calle, le dijo un pibe que recién había ingresado y que estaba
en el robo: "Mirá, Teresa, la televisión nos enseña todo, cuando viene
la tanda sabemos qué tenemos que tener y cuando viene la serie policial
sabemos cómo conseguirlo". No es mi idea proponer una autocrítica masoquista,
no decir "el país es una mierda, yo me voy", ya que sería una mirada
melancólica y castrada que no nos llevaría a nada. Sugiero decir: "Cortémosla
con esto e inventemos el país nuevamente". Concibamos una patria con
justicia social, construyamos una síntesis entre la criolla y la europea,
retomando nuestra historia, teniendo algo que nos singularice, pienso
que éste es el momento, porque una crisis es también la oportunidad
del cambio y el rescate de nuestros orígenes puede ser una manera de
saber de dónde venimos y por lo tanto elegir adónde vamos.
La ferocidad del Proceso militar eliminó físicamente a quienes podían
oponerse a la venta del país. Luego vino un turco pícaro a gobernar,
era un jefe beduino salido del cuento Alí Babá y los cuarenta ladrones,
aunque no daba más que para ser almacenero en La Rioja y tal vez para
robar en la balanza, llegó a presidente. El actual De la Rúa es una
persona pasiva, incapaz de una decisión, creo que la aterosclerosis
viene a ocultar una naturaleza inhábil desde que era joven. No modificó
demasiado su estilo anterior de discursos con frases sensatamente tontas.
Tal vez hubiera sido un buen jefe de archivo de una oficina municipal.
La pregunta es: ¿qué nos pasa a los argentinos que no podemos conseguir
un presidente que defienda al país? En medio de esta tormenta tenemos
capitanes que venden toda la carga y otros que dejan hundir el barco
porque se duermen. El tema es, ¿quiénes somos realmente? ¿Qué nos pasa?
Hay que rescatar a Jauretche, Marechal, a Arlt... a los que hablan de
nosotros. Sólo consagramos a un autor de fina cultura europea, nacido
en Buenos Aires: Borges, que eligió morir elegantemente en Ginebra...
En la Facultad de Psicología no hay una sola materia que hable de marginalidad,
grupos de riesgo, chicos de la calle o sobre las instituciones de la
crueldad. Sólo trabajan con la angustia privada desconociendo la pública.
En la Universidad del Estado no se generaron teorías o técnicas para
resolver los problemas de nuestra realidad, que es muy dolorosa para
la inmensa mayoría. Y curiosamente, la Universidad de Buenos Aires es
sostenida económicamente por el pueblo que ella ignora. La Iglesia tiene
una vieja receta para someter (que evita la violencia física que utiliza
la policía). Lo hace ejerciendo el control interno, subjetivo, a través
de la culpa y el temor a la muerte. Es un método más sutil y de mayor
eficiencia que los golpes policiales. Enseñan que "todos nosotros somos
culpables. Jesús nos mira con sus ojos doloridos y reprochantes desde
su martirio en la Cruz". Pero en los Evangelios aparece Jesús como el
inventor de la ética del amor, no del miedo y de la culpa. El primitivo
símbolo de los cristianos en las comunidades fue el pescado que representaba
el alimento divino. Cuando Roma hizo suyo el cristianismo, cambió este
símbolo por la cruz, utilizada en el Imperio Romano como instrumento
de tortura. Con esa ética siempre estamos en falta, en eterna deuda,
preparándonos psicológicamente para la eterna deuda externa. Cada movimiento
popular terminó con una restauración del poder; es el caso de Urquiza,
Uriburu, la Libertadora y los asesinos del Proceso. Hoy adquiere formas
más disimuladas, como la globalización de Cavallo, que operó gracias
a Menem-títere, creador de las relaciones carnales con el imperialismo,
que llegó al poder engañando al pueblo disfrazado de Facundo Quiroga
con las patillas del caudillo riojano.
Creo que nosotros tuvimos muchos héroes que murieron en el destierro
y muchos traidores nativos que hicieron grandes fortunas, que hoy son
terratenientes empresarios. Volviendo al tema de la marginalidad podemos
decir que un pueblo desesperado, cuando siente que no hay salida, es
muy peligroso para el poder. Si no hay nada que perder, no se lo puede
controlar. Cuando hay desocupación y hambre, los excluidos pierden el
miedo a morir y les da lo mismo si les apuntan con un arma o no. Cuando
cortan una ruta le mandan mil gendarmes, cortan diez rutas y le mandan
veinte mil, pero esto no puede continuar ya que no tienen tantos y entonces
se puede dar vuelta la tortilla. Como resultado de la desesperación
que producen los niveles altos de desocupación, en la escena política
actual irrumpió un fenómeno nuevo con técnicas de la Intifada árabe,
es algo inesperado: el poder-piquetero que surge de la organización
criolla marginal de base. Observamos que el gobierno ya no negocia con
la oposición. Hay una escena muy iluminada que es la de los políticos
de turno, repleta de flashes y cámaras... pero va quedando vacía de
poder porque éste comienza a ocupar la otra escena menos iluminada que
es la del pueblo marginado que empieza a impacientarse. En esta escena
se va a jugar el futuro del país. Tengamos en cuenta que el joven piquetero,
con toda la energía y la bronca de la juventud, es sólo la punta del
iceberg. Esos muchachos de Tartagal y Cutral-Có no tenían nada que perder;
entonces, justamente por eso se juntaron y lucharon. El pobre sufre
hasta que decide no hacerlo más.
En estrategia militar se aconseja que a un ejército que huye jamás se
lo debe acorralar contra un río o una montaña, porque la desesperación
puede dar vuelta la batalla. En el liderazgo de los cortes de rutas,
en algunos casos se reproduce el modelo de las patotas: el jefe es un
tipo con todo el poder, es emocional, se juega por los otros y los demás
por él. Si de esa violencia se obtiene un para qué, como por ejemplo
hacer una tarea comunitaria o luchar para que los viejos y los hermanitos
tengan comida, se asiste a la transformación de ese patotero peligroso
en el héroe de un barrio. La dictadura militar con el terror de Estado
introdujo en la sociedad argentina niveles de violencia y crueldad que
impregnaron las fuerzas de seguridad. Las principales víctimas fueron
los jóvenes. El abuso de la autoridad generó el deterioro de toda autoridad,
completado luego por el indulto que dio la impunidad a todo delito.
Un joven ex delincuente me decía en una de nuestras comunidades terapéuticas:
"Yo maté a uno solo y los militares mataron a 30.000. Ellos están sueltos,
¿por qué yo voy a ir preso?". Se vive en medio de una crisis en la que
no se sabe quién es quién, si se trata de un policía o ladrón, si el
político nos ayuda o nos perjudica. Es una crisis confusional. Hay un
vivir en el presente, en el que no se sabe qué va a pasar, perdimos
nuestra historia y por lo tanto no hay un proyecto de país ni de instituciones,
de familia o de personas. Este no saber cómo continúa la película en
la que estamos metidos, genera mucha angustia. Si la historia mía no
la puedo continuar, no tiene sentido estepresente; si yo no tengo un
proyecto de destino, si no sé adónde voy, desde el punto de vista existencial,
no sé quién soy. En la Argentina nos manejamos con cadáveres sin asesinos.
Tenemos el caso de María Soledad en Catamarca, una chica de pueblo que
como no tenía un asesino, derrumbó a los Saadi. También pasó con el
soldado Carrasco, cuya muerte golpeó al Ejército y terminó con el servicio
militar obligatorio. Y el asesinato de José Luis Cabezas derrumbó a
la cúpula de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y a Alfredo
Yabrán. A estos cadáveres sin asesino habría que sumarIes los desaparecidos
durante el Proceso y esa deuda no está aún saldada. La ley básica para
organizar una sociedad dice: "No matarás"; no puede haber 30 mil cadáveres
sin asesino. Se sabe quiénes son los culpables... pero están impunes.
Otro tema es que en la Argentina no hay más oprimidos, ahora son "carenciados",
que parece que nacieron de un repollo, esto es porque si hay oprimidos
hay que aceptar que hay opresores. Hay una perversión semántica que
impide señalar la realidad. Ahora los pobres en Acción Social del gobierno
se llaman los NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas). Ya nuestro pueblo
es una sigla... Recuerdo que un economista americano dijo: "Con la globalización,
la guerra contra la pobreza ha terminado... la perdieron los pobres".
No podemos definir muy bien lo que sucede en este momento porque el
código de lectura de una mutación histórica es fabricado después de
ocurrido el hecho. Los que tomaron la Bastilla creían que era sólo una
rebelión, no sabían que estaban inaugurando la Revolución Francesa.
Cuando fueron con los paraguas (que en realidad no existían todavía)
frente al Cabildo no sabían que era el nacimiento de la Patria. Perón
le manda una carta a Evita el 17 de Octubre y le dice: "Mirá, Negrita,
ya no tenemos ningún otro recurso, nos tenemos que ir a la Patagonia,
tengo una casita...", y no sabía que eso iniciaba la inclusión de los
sectores más marginados en el escena política argentina. Esta crisis
actual tiene carácter mutante y los paradigmas de lectura se modificarán.
Sólo la historia interpretará este presente. Yo soy un pesimista esperanzado,
miro esta realidad y digo: "Yo quiero seguir peleando".
Soy hijo de una madre alemana de Comodoro Rivadavia, venida de la guerra,
entonces tengo algo de ese espíritu colonizador de la Patagonia. En
la historia cuando las sociedades se enferman, se agravan y luego se
sanan. Llegamos al fondo de la pileta, vamos a dar una patada y volveremos
a la superficie, pero es difícil saber dónde está el fondo de la pileta
porque las aguas están turbias... un poco sucias de corrupción y otras
injusticias. Nuestra clase media tiene un modelo social individualista,
pero el pueblo sigue siendo solidario porque está en una situación que
si no lo hace, no sobrevive. Las madres populares tienen una gran energía...
son de la raza de las Madres de Plaza de Mayo, son Pachamamas con una
enorme cantidad de hijos, pelean bravamente por la vida de sus hijos
y muchas veces sostienen la economía familiar. El equipo de nuestra
Escuela de Psicología Social es de clase media; cuando íbamos a trabajar
con el pueblo, inicialmente creíamos que éramos gente buena que iba
a hacer trabajo de base, ahora nos damos cuenta de que vamos a cargar
las pilas y a enriquecernos, porque toda esta gente sufriente aunque
no tiene un nivel de información académica muestra una capacidad enorme
de comprensión existencial sobre la muerte, la locura y el amor, que
son los temas básicos del alma. Aprender de ellos hace que uno aumente
su capacidad para enfrentar la incertidumbre y darle sentido a la vida
frente a la muerte. En realidad, este mundo marginal y desprolijo, de
rostros aindiados, tiene la sabiduría de la tierra y esa alegría fundamental
de estar vivos a pesar de todo.
Otra patología de esta nueva sociedad tecnológica globalizada, que se
opone a la sociedad tradicional, es la homogeneidad. Se han perdido
las actividades barriales; el potrero, la barra, el café, eran instituciones
de socialización que se han destruido. Esto lleva a la fragmentación,
disociación, entre los distintos componentes de la sociedad. Hay guarderías
para niños y asilos para ancianos. Es decir que no se resuelven las
dos etapas pasivas de la vida como complementarias en el sentido que
los abuelos cuidan a los niños y permiten que los adultos estén en la
lucha activa. En nuestro interior, el tata viejo cuida al gurí, se complementan
las dos etapas de la vida, no son necesarias las guarderías ni los asilos
porque existe la familia. Algo que me produce mucha indignación es que
aparezca como preocupación ciudadana sólo la violencia juvenil y no
se perciba como problema en los medios la prostitución de niñas, seguidamente
porque no constituyen un peligro público, pero sí es un gran riesgo
para ellas por el sentimiento de degradación psicológica de su propio
cuerpo y también por el sida. No ejercen la violencia, por eso la sociedad
no las percibe como problema, pero ellas sí son violentadas. Quiere
decir que si se hacen daño a ellas mismas, no importa, basta que no
maten a ninguna persona de "bien"... siendo que éstos son muchas veces
sus clientes. No hay duda que a los tumbos y desprolijamente, los jóvenes
están buscando crear ese nuevo mundo en el que van a vivir en este siglo
que empezó. En forma desprolija y transgresora están inventando un mundo
mejor, más creativo, más honesto, más justo. Hay expresiones de ellos
como "ya fuiste", que indican la intención de un nuevo mundo a crear.
Tienen incorporados fuertes valores de "bancaje" entre ellos, de amor,
de solidaridad, además dicen: "te canto la justa", "no me vendás verdurita",
"es sanata"; salen de la hipocresía, son más sinceros, "te la digo de
una", y también más tolerantes: "si te cabe, hacé la tuya...". Seamos
honestos aunque nos causen espanto y reprobación algunas de sus conductas,
aceptemos que no son más que las que aprendieron de este mundo adulto
que termina su ciclo; hagámonos cargo de que lo que les entregamos a
los jóvenes contiene bastante estupidez, crueldad, individualismo, corrupción
y muy poco amor... Por algo nos llaman "caretas", llevamos máscaras
para ocultar nuestros sentimientos, decimos una cosa y sentimos otra,
eso se llama hipocresía, trastorno que no sufren ellos.
Las sociedades son como organismos vivos que cuando se enferman reorganizan
sus defensas y se adaptan a las nuevas condiciones. La historia es pendular,
toda crisis es oportunidad de crecimiento. Los adultos debemos aceptar
que los jóvenes van a ser siempre los dueños de inventar la casa del
futuro en la que vivirán, simplemente por la sustitución generacional,
nosotros nos vamos a morir y de ellos es el mundo del mañana. Un grupo
de adolescentes de un instituto carcelario me decían: "Acá hay que dejarse
de joder con el Ministerio de Economía, hay que batir la justa y crear
el Ministerio de la Pobreza y la Secretaría de la Angustia y la Desesperación".
(Me ofrezco con mi equipo para ocupar ese cargo.) Los jóvenes están
inventando una nueva cultura de la rebeldía, la denuncia y la redefinición
de las emociones, que empieza a ser expresada en las letras de sus canciones.
Grupos como la Bersuit, los Redondos o la Cumbia Villera son la muestra
de ello. Eso nos tiene que dar esperanzas, porque hay denuncias muy
claras, los chicos no comen vidrio y van a dar pelea. Las bandas tienen
más convocatoria que cualquier político. ¿Quién llena la cancha de River
como sus conjuntos favoritos? Están inventando como lucha política el
corte de rutas de los piqueteros, el escrache de los H.I.J.O.S. Aparecen
las denuncias y la protesta en las letras del rock marginal cada vez
más combativas. Después están los "Hijos del Culo" de la Bersuit donde
en forma brutal y muy explícita se habla de la corrupción, el manejo
de la droga, la venta del país, etcétera. Después de todo este diagnóstico
de la paciente imaginaria República Argentina, que me la imagino con
el manto roto, magullada, sin el gorro frigio, pienso que esta verdadera
y pobre Patria nuestra va a resurgir como una fiera Pachamama defendiendo
a sus hijos de este genocidio económico.
No lo olvidemos, más de cincuenta chicos mueren diariamente por desnutrición...
Este es un sistema para la muerte, para enfrentarlo propongo apostar
a un proyecto para la vida. Ya podemos ver una cantidad de islotes solidarios
que van reconstruyendo la trama vincular de nuestro pueblo, que tienen
como característica la autogestión y lo alternativo. Son organizaciones
de base que no dependen de un sistema estatal. Históricamente, la pueblada
del 25 de Mayo de 1810, también el 17 de Octubre de 1945 y el Cordobazo
que tumbó a Onganía fueron movimientos espontáneos, autogestivos. Todas
las revoluciones que modificaron la historia fueron explosiones populares,
como la Revolución Francesa y la Rusa, la primera fue la toma de la
cárcel de la Bastilla, la segunda del Palacio de Invierno (¿Nosotros
qué tomaremos?...). Hasta el cristianismo primitivo fue autogestivo
y la mita indígena fue también una forma de trabajo comunitario. Lo
alternativo es muy importante porque permite el trabajo fuera del sistema,
busca una solución nueva, insólita o inesperada que aparece después
de replantear todo el problema y tiene la utilización de estrategias
marginales de cambio. Las técnicas tendrán que ser necesariamente alternativas
porque los medios convencionales los tiene el poder; son modos de resolver
un problema cuando el sistema formalizado no lo hace. Un ejemplo de
esto son el Club del Trueque, las ollas populares, los piqueteros, los
numerosos comedores barriales donde las madres se juntan.
Nosotros hemos creado instituciones de Salud Mental como El Bancadero
que se hizo sin dinero y sin pedirle permiso al sistema; ya atendió
solidariamente a 30 mil pacientes. La radio La Colifata es otro ejemplo,
coordinada por Alfredo Olivera y organizada por los internos del Hospital
Borda, que rompió las paredes del manicomio. Seguir creyendo en la revolución,
en un cambio del sistema de producción, es necesario; inclusive más
que antes. Esa revolución sería lograr una mayor justicia social con
creatividad, depende de la enfermedad social que es la injusticia. Mientras
haya injusticia va a haber jóvenes que van a inventar de nuevo la revolución,
con nuevos caminos que imaginarán. De todas maneras la solución de fondo,
como siempre pasó en la historia, depende de un movimiento de masas
inesperado e imparable que rescate un proyecto de país, de Patria. Esta
búsqueda de una identidad argentina no es fácil porque implica un cambio
de paradigmas. A pesar de la tormenta y los negros nubarrones, va a
salir el sol otra vez, como siempre ha ocurrido en la historia. Las
sociedades hacen crisis cada tanto, otras terminan su ciclo y creo que
a esta sociedad capitalista, de rapiña y tan empobrecida humanamente,
se le está terminando su hora. Los argentinos estamos fragmentados,
separados, nos peleamos entre hermanos. Inventemos una Patria desde
nuestras raíces, que nos una... o esta crisis nos destroza.
Este tema es muy delicado, porque en nuestra cultura occidental es temido
y negado. La muerte es considerada sólo un accidente inesperado que
es necesario ocultar. Pero sin embargo es la que condiciona toda la
vida, la creatividad, el arte, todo lo que hace soportable la circunstancia
ineludible de la finitud.
Otro tema ligado a la muerte es el duelo quien se queda, porque cuando
alguien muere estamos obligados a elaborarlo. Recordar todas las circunstancias
vividas con aquel que ya no está y reconstruir la historia del ausente.
En adelante, a esa persona la guardaremos en nuestra mente y a ésto
se llama introyectar al muerto.
El pasado y el futuro son los dos espacios de lo imaginario. El pasado
siempre es añoranza porque se nos va lo que conocemos, como por ejemplo,
nuestro cuerpo chiquito de la infancia o nuestros padres. Siempre estamos
perdiendo algo y tenemos que acostumbrarnos a ello y a despedirnos,
o sea, a elaborar duelos. No sólo de las personas, sino de las cosas:
el trabajo de duelo es una función básica. Un depresivo se puede definir
como la persona que no aprendió a despedirse, a decir “Chau, mi cuerpo
infantil” o “Chau, mamá” También hay despedidas extremadamente dolorosas,
como ese chau que viene a contramano: “Chau, hijo mío”.
Tenemos que aprender esta ceremonia de la despedida, que es el duelo.
He viajado mucho y a lugares extraños, he estado con indios en el Amazonas,
en Estados Unidos, en lugares muy marginales como el Bronx y más tarde
en la India. En estos lugares percibí las distintas formas de resolver
los duelos.
El duelo principal es el de un vínculo y tal vez, el más doloroso, sea
el de la pareja, que es muy difícil porque quedamos reducidos a la mitad,
ya que nosotros existimos dentro del vínculo como una mitad. El vínculo
es lo que da sentido a las cosas, por ejemplo, la casa donde vivíamos
con la otra persona, el barrio, la confitería donde íbamos, todo pierde
sentido sin esa persona. En los primeros momentos, el duelo se convierte
en motivo de consulta al pedir ayuda psicológica, la muerte también
es un momento agudo para el que queda vivo.
Conceptualmente, hay dos tipos de muerte: la inesperada y la anunciada.
La muerte anunciada como es el caso de una enfermedad terminal, ayuda
a la elaboración del duelo, la muerte inesperada, como un ataque cardíaco,
por ejemplo, deja pendientes muchos diálogos y explicaciones que no
se pudieron resolver y cuantos más sean éstos, más difícil será el duelo.
En este caso, una forma de ayudar en terapia, al que hace el duelo,
es evocar imaginariamente a la otra persona, generar las condiciones
para que pueda dialogar con ese otro que tiene adentro, el que está
introyectado en él. Así, podemos hablar con un padre muerto, un esposo
o una esposa, porque los llevamos adentro.
Hay instrumentos para ayudar a hacer eso, como el “ensueño dirigido”,
donde el paciente está relajado, con los ojos cerrados, en un lugar
muy silencioso y se le induce a que aparezca la imagen del ser querido
desaparecido, entonces comienza un diálogo, a veces, con voz entrecortada,
mientras el terapeuta acompaña, ayudando en ese difícil encuentro con
el que ya no está, esto existe en todas las culturas, en todas hay rituales
para hablar con los muertos, de una manera u otra.
Insisto: la elaboración de un duelo es la elaboración de una despedida,
ya que siempre tenemos pendientes cuentas, reproches o perdones que
no nos dijimos. Y si eso no se resuelve, el que murió queda vivo, como
“fantasma”, porque “está y no está”.
Entonces, lo que hace el duelo es enterrarlo, ya que los muertos se
entierran con palabras en el corazón, sólo el cuerpo se deja en la tierra.
Simbólicamente, la losa del sepulcro tiene un significado antropológico,
es algo pesado que impide que el muerto vuelva, porque en lo interno,
el muerto vuelve si uno no lo elabora. Los cementerios sirven para que
vayamos a visitar a nuestros muertos, si no, los muertos nos vendrían
a visitar a nosotros.
Después de la muerte, el que queda pasa por varias etapas. Primero viene
la sorpresa o el desconcierto y luego la negación. Y esa negación termina
recién cuando uno, dentro de sí, hace el trabajo de duelo, se despide
y construye imaginariamente a esa persona interna.
Por eso, todas las culturas tienen una ceremonia que es el funeral,
en especial las culturas primitivas, más sabias y ecológicas, que tienen
una buena relación con la muerte, mientras que las tecnológicas, como
la nuestra, tienen ceremonias muy pobres, muy breves, como para terminar
pronto y olvidarse. Antes, el velatorio se hacía en la misma casa donde
había vivido el muerto, eso era importante, porque era en esa casa donde
no iba a estar más, esa escenografía permitía que la despedida fuera
honda, permitía el llanto y que cada uno contara algo del “finadito”,
es decir, que se hiciera un constructo imaginario de esa persona.
Pichón daba mucha importancia a este tema de la muerte, era un “enamorado
de la muerte”, un melancólico grave, pero murió en paz, porque tenía
muy buena relación con la muerte, cosa que tengo yo también, gracias
a él (espero seguir teniéndola cuando ella esté más cerca…).
Actualmente, la familia va a una funeraria, y les dan, por ejemplo,
el “3º B”, un departamento anónimo (casi como un albergue transitorio
para muertos). Los deudos no hacen nada, no participan como los de antes,
que cavaban, construían el cajón, o tenían alguna tarea en la preparación
del cadáver, como vestirlo o amortajarlo.
Aquí y ahora, todo lo hacen empleados que ni conocieron al muerto, luego
los deudos están diez minutos, toman un cafecito y se van.
A causa de haber querido “hacerse el vivo” con la muerte, el que queda
no la elabora, y pasa años en el diván de un psicoanalista trabajando
el tema en larguísimas cuotas.
En cambio, los llamados salvajes del Amazonas, cuando muere alguien,
hacen unas ceremonias hermosas llenas de sentimiento y respeto. Hacen
un lío bárbaro, se pintan con cenizas, se tiran al suelo, lloran días
enteros, algo muy profundo. Antes de la semana, levantan al muerto,
lo ponen en una canoa y lo empujan por el río, con comida y cubiertos,
para que vaya a la ciudad de los muertos y al finalizar la semana terminan,
se bañan y quedan en paz porque pagaron al contado.
Esa es una cultura que elabora correctamente el tema de la muerte, mientras
que la nuestra no lo hace bien. En realidad, los salvajes somos nosotros.
En la India, donde la vida y la muerte están muy mezcladas, he visto
una elaboración muy importante. Dicen ellos que cuando uno muere en
realidad empieza a vivir de otra manera. Un hindú me dijo (en un inglés
hinduizado):”Ustedes los occidentales son ricos y nosotros somos pobres,
pero ustedes tienen una vida, mientras nosotros tenemos muchas.” (Y
yo, como occidental, me sentí pobrísimo). Y es cierto, porque nosotros,
con toda nuestra riqueza no elaboramos el tema más importante, ya que
si uno mantiene los brazos abrazando a ese muerto-fantasma, que está
y no está, no puede abrazar al vínculo que viene después. Y esto vale
aunque no haya muerte, porque si la niña que se hace grande no puede
despedirse de papá, no puede recibir al marido, que será su nuevo vínculo
profundo. Por eso, en algún momento, tiene que poder decir:”Chau, papá…
hola, marido…”.
Como se ve, los duelos están continuamente presentes en nuestra vida
y si aprendemos a perder, aprendemos a adquirir. Este es un país que
no aprendió eso, lo cual se ve claramente en nuestro tango, que es un
duelo eterno, un duelo patológico con música. La mina se fue y el tipo
está con la guitarra: “Percanta que me amuraste...” sin poder ver todas
las percantas nuevas que lo rodean en el conventillo, porque tiene los
ojos ocupados con la que lo dejó, de la que él todavía no aprendió a
despedirse. El duelo normal, en algún momento se elabora, se deja de
llorar, se retoma la vida y se supera la tristeza.
Pichón fue médico personal de Discépolo, que le contaba los secretos
de cada tango que había compuesto, y con Pichón habían llegado a darse
cuenta que el duelo de los tangos no es con “la mina que se piantó”,
sino con la madre que no tuvo en su infancia. En aquella época, en los
conventillos, donde vivía la gente muy pobre, había mucha tuberculosis,
desnutrición y muchos elementos que contribuían a dejar a los niños
solos, es decir, era muy común el traumatismo infantil por abandono
prematuro, que es muy difícil de elaborar, porque cuando se produce
la pérdida muy temprana de una madre, ese duelo deja una experiencia
de tristeza que no se termina de elaborar nunca.
En una institución psiquiátrica donde trabajé conocí a un paciente cuya
madre se había muerto cuando él tenía cuatro años, su padre se había
deprimido y él había quedado en un duelo congelado, lo cual le había
acarreado trastornos de miedo patológico a la muerte, porque el padre
no había podido ayudarlo a llorar. Uno de los instrumentos valiosos
que la naturaleza nos dio es el llanto, que al ser convulsivo, relaja
la musculatura, porque la muerte produce miedo-contracción, y como el
llanto afloja, lo que hay que hacer es llorar plenamente para aflojar
la contracción muscular y disminuir la angustia.
Si no se elabora el duelo, es probable que se produzca una somatización,
lo colocamos en un órgano del cuerpo, o sea que lo depositamos psicológicamente.
Por ejemplo, alguien que tiene una madre agresiva, cuando ella muere,
puede comenzar a sufrir de úlcera, porque puso a la madre en el estómago
(madre-alimento), es decir que la introyecta sin elaboración dialógica.
En este caso la terapia es ayudarlo a ir hacia atrás, al momento de
la separación, para poder resolver las situaciones conflictivas con
esa madre, y lo curioso es que esto se puede hacer aún después de mucho
tiempo, con instrumentos que nosotros llamamos “máquinas del tiempo”,
que son el psicodrama y el ensueño dirigido, que permiten revivenciar
con toda la conmoción emotiva, aquel traumatismo de desencuentro, de
preguntas, de reproches y poder “pagar” aquella cuenta de dolor que
teníamos pendiente.
Cuando yo era chico, la ceremonia que rodeaba a la muerte era imponente,
siniestra, como siniestra es la muerte: se realizaba en la casa, inundada
de coronas que daban ese inconfundible olor a velorio, se usaban carrozas
enormes con caballos negros y participaba todo el barrio. “¡Se murió
doña Pepa…!” y todos iban y los deudos lloraban abiertamente con los
demás en una ceremonia de llanto y abrazos compartidos. Luego se llevaban
el muerto, se hacía el entierro, se limpiaba la casa y con esta ceremonia
grupal se había exorcizado a la muerte.
En cambio, nosotros, ya lo dije, en las grandes ciudades, vamos a esas
casas velatorias asépticas y burocráticas y en un ratito liquidamos
todo, y volvemos a nuestro departamento donde el muerto va a estar presente
en cada rincón que compartimos con él, porque no hubo una ceremonia
que permitiera la despedida en el escenario de la vida cotidiana. Engañar
a la muerte sale caro.
Otra situación siniestra que solía darse antiguamente: moría un niño
y el médico recomendaba a la madre que tuviera otro hijo y a éste, muchas
veces, le ponían el mismo nombre, con lo cual el niño debía cargar con
el fantasma del hermanito muerto.
Trabajando en EE.UU. con mi profesor, el doctor Angel Fiasché, me contó
el caso de un niño que decía que, de noche, veía un esqueleto que se
le acercaba, con lo cuál se pensaba en un proceso esquizofrénico. Investigando
a la familia, había descubierto que era el caso que mencioné antes,
y que la familia había querido sustituir al muerto con ese niño, creyendo
así, engañar a la muerte. Entonces, Fiasché les dijo a los padres que
tenían dos caminos: o elaboraban el duelo de ellos con aquel nene muerto,
sin hacer la trampa de usar al niño vivo como sustituto, como un clon,
o tendrían un hijo esquizofrénico. Y lo que el niño decía con esa alucinación
del esqueleto que veía a la noche era “Ese cadáver no soy yo”, o sea
que, con la alucinación, se sacaba el esqueleto de encima. En última
instancia, el niño “deschavaba” la trampa de los padres.
Un pueblo que resuelve bien el tema de los duelos es un pueblo más sano,
pero para eso tienen que estar todos juntos. En Bolivia, las ceremonias
son fuertes, con esa concepción indígena que es mucho más sabia que
esta cultura nuestra tan injusta, tan enferma y que produce tanta soledad.
En ciudades como Buenos Aires, hay millones de personas solas en la
selva de cemento, encerradas en sus departamentos, absorbiendo la papilla
virtual de la televisión.
Tenemos que recobrar la cultura criolla que es más sabia. En el campo,
cuando alguien muere, de entrada, le dicen cariñosamente “el finadito”
y hablan durante un tiempo de que el finadito hizo esto, hizo lo otro.
En los velorios, siempre el finadito era bueno, porque el duelo consiste
en introyectar al muerto, es decir comérselo según Freud, nadie quiere
comerse un finado malo que luego “le retuerza las tripas”. Esto es exactamente
lo que pasa cuando los conflictos pendientes, no elaborados con el muerto
(culpas, reproches, rencores, etc.) producen somatizaciones gástricas
(úlceras), genitales (impotencia), respiratorias (asma), etc.
Hay un tema que nos defiende de la muerte, y es el amor, es lo único
que puede enfrentar a la muerte. La muerte y el amor son antagónicos,
lo cual tiene que ver con que yo existo porque otro me mira, y si ya
no me mira yo no existo más. Además, yo no muero del todo, si alguien
me recuerda. En Madrid leí el lema de un escudo que decía: “Vivir se
debe de tal suerte, que vivo se permanezca en la muerte.”
Recuerdo que, una vez, unos alumnos me trajeron a la madre recientemente
viuda, era una señora muy razonable, pero que en ese momento, se había
obstinado en que no quería enterrar a su marido fallecido repentinamente
(de un ataque cardíaco en la calle). Quería conservarlo con el cajón
sobre su cama haciéndole una ventanita en la tapa para poder verlo.
Charlé con ella, muy calmadamente, y le dije:” ¿Para qué querés tenerlo
en el cajón? No te va a servir para nada, porque enseguida se va a empañar
el vidrio por dentro y ni siquiera vas a poder verle la cara. Además,
va a ser todo un engorro administrativo”. La clave de esta necesidad
extraña, se develó:”Durante treinta años, nosotros hablábamos largamente
antes de dormir. Y ahora, ¿cómo hago?” pregunté: “¿Tenés un buen retrato
de él? Bueno, hacele un lindo portarretrato y ponelo sobre la mesita
de luz, y todas las noches podés hablar con él. Al cabo de un tiempo,
ni vas a necesitar el retrato, porque lo vas a tener adentro de tu corazón”.
Es decir, que lo iba a introyectar (Parece que la terapia fue demasiado
exitosa, porque al cabo de un año, se volvió a casar…).
Algunos dicen que al producirse un vacío, sobre todo en una separación
no deseada, como la muerte, es necesario tapar de algún modo ese agujero.
Yo pienso que sí, pero primero resolver el duelo, despedirse del que
se fue y estar preparado para recibir al que viene.
Es muy peligroso sustituir, porque se le va a pedir al nuevo que sea
el otro, y como no es el otro, esto va a llevar a la frustración del
“no sos el que yo pensaba…”. Esto pasa muchas veces en las sucesivas
parejas.
En la infancia, los duelos son muy difíciles para los niños pequeños.
Cuando a los cuatro o cinco años, queda sin padre o sin madre, si el
que quedó le permite hacer el duelo, abrazándolo, haciéndolo llorar,
no es tan patológico. Pero sí lo es, cuando el que quedó no puede contenerlo,
el niño no puede llorar solo, necesita la contención de un adulto para
apoyarse, para no desarmarse en el desconcierto.
Hay que llorar con otro, el duelo es un fenómeno grupal. En Estados
Unidos la muerte está muy negada, y así les va, pobre… La despedida
es mínima: van, espían de lejos y se van. Está mal vista cualquier expresión
corporal y el llanto. Por eso las series norteamericanas están llenas
de muerte, pero eso no sirve para elaborarla, porque en las películas
siempre se mata al otro, nunca muere el protagonista, lo cual sí sería
una elaboración, porque el espectador se identifica con el protagonista
y con eso se conectaría con su propia muerte. Pero, en nuestra cultura
occidental, negadora de la finitud, el tema de la muerte no vende.
Recuerdo que en una profunda crisis mía, en la que me sentía solo y
viejísimo, de pronto me di cuenta que la muerte, en realidad, es una
despedida de uno mismo. Es “Chau, Alfredito…, tantos años acá adentro,
hablando entre los dos… nos vamos a separar para siempre”. Morirse es
separarse de sí mismo.
Pero la vida es tan insolente, tan potente, que vuelve otra vez, porque
el psiquismo tiene recursos de la cultura para asegurar le sobrevivencia
del yo. La vida y la muerte deben coexistir, porque si no pensamos en
la muerte no sabemos que estamos vivos y nadie está más contento y más
vivo que el que alguna vez, casi se murió.
Pichón Rivière cada tanto se moría, tenía un ataque y después resucitaba.
Una vez me contó que los alumnos de su escuela le reprochaban el hecho
de que no se muriera, que parecía que se moría y no se moría, y después
volvía a la escuela y no les dejaba hacer el duelo. En uno de esos ataques
en el que yo lo acompañé, estaba todo entubado, en el Hospital de Clínicas
y le dije, repitiendo una broma frecuente entre nosotros: “Dale, Enrique,
decí tus últimas palabras”. El se corrió los tubos de la boca y dijo:
“La vida… vale la pena vivirla”. Ese día, que era de sol, yo salí a
la calle y sentí que si él, que estaba allí, en ese estado, decía eso,
yo debía agradecer el estar vivo.
Otra frase fundamental de Pichón era: “La muerte está tan lejos como
grande sea mi proyecto”. O sea, si yo no tengo una esperanza, un proyecto
de vida, estoy muerto. Trabajo mucho con pibes muy pesados, pibes chorros,
quienes dicen: “Yo sigo hasta que me bajen, porque estoy jugado”. Es
decir, yo ya morí, no tengo posibilidades de laburo, no tengo nada,
estoy destrozado, la cana me busca, no me importa morir porque no tengo
un por qué vivir. Y Pichón murió a los setenta años, joven como un muchacho,
claro que a él la vida le había dado oportunidades y a estos pibes no.
En el fondo del manicomio habíamos hecho una comunidad con los compañeros
internados, fue una experiencia muy combativa, en el tiempo de Cámpora
y una vez, casi tomamos el hospicio. Era la República de los Locos,
donde había dignidad para ellos. Al empezar la reunión izábamos la bandera,
cantábamos el himno, éramos ciudadanos y había que redefinir quién estaba
loco y quién no, porque ya el guardapolvo blanco (el que usaba el psiquiatra)
no servía para distinguir loco-sano. Por ello, los psiquiatras nunca
llegaban al fondo, porque era territorio liberado. Y los locos, que
antes parecían zombies, allí estaban vivos, habían revivido porque habían
comenzado a dialogar y tenían un proyecto, que era construir el pueblito
de la República de los Locos. Fue una experiencia hermosa, pero cuando
vino la dictadura militar inmediatamente nos disolvimos, éramos considerados
subversivos psiquiátricos. Cuando terminaba el proceso volvimos con
la Cooperanza.
Después hicimos el Bancapibes, con pibes de la calle, que llegaban con
el alma congelada, y al construir entre todos una comunidad de tareas
y afectos comenzaron a descongelarse, a querer la vida y ya no esperaban
la bala policial como algo inevitable.
Haciendo el análisis del tango “Malevaje”, vemos que habla del guapo
que no tiene miedo de morir, que se juega todo. Pero que cuando conoció
a una mina que “pasaba con un compás tan hondo y sensual…” el tipo se
enamoró. Y luego se queja porque después de eso, había cambiado tanto
que un día en que lo habían desafiado a pelear, había huido, no había
querido arriesgarse a caer preso o morir, ya que eso le hubiera impedido
vivir su amor. O sea, el amor nos hace querer la vida porque nos erotiza
el futuro.
Víctor Frankl, un psicólogo que estuvo en campos de concentración, creador
de la Logoterapia, una terapia de enfoque existencial, lo primero que
les preguntaba a los pacientes que iban a su consulta era: “Usted, ¿por
qué no se mataría…?” Y con eso lo obligaba a reflexionar y a enfrentarse
con lo que le impedía querer morir, o sea con lo que lo ataba a la vida.
Es decir, al paciente le hacía oponer la vida a la muerte.
Allá en la India creí adivinar que la muerte está incluida en la vida,
tal como aquí, en el campo porque tienen una concepción circular de
la existencia, mientras que nosotros tenemos un concepto lineal que
niega el final, y por lo tanto nos aparece, a veces, la profunda inquietud
frente a ese final ineludible.
Con el amor y el trabajo enfrentamos la muerte. Una vez le preguntaron
a Freud qué era la salud y respondió:”Amar y trabajar”. Con esas dos
piernas, yo puedo recorrer ese camino tan extraño que es el existir.
Pero si me quitan el trabajo, como sucede con la desocupación actual,
yo quedo rengo, y si con eso pierdo la familia, quedo tirado, entro
en depresión y no quiero vivir.
Cuando hago un grupo con desocupados y me dicen “¿Qué hacemos, Alfredo?”,
yo digo: “Vayan a pelear, a protestar, a quemar… ¡Armen lío, muchachos!”
Y eso les sirve porque les da un proyecto, aunque sea desde la bronca,
porque si se quedan quietos se deprimen.
En el tiempo en que los jubilados iban a protestar al Congreso, yo estaba
en relación con PAMI, y veíamos que los viejitos que se quedaban en
casa tenían más problemas psicológicos que los que iban a pelear al
Congreso, porque la pelea es vida, y la pelea puede ser de amor o de
odio, que es amor podrido. Mi hijo, que es biólogo, dice que en biología
hay una ley fundamental: “todo organismo que no está en conflicto con
su medio, está muerto”. O sea que la vida es conflicto, si peleo estoy
vivo.
No se puede hablar de la muerte sin hablar de lo contrario. Sabemos
que el día es el día porque existe la noche, y sabemos que la vida es
lo contrario de la muerte, a tal punto que podríamos decir que la muerte
no existe, que es sólo la ausencia de vida. Si no fabrico la vida, sucede
lo que hay detrás, la muerte. La vida es figura, la muerte es fondo.
En termodinámica, tampoco existe el frío sino sólo la falta de calor.
A veces, desgraciadamente, cuando el vínculo no es amoroso, la gente
se une a través de la pelea. Si no nos amamos, nos odiamos porque lo
que más tememos es quedar solos.
Las drogas y el alcohol son formas tecnológicas de tapar la muerte artificialmente.
Yo he hecho la experiencia de consumir una droga psicoactiva que se
llama “wachuma”, en Perú, que los indios toman juntos y hacen un viaje
hasta el principio de la vida, y también a los extremos de la muerte,
allí me di cuenta de que estaba en el medio de algo, del existir.
En cambio, la droga que se está dando a los jóvenes es terrible. La
cocaína es muerte, ya que induce sólo a la acción pero no abre la cabeza.
Para los muy pobres, el Poxi-Ran o ahora el paco que les quema las neuronas
y los mata en seis meses. Una vez le pregunté a uno de los chicos por
qué se drogaban y me dijo:” ¿Qué querés, que me vuelva loco?... yo duermo
donde vos caminás”. Era casi como decirme: “dame una casa y yo dejo
el Poxi.”.
Fui Director del Asilo de Mendigos de la Municipalidad de Buenos Aires.
Claro, la única vez que acepte un cargo público fue en el lugar más
marginal, como corresponde, ya que la marginalidad me atrae. Hay mucha
vida dentro de esa muerte, hay mucha riqueza existencial. Un croto viejo
me dijo: “Señor Director, usted habla de la psicología, pero, ¿usted
sabe cuál es el diván de los pobres?: el cartón de vino, porque nos
quita el hambre, el frío y la tristeza”. Entonces, yo, ¿cómo puedo decirle
a uno que está tirado bajo el puente “No tomés”, si no le estoy dando
comida, calor y contención? Y los pibes ¿por qué se drogan? Porque no
tienen destino. Estamos haciendo un genocidio a futuro, porque los pibes
son el futuro.
En la Argentina actual, estamos rodeados de muerte. El hambre y la miseria
no se pueden aguantar, no se puede llevar la desesperación de un pueblo
hasta tal punto sin que suceda una explosión social, que termine con
la injusticia. En los sectores pobres, donde el hambre hace estragos,
sin embargo, hay solidaridad.
Estamos rodeados de muerte, sí, y por eso yo imagino que si la situación
llega a ser totalmente inaguantable, esta etapa histórica tan dolorosa,
de nuestra Argentina, puede terminar para dar lugar a un nacimiento.
Pero el parto siempre tiene algo de sangre, que ojalá sea poca. Entonces,
algo tiene que pasar, porque el hambre lleva a extremar los mecanismos
de sobrevivencia y por eso no hay nada más peligroso, para un sistema
corrupto, que un pueblo desesperado. Los pobres no van a aceptar su
destino de marginalidad extrema, sino que van a dar batalla como históricamente
lo hicieron pueblos como el de Francia, en la Revolución Francesa, que
produjo tres hermosas palabras: libertad, igualdad y fraternidad, con
las que se quiso fundar nuestro país.
Volviendo al tema de la muerte, cuando se muere un abuelo “tano”, con
toda la familia alrededor, es un mentiroso si dice que está angustiado,
porque está rodeado de todos sus seres queridos, acompañado con abrazos
y llantos. En cambio, en Estados Unidos, la muerte es espantosa, en
terapia intensiva, solo, en medio de toda esa tecnología deshumanizada.
Quiero terminar con algunas recomendaciones para operar frente a una
propuesta suicida.
Recuerdo un suicida, en una institución donde yo trabajaba, que quería
tirarse desde el décimo piso y yo no sabía cómo hacer para que tomara
conciencia de lo que se proponía. Entonces le dije “Mirá, si vos te
tirás desde el décimo ¿qué pasa si en el quinto te arrepentís?” y allí
vaciló porque se enfrentó a una duda, tomó conciencia de lo irreversible
de lo que quería hacer y al dudar, me dio tiempo para engancharlo y
tironearlo nuevamente hacia la vida.
Siempre que una persona, especialmente un adolescente, dice”Me quiero
matar” hay que escuchar otra cosa: “Ayúdenme a vivir, que solo no puedo”.
No es que quiere irse de la vida, lo que no puede es quedarse.
Cuando alguien se quiere suicidar le dicen “No te matés”, y lo que hay
que hacer es preguntarle por qué, porque así se le da la oportunidad
de contar lo que le pasa, y al contarlo se vincula, y al vincularse
se engancha en la vida otra vez. Decirle “No te matés” es una orden
negativa, de rechazo, pero en cambio, preguntarle “¿Por qué te querés
matar?” es una propuesta positiva, que lleva al diálogo, al encuentro.
El tema es qué hacemos con lo que perdemos y no podemos recuperar, pero
que queda como fantasma. ¿Qué hacer con los fantasmas? Cada uno tiene
sus fantasmas. Las ceremonias del adiós, son las que permiten transformar
el conjunto de experiencias vitales que tuvo con otra persona en su
historia. Esa historia compartida, es lo que hay que incorporar. Cuando
uno pierde a alguien, lo que queda es el conjunto de recuerdos que tiene
con esa persona, se va el cuerpo pero la historia queda.
Quedan los recuerdos y también los conflictos de los recuerdos. En las
muertes que dan tiempo para que, por ejemplo, el padre enfermo y el
hijo dialoguen, en el marco de una terapia, en la que se puedan resolver
las culpas y los reproches, se evitará que posteriormente los conflictos
no resueltos produzcan patologías en el hijo. Es un trabajo conjunto
de “ajuste de cuentas”, pues todo vínculo es conflictivo. Esos diálogos
de puestas al día de las cuentas, el pasado de facturas mutuas, son
muy convenientes para que el moribundo haga el tránsito hacia su muerte
con cierta paz, y la persona que queda viva lo recuerde mejor. Es el
gran tema de las terapias terminales que ayudan a elaborar ese pasaje
tan difícil que es despedirse de uno mismo, que en los últimos tramos
es de mucha soledad, porque se muere como se nace: absolutamente solo.
Lo que sucede comúnmente es que la persona muere sola en terapia intensiva
rodeada de aparatos. Muere solo, sin una mano, una mirada que humanice
ese espanto. Es de una crueldad increíble que a una persona se le postergue
artificialmente la muerte, muchas veces sólo por rédito económico.
Si alguien tiene un accidente, es correcto que se lo ponga en terapia
intensiva. Pero a veces a algunos ancianos los ponen ahí y mueren solos,
no en su casa rodeada de su familia, como es el planteo de la filosofía
de cuidados paliativos, que es acompañar y humanizar la muerte.
El pasado es un adentro, algo conocido, y el futuro es un afuera, algo
que no está en mi memoria, que es mi "adentro". El presente es una puerta
(que, a veces, puede estar cerrada) a través de la cual, pasamos del
pasado al futuro. O sea que nosotros vamos desde adentro, mi ayer, hacia
afuera y mañana: vamos de adeyer a afuñana.
Pero desde otra perspectiva, puedo pensar que el presente es donde yo
transformo el futuro en pasado. Podemos decir también, que vivir es
fabricar pasado, fabricar memoria, y poner todo eso adentro.
También vivir es salir hacia afuera, empujados hacia el futuro, y sorprendernos.
De todas maneras, para poder aliviarnos de ese sentimiento de continua
zozobra y estar arrojados a un futuro desconocido, y perdiendo el pasado
conocido, es que la cultura inventa las ceremonias, los ciclos y las
repeticiones, que nos crean la fantasía de que el tiempo es reversible.
Así que no sabemos si lo único que existe es el tiempo, y nosotros quedamos
afuera de esos presentes "reales" que se evanescen, o si lo único que
existe es el presente, y lo demás es una ilusión.
La reversibilidad del espacio permite la fantasía de volver al pasado,
lo cual aparece como una forma de reversibilidad del tiempo. Supongamos
un mundo extraño donde no se pueda regresar a los espacios que uno ocupa.
Por ejemplo, uno entra a otra habitación y, después de un tiempo, no
puede regresar a la que estaba antes, de modo que no sólo cambia en
forma irreversible el tiempo, sino también el espacio. Sería, entonces,
casi imposible, conservar la identidad, es decir, reencontrarse con
uno mismo.
Para los indios quechuas, que viven en el Altiplano, el tiempo eterno
es aquel gran tiempo en que todo el pasado no está detrás sino alrededor,
y el futuro también. Y el tiempo infinito está en ese espacio infinito
que son las enormes llanuras que dan lugar a estas cosmogonías.
También hay otras puertas para el gran tiempo: el enamoramiento (especialmente
en el orgasmo), un triunfo largamente esperado, la vivencia provocada
en un laboratorio psicodramático o por la ingesta de drogas psicoactivas...
Todas ellas pueden llevar a un sentimiento del instante total, donde
un segundo es el infinito.
El tiempo es como un territorio laberíntico, azaroso, y que no tiene
retorno. El marco de realidad da mapas y brújulas para que el yo lo
atraviese, y, además, construye representaciones reales de retornos
(en los cortes o presentes). Son los ciclos que permiten falsificar
la reversión. (Este 1° de enero, ya lo viví varias veces).
El tiempo, en realidad, es la memoria del espacio, porque lo único que
existe es el espacio. Decir recuerdo, decir memoria, es evocar un espacio
sucedido.
La secuencia de espacios sucedidos es el tiempo, pero sólo debido a
que el espacio se mueve, es decir, cambia, y, por lo tanto, crea el
tiempo. Pero, como el devenir es un proceso continuo, es necesario crear
el presente como una convención que dice: Hacemos de cuenta que existe
un estado del campo que no se está transformando, y a esa tajada, percibida
como detenida, la llamamos presente. De la otra manera, el continuo
fluir de la transformación haría imposible percibir etapas distintas.
La inmovilidad del espacio permite la ilusión de la reversibilidad del
tiempo. Lo que sólo podemos hacer es entrar a la misma escenografía,
al mismo espacio y hacer la misma ceremonia, el mismo ritual que se
hizo antes, pero en realidad, no con eso se entra al mismo tiempo, sino
que es otro tiempo (pero puede ser tan parecido todo que "volví a lo
mismo"). La repetición de la escenografía del espacio me permite soportar
la transformación irreversible del tiempo. Volver al mismo espacio nos
ilusiona con volver al mismo tiempo.
Hay cuatro escalas del tiempo: la primera es la percepción, el ahora,
los segundos, el espacio, el instante. El segundo nivel es el hábito,
la tarea, la trama cotidiana, los días, y su espacio es la casa. El
tercero es el tema del destino, el proyecto de vida; la edad es la de
la infancia, la adolescencia, la adultez, etc., y el espacio que le
corresponde es la ciudad. El cuarto es el tema de la trascendencia,
es la gran historia, y se mide en siglos; es el infinito, las épocas
de la humanidad, y el espacio es el mundo, o el Universo.
También podemos decir que el primer nivel es acrónico, es la acción
en el momento, es una acción sin historia. El problema ahí es la orientación
del campo perceptual; el segundo nivel está armado desde los hábitos
cotidianos, la familia y el trabajo semanal; el tercero es la historia
de vida, el destino de cada uno. El último y cuarto contiene la angustia
de muerte, el sentido final de la existencia, es el nivel metafísico.
El primero es el cenestésico, el segundo la vida cotidiana, el tercero
es el sentido de mi vida y el cuarto es el sinsentido de mi vida, porque
es la muerte.
No creo que el tiempo sea tan inasible como decía San Agustín. El decía
que si le preguntaban qué era el tiempo, no sabía contestar, pero si
no se lo preguntaban, sí sabía lo que era. El hablaba como si el tiempo
humano no fuera un mecanismo simbólico inventado por la mente de la
gente. Lo que existe objetivamente son los estados discontinuos, y el
ligarlos de acuerdo a un argumento, armar una historia de causas y efectos
es una invención humana que tiene sus reglas determinadas. La principal
es el lenguaje con los tiempos de verbos y sucesión de palabras; otra
es el campo espacio-temporal con recorridos y horarios; otra son las
normas con ceremonias sociales y hábitos. Todo esto construye el tiempo
social que da después la estructura para el tiempo subjetivo. El otro
tiempo, el "natural", está compuesto sólo por estados inconexos del
universo físico, lo cual todavía no es la "realidad humana". La "realidad"
sólo "existe” cuando el hombre, con sus símbolos, la construye.
La conciencia está en tránsito, está en el pasaje, y, por lo tanto,
no esta en ningún lugar, en ningún espacio. Es decir, el movimiento
sólo existe en la conciencia (porque ésta tiene la condición de recordar).
Esto casi equivale a decir que el espacio, como lo concebimos (cada
cuerpo debe ocupar un lugar en el espacio) no existe.
El espacio es una sola cosa con el tiempo; no hay espacio sin tiempo
porque nosotros (los humanos) no podemos ver el espacio sino desde el
tiempo (del cual no podemos salir) porque toda percepción es figura
cronal (de chronos: tiempo). Esta figura se percibe sólo en la sucesión
temporal; es un invento de la conciencia, porque ésta puede unir el
recuerdo con la expectativa. Es decir, ver en el devenir, en el movimiento.
El infinito está adentro, en nuestra subjetividad; es el tiempo en crudo,
que, en realidad, todavía no es realmente tiempo. Afuera está el grupo,
y el grupo construye la realidad, el tiempo organizado. Luego este territorio
de racionalidad construida afuera se introyecta y se transforma en una
isla yoica interior de racionalidad, que es algo así como la incorporación
de la cultura externa. Por supuesto, todo esto lo hace la palabra, que
estabiliza lo caótico interno, porque permite la categorización en la
cultura de eso que, adentro, no tenía palabra.
La tarea terapéutica sucede en el espacio real, pero es una tarea muy
curiosa porque es arreglar el tiempo que está en lo imaginado. Desde
el espacio, arreglamos el tiempo.
También podemos decir que la terapia es el resolver el cruce, el entretejido,
entre el diálogo en el espacio con el otro, y el diálogo en el tiempo
conmigo mismo. Tengo que hacerme amigo de vos y también del que está
adentro de mí.
Pasado Presente Futuro
El presente real es como un espacio encerrado, definido por otras dos
dimensiones imaginarias, inaccesibles, que son el pasado y el futuro.
Podemos decir que vivimos fuera de nuestra historicidad; hacemos la
vida, pero para depositarla en los espacios imaginarios. En cada presente
no existimos porque estamos ocupados en la percepción del campo en ese
instante. Existimos cuando memoramos o esperanzamos. En el presente
concreto, el de la acción y de la sensación, volvemos a ser animales,
somos todo cuerpo.
También podemos considerar que el presente es la última parte del pasado
o la primera parte del futuro. De modo que el presente, en última instancia,
sería un corte entre lo que sucedió y lo que va a suceder. En realidad,
no existiría el presente porque es sólo el pasaje o la transformación
de futuro en pasado. Y también podemos decir lo contrario, que lo único
que existe es el presente, pues cuando recordamos o futuramos, lo hacemos
desde el presente
El humano fáctico, el hombre o la mujer que sólo hacen, están insertos
en una trama cotidiana con una seriación de tareas y están fuera de
la temporalidad, pues el yo está llevado por la serie de tareas que
actúa como una cinta continua de presentes fácticos instrumentales,
con lo cual tiene la corriente de conciencia conectada a la rutina de
tareas. Sólo cuando, por algo, se detiene la cinta, por la separación
de vínculos simbióticos o la brusca desocupación, se corta la cinta
que sostenía la conciencia en forma externa y aparece la angustia y
la neurosis. El hombre fáctico no tiene problemas mentales, no recuerda
ni imagina dramáticamente, siempre que no se detenga la burocracia cotidiana
con la que construye su pobre temporalidad, porque ahí sí entra en crisis
y se enferma porque no es sostenido por su memoria y sus esperanzas.
Es la personalidad existencialmente vacía.
El protagonista de las series norteamericanas corre todo el tiempo para
que "el tiempo" (el pasado) no lo alcance. No hace duelos (como buen
psicópata) y por eso no tiene recuerdos (historia) y queda condenado
a correr para mantenerse siempre dentro del entorno del presente.
La sobrevivencia física de varios objetos que aparecen en las historias
permite unir distintos espacios del tiempo. Este es el valor de los
objetos que testimonian aquella escena que quedó pegada al objeto: testimonian
que fue verdad y podemos recordarla, como "ese autito rojo que me regaló
mi papá cuando...”. O también los edificios y los rincones de la ciudad
tienen esta capacidad de evocación y dan realidad a ese recuerdo tan
evanescente.
El triunfo, la venganza, o, incluso, un objeto, cualquier cosa largamente
deseada, cuando es lograda, da sensación de realización, pues simplemente
es un momento de integración histórica entre mi yo de ayer que lo tenía
como vacío a ese objeto, y el yo de hoy que lo posee como lleno, no
como ausencia sino como presencia. Vacío de ayer, lleno de hoy...
Alfredo Moffatt
Psicólogo Social y Arquitecto
Director de la Escuela de Psicología Social
alfredomoffatt@gmail.com