la Revista GENTE durante la guerra de Malvinas

PERIODISMO Y PROPAGANDA: 

LA REVISTA GENTE DURANTE LA GUERRA DE MALVINAS 

Juan Raúl Lencioni 

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales - UNCuyo 

Introducción 

La Guerra de Malvinas se desarrolló en un particular contexto socio-económico que es analizado 

en la primera parte de esta investigación. A comienzos de los años 1980, el modelo económico de 

la Junta militar dio claras muestras de agotamiento, lo que provocó numerosas tensiones sociales: 

alta inflación, recesión profunda, interrupción de buena parte de la actividad económica, 

generalización del IVA, empobrecimiento de las clases medias, brusco aumento del 

endeudamiento externo de las empresas y del Estado, salario real cada vez más depreciado, 

aumento de la pobreza, etc. 

La sustitución del jefe de la primera Junta Jorge Rafael Videla por el general Roberto Viola y, 

luego, de este por el general Leopoldo Galtieri, fue una consecuencia de esa crisis. La 

consiguiente decisión de intentar recuperar las Malvinas fue tomada, entre otras varias razones, 

tanto por el efecto que podría conseguirse a la hora de desviar la atención social de esos 

problemas, como por las posibilidades de recuperar el crédito perdido entre determinados 

sectores sociales sensibles a una acción de interés patriótico como esa. 

Más adelante se brinda una breve reseña del la cobertura de los principales medios de 

comunicación durante el conflicto. 

Posteriormente se desarrolla la historia de la Revista GENTE, medio elegido para analizar. 

GENTE tuvo una participación histórica durante el conflicto de Malvinas, no solo por el recordado 

“Estamos Ganando”, sino porque la publicación tuvo una abierta posición a favor del Gobierno 

militar. Muchos son los estudios que se han hecho sobre este tema, pero en este caso se 

pretende hacer un abordaje desde el punto de vista de la teoría de Intencionalidad Editorial. 

Víctor Ego Ducrot explica algunos aspectos de esta teoría como “el desafío a la hora del análisis 

del discurso periodístico desde un marco teórico e instrumental propio consiste en develar cuál es 

la Intencionalidad Editorial de ese discurso, entendiendo a esta última categoría (Intencionalidad 

Editorial) como el conjunto de informaciones y de reflexiones, fundadas, constatables y 

confirmables, según fuentes, que a su vez permiten descubrir qué discurso de clase o de grupo se 

esconde detrás del discurso con pretensiones de validez universal. Es decir cual es la Parcialidad 

transformada en Objetividad”. 

Además en esta investigación se demostrará que la revista GENTE utilizó varias de las reglas de 

la propaganda propuestas por Domenach. Ellas son: la simplificación y enemigo único, la 

exageración y desfiguración, la orquestación, la transfusión y la unanimidad y contagio. 

Hay que destacar que durante el desarrollo de la Guerra de Malvinas la Revista GENTE se dedicó 

casi exclusivamente a analizar este tema. A lo largo de los 3 meses que duró el conflicto en cada 

publicación semanal, cada una de estas con alrededor de 100 páginas sin numerar, solo 

abordaban el conflicto desde sus distintos aspectos, con un número importante de entrevistas a 

funcionarios de la Argentina, como por ejemplo el ministro de Economía de ese momento Roberto 

Alemann, a Fernando de la Rúa quien ya era reconocido como ex senador nacional y candidato a 

la vicepresidencia, Oscar Camilión, etc. También entrevistaron a embajadores, diplomáticos, 

cancilleres, militares de alto rango, soldados conscriptos etc. Escribieron columnas de opinión en 

esta publicación conocidos periodistas como Mariano Grondona y Bernardo Neustadt. También

Revista GENTE desplegó corresponsales en las Islas Malvinas, en Londres, en Nueva York sede 

de la ONU y por supuesto en Buenos Aires. 

La Guerra de Malvinas: Contexto socio-económico 

Desde 1980 los dirigentes del Proceso discutían la cuestión de la salida política, una vuelta a la 

institucionalidad interrumpida por el golpe de Estado de 1976. A los militares les preocupaba la 

crisis económica antes mencionada, el aislamiento, la adversa opinión internacional y los 

reclamos por los derechos humanos, que el Gobierno intentaba minimizar tachándolos de 

“campaña antiagentina”. Pero sobretodo los enfrentamientos internos, que a la vez dificultaban los 

acuerdos necesarios para la salida buscada. Las disidencias se habían manifestado públicamente 

con la designación de Viola – a la que se opuso la Marina – se agudizaron en el largo período que 

medió hasta su asunción, en marzo de 1981, y maduraron cuando fue evidente la decisión del 

nuevo presidente de modificar el rumbo de la política económica. 

Viola procuró aliviar la situación de los empresarios locales, golpeados por la crisis financiera y la 

violenta devaluación de la moneda – el Estado se hizo cargo de parte de sus deudas – y a la vez 

trató de concertar la política económica incorporándolos al gabinete. Tomó contacto con distintos 

políticos – los “amigos” del Proceso – y discutió con ellos las alternativas para una eventual y 

lejana transición, pero no logró organizar ningún apoyo consistente, ni tampoco atenuar la crisis 

económica desencadenada por la violenta devaluación del peso y la acelerada inflación. Lo 

hostigaban los sectores que habían rodeado de Martínez de Hoz, y distintos grupos militares lo 

acusaban de falta de firmeza en la conducción. A fines de 1981, una enfermedad de Viola dio 

ocasión para su derrocamiento y reemplazo por el general Leopoldo Fortunato Galtieri, que retuvo 

su cargo de comandante en jefe del Ejército, modificando así la precaria institucionalidad que los 

mismos jefes militares habían establecido. 

Cinco meses antes el país había vivido su tercera crisis financiera desde el golpe de 1976, lo que 

había traído aparejado un gran pánico en los mercados de cambio y había agotado las reservas 

del Banco Central, en más de 300 millones de dólares. Una nueva corrida inflacionaria en 

noviembre, con la consecuencia de una depreciación del peso con respecto al dólar de más del 

600% para el año 1981, había establecido un nuevo récord para la Argentina. Una profunda 

recesión, con altas tasas de interés y el nivel alcanzado por la deuda que amenazaba a un 

creciente número de empresas, especialmente a las productoras de manufacturas, acompañaba 

la inestabilidad financiera. Ese año el Producto Bruto Interno cayó el 11,4%. La producción 

industrial descendió un 22,9% y los salarios reales un 13,9%, con lo que aparecieron los primeros 

síntomas de oposición política al régimen. A comienzos de marzo de 1981 la Sociedad Rural 

Argentina y la federación de industrias más importantes, la Unión Industrial Argentina (UIA) 

expresaron su oposición ante la creciente inestabilidad financiera e insistieron en que la Junta 

adoptara una estrategia económica más enérgica. 

Incluso empresas extranjeras como Ford que, luego del Golpe habían apoyado al régimen, se 

mostraron preocupadas. Los sindicatos comenzaron a perder el miedo. En junio los trabajadores 

de la industria automotriz, realizaron manifestaciones callejeras con interrupción del tráfico. Un 

mes después se realizó una huelga general organizada por la proscripta y nuevamente 

reconstituida Confederación General del Trabajo (CGT). 

Galtieri, un general que a diferencia de Viola era poco ducho en política, se presentó como el 

salvador del Proceso, el dirigente vigoroso capaz de conducirlo a una victoria que por entonces 

parecía remota. En la formación de esa imagen había sido decisiva su reciente estancia en 

Estados Unidos, donde fue asiduamente cultivado por miembros de la administración de Reagan 

– que en 1981 había sucedido a Carter – preocupados por encontrar aliados para su compleja 

política exterior. Galtieri se manifestó dispuesto a alinear categóricamente al país con Estados 

Unidos, y a apoyarlo en la guerra encubierta que libraba en América Central. El país contribuyó 

por entonces con asesores y armamentos y obtuvo de Estados Unidos, junto con una cálida 

adhesión de personal, el levantamiento de las sanciones que la administración anterior había 

impuesto al país por las violaciones a los derechos humanos. Probablemente fue allí cuando

Galtieri concibió su destino de conductor de Argentina hacia el mundo de las grandes potencias, el 

Primer Mundo donde el país – protegido por su poderoso aliado – podría jugar el juego de los 

grandes. 

Designado presidente, Galtieri se lanzó a la política activa e intentó, en forma más enérgica y 

personal que Viola armara un movimiento en que los “amigos políticos” sustentaran su propio 

liderazgo, mientras anunciaba vagamente sin fechas ni plazos precisos la futura 

institucionalización. Encargó la conducción de la economía a Roberto Allemann, destacado 

economista del establishment, quien rodeado de buena parte del equipo de Martínez de Hoz 

retornó a la senda habitual. De acuerdo con las nuevas circunstancias creadas por la crisis y la 

deuda definió sus prioridades en torno de la “desinflación, la desregulación y la desestatización”. 

En lo inmediato, la recesión se agudizó, y con ella las protestas de sindicatos y empresarios: para 

el largo plazo, anunció un plan de privatizaciones, particularmente del subsuelo, que suscitó 

resistencias incluso en sectores del Gobierno. Así, el ímpetu de Galtieri chocó pronto con 

resistencias cada vez más enconadas, con voces cada vez más altisonantes y hasta con 

movilzaciones callejeras, como la lanzada por la CGT el 30 de marzo de 1982. 

Fue en ese contexto cuando se concibió y lanzó el plan para desocupar las islas Malvinas que 

aparecía como la solución para los muchos problemas del Gobierno. La Argentina reclamaba 

infructuosamente a Inglaterra esas islas desde 1833, cuando fueron ocupados por los británicos. 

En 1965 las Naciones Unidas habían dispuesto que ambos países debían negociar sus 

diferencias, pero los británicos poco habían hecho para avanzar en el sentido de los reclamos 

argentinos, coincidentes con las tendencias generales del mundo hacia la descolonización. 

Existía, pues, un reclamo nacional unánime en su fondo, aunque no en las formas y medios para 

lograrlo. Desde la perspectiva de los militares una acción militar que condujera a la recuperación 

de las islas permitiría unificar a las Fuerzas Armadas tras un objetivo común y ganar, de un golpe, 

la cuestionada legitimidad ante una sociedad visiblemente disconforme. 

Una acción militar tendría una segunda ventaja: posibilitaría encontrar una salida al atolladero que 

había creado la cuestión con Chile por el canal de Beagle. En 1971, los presidentes Lanusse y 

Allende habían acordado someter a arbitraje la cuestión de la posesión de 3 islotes que dominan 

el paso por aquel canal, que une los océanos Atlántico y Pacífico. En 1977, el laudo arbitral los 

otorgó y el Gobierno argentino los rechazó. En 1978, ambos países parecían dispuestos a dirimir 

la cuestión por las armas cuando, casi en el último minuto decidieron aceptar la mediación del 

Papa, por intermedio del cardenal Samoré. A fines de 1980 el Vaticano comunicó reservadamente 

su propuesta, que en lo sustantivo mantenía lo establecido en el laudo y el Gobierno argentino – 

imposibilitado tanto de rechazarla como de aceptarla – optó por dilatar la respuesta y retomar la 

situación de activa hostilidad con Chile. 

Por entonces había cobrado forma definida entre los militares y sus amigos una corriente de 

opinión belicista, que arraigaba en una veta del nacionalismo argentino y se alimentaba con 

vigoroso sentimientos chauvinistas. Diversas fantasías largamente acuñadas en el imaginario 

histórico de la sociedad – la “patria grande”, “los despojos”, de los que el país había sido víctima – 

se sumaban a la nueva fantasía de entrar en el “Primer Mundo” mediante una política exterior 

“fuerte”. Todo ello se sumaba al ya tradicional mecanismo militar y a la ingenuidad de sus 

estrategas, ignorantes de los datos más elementales de la política internacional. La agresión a 

Chile, bloqueada por la mediación papal, fue desplazada hacia Gran Bretaña, el tradicional 

imperio que se suponía viejo y achacoso. Ya en 1977 la Marina había planteado la propuesta de 

ocupar las islas, vetada por Videla y Viola, que retomó apenas Galtieri asumió la presidencia. La 

idea era sencilla y atractiva. Luego del golpe de mano, que presentaba pocas dificultades, se 

contaba con el apoyo norteamericana y la reluctante reacción de Gran Bretaña que finalmente 

admitiría la ocupación, a cambio de todas las concesiones y compensaciones necesarias. En 

ninguna de las hipótesis entraba la posibilidad de una guerra. 

El minucioso plan de invasión de las Malvinas comenzó a trazarse a principios de 1982. Un 

reducido “grupo de tareas” bajo la dirección del contralmirante Juan José Lombardo, comandante 

de la flota argentina, estableció una improvisada “sala de trabajo” en un anexo del Club Naval de

Buenos Aires. Debido a que luego se consideró que en esa ubicación el grupo de trabajo estaba 

muy expuesto, se lo trasladó a la zona de Puerto Belgrano, una reserva naval que pocos civiles 

visitaban en ese entonces. 

Bajo el nombre en clave de “Operación Azul” el plan apuntaba a un desembarco anfibio sorpresa, 

no más de 3.000 hombres, capaces de someter derramando la menor cantidad de sangre al 

contingente simbólico de la Marina Real en las islas. La velocidad era el factor esencial; los 

argentinos debían actuar rápidamente para arrestar a la administración de las islas, dominar 

Puerto Stanley y sus granjas y así demorar cualquier posible resistencia, teniendo en cuenta que 

los isleños mantenían una posición fuertemente antiargentina. En 48 horas el grueso de la fuerza 

invasora se retiraría al continente y solo permanecería en las islas un gobierno militar de 500 

hombres como símbolo de la soberanía argentina. 

En relación con los isleños el grupo de trabajo de Lombardo diseñó un plan de compensación 

financiera para aquellos kelpers que desearan emigrar una vez instalada la administración 

argentina, lo cual se ideó antes de una opción, que como un proyecto definitivo. La Armada había 

considerado la posibilidad de remover a toda la población de la isla a fin de dejarla libre para 

nuevos ocupantes argentinos. Lombardo consideró que esta decisión violentaría la opinión 

internacional y prefirió un arreglo más flexible, según el cual podría desarrollarse una comunidad 

mixta donde kelpers y argentinos disfrutarían de los mismos derechos. 

Desde el primer momento el grupo de trabajo incorporó una descripción detallada de la naturaleza 

de la defensa británica en las islas, de las actitudes individuales de los isleños (se elaboró una 

lista negra de los kelpers antiargentinos) y del contexto diplomático en el cual se iba a desarrollar 

la invasión. 

Las primeras advertencias provinieron del vicecomodoro Héctor Gilobert, un oficial de la Fuerza 

Aérea que aprovechó su posición como jefe de la representación de la compañía estatal Líneas 

Aéreas del Estado (LADE) en Puerto Stanley y su excelente inglés para integrar durante 4 años el 

servicio permanente de inteligencia argentina. Gilobert estaba lejos de ser el perfecto espía. No 

parecía entrenado para ello. Se trataba de un oficial astuto que tenía bastante dificultad para 

comprender la realidad de la pequeña, simple y transparente comunidad de las islas. Por ejemplo, 

los cuarteles de la Armada en Moody Brooks, en las cercanías de Puerto Stanley se vieron 

virtualmente arruinados durante su estadía con la apertura de una cantina. Las maestras 

argentinas que formaban parte del grupo que regularmente atendía los casos de ebrios en el 

campamento, pasaban una cantidad de información secreta sobre entrenamiento y programas. 

Según lo relatado por un isleño: “Si Gilobert o cualquier oficial argentino quería fotografiar 

documentos o estudiar las instalaciones a través de un par de binoculares y enviar los resultados 

a Buenos Aires, todo lo que tenía que hacer era montar su auto un sábado a la tarde y hacerlo. 

Los cuarteles permanecían abiertos al público durante los fines de semana y no había nadie que 

evitar que esto ocurriera”. (1) 

El capital Capaglio, que conducía el transporte naval “Isla de los Estados” aportó información 

adicional. A partir de 1980 el barco había llevado a cabo una serie de viajes comerciales a las 

islas para transportar comida desde y hacia el continente. Se supuso que Capaglio había 

recopilado información detallada sobre el establecimiento de algunas granjas estratégicamente 

ubicadas, las lealtades de sus dueños y la ausencia de personal militar en la mayoría de las 

costas y muelles que conforman las islas. 

Según las intenciones de la diplomacia británica uno de los primeros consejeros del grupo de 

trabajo fue el contralmirante Walter Allara. Como primer director del Servicio de Inteligencia Naval 

de Argentina (SIN). Allara había regresado poco tiempo atrás de Londres, donde durante 2 años 

había ocupado el puesto de agregado naval. Como resultado de sus habituales conversaciones 

con el personal naval británico Allara regresó a Argentina convencido de que el Ministerio de 

Relaciones Exteriores no consideraba las Malvinas como un asunto prioritario. Tampoco pensó 

que los británicos sospecharan la posibilidad de una invasión en un futuro cercano. Por el 

contrario el Gobierno de Tatcher, recientemente elegido, se mostraba desconcertado por la

campaña que contra la Junta implementaban los grupos de derechos humanos y parecía ansioso 

por profundizar los lazos tradicionales entre la Armada Real y Argentina. En años anteriores les 

había permitido suministrar una generosa cantidad de equipos e instalaciones para entrenamiento 

que incluían destructores, equipos de comunicaciones y helicópteros. 

En el marco de este trasfondo diplomático Lombardo y su grupo establecieron el 15 de mayo 

como fecha tentativa para la invasión. El hecho de que no entrara en los cálculos de la Junta 

Militar el eco internacional y de que esta menospreciara la respuesta militar de Gran Bretaña y 

Estados Unidos explica la poca importancia que Lombardo concedió a las cuestiones logísticas. 

Tampoco se tuvo en cuenta que la Fuerza Aérea Argentina se encontraba a mitad de camino en 

su programa de reequipamiento y muchas de sus bombas estaban adaptadas para tierra y no 

para objetivos navales. (2) 

Por su parte, la cúpula militar exageró la importancia de la opinión de Allara acerca de la 

indiferencia que la diplomacia británica mostraba en relación con las Malvinas. Aunque en 

principio la Junta había acordado que la decisión final sobre la invasión quedaba supeditada a las 

consecuencias de la última ronda de conversaciones angloargentinas programadas en Nueva 

York. Los impulsores del proyecto de la Armada comenzaron a considerar la Operación Azul como 

inevitable. 

Las conversaciones en Nueva York se llevaron a cabo los días 26 y 27 de febrero. La delegación 

argentina estaba encabezada por Enrique Ros, un diplomático con una larga experiencia en el 

tema de Malvinas. Llegó a Nueva York desconociendo el hecho de que la Junta había planificado 

la Operación Azul y establecido una fecha provisoria para la invasión. En sus conversaciones Ros 

intentó fijar una nueva ocasión para futuros encuentros y propuso la formación de una comisión 

para estrechar lazos entre Argentina y Gran Bretaña. No presionó a esta para que aceptara los 

reclamos territoriales de Argentina, por lo que la discusión puntual sobre el tema de la soberanía 

se pospuso para una nueva ronda de charlas. 

Mientras Ros menospreciaba la capacidad de la Junta, el almirante Anaya prosiguió con los 

planes de la Operación Azul, convencido de que Gran Bretaña había aceptado concurrir a Nueva 

York solo para dilatar la cuestión. Galtieri se mostró un poco más cauteloso. Confiaba en que las 

conversaciones darían lugar a la formación de una comisión para discutir con Gran Bretaña los 

temas de la soberanía un mes después. Y la administración argentina de las Islas hacia fin de 

año. El 28 de febrero fracasó el intento de las delegaciones de ambos países por establecer una 

fecha para un posterior encuentro pero se logró acordar la formación de una comisión presidida 

por ministros de ambos países y con la posibilidad de incluir representantes de los isleños. 

Definidas de común acuerdo, las tareas de la comisión consistían en identificar y discutir “todas 

las cuestiones en disputa” y debatir todas las propuestas específicas acerca de la organización 

interna de las islas. El periodo de funcionamiento de la comisión sería inicialmente de un año, 

finalizado el cual los ministros decidirían la conveniencia de su extensión para conversaciones 

futuras. 

Ros regresó del encuentro ampliamente satisfecho, pues había avanzado considerablemente 

respecto de cualquiera de sus predecesores. También se manifestó dispuesto a aceptar las 

demandas de la delegación inglesa de una pública retractación, pues según aquella este tipo de 

limitaciones eran necesarias si se esperaba tener alguna posibilidad de concitar el apoyo para la 

comisión. Esto dio pie a una posición optimista según la cual “adquirirían las islas en un periodo 

de 3 a 6 meses” (3). Ambas partes menospreciaron seriamente los sentimientos de los militares 

que permanecían en Buenos Aires. 

Una declaración emitida por el Ministerio de Relaciones Exteriores desde Buenos Aires que 

insistía en establecer urgentemente una preelaborada agenda sobre algunos puntos importantes y 

en la necesidad de reunir inmediatamente a la comisión. Fue la propuesta a un conciliatorio e 

impreciso mensaje enviado desde Nueva York. “Esto es aceptable, la Argentina se reserva el 

derecho a determinar el funcionamiento de este mecanismo y a elegir libremente el procedimiento 

que mejor responda a sus intereses”. La ambigüedad de este texto revelaba los verdaderos

sentimientos de la Junta sobre la disputa sin hacer referencia explícita a los planes de invasión. 

Se preservó así el carácter secreto en que la Operación Azul debía desarrollarse. El 2 de marzo el 

General Galteri informó al General Mario Benjamín Menéndez que había sido designado futuro 

gobernador de las Islas. 

El 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas desembarcaron y ocuparon las Malvinas, luego de 

vencer la débil resistencia de las escasas tropas británicas. El hecho, sorprendente para casi 

todos, suscitó un amplio apoyo: la GENTE se reunió espontáneamente en la Plaza de Mayo, y 

volvió a hacerlo en forma multitudinaria, allí y en las capitales provinciales, cuando fue convocada 

una semana después, en ocasión de la visita del secretario de Estado norteamericano Alexander 

Haig. Ese día el Presidente Galtieri tuvo la satisfacción de arengar a la multitud desde el histórico 

balcón. Todas las instituciones de la sociedad – colectividades extranjeras, clubes deportivos, 

asociaciones culturales, sindicatos, partidos políticos – manifestaron su adhesión sin reserva. Los 

dirigentes políticos viajaron junto con los jefes militares para asistir a la asunción del nuevo 

gobernador de las Islas General Mario Benjamín Menéndez y a la imposición de su nuevo nombre 

a su capital Puerto Stanley, rebautizada como Puerto Argentino. 

“Este apoyo popular se vio favorecido por los sentimientos nacionalistas y antiimperialistas 

latentes en la sociedad y por una formidable manipulación mediática que generó la ilusión de un 

consenso absoluto, ahogando las escasas voces que llamaban la atención no sólo por oponerse a 

la guerra sino por que creían que era una perversa aventura militar destinada a la recomposición 

de su imagen desgastada. No menos difícil es comprender el masivo apoyo que, con matices y 

justificativos diversos, brindó casi todo el arco político, desde la derecha a la izquierda. Ciertas 

imágenes son más que elocuentes. Saúl Ubaldini, líder de la Confederación General del Trabajo, 

reprimida duramente en la movilización realizada el 30 de marzo, sólo tres días antes de la 

ocupación de las islas, acompañando y abrazándose con las nuevas autoridades militares del 

archipiélago; o los dirigentes políticos viajando a las Malvinas para asistir a la asunción del nuevo 

gobernados militar, el general Mario Benjamín Menéndez; o amplios sectores de la izquierda que 

preveían que la guerra, además de un justo acto antiimperialista, generaría un a situación 

revolucionaria. Fuera por oportunismo político, por mera ingenuidad o por cierto espíritu 

nacionalista o antiimperialista, el conjunto de la dirigencia política, con muy escasas excepciones, 

se encolumnó detrás de los generales y contribuyó a legitimar la acción emprendida por la cúpula 

militar”. (4) 

Entre las primeras medidas tomadas en las islas por Argentina, estuvieron algunas de carácter 

administrativo, aunque con fuerte valor simbólico: cambios de topónimos por sus versiones 

argentinas, instauración del español como lengua oficial y modificación del código de la circulación 

vehicular para que se condujese por la derecha en vez de por la izquierda. 

La reacción fue sorprendentemente dura en Gran Bretaña, donde los pacifistas perdieron la 

discusión y triunfaron los sectores más conservadores encabezados por la Primera Ministra 

Margareth Tatcher, que al igual que los militares aspiraba a utilizar una victoria militar para 

consolidarse internacionalmente. De inmediato se alistó una fuerza naval de importancia, que 

incluía a 2 portaaviones y contingentes para el desembarco. El 17 de abril la Fuerza de Tareas se 

había reunido en la Isla Ascensión, en el Atlántico, e iniciaba su marcha hacia las Malvinas. En 

torno de las islas se declaró una zona de exclusión, dentro de la cual se atacaría a cualquier 

fuerza enemiga. 

Gran Bretaña obtuvo rápidamente la solidaridad de la Comunidad Europea, que se sumó a las 

sanciones económicas dispuestas por el Commowealth y el apoyo del Consejo de Seguridad de 

las Naciones Unidas que votó una resolución declarando a la Argentina nación agresora y 

obligando al cese de las hostilidades y al retiro de tropas. El poderoso bloque que apoyaba a los 

británicos apenas era contrapesado por el latinoamericano, ampliamente solidario en lo 

declarativo pero de poco peso militar, por una distante simpatía con la Unión Soviética y por la 

actitud relativamente equidistante del gobierno norteamericano que intentaba mediar entre sus 

aliados.

Sin respaldo consistentes y aún ignorando sus reglas el Gobierno militar se lanzó al juego grande 

del Primer Mundo. Suponiendo que luego del hecho consumado la cuestión se resolvería por 

medio de una negociación. De modo que la reacción inglesa no solo resultó inesperada sino 

improcedente. Estados Unidos, por medio del General Haig, trató de encontrar una salida 

negociada y una fórmula transaccional. Propuso una retirada militar argentina y una 

administración tripartita conjunta con Estados Unidos que permitiera restablecer negociaciones. 

Ambas condiciones eran aceptables para el Gobierno argentino si se le agregaba el compromiso a 

plazo fijo de reconocimiento británico de la soberanía sobre las Islas, cosa inaceptable para los 

británicos. El Gobierno militar, dispuesto a transar en cualquier otro tema, no podía aparecer 

resignado ante la sociedad y ante la multitud que se reuniría en la plaza, cuya magia ya habían 

experimentado los militares. En los términos en que ellos mismos habían planteado la operación 

cualquier otro resultado equivalía una derrota. Así los gobernantes argentinos quedaron 

apresados por la movilización patriótica que ellos mismos habían lanzado y los más prudentes 

debieron ceder ante las voces de los más exaltados. 

Persiguiendo un objetivo imposible el Gobierno argentino fue víctima de un aislamiento 

diplomático creciente, que resultaba agravado por sus antiguos pecados. Pues quienes le habían 

reprochado las violaciones a los derechos humanos consideraron que esta aventura bélica, si 

resultaba triunfante, significaría convalidar todo su desempeño anterior. El envío de empresarios, 

sindicalistas y políticos al exterior para explicar la posición argentina no sirvió para modificar esto. 

En muchos casos les dio a sus opositores una tribuna donde, defendiendo los intereses 

nacionales, hacía conocer sus críticas al Gobierno. 

El Gobierno militar había intentado presionar a Estados Unidos utilizando los mecanismos de la 

Organización de Estados Americanos y sobretodo el Tratado Interamericano de Asistencia 

Recíproca, que anteriormente Estados Unidos había empleado para alinear tras de sí a sus 

vecinos en sus conflictos contra el Eje o contra Cuba. Los países latinoamericanos mantuvieron su 

respaldo a la Argentina, pero la resolución que votaron a fines de abril fue lo suficientemente 

amplia y general como para no implicar un compromiso militar. 

Luego de un mes de intentar infructuosamente convencer a la Junta Militar y en momentos en que 

empezaba el ataque británico a las islas, Estados Unidos abandonó su mediación. El Senado 

norteamericano votó sanciones económicas a la Argentina y ofreció a Gran Bretaña apoyo 

logístico. Cada vez más solo el Gobierno argentino buscó aliados imposibles – los países del 

Tercer Mundo, la Unión Soviética y hasta Cuba – que lo alejaban definitivamente de la ilusión de 

entrar en el Primer Mundo. 

Mientras tanto la batalla militar se acercaba inexorablemente. En los últimos días de abril la 

Fuerza de Tareas británica, que había llegado a la zona de Malvinas, recuperó las Islas Georgias. 

El 1º de mayo comenzaron los ataques aéreos a las Malvinas y al día siguiente un submarino 

británico hundió al crucero argentino General Belgrano, ubicado lejos de la línea de batalla. Con lo 

que la flota argentina optó por alejarse definitivamente del frente de combate. Siguió luego un 

largo enfrentamiento aeronaval: la aviación argentina bombardeó la flota británica y le causó 

importantes daños, incluyendo un blanco perfecto de un misil teledirigido sobre el crucero 

Sheffield, que de alguna manera compensó el hundimiento del Belgrano. Pero no la detuvo ni 

logró impedir que las islas quedaran aisladas del territorio continental. En ellas los jefes militares 

habían ubicado cerca de 10.000 soldados, escasos de abastecimientos, sin equipos ni medios de 

movilidad y sobretodo sin planes, salvo resistir. En Buenos Aires la figura del Alcázar de Toledo, 

su heroica resistencia y la posibilidad de que se produjera algún cambio en el equilibrio de fuerzas 

en el mundo, ocupó el imaginario de los militares. En las islas en cambio, sometidas a un 

demoledor ataque de artillería y aviones, las dudas fueron trocándose en desmoralización. “Un 

cambio similar se dio en la opinión pública, demorado en parte por la total manipulación de las 

informaciones, que además llegaban a un público dispuesto a creer que la Argentina estaba 

ganando la guerra” (5). 

En medio del clima triunfalista empezaron a aparecer voces críticas: algunos hablaban en nombre 

de Estados Unidos y reclamaban contra una guerra y un alineamiento imposibles. Otros desde la

izquierda exigían profundizar los aspectos antiimperialistas del conflicto y atacar a los 

representantes locales de los agresores. En los actos de la CGT por el 1º de mayo volvieron a 

alzarse las voces agrias, mientras que dentro del radicalismo, cuya conducción oficial había 

aceptado los términos de la cuestión puestos por el Gobierno. Raúl Alfonsín que dirigía el sector 

opositor propuso la constitución de un Gobierno civil de transición que encabezaría el ex 

presidente Illia. Así, entre protestas crecientes por la falta de información, el tema del país luego 

de la guerra se instaló en la opinión pública y reafirmó a los militares en su convicción inicial: no 

había otra salida que la victoria. 

El 24 de mayo los ingleses desembarcaron y establecieron una cabecera de puente en San 

Carlos. El 29 de mayo se libró un combate importante en el Prado del Ganso, donde varios 

cientos de argentinos se rindieron. El 10 de junio el General Galtieri pudo dirigirse por última vez a 

la GENTE reunida en Plaza de Mayo. Dos días después llegó el Papa Juan Pablo II, en parte para 

compensar su anterior visita a Inglaterra, en parte quizás para preparar los ánimos ante la 

inminente derrota. Antes de que finalizara su breve estadía comenzó el ataque final a Puerto 

Argentino donde se había atrincherado la masa de tropa. 

La desbandada fue rápida y la rendición, prácticamente incondicional se produjo el 14 de junio. 74 

días después de iniciado el conflicto, que dejó más de 700 muertos o desaparecidos, y casi 1.300 

heridos. Los gobernantes convocaron al día siguiente al pueblo a la Plaza de Mayo, solo para 

reprimir en forma extremadamente violenta a aquellos que convencidos por los medios de difusión 

de que la victoria estaba cercana, no podía ni entender, ni admitir la rendición. Por entonces los 

militares exigían a Galtieri su renuncia. Políticamente, en la Argentina, la derrota en el conflicto 

precipitó la caída de la junta militar que gobernaba el país. 

“El desastre militar cambió rápidamente los humores de la población, de los medios de 

comunicación y de la dirigencia política, y el apoyo se transformó en malestar y oposición, lo cual 

aceleró la caída del régimen. La colaboración y el apoyo de parte importante de la sociedad 

argentina al régimen militar no eran nuevos y reconocen una larga tradición iniciada en el golpe 

militar de 1930 por lo cual se puede sostener que no hubo gobiernos militares sin el apoyo civil”. 

(6) 

En el Reino Unido, por su parte, la victoria en el enfrentamiento ayudó a que el gobierno 

conservador de Margaret Thatcher lograra la reelección en las elecciones del año 1983. 

El costo final de la guerra en vidas humanas fue de 649 militares argentinos, 255 británicos y 3 

civiles isleños. 

Tras el final de la guerra, el gobierno del Reino Unido prohibió el ingreso de cualquier civil con 

pasaporte argentino a ellas y posteriormente, el 23 de julio de 1982, estableció la "Zona de 

Protección de las Malvinas" centrada en el mismo punto del estrecho de San Carlos que la 

anterior "Zona de Exclusión Militar de 200 millas de radio", pero con un radio de 150 millas 

náuticas, junto con un mar territorial de 12 millas. El 29 de octubre de 1986 creó la "Zona Interina 

de Conservación y Administración de las Islas Malvinas", reclamando por primera vez una zona de 

pesca exclusiva en torno a las islas. El 22 de agosto de 1994 el Reino Unido amplió sus reclamos 

marítimos al crear la "Zona de Conservación Externa de las Islas Malvinas", llevando la zona bajo 

su control a 200 millas de la línea de base al este de las Malvinas, lo cual ha sido una fuente 

adicional de fricciones con la Argentina, al solaparse con la zona económica exclusiva continental 

argentina al oeste, norte y sur de las islas. 

Actualmente los argentinos pueden ir con pasaporte de turistas a las Islas Malvinas. Las 

negociaciones están trabadas debido a las pretensiones británicas de que dichas conversaciones 

se den entre el Reino Unido, Argentina y representantes de los habitantes de las Malvinas a los 

que les reconoce el derecho a decidir el futuro de las mismas. El gobierno argentino, utilizando 

como argumento las resoluciones de las Naciones Unidas relativas a la descolonización, no 

reconoce a los isleños como un pueblo colonizado, sino como un pueblo trasplantado 

artificialmente a las islas por los colonizadores británicos y por lo tanto sólo puede tener en cuenta

los "intereses" de los isleños pero no sus "deseos". Por lo general se entiende (al haber nacido o 

ser descendientes de súbditos británicos) que el sentimiento de los habitantes es claramente 

contrario a cualquier forma de relación con Argentina. 

Los medios durante la Guerra 

Las evidencias del apoyo de políticos, empresarios obispos y periodistas al gobierno dictatorial 

son irrefutables. No hay que olvidar que la Guerra de Malvinas se desarrolló lejos de las miradas 

de los que quedaron en el continente, y que las imágenes, brindadas tanto por el medio televisivo, 

por los diarios y por las revistas de la época, hacían que la misma adquiriera una visibilidad 

inmediata. 

Durante la guerra de Malvinas –mientras las revistas “frívolas” saturaban sus tapas con imágenes 

caricaturizadas de Margaret Tatcher–, el Herald, dirigido por James Neilson, se convirtió en una 

especie de “enemigo público”. La Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines 

boicoteó su venta en los kioscos “hasta tanto se aclare su situación de defensa de los intereses 

británicos”. En ese momento se organizó un operativo de venta del diario en la redacción y 

numerosos lectores hicieron cola para acceder al único medio que traía información no oficial 

sobre el conflicto. Igualmente, la cúpula del Herald tuvo que partir al exilio. 

Mientras tanto, los noticieros alentaron el triunfalismo y ocultaron las informaciones de lo que 

pasaba en la guerra. El noticiero más emblemático de ese momento fue 60 minutos, emitido por 

ATC y conducido por José Gómez Fuentes. Tenía un corresponsal, Nicolás Kazansew, que 

transmitía en directo desde las islas. Así, ATC fue el canal que más importancia tuvo durante el 

conflicto, informando, opinando y tomando posición. Las Fuerzas Armadas habían ordenado a los 

canales televisivos que emitieran mensajes e imágenes que “no den pánico ni que atenten contra 

la unidad nacional”. 

El 8 de mayo de 1982 se organizó un megaprograma, conducido por Pinky y Cacho Fontana, que 

duró 24 horas. Su objetivo fue recaudar fondos durante todo un día para enviar víveres y abrigo a 

los soldados que luchaban en las islas. Todas las figuras del espectáculo local se hicieron ver en 

la emisión, donando cheques millonarios y objetos de lujo para rematar. La GENTE depositaba 

sus pertenencias de cierto valor frente a una cámara ubicada en el centro de Buenos Aires. El 9 

de mayo a las 18 horas, para terminar el programa, todos los elencos de los canales televisivos 

fueron a ATC para cantar juntos el Himno Nacional. La audiencia de la emisión fue de 52,2 puntos 

de rating. 

Las mayoría de las publicaciones, sobre todo GENTE, Para Ti y La Semana y Tal Cual tomaron 

una neta posición triunfalista, aceptando sin reparos las normativas impuestas por el gobierno al 

periodismo, que fueron las siguientes : 

- No se podía cuestionar la información proporcionada oficialmente. 

- Establecimiento de la censura previa. En conferencias de prensa se sugerían lemas: “No 

tenemos bajas”, “Esta es la guerra de todos”, “Estamos ganando”. Esta línea se mantuvo incluso 

después de la derrota, cuando los medios evitaron a costa de varios eufemismos el uso del 

término “rendición”: “cese del fuego”, “firma de un acta para retirar las tropas”, etc. 

El sensacionalismo ocupó un lugar de privilegio durante la guerra. La contienda fue tomada a 

veces de manera trivial, lejos de la seriedad que las circunstancias merecían. El discurso pro 

bélico en los medios gráficos se acentuó a medida que se desarrollaron las acciones. 

Historia Revista GENTE 

El semanario GENTE (y la actualidad), nombre completo de la publicación, de la Editorial Atlántida 

fundada por Constancio Vigil en 1918. Surgió el 29 de julio de 1965 y continúa publicándose en 

nuestros días. Desde sus comienzos, la revista definió su línea editorial como “occidental, 

capitalista y cristiana”. Una de las características de la revista está dada por la distribución de sus

contenidos: una nota impresionante al lado de otra liviana. El “estilo GENTE” está atravesado por 

la mezcla temática, que se muestra azarosa, frívola e inocente a la vez que equilibrada y positiva 

para los lectores. 

El estilo de GENTE puede resumirse en cuatro ítems: 

- Textos escritos en primera persona, lo que posibilita que el cronista reseñara sus sensaciones 

personales. 

- Mezcla casi insolente de temas muy serios con muestras de fuerte frivolidad. 

- Notas con grandes fotografías, donde las tomas forman parte de un nuevo espectáculo, que 

incluso compiten con la TV. 

- Profusión de enviados especiales que cubren, “con ojos argentinos”, los hechos periodísticos en 

otros países. 

La revista -que hacia 1970 vendía unos 300 mil ejemplares por semana - es su ambigüedad: “era 

informal y osada pero muy integrada en el sistema occidental y cristiano. Casi nunca abandonaba 

sus miradas de frivolidad y, especialmente en verano, admitía un módico destape sobre el físico 

de las modelos, a las que puso de moda (7). 

Estas dos peculiaridades -mezcolanza temática y cierta imprecisión que conforman el “estilo 

GENTE” junto a las siguientes características: notas escritas en primera persona que incluyen 

extensas descripciones contextuales, percepciones personales del cronista y datos de “color” por 

doquier; abundancia de fotografías –que ocupan un espacio y un rol importante en el texto; 

coberturas de eventos internacionales y giras de famosos argentinos (del mundo de la política, el 

deporte y el espectáculo) con enviados especiales y, por último, apelaciones e indicaciones al 

lector. 

El semanario apoyó abiertamente el golpe de Estado encabezado por Jorge Rafael Videla. Desde 

el día inicial a la larga dictadura militar, los editores y directores de diarios y revistas fueron 

informados por el nuevo régimen acerca de qué era lo que se esperaba de ellos en la nueva 

etapa. Durante un lapso que algunos recuerdan como de no más de cuarenta y ocho horas y otros 

como de dos semanas, los responsables de publicaciones escritas debían acercar cada página a 

una oficina ubicada en la Casa de Gobierno para autorizaran las publicaciones. 

GENTE, lejos de situarse al margen de una disputa que pareciera inclinarse -aunque más no sea 

por el monopolio de la fuerza física que detentan los militares- hacia el orden y la norma como 

lógica de toda práctica posible (y aceptable), logrará vincular ambos universos reformulando los 

imperativos de la moda, el consumo y el deporte -entre otros campos- y reinstalándolos dentro de 

los márgenes de lo decible y lo mostrable extrañamente (o no) adecuados a las permisiones y 

prohibiciones que regirán en la Argentina desde el golpe militar . 

En el período que se extiende entre la toma del poder por parte de los militares hasta su caída en 

1982, la revista tuvo dos picos de venta históricos: durante el Mundial de 1978 y la Guerra de 

Malvinas. En esas semanas llegó a vender entre 600 y 700 mil ejemplares. Después del 

“Proceso”, la revista cayó en ventas. Sin embargo, pudo mantenerse entre las publicaciones 

líderes sin que nadie pudiera desplazarla. 

En el libro Decíamos Ayer Eduardo Blaunstein y Martín Zubieta cuentan que “Samuel 

Gelblung...era el jefe de redacción de la revista GENTE cuando se produjo el golpe del 24 de 

marzo de 1976 – y agregan – de nada sirve dirigirse a él para recordarle el comportamiento 

repulsivo que tuvo esa revista en los años de la dictadura. Cada vez que le preguntaron sobre su 

responsabilidad en la GENTE de aquella época, Gelblung ha puesto a funcionar los 

servomecanismos que oculta bajo la piel de la cara para decir: Me hago responsable de todo lo 

que se publicó. Cuando quieran los debatimos”. (8)

GENTE arrancó su apoyo a los militares denunciando la absoluta degradación subversiva en que 

había caído el colegio nacional Pellegrini con la complicidad de autoridades y docentes y alertó a 

sus lectores acerca de conductas que pudieran resultarles “perjudiciales para la salud”: hacer 

huelga, resistirse a la autoridad, sabotear la producción, insinuar algún tipo de revanchismo 

político. 

Además, expresan que GENTE advirtió que en la guerra contra la subversión no había neutralidad 

posible. GENTE reveló y reiteró cinco veces por número “cómo somos los argentinos”, o “cómo 

deberíamos ser”, o “cómo nos miran en el mundo”, o “cómo nos deberían mirar”. GENTE edificó 

ejemplos de ciudadanos modelos; declarando que si no son militares es preferible que sean 

doctores o que sea directamente Martínez de Hoz el personaje del año. 

Como así también, dichos autores sostienen que GENTE se preocupaba por solicitar -y hasta 

exigir- la meditada respuesta de los señores padres a la pregunta: “¿Qué hace usted para que su 

hijo no sea guerrillero?”. Acompañó a Videla hasta Venezuela para que “no se perdiera” y de 

regreso titula “Fue un triunfo argentino”. Se indignó -junto con otros medios- contra los 

trabajadores de Luz y Fuerza que “osaron” realizar una huelga en plena dictadura. Aseguró en 

una publicación que Jacobo Timerman “confesó ser sionista de izquierda” y que Tomás Eloy 

Martínez era montonero. 

A medida que fueron avanzando los años del proceso y aunque las revistas de Atlántida volvieron 

a sus tapas acostumbradas, “livianitas”, no dejaron de militar en sus páginas interiores por la 

causa castrense, católica y por “el ser Nacional”. (9) 

Lo que instituye a la revista GENTE en un objeto privilegiado de exploración es que -además de 

su gran tirada, su circulación nacional y su posición de privilegio como formador de opinión 

pública, particularmente en las clases medias urbanas. El proyecto oficial conservador impuesto 

por la dictadura y adoptado por la revista GENTE como línea editorial se mantuvo en tensión con 

los rasgos comerciales y de modernización ligados a la moda, el deporte, el espectáculo, la 

publicidad y el consumo. En este sentido, la publicación permite rastrear las huellas del discurso 

disciplinador en aquellas zonas temáticas aparentemente desarticuladas de la realidad política y 

que tendemos a relacionar con la vida cotidiana y la rutina diaria. 

Observatorio de la Revista GENTE durante la guerra de Malvinas. 

Desde el principio de la guerra GENTE se posicionó casi como un vocero oficial de las actividades 

que desarrolló el Ejército Argentino. Esto le permitió no solo ser espectador privilegiado, ya que 

estuvo presente en los operativos sorpresas montados para la ocupación inicial de las islas, como 

así también desarrollaron una línea editorial parcial destinada a generar consenso en la sociedad 

argentina que cada semana se informaba con esta revista. Desde el punto de vista de la 

Intencionalidad Editorial se puede advertir que estas ediciones especiales preparadas por este 

medio gráfico se trataron claramente de una orquestación dentro de los recursos de la 

propaganda utilizados por este medio. Se entiende por orquestación a la repetición de un tema, 

bajo diferentes aspectos, hasta lograr imponerlo en la opinión pública. La intención es que el 

destinatario de la propaganda hable sobre él, lo discuta y llegue a tomar determinada posición. 

El rol cumplido por GENTE se podría comparar con el que cumplió la cadena CNN durante la 

primera Guerra del Golfo que la convirtió en un vocero oficial del Gobierno de los Estados Unidos. 

Pese a que en este último caso se trató de una cobertura televisiva en vivo, hay que tener en 

cuenta las evidentes diferencias con la Revista GENTE que hizo lo propio por la naturaleza de 

medio gráfico y por la periodicidad de sus publicaciones semanales. Con grandes fotografías de 

doble página y una mínima presencia de texto escrito, este medio se dedicó a retratar paso a paso 

este hecho histórico. Es importante mencionar que las fotografías son una herramienta 

incuestionable a la hora de generar consensos, ya que tienen un mayor poder de verosimilitud 

teniendo en cuenta que en esa época no se contaba con las herramientas de fotomontaje que hoy 

disponemos. Si lo estoy viendo es porque así sucedió. No se puede “negar en la fotografía que la

cosa haya estado allí”, pero tampoco se puede negar que la fotografía sólo captura una pequeña 

porción de realidad. “La fotografía no es la realidad sino uno de los innumerables modos, todos 

convencionales, de representarla. La realidad es algo mucho más complejo que aquello que la 

fotografía nos puede comunicar”. (10) 

Nuestro análisis comienza el día 8 de abril del año 1982. Como título de tapa principal se lee: 

“Vimos rendirse a los ingleses”. Y en el copete agrega: “fuimos el único medio periodístico que 

estaba allí”. “Las fotos exclusivas que solo verá en GENTE”. Se trata de títulos en primera 

persona, son las palabras de quien no solo es testigo, sino partícipe involucrado en este hecho 

histórico. También revela la cercanía de la Revista GENTE con los miembros de la junta militar 

que tomó la decisión de invadir Malvinas. Además hay que tener en cuenta que el medio se 

atribuye a si mismo la exclusividad al calificarse como “único” medio periodístico presente. Desde 

un principio GENTE habla de “recuperación” de las islas y no de “invasión” ya que esta segunda 

palabra sería más cuestionable en la opinión pública. 

Luego en las páginas interiores puede leerse el siguiente copete: “cuando las tropas 

desembarcaron GENTE ya estaba allí”. Esto refuerza el título inicial antes mencionado y revela 

que los periodistas de GENTE ya conocían la decisión de invadir, como si la presencia de los 

periodistas no fuese parte de la propaganda montada por el Gobierno militar. Por otro lado con el 

título “Documento histórico exclusivo” se busca que la publicación sea considerada un 

“documento” falsamente objetivo, y a la vez destinado a archivar conscientes de que se trataba 

de un hecho histórico. 

En este número se observa en las primeras páginas fotografías, con sus respectivos epígrafes, la 

deposición del gobernador británico de las islas y la posterior rendición de los militares ingleses 

presentes en ese momento que en un principio ofrecieron resistencia. Soldados con gestos 

“duros” luego de haber sido tomados prisioneros. De alguna forma GENTE intenta mostrar que la 

invasión/recuperación fue realizada en un clima pacífico y con mínima resistencia por parte de los 

isleños. Se muestra al vicecomodoro Gilobert llevando una bandera blanca hacia la casa del 

gobernador, sin embargo ya se menciona la primera muerte argentina del capitán Giachino. Otro 

ejemplo claro es que la revista al referirse a las nuevas autoridades de la isla menciona a los 

militares argentinos con todo su cargo, trayectoria y procedencia: “el general Mario Benjamín 

Menéndez viajó a Comodoro Rivadavia. El miércoles 7 asumirá sus funciones en Puerto Stanley 

en coordinación con un triunvirato integrado por: El contralmirante Carlos Alberto Busser, el 

General Américo Daher, comandante de la novena Brigada de Infantería con asiento en 

Comodoro Rivadavia, y el Brigadier Helmut Conrado Weber. El general Menéndez (52) casado, 

tres hijos, fue en el año 71 jefe del Regimiento Aerotransportado 17, con asiento en Catamarca, 

director de la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral y en el año 78 comandante de la Sexta 

Brigada de Infantería de Montaña, dependiente del Quinto Cuerpo de Ejército con asiento en 

Neuquén. En la actualidad se desempeña como jefe de operaciones del Estado Mayor del 

Ejército”. 

Más adelante se lee la primera nota escrita de 4 páginas relatada por un fotógrafo de la Revista 

GENTE quien “casualmente” se encontraba en las islas. Rafael Wollmann fue el que tomó las 

primeras fotos y había llegado a las islas 10 días antes del 2 de abril de 1982 con la intención de 

fotografiar su vida cotidiana, costumbres y si le era posible viajar hasta las Islas Georgias del Sur 

que habían sido ocupadas por el Ejército Argentino hacía solo unos meses antes. Según describe 

en su informe rápidamente se reunió con isleños y autoridades británicas, quienes en un principio 

le mostraron su desconfianza, seguramente porque advertían que su presencia en las islas 

significaba que algo estaba por ocurrir y que debía se retratado por un periodista argentino. 

Wollmann escribe en primera persona, hora a hora, lo que sucede aquella madrugada del 2 de 

abril de 1982. Lo cuenta desde su experiencia en el hotel donde estaba alojado, los primeros 

bombardeos y el fuego cruzado. Pero también cuenta como se relataba el hecho en la única 

emisora de radio local y como ya desde el día anterior los isleños fueron advertidos por su 

gobernador de la inminente ocupación de Puerto Stanley. Wollmann tenía un permiso especial 

para fotografiar y relata que en ningún momento se dificultó su trabajo.

Posteriormente la revista se dedica a analizar los pormenores táctico-militares utilizados por las 

Fuerzas Armadas en su primera incursión. Este es el título: “Así fue el Operativo Azul” y explica 

las razones por las que fue llamado con este nombre y agrega: “algunos lo llamaron Operativo 

Rosario, otros Operativo Soberanía, pero en realidad la recuperación de las Islas Malvinas fue 

bautizada por las fuerzas conjuntas como Operativo Azul. Sus jefes explicaron que ese era el 

color de muchas cosas que tenían que ver con la misión: el cielo, el mar, el manto de la Virgen 

Protectora del Ejército. Así fue, entonces, paso a paso, este operativo”. 

Más adelante se desarrolla una entrevista a un joven soldado quien relata su experiencia. En el 

título se lee: “Estoy orgulloso señor, quería venir” y el copete agrega: “Este es el relato de 

Norberto G., cordobés, 18 años, soldado conscripto que desembarcó en las Malvinas el 2 de 

abril”. Como se advierte todas las notas seguirán avalando la decisión del Gobierno de invadir las 

islas unilateralmente. 

Después GENTE transcribe literalmente una conversación telefónica mantenida por el presidente 

argentino Leopoldo Fortunato Galtieri y el presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan. Esta 

nota se titula: “De presidente a presidente” y por supuesto no está firmada. Sin bien no se puede 

confirmar la veracidad del diálogo se estima que el medio tenía acceso a informantes muy 

cercanos al Gobierno a quienes les interesó que esta conversación se difundiera. En esta 

comunicación el presidente norteamericano intenta disuadir al mandatario argentino para que no 

concrete la invasión, se trata de un diálogo de unos 50 minutos realizada con un intérprete o 

traductor, en el que cada uno expondrá su posición sin llegar a ningún acuerdo. También se 

puede deducir que de alguna manera los militares argentinos avisaron al Gobierno 

norteamericano de la operación militar que estaban a punto de realizar, esperando contar con su 

apoyo o al menos con su consentimiento. 

En otro parte de la revista se dedica a revisar su archivo y publica una nota sobre cómo era la vida 

en las islas previo a la invasión. “Antes, en Malvinas, se vivía así” titula. “Fueron muchas las notas 

que GENTE hizo en Malvinas a lo largo de sus 872 ediciones. Un ex hombre de nuestra redacción 

y actual subdirector de la revista SOMOS, Alfredo Serra, fue uno de los protagonistas de varias de 

esas notas. Ahora hace memoria y cuenta.” En esta nota se observan fotos de escuelas de la isla, 

de un supermercado, un templo, costumbres, deportes. Seguida a esta nota se lee otra titulada: 

“Ya son argentinos. Sábado 3 de abril. El comunicado N°4 del gobernador militar de las islas 

Malvinas, General Osvaldo Jorge Garcias, que fue emitido por la Radio Puerto Stanley a todos 

los pobladores de la isla, habla de garantías y promete, entre otras cosas, el mantenimiento del 

estilo de vida de los habitantes de las islas: la libertad de culto, el respeto a la propiedad privada, 

libre determinación para entrar, salir o permanecer, la libertad de trabajo y el mejoramiento del 

nivel de vida”. El artículo menciona que no todos los habitantes de las islas mostraron su 

satisfacción por el nuevo Gobierno argentino. La publicación destaca que para el Reino Unido los 

kelpers son ciudadanos de segunda categoría, sin documento y solo tienen derecho a un 

pasaporte que demora meses en llegar desde Inglaterra. 

Una de las notas más significativas de esta edición del 8 de abril de 1982 es la titulada: “Por fin 

recuperadas. Viernes 2, Plaza de Mayo. El presidente Galtieri sale finalmente al balcón. 14:20 

horas. 5.000 personas con banderas argentinas vitoreaban la recuperación de las Islas Malvinas”. 

Esta nota está ilustrada con una fotografía de doble página en la que se ve al presidente Galtieri 

asomado al balcón de la Casa Rosada y saludando a una multitud que apoyaba su incursión 

militar, le demostraba al menos en ese momento, que su decisión había sido acertada. Por otro 

lado revela claramente la posición de apoyo al Gobierno que adoptó la revista. Luego se observa 

una fotografía con su epígrafe: “La Victoria. Las tropas izan la bandera frente a la Casa de 

gobierno de las Malvinas. Todo ha concluido. El Himno Nacional coreado por los soldados y jefes 

ya cubrió sonoramente las islas. Esta es la primera formación militar que rinde tributo a la 

bandera, en el mástil oficial de las islas Malvinas”. Realmente es curioso que tanto el Gobierno, 

como los periodistas de esta revista creyeran que los ingleses no iban a intervenir militarmente o 

que esperaran que todo se fuera a resolver desde el campo diplomático. Muchos de los epígrafes 

que acompañan a las fotografías utilizan términos habituales de la jerga militar. Además GENTE

entrevista en Bahía Blanca a los jefes militares que participaron de las primeras operaciones. Esta 

nota se titula: “Hablan los que recuperaron las Malvinas”. 

Posteriormente se observa en una fotografía al presidente Galtieri en la capilla de la Casa 

Rosada. Esta fotografía tiene como título: “El presidente reza”. Esto no solo confirma la religión 

que profesa el primer mandatario, sino también la incertidumbre que sentía en ese momento, con 

una guerra en puerta. 

Luego se hace un recuento gráfico con mapas de la disminución territorial que sufrió nuestro país 

desde la formación del Virreinato del Río de la Plata, hasta nuestros días y se compara a la 

“nueva provincia” con el resto de las provincias de la Argentina desde los aspectos geográficos y 

demográficos. Y muestra una serie de fotos tomadas desde el aire de Puerto Stanley y sus 

alrededores. Le dedica una nota al primer caído en el conflicto: Capitán de Fragata Pedro Edgardo 

Giachino y muestra fotografía de sus familiares y de su sepelio. 

Las últimas páginas de esta primera publicación se las dedica a analizar lo que vendrá: Entrevista 

al canciller argentino Costa Méndez. En Estados Unidos analiza el voto en contra de la Argentina 

en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. La misma institución hacía poco tiempo había 

apoyado el proceso de descolonización de las islas australes y este era uno de los argumentos 

del Gobierno argentino para reclamar su soberanía. Para explicar las complejas negociaciones 

diplomáticas GENTE utilizó el recurso de la simplificación. De alguna manera GENTE subestima a 

sus lectores al titular la entrevista que le realiza al embajador inglés ante la ONU, Anthony Parson, 

utiliza la siguiente frase: “Nosotros pasamos la pelota, ahora está en cancha argentina”. La 

propaganda se vale de la simplificación para alcanzar su objetivo, debe buscar la síntesis de lo 

complejo, traducir un conjunto de hechos o ideas de forma simple, clara y breve teniendo en 

cuenta la identidad cultural del destinatario del mensaje. 

En Londres analiza el tratamiento del tema en el Parlamento británico y la superioridad en el 

poderío militar británico y de esta manera la revista empieza a plantear una de las diferencias 

evidentes y que serían definitorias en este conflicto. Pero también explica que esto fue lo que llevó 

a los británicos aprobar su incursión militar. También entrevista al embajador argentino en 

Inglaterra Carlos Ortiz de Rosas quien fue expulsado de ese país. Y se cedió la custodia del 

edificio a la embajada brasileña. Ortiz de Rosas justifica con estas palabras: “El pueblo argentino 

se cansó de la soberanía británica”. Claramente en este caso el recurso utilizado es la 

unanimidad o contagio que explica la tendencia de la propaganda a expresar la opinión de un 

grupo como unánime a toda la sociedad civil. 

Una de las páginas más interesantes de la revista es una encuesta a casi 60 personas que realiza 

en Buenos Aires y en Londres sobre si se apoya o no la guerra. Ambas expuestas en una doble 

página, con la fotografía del encuestado, su actividad o profesión y si una breve opinión precedida 

por un Si o un No. En estas páginas se advierte las apreciaciones divergentes tanto en Argentina 

como en Inglaterra. Pero en ambas se deja de manifiesto que ninguno de los pobladores está 

dispuesto a ceder en su orgullo nacional. 

Y por último se entrevista a un experto en armamento y una nota que advierte que las fuerzas 

británicas ya han movilizado sus tropas: “Vienen para acá” dice el título. Y como nota de último 

momento destaca que ya hay voluntarios argentinos que se enrolan en las filas del Ejército para 

participar de esta guerra. 

La Revista GENTE del 27 de mayo de 1982 titula una de sus portadas más recordadas: 

“Seguimos ganando”. Y como copete destaca los logros bélicos obtenidos por las fuerzas 

argentinas: “6 buques hundidos, 16 averiados, 21 aviones y 16 helicóptero derribados. Estamos 

destruyendo a la flota británica”. En las páginas interiores detalla el nombre de los buques 

afectados y la fecha en que fueron alcanzados por fuego argentino. GENTE los nombra como “los 

nuevos héroes de mayo”. Es importante destacar que este triunfalismo fue transmitido desde 

todas las autoridades del Gobierno que se encargaron de resaltar las supuestas ventajas militares 

que poseía la Argentina respecto de una de las fuerzas militares británicas, una de los ejércitos

con mayor trayectoria y logros de la historia moderna. Inglaterra ha sido reconocida a lo largo de 

los siglos como una potencia naval. Para representar este momento GENTE se vale del recurso 

de la exageración o desfiguración. Este se presenta cuando un hecho es sobredimensionado con 

el fin de acentuar ciertos aspectos de un problema dado. Indefectiblemente, implica una 

desfiguración o deformación del acontecimiento. 

El semanario muestra fotos de los marines ingleses que estaban a cargo de la protección de las 

islas Malvinas. En artículo publicado el día 6 de mayo con el título: “El archivo secreto de los 

marines en Malvinas” se observa a los soldados ingleses fumando marihuana, bebiendo whisky y 

cerveza o tomando sol en las trincheras. Estas imágenes exponen escenas de la vida cotidiana 

de estos marines, que son presentados como GENTE excéntrica, de costumbres personales y de 

moral totalmente criticables. El recurso de la Intencionalidad Editorial en este caso es la 

transfusión con la que se trata de reforzar ideas, miedos, prejuicios, complejos de odios, un orden 

establecido, más que estimular un cambio. 

Posteriormente en una doble página se encarga de enumerar con gráficos la flota naval inglesa y 

detalla aquellos barcos que han sido averiados o hundidos por las fuerzas argentinas. En este 

caso se trata del triunfalismo que utilizó el mismo Gobierno para sostener durante buena parte del 

conflicto bélico que nuestro país estaba ganando la guerra. GENTE destaca en el título “Estos 

vinieron. Estos quedan” y agrega: “Fuentes altamente responsables consultadas por GENTE – 

pertenecientes a la Fuerza Aérea – Señalaron…que el número de barcos averiados y hundidos es 

mayor, pero que la seriedad con que se maneja la información y la necesidad de verificar 

exactamente los daños demoran la confirmación de los hechos. Al respecto nos informaron que 

los barcos hundidos son diez y quince están seriamente averiados. Es decir que veinticinco han 

dejado de servir para sus funciones específicas. Es decir, también, que la flota británica se está 

hundiendo”. Sin dudas esta manipulación y ocultamiento de información intentó mantener alta la 

moral del pueblo argentino que apoyó el conflicto y lo siguió a diario a través de los medios de 

comunicación. 

Un ejemplo claro de esto fue la maratón televisiva que se realizó para recaudar fondos y ayudas 

para los combatientes. Este evento fue reflejado por la Revista GENTE en su edición del día 13 de 

mayo de 1982. Esta emisión de 24 horas fue transmitida por el canal oficial y conducida por los 

periodistas “Cacho” Fontana y Pinky. GENTE titula al respecto: “La noche en que los argentinos 

no durmieron”.Y agrega: “En un esfuerzo sin precedentes, y durante 24 horas y media, ATC 

convocó – y logró- la generosa solidaridad de todos los argentinos. Se recaudaron 22 mil millones 

de pesos y 40 kilos de joyas. Las máximas figuras de la política, la ciencia, el deporte y el 

espectáculo estuvieron presentes. Excelente la conducción de Pinky y Cacho Fontana que 

demostraron su enorme profesionalidad. Hubo anécdotas conmovedoras y gestos sorprendentes”. 

También es importante destacar que no solo el Gobierno apoyó con propaganda oficial esta 

guerra, sino que también empresas privadas también manifestaron su apoyo. Por ejemplo la 

Empresa Mc Lean, fabricante de las heladeras Patrick, publicó en Revista GENTE el día 20 de 

mayo un aviso en el que decía: “Fabricamos frío, pero estamos calientes por nuestras Malvinas… 

porque vamos a vencer!”. Por su parte en la misma fecha la Cámara de Comercio de Estados 

Unidos de América en la República Argentina publicó una solicitada cuestionando la postura 

adoptada por el país del norte, que decidió aliarse con Inglaterra. Un fragmento de ella dice: “Nos 

apena mucho que los Estados Unidos hayan sido erróneamente inducidos a apoyar a Gran 

Bretaña en esta nefasta causa, y hacemos un llamamiento para que retire su apoyo, sea grande o 

pequeño, a lo que todos vemos como un ataque a las Américas”. 

El Gobierno militar en su propaganda oficial expresaba: “Argentinos, a vencer! Cada uno en lo 

suyo, defendiendo lo nuestro! Por nuestra bandera y nuestro destino. Porque no estamos solos. 

Porque la Justicia y el derecho están de nuestro lado. Porque tenemos fe en nosotros mismos. 

Por nuestros hijos. Porque el enemigo está peleando por su pasado y nosotros por nuestro 

futuro”.

“Ellos hablaban de paz. De negociaciones. Ellos hablaban de palabras. Sin embargo, en la 

madrugada del domingo, ellos hicieron hablar a sus cañones, a su pólvora, a la muerte. Ellos 

atacaron. Ellos invadieron. Ellos empezaron la guerra. Ahora nos toca a nosotros: defenderemos, 

contraatacaremos, pelearemos. Y que no quede ninguna duda: venceremos.” 

Otro hecho importante durante esta guerra fue la visita del Papa Juan Pablo II publicada en la 

Revista GENTE el día 17 de junio. Siempre manteniendo la volanta con la que se autodenomina la 

publicación como “documento histórico exclusivo”, GENTE le dedicó en esta edición un 

suplemento especial a la visita papal. Este apartado fue titulado: “Las fotos del día que vino por 

nosotros”. En todas las fotos se lo ve al pontífice rodeado de multitudes exaltadas por su 

presencia. “Dos millones de fieles” que retrata en una doble página la revista. 

Seguramente este hecho hizo que los argentinos comenzaran a ver este conflicto de otra manera. 

Juan Pablo II hizo varios llamados a la paz y se dirigió especialmente a los integrantes del 

Gobierno. “Por la paz” titula el semanario y se ve en una foto al pontífice dirigiéndose a un grupo 

de militares. Y en otra página se ve al santo padre en actitud de oración con el título.: “Ruega por 

la paz” y agrega: “Aquellos que lo conocen, que lo acompañaron en sus viajes, revelaron que 

nunca habían visto tanta preocupación, tanta devoción en sus ruegos como en tierra argentina. 

Fue en las horas que él transcurrió aquí que los ingleses lanzaron su ataque más profundo. Y él 

conocía las noticias”. Esta última frase comenzaba a vislumbrar el desenlace del conflicto y 

buscaba ubicar a nuestro país como la víctima de una potencia implacable. 

También hay una foto de doble página con el título: “La Junta comulga” y se ve en una foto al 

presidente Galtieri y a los titulares de la Fuerza Aérea y de la Armada arrodillados frente a Juan 

Pablo II. Hay que recordar la cercanía que tuvo este Gobierno con las jerarquías eclesiásticas 

nacionales. También se observa en otra doble página al Papa ingresando al Salón Blanco de la 

Casa Rosada. “El Papa con la Junta militar” GENTE califica este encuentro en la bajada como de 

carácter protocolar. Más adelante se lo ve al papa asomarse por el histórico balcón de la Casa 

Rosada y una multitud que cubría gran parte de la Plaza de Mayo. 

Para destacar el carisma que caracterizó a Juan Pablo II Revista GENTE escribe: “El día que Juan 

Pablo II anduvo en colectivo”. Y agrega: “Prefirió el colectivo 1 de la línea 501 antes que el 

papamóvil. Quería estar más cerca de su GENTE y que todos pudieran verlo. Así recorrió seis 

kilómetros desde la Basílica de Nuestra Señora Luján hasta la estación de trenes, bendiciendo a 

todos los que lo aclamaban”. GENTE también entrevistó al chofer del colectivo que llevó al 

pontífice: “Habla el chofer del Papa”. 

En su edición del día 24 de junio de 1982, una vez concretada la rendición argentina, revista 

GENTE tuvo que explicar a sus lectores los motivos de la derrota argentina. En su portada titula: 

“La guerra que no vimos. Lo que nadie mostró hasta ahora”. En su página número 3, que 

habitualmente se destinaba a los editoriales se lee: “los argentinos miran atónitos lo que pasa en 

el Gobierno. Parecería que de golpe se ha perdido el rumbo, se ha perdido toda sensatez…deben 

tomar conciencia de que país puede llegar al borde del abismo, el mismo del cual nos rescataron 

en marzo de 1976”. En esta última frase se advierte la opinión favorable que el medio mantuvo 

desde el comienzo y durante todo el Gobierno militar. 

En las páginas posteriores la revista se dedica a retratar con fotografías la rendición argentina. Se 

ven imágenes de soldados abatidos, algunos heridos, la entrega de armas y el regreso al 

continente. Algo significativo para resaltar, es que GENTE no exhibe el rostro de los muertos en 

la guerra. Por eso se dice que la guerra de Malvinas fue una guerra sin cadáveres, pese a que 

sólo del lado argentino hubo más de 600 soldados muertos. 

También se muestra a los heridos ingleses y a los argentinos con el título: El horror de la guerra I 

y II respectivamente. Luego dedica dos notas bien desarrolladas en tituladas: “Historia secreta de 

la guerra” (Según Buenos Aires y Según Londres). Pero la nota más esclarecedora es el relato del 

camarógrafo Eduardo Rotondo. “Vi matar, vi morir. Conocí el espanto y la gloria: viví 50 días en 

Las Malvinas”. GENTE agrega: “Fue el único periodista que vivió todos los ataques y el cese del

fuego. Fotografió, en forma exclusiva, la llegada de los británicos y los encuentros con el General 

Mario B. Menéndez y su Estado Mayor”. Rotondo relata en esta nota: “nuestros soldados 

resultaron realmente heroicos, porque con dos meses de instrucción aguantaron lo que quizás 

muy pocos podrían aguantar. Eran soldados que no estaban preparados para resistir 

temperaturas de diez grados bajo cero. Soldados que estaban acostumbrados a cuatro comidas 

diarias, y allí hubo ocasiones en que se comía una sola vez”. De esta manera GENTE comienza a 

ensayar una explicación que justifique la derrota inexplicable para quienes habían fomentado el 

triunfalismo. 

En las últimas páginas de esta edición la revista advierte la crisis política que sobrevino a la 

rendición. GENTE titula: “El Proceso en su hora más difícil”. Se observa en una foto a Galtieri en 

la oficina presidencial mirando un cuadro de San Martín. Esta doble página se titula: “Sin 

palabras”. Las dificultades para designar a un sucesor y después la designación de Reynaldo 

Bignone al frente del Ejecutivo, quien posteriormente convocaría a elecciones generales. 

Es a partir de la derrota argentina que la revista comenzó a realizar otra construcción de los 

británicos. El “enemigo” se convierte en el profesional, en el mejor preparado para la guerra, con 

armas superiores. Victorioso. Poderoso. Los argentinos, en cambio, se convierten en los “chicos 

de la guerra”, indefensos ante la crueldad del clima de las islas, delgados y débiles por la falta de 

alimentos, no profesionales. Y también aparecen los muertos. En la edición del 1 de julio la revista 

plantea en su portada los siguientes interrogantes: ¿Había comida? ¿Tenían ropa adecuada? 

¿Qué pasó con las armas? ¿Cuántos muertos hubo? Luego se lee el testimonio de un ex 

combatiente: “Hacía muchísimo frío y lo sentía a pesar de los dos equipos de verano que me 

habían entregado. Hice lo mismo que todos los demás: colocármelos uno encima del otro. Pero 

los borceguíes no llegaban a detener el frío. La tierra, en ocasiones, nos llegaba a la altura de los 

tobillos.” 

Conclusión 

Si hay que analizar la posición editorial que tomó la Revista GENTE durante esta guerra no se 

puede negar que su abordaje fue totalmente parcial y hay sobrados ejemplos en las publicaciones 

que realizó en esa época. Mediáticamente el “vamos ganando” generó una euforia en el pueblo 

argentino lo que impidió, también, una paz digna y generó aún más una sensación de estafa en la 

posguerra. 

Seguramente el fervor nacionalista que generó esta guerra, pero también la cercanía con la 

dictadura militar llevaron a esta revista a ser cuestionada posteriormente en su credibilidad. Un 

caso similar también ocurrió hace unos años en Estados Unidos cuando el ex presidente George 

W. Bush afirmaba que el dictador Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva para 

justificar su invasión a este país de medio oriente. Esta verdad fue aceptada por los medios de 

comunicación norteamericanos como incuestionable y luego varios medios tuvieron que hacer una 

autocrítica por haber apoyado la guerra “preventiva” iniciada por su país. 

El sociólogo de la UBA Vicente Palermo le dijo a Página 12: “No había libertad de prensa, es 

claro, pero tampoco es cierto que los medios gráficos transmitieran “en cadena”. La manipulación, 

que en alguna medida existió, explica muy poco. Había un deseo y una necesidad de creer. La 

mayoría de la GENTE creyó lo que quería creer. La existencia de una fiesta nacionalista, una 

comunión nacional”. 

Una de las formas verbales más utilizadas por la revista GENTE durante la Guerra de Malvinas: el 

“nosotros”. Durante los setenta y cuatro días que dura el conflicto, el semanario, generalmente, 

habló de la guerra en la primera persona del plural como de una acción en que la nación en su 

conjunto es el sujeto: “Nosotros esperamos”, “Estamos ganando”, “Seguimos ganando”, “Así 

destruimos la flota enemiga”, “Vamos a atacar”. Esa forma verbal revela el uso del recurso de 

unanimidad o contagio y a la vez creo una mayor sensación de cercanía. Por otro lado reproducía 

el modo con que habitualmente los ciudadanos se referían a las acciones, aunque no participaban 

directamente.

Bibliografía 

(1) BURNS MARAÑON, Jimy, La tierra que perdió sus héroes, Fondo de Cultura, Buenos Aires, 

1992, P. 68. 

(2) BURNS MARAÑON, Jimy, La tierra que perdió sus héroes, op. cit., p.73 

(3) BURNS MARAÑON, Jimy, La tierra que perdió sus héroes, op. cit., p.75 

(4) SURIANO, Juan. Nueva Historia Argentina, Dictadura y Democracia (1976/2001), Editorial 

Sudamericana, 2007. P. 15 y 16 17 

(5) ROMERO, Luis Alberto. Breve historia contemporánea de la Argentina, Fondo de Cultura, 

Buenos Aires, 2001. 

(6) SURIANO, Juan. Nueva Historia Argentina, Dictadura y Democracia (1976/2001), Op. cit. P. 

17 

(7)ULANOWSKY, Carlos. Paren las rotativas, Espasa Calpe, Buenos Aires. 1997. Pág. 161. 

(8) BLAUSTEIN, Eduardo y ZUBIETA, Martín: Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el 

Proceso, Ed. Colihue, Buenos Aires, 1999. P. 132 

(9) BLAUSTEIN, Eduardo y ZUBIETA, Martín: Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el 

Proceso. Op. cit. P.140 

(10) MARTÍNEZ DE AGUIRRE, E., BISELLI, R. Y MARENGO, M. Introducción a los lenguajes, La 

Fotografía, Laborde, Rosario. 2000. Pág. 37. 

Bibliografía general 

Enciclopedia Wikipedia www.wikipedia.org 

Conflicto Malvinas, Informe oficial del Ejército Argentino, 1983 

Documentos académicos 

HOLLENDER, María Alejandra. Tesina, Universidad de El Salvador, 2002 

Publicaciones hemerográficas 

Revista GENTE y la actualidad N°s: 872 al 884, Editorial Atlántida, 1982

la Revista GENTE durante la guerra de Malvinas

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