Paisajes Indeterminados

Es preciso estar atento a lo que el paisaje puede decirnos, el paisaje necesita ser leído, ser atravesado por una mirada delicada que comprenda toda la vida que hay en él.
Todas las cosas tienen un paisaje ideal.

Elizabeth Bischop

Detalles

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Paisajes Indeterminados
Ana María Battistozzi, Arte+Corporación, Patricia Ready Galería, Santiago de Chile, 2016

El mapa ideal y los artistas viajeros
Matilde Marín, texto para el libro De lo visual y lo afectivo, Editorial Biblos/Culturalia, Buenos Aires, 2018


Viajes sin ninguna certeza

El viaje ha ocupado un lugar central en los mitos y en las ficciones de todas las culturas, desde los egipcios y Homero en el mundo antiguo hasta Conrad, Joyce, Cèline, Sebald o la novela gráfica contemporánea. En cada relato el tránsito, la partida, el retorno, el exilio o el camino hacia el interior de uno mismo se engarza a complejas tramas de pericias y aventuras. No es extraño entonces que se constituyera en el argumento y la razón principal de las dos series de trabajos recientes – Paisajes indeterminados y El viaje imaginario de Kasimir Malevich que Matilde Marín presenta ahora en la galería Del Infinito. Fundamentalmente porque coincide con un momento de singular madurez en la obra de la artista que condensa los variados intereses e inquietudes que a lo largo de toda su trayectoria contribuyeron a modelar su mirada.

El conjunto se erige así en metáfora del íntimo recorrido que en ciertos momentos de la vida embarca a todo ser en la reflexión sobre sí mismo. Marín es una artista viajera y, si bien sus imágenes nacen del mundo real, no hay en ellas nada que pueda identificarse con un paisaje en particular. Lo suyo guarda razonable distancia con la modalidad de crónica que popularizó el siglo XIX y alumbró el desbordante imaginario de paisajes que cruzó ambiciones científicas, notación pormenorizada y fantasías románticas. Más bien se inscribe en el curso metafísico que al promediar el siglo XIX se orientó a rescatar el potencial de lo incierto y lo enigmático que luego fascinó a los surrealistas.

Así en los Paisajes Indeterminados, una de las dos series de collages fotográficos, se perciben climas de inquietud similar al de la serie de pinturas Die Totenisel de Arnold Böckling, conocidas bajo el nombre de La isla de la Muerte. La misma atmósfera solitaria de serena fatalidad en el misterio que encierran unas inmensas rocas recortadas a contraluz sobre cielos amenazantes. 

Con todo, estos paisajes que a la distancia evocan esa impronta de tradición simbolista o surreal han sido construidos en base a una superposición de registros fotográficos realizados en geografías diversas. La artista no da pistas. Su viaje es a la vez indagación visual y eventual pesquisa destinada a implicar al espectador de algún modo. De allí que los promontorios rocosos que asumen el protagonismo en cada imagen pueden asentarse en una tierra desértica o emerger de la movediza superficie del mar. En ese marco de circunstancias inciertas y similares se deslizan figuras geométricas como sombras o proyecciones sobrenaturales y algunas formas de close up como pistas difíciles de descifrar. La consecuencia es la suspensión del tiempo en un espacio no reconocible. Un espacio-paisaje ideal que permanecerá inmutable sólo en el registro que tuvo o imaginó el artista. ¿Un desafío al devenir? Paisajes indeterminados muestra la naturaleza con escasos datos del mundo real y por eso mismo no alcanzan a constituirse en testimonio de la presencia del artista, ni siquiera para interrogarse si al volver los esperará con la misma forma, como ella sugiere.

Con esta serie Marín cierra una trilogía de paisajes fotográficos que comenzó en los 90 -de la que forman parte los Paisajes horizontales y Paisajes intervenidos – básicamente realizados en Sudamérica.

Acaso esta experiencia y la elaboración de sus imágenes situó a la artista ante una reflexión sobre la naturaleza y a la cuestión de su representación. 

Probablemente este mismo itinerario instaló la interesante relación figuración-abstracción que apareció luego en su obra. Así parece inevitable que el propio viaje, como acontecimiento que facilitó una pluralidad de experiencias surgiera como tópico y espacio reflexivo, ligado a esa remota tradición de la cultura que evocábamos al inicio de este texto. Pero fundamentalmente a la construcción de una mirada.

Todas las imágenes que integran estas dos series de 15 y 16 fotografías cada una resultan de una combinación de fotografías analógicas y una operación digital que transforma la tradicional estrategia de composición de imágenes fotográficas en algo distinto. Algo parecido a la experiencia del pintor, o el dibujante que puede poner esto aquí o agregar aquello allá. En el curso de estos procedimientos Marín toma distancia del ingente flujo de imágenes que nos acechan y del que podrían echar mano. Opta por limitarse a su propio archivo y registros. 

En ese empeño se vislumbra el desplazamiento metafórico del viaje como construcción de una mirada. Al fin son sus propios recortes y tomas los que revelan el rasgo propio en una transformación cuyo comienzo o final son difíciles de definir. ¿Dónde y cuándo comenzó este itinerario y hasta cuándo seguirá?

Ana María Battistozzi
Fragmento del texto de “Viajes sin ninguna certeza”
Revista Ñ, 29.08.2015

El mapa ideal y los artistas viajeros

“Cuando emprendas un viaje ruega que tu camino sea largo (…)
Siempre ten a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu meta; pero no apresures el viaje.
Mejor que dure mucho, mejor anclar cuando estés viejo.
Pleno, con la experiencia del viaje
C.P. Cavafis

¿Se idealiza el lugar donde se desea llegar?  ¿Cómo se llega?  ¿De qué forma se llega? El poeta egipcio Constantino Cavafis nos muestra una ruta, probablemente un camino que contiene sabiduría; siempre un viaje es un cambio de ubicación y hay siempre diferentes viajes… de placer, los soñados de toda la vida, los viajes gestionados a partir del trabajo, pero todos son finalmente ejercicios de aprendizaje y en todos los casos nos ponen a prueba, pues si se deja entrar la experiencia en uno permite conocernos a nosotros mismos y ahí retornamos a Cavafis.

En mi vida he realizado muchos viajes y de todo tipo, salvo uno imaginado en la infancia que aún no se concretó y a juzgar por el lugar geográfico y la situación política actual de ese país muy probablemente no llegaré nunca a él y quedará como el pendiente soñado de mi vida.

 En mi primera infancia solía leer revistas de aventuras y en una de ellas encontré una historia fascinante del francés Francois Champollion que sin llegar a Egipto consiguió descifrar la escritura jeroglífica de esa cultura, gracias principalmente al estudio de la piedra Rosetta (actualmente en el Museo del Louvre) leer esa aventura histórica género en mí el primer deseo genuino de viajar. 

Luego de varios años y ya como estudiante formal en la Escuela Nacional de Bellas Artes volví a toparme con la pintura de Jean-León Gerome “Bonaparte devant le Sphinx” realizada entre 1867-1868, magnífica confrontación que expone dos momentos de la cultura del mundo, por un lado, Bonaparte a caballo observando la gran esfinge de Gizeh, y por otro lado la esfinge observando y siendo observada por un conquistador viajero.

Cuando aparece esta obra ante mí, nuevamente el viaje se presenta como una opción de vida y trabajo, y buscando información comencé a leer los trayectos de algunos poetas malditos como Arthur Rimbaud “Cartas de África” que revela ese largo y voluptuoso periplo en tierras peligrosas, exóticas y sensuales donde todo puede ser supuestamente experimentado. Hay una reciente y hermosa edición de “Cartas de África” editada por Gallo Nero en el año 2016. En esa época los viajes no tenían destino cierto y también eran sinónimo de libertad. Cuando Rimbaud escribe a sus padres “…viajaremos, cazaremos en los desiertos, dormiremos sobre el empedrado de ciudades desconocidas, sin cuidados sin penas…” marca un estilo como continuación de los viajes históricos de aventureros y expedicionarios que siempre estuvieron vigentes en las diferentes épocas.

Soy artista plástica, esta es mi profesión y en el año 1975 por diversos motivos salí de mi país Argentina, fue una partida compleja pero que derivó en una de las aventuras magníficas de mi vida ya que me ayudó a ampliar la mirada, conocer diferentes culturas y reconocer mi profesión, recorrer pueblos y ciudades donde la enseñanza fue el “viaje y viajar”, y sentir motivos de inspiración múltiples que luego fueron depositados en varias series de obra.

A partir de comprender que el viaje iba a ser parte de la profesión y que se entrelaza con la vida, comencé a leer literatura de algunos escritores tales como Bruce Chatwin y su deseo de libertad que el viaje le proporciona. El lugar es recóndito y no demasiado conocido en esa época, la Patagonia argentina surge en la vida de Chatwin y lo impulsa a dejar en su trabajo una nota muy simple de renuncia a su jefe que dice “me he ido a la Patagonia”, esta partida marca un deseo, una fantasía y un destino que adoptará para el resto de su vida y su libro “En la Patagonia” editado en 1977 y leído por miles de personas continúa la literatura de escritores viajeros. 

Me gustaría citar otros escritores muy valiosos inscritos en este género, escritores que admiro y de los que he aprendido a través de sus imágenes literarias que luego han invadido mi obra.

Ryszard Kapuscinki y su maravilloso libro “Ébano” donde el título y el contenido es un juego de palabras sobre lo que es el África negra y su estoicidad. Kapuscinki viajó largamente por el continente africano y relata grandes y pequeñas historias, el título del libro es la síntesis del mismo. Ébano ese árbol tropical de gran altura, de color negro que se eleva sobre las guerras y el infortunio como lo hacen sus habitantes.

Otro libro estupendo es “El último tren a la zona verde” de Paul Theroux este escritor épico es muy conocido por muchos como “monumento vivo a la prosa de viajes”. 

Antonio Tabucchi y su bello y pequeño libro “Nocturno Hindú” donde la excusa del relato cierto o no, lo hace viajar por regiones profundas de la India pensando y buscando a la mujer de su vida, este hermoso libro fue mi compañía en un largo viaje por Asia donde complete la trilogía fotográfica de “Paisajes Indeterminados”. 

“¿Podemos realmente viajar al otro lado del mundo? ¿Si viajamos al otro lado del mundo, podremos comprender el lugar al que llegamos?”
Nocturno Hindú, Antonio Tabucchi

Actualmente el viajar se ha convertido en un recurso importante de producción para muchos artistas plásticos contemporáneos. Un artista viaja para documentar regiones, registrar situaciones ecológicas, fotografiar ciudades, se viaja para participar de exposiciones y bienales, en fin, se viaja…. 

Todo esto o sea el “viaje” como medio de producción probablemente haya comenzado con las largas caminatas de Richard Long y su “Línea hecha para caminar” de 1967, ese artista inscripto en el Land Art que durante cinco décadas ha caminado por el mundo para construir su obra y dejar un legado de espiritualidad define su andar como:

En cada caminata, no por definición conceptual, aparece una idea en particular.
Por lo tanto, caminar-como arte-proporciona una manera simple
para mí explorar las relaciones entre el tiempo, la distancia, la geografía y la medida. Estas caminatas de mis viajes se registran en mi obra de la forma más adecuada a cada idea diferente: una fotografía, un mapa, o una obra de texto.
Todas estas obras alimentan la imaginación.
Richard Long

Otra artista de culto es Ronie Horn, su larga estadía en Islandia dio como resultado un lugar único en el mundo “La Biblioteca del Agua”, un espacio construido para el futuro donde colectó agua de 25 glaciares en extinción, viajó a través de todo el país y toda el agua recogida de esos glaciares los depositó en columnas de agua para la posteridad frente a la Bahía… en un edificio que había sido anteriormente una Biblioteca. 

Quiero hacer que el estar aquí sea suficiente.
Tal vez ya es suficiente. No tendré que inventar lo suficiente.
Estaré aquí y no haré nada y este lugar estará aquí, pero no haré nada.
Lo dejare aquí.
Ronie Horn

Regresando al trabajo que realizó en artes visuales desde hace varios años, el viaje ha marcado profundamente gran parte de mi obra. Fotografío muchas veces casi sin tema y puedo trabajar en mis obras que se generaron a partir de trayectos. 

De una manera muy anónima y quizás algo nómade me traslado a diferentes ciudades y pueblos del mundo en búsqueda de imágenes y culturas que darán origen luego a mis diversas series. 

Desde 1995, comencé a tomar fotografías de los paisajes que surcaban el suelo Latinoamericano, de este modo enfrente una nueva travesía, me intereso capturar el horizonte en la Patagonia profunda, esas franjas de inagotables atmósferas que recorren nuestro país, “Paisaje Horizontales” inició la trilogía a la que le siguió “Paisajes Alterados” y “Paisajes Indeterminados”. Esta serie de registros fotográficos en la zona austral del continente americano surge de algún modo como un paisaje involuntario, algo que surge al margen del espectador que contempla. Toda la serie de obras tuvo un trabajo posfotográfico que de algún modo mientras lo realizaba me hizo recordar a los impresionistas y su propia mirada hacia la experiencia con la naturaleza.

En aquel entonces el faro era una torre plateada y neblinosa
con un ojo amarillo que se abría con suavidad al caer la noche.
Al faro, Virginia Woolf

Durante el año 2005 leí en los periódicos una noticia extraña que atrajo mi atención: “Los faros en el mundo se desconectarán pues existe el GPS”. Busqué la etimología de la palabra faro y encontré que en griego antiguo Pharus significa “la luz que guía el destino de los hombres”, me pareció algo intenso, quizás romántico pero real. Imaginé esta época y este mundo actual tan complejo, sin esa luz que guío tantos destinos a través de los siglos.

El origen de los faros tiene su antecedente más remoto en la torre escalonada construida por Ptolomeo II en honor de Alejandro Magno, que con su monumental presencia –medía más de 100 metros– y la enorme pira que ardía en su cima, visible a gran distancia, marcaba la ubicación de la ciudad de Alejandría; y era considerada por los antiguos como una de las siete maravillas del mundo. De hecho, esta sorprendente edificación –destruida en tiempos modernos por un terremoto–, estaba emplazada en la isla de Pharus, muy próxima a Alejandría, y de ella, por extensión, tomaron el nombre todas aquellas construcciones destinadas a marcar diferentes hitos geográficos, que durante siglos fueron guía indispensable para generaciones de marinos.

Soy artista y sé que el arte no cambiará el mundo, pero los artistas podemos y tenemos la capacidad de mostrar y señalar cosas de una manera diferente.

En esto consiste mi proyecto iniciado en el año 2005; un work in progress que no sé cuándo concluirá. Desde entonces cada viaje de trabajo me sirve para acercarme a algún faro que identifico, documento y filmo.

Seleccioné diez faros de distintos países, que para mí son emblemáticos. Son faros que contienen una historia que ha marcado el inconsciente colectivo de un pueblo, en algunos casos de la humanidad.

A medida que avanzaba el proyecto, descubría no sólo la ubicación de cada faro sino también su variedad estético-arquitectónica, su significativa historia y la vinculación con el arte y la poesía que muchos de sus emplazamientos generan. Muchos de estos significados dan cuenta de ideas de libertad, de utopías, y pensé en las dificultades que, en la era de la tecnología generalizada, los seres humanos aún padecen, necesitando de la luz de un faro para hacerse visibles y cabalmente comprendidos.

En el verano del 2008 navegue el Río Rivadavia realizando el video “Rio Frio” filmado en la reserva natural Los Alerces, provincia del Chubut. Este video registra momentos del curso total de este río, uno de los pocos protegidos que quedan en el planeta. El recorrido total de filmación fue de 6 horas y el video “Río Frío” es un fragmento de ese recorrido. 

Es preciso estar atento a lo que el paisaje puede decirnos,
el paisaje necesita ser leído, ser atravesado por una mirada delicada
que comprenda toda la vida que hay en él.
Todas las cosas tienen un paisaje ideal
Elizabeth Bischop

De entre muchas definiciones de paisajes que podemos encontrar en manuales o diccionarios esta que propone Javier Maderuelo:” la interpretación de lo que se ve en el país (territorio) cuando este se contempla con mirada estética”, sería la más acertada.

Las palabras de Javier Maderuelo (Madrid 1950)  ponen un claro en la interpretación  y  desarrollo que ha seguido el trabajo de  muchos artistas viajeros que sobre la naturaleza en intervenciones directas o por medio de la fotografía y el video, vienen trabajando desde los lejanos años 60. 

Como comente anteriormente, desde los años 90 produzco obra fotográfica en espacios abiertos. La suite de obras “Paisajes indeterminados” completa la trilogía mencionada anteriormente ( Paisajes Horizontales 2005, Paisajes Alterados 2007) .

“Paisajes indeterminados” obra producida en 2015 durante un viaje a Vietnam con registros en la bellísima y enigmática Bahía de Halong trata de otros paisajes. Imágenes en destinos desconocidos, la sensación de viajar sin mapas con escasas referencias geográficas en un paseo atemporal no concreto, con paisajes que surgen al margen del espectador – artista que sigue contemplando el horizonte como itinerario principal. 

En “Paisajes indeterminados” trate de mostrar la naturaleza con escasas referencias geográficas, sólo el registro fotográfico y las intervenciones, para decir que alguien (el artista) estuvo allí y preguntarse si el paisaje nos esperará siempre con la misma forma.

“Independiente de cómo se viaje, de los atajos que se tomen, del cumplimiento o no de las expectativas, uno siempre acaba aprendiendo”
Jack Kerouac

En mis últimas obras he extremado la relación directa viaje-producción, la serie “El viaje Imaginario de Kasimir Malevich” la obra inspirada en al artista ruso creador del Suprematismo, fue generada en dieciséis destinos: Frankfurt, Melbourne, Londres, Chiang Mai, New York, Saint Malo, Varsovia, Canal de la Mancha, Madrid, Londres, Guernsey, Barcelona, Berlín y Melbourne nuevamente.

En el texto del libro “El viaje imaginario de Kasimir Malevich” José Emilio Burucua escribe: “La serie de dieciséis fotografías intervenidas es el producto de una búsqueda y de un descubrimiento multiplicado de las formas suprematistas, más allá de los objetos, sus contornos, colores y funciones, en la vida contemporánea.  Nuestra artista percibe en el mundo exterior figuras que disparan sus recuerdos de la pintura de Kasimir Malevich. Toma una foto del lugar y, luego, dibuja, retoca, proyecta sobre la imagen alguna de las formas fundamentales del suprematismo -el cuadrado negro, el círculo negro, el rectángulo alargado, el círculo blanco-, de tal suerte que las vemos liberadas de cualquier atadura a la naturaleza o a la obra previa de los seres humanos, aun allí donde se insertan en un prado, en una arquitectura, en la superficie curva de un puente, en la cubierta de un barco, en un manto de nieve. Se trata de una geometría salida de la mente y del sensorium de Marín, creada en medio del tráfago de un viaje, de un movimiento que los espectadores captamos sin dificultad”

Hoy mis viajes se han convertido en indagación visual, pesquisas inciertas y a veces enigmáticas, pero siempre surcados por la fascinación de lo que va revelando la mirada a través del trayecto.

En el año 2010 me alojé en el excéntrico e inusual Hotel Bogota en la ciudad de Berlín con motivo de la exposición “Realidad y Utopía”, Argentina’s Artistic Road to the Present, que tuvo lugar en la Akademie der Künste de Berlín, con la curaduría de la argentina Diana Wescheler. Un grupo de artistas fuimos invitados al montaje de nuestras obras y al coloquio que se desarrolló en esos días en la Akademie. Llegué a ese lugar una noche bastante fría de un inicial otoño y pasé varios días en él. Al entrar me sorprendió la sensación de encontrar en algún sillón de la sala a Marlene Dietrich o Igy Pop. o Marlene Dietrich imaginaba que podía verla fumando sentada en los sillones algo gastados y dejando caer la ceniza en las guías de los antiguos ceniceros. Las cabinas telefónicas de los años ‘30 estaban muy bien conservadas y las habitaciones muy austeras con un muy discreto confort. Me sorprendieron las instalaciones de arte en los patios internos y la hermosa exposición de fotografías del artista alemán Manfred-Michael Sackmannen en la sala principal. Todas las fotos que componen esta suite fueron tomadas en esos días, no medité realizar ningún proyecto de arte solo disfruté fotografiar ese extraño e intenso lugar, pero su recuerdo quedó en mí y finalmente presento esta Suite que trae al presente ese viaje a Berlín.

Históricamente el viaje siempre ha ocupado un lugar central en realidades, mitos y ficciones. La partida, el exilio, la aventura; el mundo antiguo nos muestra desde los egipcios hasta Homero y mi predilecto Ulises los tránsitos de complejas tramas.

A veces los viajes tienen pistas difíciles de descifrar, son muchas veces suspensiones en el tiempo, testimonios y para mí una herramienta que revela imágenes posibles. Probable que el mapa ideal realmente no exista, pero sí existen una suma de situaciones y sensaciones que construyen mapas propios para cada viaje, para finalizar elijo nuevamente una frase de Kerouac que concluya este texto

” La vida es un país extranjero”.

Matilde Marín
Texto para el libro de lo Visual a lo afectivo
Editorial Biblos / Culturalia
Bs.As. diciembre de 2017