La cultura de la violación: un problema a gran escala

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Hace unos días leí un artículo que me impactó. El titular, Cuando 'la primera vez' se convierte en violación: "Fui consciente siete años después". La genial Pamela Palenciano relataba en él que la primera vez que había mantenido relaciones sexuales con su novio, dos años mayor que ella, fue a los 13 años, tras insistirle a su pareja que aún no estaba preparada para aquello. Él hizo caso omiso a lo que ella le decía hasta que Pamela se bloqueó y él la forzó. No fue consciente hasta 7 años después de que su novio la había violado.

Y es que según datos de Stop Violencia Sexual, contrario a lo que se suele pensar, solo un 15% de los casos de violación que atienden responden al perfil de la “violación por asalto” (aquella que se produce por algún desconocido tras asaltar a la víctima, normalmente en espacios públicos) y en un 45% de los casos el agresor es una persona que la víctima conoce, cifra que nos incita a pensar sobre las dinámicas y relaciones de poder que se dan dentro de nuestros entornos relacionales.

“Con esa falda ibas provocando”, “Con esa ropa lo estabas pidiendo a gritos”, “Esto te pasa por haber bebido demasiado”, “Tu comportamiento le había dado a entender que estabas interesada en él”, “Tendrías que haber insistido más en que no querías, a veces cuando las chicas dicen no, no quieren decir eso realmente” y un largo etcétera de frases similares que seguro que hemos escuchado o leído alguna vez. Todas ellas producto de un mismo problema estructural: la cultura de la violación, la hija más sana del patriarcado.

La cultura de la violación se compone de todas actitudes y creencias sociales que normalizan la violencia sexual contra las chicas y mujeres en todos los contextos, y ayudan a los medios de comunicación y a la cultura popular a excusarla. Porque, como dice la misma Pamela con el título del monólogo que escribió, y que ahora recita en institutos para concienciar a los jóvenes sobre la cuestión: “No solo duelen los golpes”.

La cultura de la violación se compone de actitudes y creencias sociales que normalizan la violencia contra las chicas

Estamos hartas de que se nos culpe de la violencia sexual que sufrimos (el denominado victim-blaming), de que se vea lo femenino como algo débil y malo (pues el peor insulto que puede recibir un chico es que es “una nenaza”), de que se nos objetifique en medios de comunicación (¿hace falta un desnudo femenino para vender una colonia para hombres?), de que se promueva la violencia sexual contra nosotras (¿os acordáis del “Grab them by the pussy” de Donald Trump?), de que se trivialice la misoginia y la violencia sexual (pues Brock Turner fue sentenciado a 6 meses de prisión por violar a una chica que se hallaba inconsciente detrás de un contenedor, y acabó cumpliendo solo 3 por “buen comportamiento”: al fin y al cabo, “los chicos son chicos”, ¿no?), de que no nos tomen enserio cuando decimos que hemos sido víctimas de violencia doméstica y/o de violencia sexual (Ke$ha sigue sin producir música porque el juez ha desestimado su acusación contra su productor, Dr. Luke, quien Ke$ha afirma que la violó, o también cuando “deberías estar contenta de que quisiera tener sexo con una persona gorda/fea/etc”).

Todos ellos, elementos de esta cultura de la violación que nos persigue a diario y hace que personas como Pamela no entiendan en su momento que están ejerciendo violencia sexual sobre ellas.

“Con esa falda ibas provocando” o “A veces cuando las chicas dicen ‘no’, no quieren decir eso”, son frases que quieren justificar la violencia contra mujeres

Estamos también hartas del mito del amor romántico, que concibe el mantener relaciones sexuales como la prueba de amor definitiva a tu pareja, como si no existieran mil formas más de demostrar tu afecto hacia alguien, o de entender las relaciones afectivas. Y de que nos digan que estamos incompletas y debemos buscar a alguien para que rellene nuestros espacios negativos, “la media naranja”, “el príncipe azul”, “el hombre perfecto”, “nuestra alma gemela”.

Y así hasta el infinito. Todo ello hasta que, años después, hablando con una psicóloga, o escuchando el monólogo de Pamela, o leyendo este artículo e infinitos más que denuncian esta situación, no nos damos cuenta de qué nos han hecho. De hasta dónde se extiende el machismo. De hasta dónde la sociedad está dispuesta a boicotear la dignidad de las mujeres en pos de la masculinidad.

Estamos enteras. Nos queremos vivas. Nos queremos iguales. Dignas, y con orgullo.


Querid@ lector/@, la sororidad y la organización por la lucha de nuestros derechos son fundamentales en el contexto social en el que vivimos. ¿Existe algún grupo o asociación de mujeres en tu entorno cercano? ¿Cuál crees que serán las siguientes conquistas de los derechos de la mujer?

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