Puerto de la Cruz: pequeños encantos de Tenerife que nunca se pierden

Un centro lleno de rincones históricos y varios atractivos de ocio y naturaleza se encuentran en esta localidad canaria vigilada por el Teide

Muelle del Puerto de la Cruz. Foto Turismo de Tenerife

Si hay un kilómetro cero de la historia turística de Tenerife, hay que buscarlo en Puerto de la Cruz.

Esta ciudad de cuestas pronunciadas, recostada sobre el Atlántico con sus playas de arenas negras, había recibido las visitas de personalidades como Alexander Von Humboldt y Agatha Christie, y desde que en el siglo XIX la Sociedad Médica Británica lo recomendara como un lugar ideal para recuperarse de dolencias gracias a su microclima, ha girado hacia el turismo pero sin perder su esencia.

Este pequeño municipio presenta la mayor densidad de restaurantes y comercios de toda la isla. Es cierto que semejante concentración desvirtúa parte del espíritu original del Puerto de la Cruz, pero hay rincones donde el pasado sigue vivo.

La ermita de San Telmo. Foto Turismo de Tenerife

Joyas históricas en medio de la explosión turística

La síntesis de esa explosión de modernidad matizada por huellas del pasado las vimos a lo largo de paseo de San Telmo, que en sus 300 metros de rocas, mar y piscinas naturales presenta bares y restaurantes iguales a los de cualquier punto del Mediterráneo con otros que presumen de una personalidad propia.

Uno de ellos es la pastelería de David Rodríguez, que se encuentra con un coqueto local en la Casa Miranda, una residencia de 1730 que fue hogar de Francisco de Miranda, impulsor de la independencia de Venezuela.

Este es uno de los 140 edificios históricos que hay en el centro urbano de Puerto de la Cruz, caracterizados por sus balcones de madera, entre los que destacan la pequeña ermita de San Telmo de 1780; la Casa de la Real Aduana de 1620, donde a su lado se encuentra el muelle pesquero (y al que todavía arriban las barcas que vienen de faenar el océano) o la iglesia de San Francisco, que data de 1599 y se considera como el edificio más antiguo de la isla.

Fachada de la Casa Miranda. Foto Turismo de Tenerife

Varias iglesias y edificios con sus balcones de madera como la Casa de la Real Aduana o el Museo Antropológico son algunas de las huellas del pasado que han quedado en el Puerto de la Cruz

La Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia de 1684, junto con la cercana Plaza del Charco, dan la sensación de que uno está caminando por algún pueblo de América Central o el Caribe, donde el acento canario y el clima húmedo ayudan a moldear esta imagen.

Para encontrar la historia

Si se trata de buscar más huellas históricas, hay dos lugares que no se pueden dejar de visitar. Uno es el Museo Arqueológico, frente a la plaza del Charco, en una bonita residencia canaria del s.XIX en la que atrapa la colección de mapas del s.XVII.

Calle de Las Lonjas. Foto Turismo de Tenerife

El otro es el Museo Parroquial de Arte Sacro, junto a la iglesia mayor, que atesora un interesante conjunto de retablos, esculturas, ornamentos, pinturas y alhajas de plata.

El Jardín Botánico

Cuando estuvimos en Tenerife aprovechamos para alojarnos en el lujoso Hotel Botánico & The Oriental Spa Garden, donde su jardín de 25.000 m2 y su pequeño santuario de aves son una síntesis de dos importantes centros de ocio relacionados con la naturaleza: el Loro Parque y el Jardín Botánico.

Técnicamente este inmenso pulmón verde del barrio de La Paz se llama Jardín de Aclimatación de La Orotava, y nació en 1788 como primer punto de escala de especies exóticas, sobre todo de América, antes de ser trasladadas a la Península.

Más de 4.000 especies, exóticas y autóctonas, se congregan en el frondoso Jardín Botánico de Tenerife, en el Puerto de la Cruz

El parque cuenta con 20.000 metros cuadrados de frondosa vegetación, donde en sus senderos se contabilizan 4.000 especies, entre autóctonas y de otras latitudes; con ejemplares como la gigantesca y centenaria higuera de Lord Howe o las palmeras de Kentia, que multiplican el tamaño que muchos tienen en una maceta de su casa.

El frondoso Jardín Botánico. Foto Turismo de Tenerife

Y sin olvidar la gran cantidad de helechos, las desmesuradas alocasias, las orquídeas y su arcoíris cromático, las hermosas flores de Bijao y las impactantes flores Ave del Paraíso, entre muchas más.

El Loro Parque

El Loro Parque, un parque temático animal de 135.000 m2, es uno de los más importantes de Europa; con una población de leones de Angola, tigres, gorilas, pingüinos, flamencos, hipopótamos pigmeos, cocodrilos una incontable cantidad de loros y guacamayos y más de 100 peces y moluscos en su acuario.

Las visitas al Loro Parque, que bien necesita una jornada completa, se sugiere organizarlas de acuerdo a los espectáculos de lobos marinos, loros, delfines y orcas.

Una de las acrobacias de la orca Morgan. Foto JP Chuet-Missé

Quizás algunos animalistas pondrían el grito en el cielo al ver a esos cetáceos y aves entrenados para dar vueltas en el aire, aplaudir o salpicar al público con sus aletas; pero cabe aclarar que se trata de especies nacidas en cautiverio o que han sido rescatadas de la muerte como es el caso de la orca Morgan; y que -indican en el parque- no podrían sobrevivir en libertad.

Gastronomía de impacto

Enfrente del Loro Parque se encuentra uno de los restaurantes más sofisticados del Puerto de la Cruz, el Brunelli’s Steak House.

El local, que se asoma a las olas del Atlántico que rompen con furia, proponen un viaje gastronómico por los cortes más exclusivos de la carne vacuna, como el Rib Eye Bone in Tomahawk de 1 kg, el T-Bone Steak de 750 gr, el Chateaubriend de 600 gr o el Rib Eye Black Angus USA de 350 gr.

En nuestra visita nos decantamos por esta última opción, donde su carne de aspecto marmóleo se caracteriza por un aroma que pocos cortes pueden presentar, gracias a la alimentación natural de los vacunos.

El gigantesco chuletón de Brunelli’s. Foto JP Chuet-Missé

Tras las playas de arena negra, sobre el espigón del Castillo de San Felipe, se pueden ver algunos de los atardeceres más bonitos de Tenerife

Acompañado por un vino Viñatigo Baboso, de la cercana DO La Guancha, la cantidad de carne era tan grande que hubo que hacer un esfuerzo para terminarlo. Pero valió la pena.

Las playas de arena negra

Este restaurante se encuentra a pasos del boulevard costero que une las tres playas urbanas del Puerto de la Cruz, la María Jiménez, Chica y del Castillo.

Atardecer sobre Puerto de la Cruz. Foto JP Chuet-Missé

En esta última se encuentra el Castillo de San Felipe, una fortaleza de piedra construida en el siglo XVII donde todavía hay cañones que esperan amenazas inexistentes.

Este fuerte está en un espigón que cada atardecer, mientras las nubes ‘panza de burro’ se alejan y dejan ver la imponente silueta del Teide, se convierte en el mejor palco para ver el cómo el sol cae en el océano, y con sus últimos rayos iluminan las playas de arena negra de Tenerife.

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