LOS 120 MAS GROSSOS (parte 1)
Si tomamos como cierta la postura que marca el incio de la historieta moderna en 1896 (cuando Richard F. Outcault introduce la narración secuencial y los globos de diálogo en The Yellow Kid), en 2016 se festejarían 120 años de historieta.
Y como los festejos nos parecen más importante que refutar o comprobar las teorías, vamos a celebrar los 120 años de la Historieta con 12 notas (una por mes, de Enero a Diciembre), cada una compuesta por la mini-biografía de diez de los 120 autores más grossos de la historia del comic.
No son nuestros favoritos, no son los que más queremos. Son los más grossos de estos 120 años, los más influyentes, los que cambiaron la historia, los maestros de todos los demás, los más importantes de todos los países y todas las épocas.
Obviamente no fue fácil elegirlos, y quedaron afuera 40 ó 45 nombres casi tan fundamentales como estos 120. Pero bueno, cuando los terminemos de dar a conocer, podrán decirnos “¡Ey! ¿Cómo carajo no pusieron a Fulano de Tal?”.
Por ahora, todos los meses estamos invitados a recordar (o a descubrir) a los 120 más grossos de la historia del comic. Como siempre que publicamos este tipo de notas, el orden de los textos es absolutamente aleatorio, no es un ranking ni ascendente ni descendente. Que lo disfruten.
CARLOS TRILLO
Por Andrés Accorsi
Trillo nació en Buenos Aires, el 1° de Mayo de 1943 y falleció repentinamente durante un viaje a Londres, pocos días después de cumplir 68 años..
Publicó sus primeros guiones de historieta en 1967, en la revista Antifaz, mientras trabajaba como publicista. Su dedicación exclusiva a la historieta se inicia a mediados de los ‘70, cuando se convierte en colaborador habitual de la revista Satiricón, y en el guionista de El Loco Chávez, una tira dibujada por Horacio Altuna que debuta en 1975 en la contratapa del diario Clarín. A partir de ahí y hasta el momento de su muerte, Trillo se afianzó (a fuerza de una enorme producción y un talento descomunal) como uno de los tres o cuatro guionistas más destacados de la lengua hispana.
Escribió unitarios, series cortas, series largas, tiras diarias, historietas semanales, historietas para chicos, historietas porno y hasta textos seminales acerca de la historieta y el humor gráfico. Famoso en Latinoamérica y Europa (no tanto en EEUU), colaboró con artistas de primera línea como Alberto Breccia, Altuna, Enrique Breccia, Juan Giménez, Cacho Mandrafina, Eduardo Risso, Carlos Meglia, Ernesto García Seijas, Jordi Bernet, Fernando Fernández, Jorge Zaffino, Juan Bobillo, Lucas Varela, Pablo Túnica, Juan Sáenz Valiente, Oscar Grillo, Gustavo Sala, Eduardo Maicas y Roberto Dal Pra, entre muchos otros.
Editado, leído y galardonado como pocos, Carlos Trillo va a ser por siempre el referente obligado de varias generaciones de guionistas.
ELZIE C. SEGAR
Por Amadeo Gandolfo
El más joven de ocho hermanos, nacido en una familia de clase trabajadora del sur de los Estados Unidos, cerca del Río Mississippi, Segar (Chester, Illinois, 1894 – Santa Barbara, California, 1938) pasó su infancia y juventud ayudando a su padre a pintar y empapelar casas, tocando la batería para actos de vaudeville y haciendo de proyectorista fílmico para el teatro local. A los 18 años decidió convertirse en dibujante y realizó un curso de 20 lecciones en un año.
En 1916, gracias a la recomendación y apoyo de R.F. Outcault, entró en el Chicago Herald heredando una tira sobre Charlie Chaplin. En 1919, luego de 3 años de dibujar para diarios de Chicago, le recomendaron mudarse a Nueva York y entrar al King Features Syndicate, para el cual creó Thimble Theatre, la joya de su corona. Al principio protagonizada por Olive Oyl, su hermano Castor y su novio Ham Gravy, pronto Segar abandonaría el tono casual y de “un-chiste-por-día” de la tira para embarcarse en historias más largas, a la vez que su dibujo mejoraba, y los personajes emprendían aventuras rocambolescas en tierras distantes.
Esta evolución llegaría a su cénit con la incorporación de Popeye, el marinero tuerto y malhumorado que probaría ser la creación más memorable de Elzie. A partir de ahí la serie se convertiría en una cadena de eventos continua, en un escenario interminable por donde aparecían personajes cada vez más pintorescos y cómicos: Wimpy, con sus hamburguesas y su cobardía; Eugene The Jeep, animalejo con poderes que prefigura al Marsupilami; la Sea Hag, pirata terrible y última de las brujas; Swee’Pea, el hijo de Popeye adquirido en el correo.
En 1938, con apenas 43 años, Segar estaba muerto de falla del hígado. Como creador se caracterizó por su estilo de dibujo vivaz, sus historias absurdas y aventureras a la vez, su humor producto en partes iguales del vaudeville y del deadpan. Además, Segar creó a uno de los personajes más perdurables de la historieta mundial. Un laburante del plumín con una avasalladora imaginación.
JACK COLE
Por Fede Velasco
Oriundo de New Castle, John Ralph Cole (14/12/14-13/08/58) decidió a los 15 años que quería ser dibujante y, a pesar de la rotunda negativa de sus padres, tomó el curso de dibujo por correspondencia de la “Landon School of Cartoonist” pagándolo con el dinero que le daban para almorzar.
En 1936 se muda a New York dispuesto a vivir del dibujo y la pilotea haciendo distintas tiras para revistas como Funny Pages y Funny Pictures Stories en el estudio de Harry “A” Chesler. En 1939, Cole incursiona en la historieta de aventuras con “Little Dynamite”, para pasar luego a trabajar en varias revistas de MLJ. Y es para el primer número de Pep que inventa su primer superhéroe, The Comet, y es acá donde empieza a pelar! A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Jack descubre que se puede experimentar un poco mas con la página y salirse de la estructura de tres tiras que venía heredada de las dominicales. Para finales de ese año comienza a laburar como editor para la revista Silver Streak Comics en la cual escribe y dibuja varios personajes. Pero para el número 10 la abandona para trabajar en Quality donde crea a Wung Cloo, a Midnight y a Plastic Man, su obra magna.
Durante la Segunda Guerra, Cole colaboró con el Spirit, tanto en las dominicales como en la tira diaria. Paralelamente hacia algunos trabajos de ilustración para revistas como Colliers, The Saturday Evening Post y Judge, hasta 1954 donde es contratado por Playboy para realizar las “Females by Cole”.
En 1958 finalmente cumple el sueño de su vida: que le publiquen una tira diaria. De esta manera “Betsy and Me” debuta en el Chicago Sun Times y es sindicada a otros 50 periódicos, pero por desgracia la misma no dura mucho, ya que Cole decide quitarse la vida de un tiro, dejando en el mas absoluto misterio las causas de su decisión.
JOSE LUIS SALINAS
por Andrés Accorsi
El maestro José Luis Salinas nació en Buenos Aires el 11 de Febrero de 1908 y murió en esta misma ciudad el 10 de enero de 1985.
Este autodidacta descomunal debutó como historietista en 1936, en la revista Patoruzú, donde escribía y dibujaba la seminal Hernán el Corsario, una de las grandes epopeyas de la temprana historieta argentina. En la misma revista, publicaba unas viñetas de humor costumbrista llamadas “Ellos”. A partir de 1937, serializa en la revista El Hogar adaptaciones de clásicos de la literatura de aventuras, convirtiendo en historietas las novelas de Alejandro Dumas, Ridder Hagard, la baronesa de Orczy y Emilio Salgari, entre otros.
En 1949, Salinas viajó a los EEUU y presentó muestras en el King Features Syndicate. Poco después tenía a su cargo los dibujos de la tira diaria de Cisco Kid, con guiones de Rod Reed. La tira tuvo un enorme éxito y el maestro la dibujó hasta 1968. Su siguiente obra importante es realiza Dick el Artillero, una de futbol realizada también para el KFS, esta vez con guiones de Alfredo Grassi. No le fue demasiado bien (duró poco más de un año) y Salinas se volcó al trabajo como ilustrador, principalmente en la editoriales argentinas e inglesas.
Premiado en América y Europa, Salinas fue un artista increíble, un verdadero prócer del dibujo académico-realista, de enorme influencia (no sólo en su hijo Alberto) y de un talento sólo comparable al de los grandes maestros como Harold Foster o Alex Raymond. Que un dibujante de la calidad de José Luis Salinas haya elegido como medio de expresión a la historieta (especialmente en una época en la que la misma no otorgaba demasiado prestigio a sus cultores) es un verdadero orgullo para todos los que amamos el Noveno Arte.
NAOKI URASAWA
Por Martín Fernández Cruz
Creador de fábulas deportivas cargadas de adrenalina (Happy!), de policiales oscurísimos (Monster), de historias de ciencia ficción que homenajean a Dios (Pluto) como así también del relato sobre la amistad más épico y paranoide que diera la historieta en mil años como medio (20th Century Boys), Naoki Urasawa es el mangaka perfecto.
Nacido en 1960, Urasawa es un artista que comprende a la perfección las ventajas de la historieta según el mercado masivo japonés pero que no se empecina en hacer sagas de 
800 tomos, estirando la acción más de lo necesario. Por eso, por su estilo tan único (sobre todo desde que logró vencer la fuerte influencia que ejerció sobre él en sus inicios el maestro Katsuhiro Otomo) y por sus historias inesperadamente atrapantes (Happy!, una vez más) es que podemos decir que Urasawa es, por afano, el mangaka más importante de su generación.
OSAMU TEZUKA
Por Maximiliano Britos
¿Qué se puede decir de Osamu Tezuka para aumentar su ya impresionante prestigio? Nada. Lo único que podemos hacer, es darlo a conocer aún más como el maestro que fue. Ese doctor de genio infinito que cautivó a grandes y chicos, que dotó al mundo de obras con una sensibilidad pocas veces vista.
Tezuka nació el 3 de Noviembre de 1928, en Osaka, Japón. Además de darle al mundo obras tan populares como Tetsuwan Atom (Astroboy), Janguru Taitei (Kimba, el león blanco), Ribon no Kishi (La princesa caballero), o Black Jack, nos dio también obras que alcanzaron un nivel magistral entre lectores poco asiduos (o casi ajenos) al manga: Hi no Tori (Fenix), Adolf o Buddha, por nombrar algunas, son lecturas indispensables.
El titán Japonés murió en 1989, pero su legado sigue vigente. Y sus aportes no fueron únicamente en este campo, también en la animación… pero ese es otro tema.
Su impacto en la historia del manga es inconmensurable: gracias a Tezuka, cobraron vigencia las obras de larga duración, en una época en que la producción estaba orientada a los mangas de gags o a historias muy arraigadas a la segunda guerra mundial. Tezuka fue el primer autor que logró llegar a una población adulta y abandonar el fantasma del manga apuntado exclusivamente a los chicos, con tramas muy simples. Dotó al manga de profundidad, le dio volumen.
También le debemos la costumbre de recopilar las series en tomitos (los tankoubon) y el desarrollo de las secuencias de acción en más viñetas, algo que hoy es una marca característica del manga.
Y el estilo… sin duda alguna, el estilo de Tezuka es lo que más vive en el manga. Los ojos grandes fueron cosa suya. Esa forma fácil y rápida de identificar un diseño japonés hasta la fecha, es parte de su legado. Marcó no sólo una generación, sino una tendencia.
El mismísimo emperador del manga. Mientras acá podemos pelearnos por Will Eisner, Stan Lee, Kirby y muchos más, allá lo tenemos a él. Inamovible, indiscutible.
PAT MILLS
Por Lucas Ferrero
El padrino del comic inglés, el vocero de la reflexión y la violencia en máximo esplendor. Mills (nacido en 1949) es un escritor inteligente, que se caracteriza por una voz en off llena de documentación, por su aguda crítica a la sociedad y por su visión absolutamente moderna. A diferencia de otros autores ingleses, Mills fue editor y guionista en Judge Dredd. Esa experiencia le otorgó una reputación inimaginable, ya que creó sus propios personajes para la revista 2000AD y la mayoría fueron un éxito. Los mejores ejemplos son Slaine, Nemesis the Warlock y ABC Warriors.
Para el mercado norteamericano creo Marshal Law junto al dibujante Kevin O’ Neill, una sátira sofisticada al mercado de superhéroe, que tuvo mucha influencia en autores como Mark Millar, Garth Ennis y Warren Ellis.
¿Algo más? Sí, Mills creó junto al artista Olivier Ledroit el hit vampírico más extraño para Francia: Requiem Chevalier Vampire, una serie de aventuras que mezcla terror y ciencia ficción y cuyo tema principal es la reencarnación.
Difícil elegir entre tantas obras maestras, pero me quedo con la saga de Cursed Earth (de Judge Dredd), la primera miniserie de Marshal Law, Slaine: The Horned God y Third World War.
RICHARD F. OUTCAULT
Por Fabio Blanco
Richard Felton Outcault (1863-1928) había sido el artista exclusivo de Thomas Edison, así que el New York World, propiedad de Joseph Pulitzer, lo contrató como ilustrador de temas científicos.
Pero fue la página humorística Hogan´s Alley lo que enloqueció a los neoyorquinos. Sobre todo el niño irlandés de calva cabeza al que por su camiseta amarilla bautizaron “Yellow Kid”.
En Febrero de 1896, Outcault utilizó viñetas secuenciales y globos de texto señalando el comienzo de la historieta moderna.
Esos recursos se volvieron habituales a pedido de William Randolph Hearst, cuando el autor aceptó la oferta del rival de Pulitzer y comenzó a publicar en The New York Journal ese mismo año.
El World contrató a otro dibujante, y sin mediar resolución judicial, el Yellow Kid apareció en ambos diarios hasta 1898. Algo similar sucedió años después con su personaje Buster Brown (1902). Su talento influyó a otros artistas, pero también a editores, periodistas y comerciantes. 120 años después sigue siendo un grosso.
ROBIN WOOD
Por Javi Hildebrandt
Es probable que Robin Wood sea el mejor lector del Oesterheld aventurero. Adhiere a su intención de mostrar el lado B de la Historia Universal en un medio popular, e incorpora la lírica, la fuerza de la prosa, el filo de los diálogos.
El primer guión es su propia historia: hijo de una familia pobre de Paraguay, “cabecita negra” transplantado a las fábricas porteñas, a fines de los ’60 su interés por el arte y una serie de equívocos inverosímiles en cualquier ficción lo conectan con Lucho Olivera primero y con Columba después. Su capacidad para camuflarse dentro de cualquier género lo convierte en una máquina de producir series (Nippur, Dago, Dennis Martin, Pepe Sánchez, Mark, Mi novia y yo, Savarese, la lista sigue). Y después, la exploración del mundo, la vida soñada del escritor nómade y sin ataduras.
Cuando la factoría Columba baja la persiana, Wood reinventa su forma de narrar sin perder ni una sola viñeta de fuerza. Legiones de fans lo veneran más allá del lugar donde publique.
Figura emblemática de una forma de contar y leer la historieta, tremendamente popular y lejos de agotarse, Wood nos sigue demostrando que la aventura, como la imaginación, no tiene límites.
WINSOR McCAY
Por Andrea Vega
Además de ser el padre de la animación y autor del primer gran clásico del comic, Winsor McCay fue el primero en darle movimiento a la narrativa gráfica. Nacido en Canadá en 1867, y luego de trabajar ilustrando posters promocionales, en 1903 experimenta con una tira titulada Tales of the Jungle Imps by Felix Fiddle, basada en poemas de George Chester. Por aquel entonces, la tira diaria comenzaba a adquirir popularidad, y McCay produce Little Sammy Sneeze y Dream of a Rarebit Fiend antes de llegar a su gran logro artístico: Little Nemo in Slumberland.
Cada página de la obra cumbre de McCay corresponde a un sueño del pequeño Nemo, quien despierta al final, y retoma el sueño en la página siguiente. El autor emplea gran variedad de técnicas innovadoras para darle vida a este mundo de ensueño, pero su logro más importante es el movimiento que recrea en sus viñetas, gracias al excelente uso de la distorsión, la perspectiva y los fondos continuos.
Una de las tiras más famosas de Nemo es aquella de la cama que camina, donde la altura de los paneles varía a medida que la cama se vuelve más alta, otorgándole movimiento y cadencia a un objeto inanimado.
El trabajo de McCay ha inspirado tributos de grandes artistas como Rick Veitch, Neil Gaiman y Alan Moore, aunque su influencia puede observarse prácticamente en cada animación y cada historieta que se haya producido.
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