Dalí: Yo soy el surrealismo

El nacimiento de un genio. Los primeros años

Salvador Dalí nació el 11 de mayo de 1904 en Figueras, pequeña ciudad de la provincia de Girona. Los paisajes de su infancia están todos en Cataluña. Como Salvador Dalí, Cataluña posee un orgulloso espíritu emprendedor y a lo largo de los siglos ha desarrollado profundas diferencias culturales y políticas respecto del resto de España. Tiene una lengua propia y una intensa vinculación con el arte.

Su capital, Barcelona, conoció en aquellos años la obra del imaginativo arquitecto Antonio Gaudí y de los pintores Miró y Picasso, que pasaron allí muchos años de su vida artística. Dalí reivindicaba el privilegio de ser catalán: «Mirad! Salvador Dalí acaba de nacer… En una mañana semejante desembarcaron los griegos y los fenicios en los golfos de Rosas y Ampurias para preparar la cuna de la civilización y las sábanas limpias y teatrales de mi nacimiento, instalándose en esta meseta del Ampurdán, el paisaje más concreto y objetivo del mundo.» Si hubiera vivido en la época del Renacimiento, es probable que su genio hubiera sido mejor reconocido, considerado normal. Pero en nuestra época, que él tachaba de «cretinizante», Dalí fue una provocación permanente.

Autorretrato con cuello rafaelesco, 1920-1921, Salvador Dalí
Autorretrato con cuello rafaelesco, 1920-1921, Salvador Dalí (Figueres, Museu Dalí).

Realizado a los diecisiete años, en este autorretrato el pintor juega con el pasado retratándose como en una pintura de Rafael (retrato de Bindo Altoviti). Desde el camino que domina Cadaqués, se ve al fondo la pequeña aldea encaramada sobre su amplia bahía. Las casas brillan en la luz del día y están descritas con pequeños y sabios toques de pincel. «Conozco la forma de cada cala, conozco el cabo y las rocas. Rara vez se da un paisaje como este, sólo en la costa del Mediterráneo y en ningún otro lugar…, el paisaje más hermoso, inteligente e interesante de todos se encuentra en las inmediaciones de Cadaqués».

Su madre Felipa y su padre, querían profundamente a Salvador y a la pequeña hermana Ana María, nacida tres años después de su hermano. Las numerosas mujeres que frecuentaban la casa – la madre, hermana, tías, abuela y gobernanta – animaban el ambiente familiar del artista. El padre era notario, le agradaban el arte y los artistas, y garantizó a su hijo la tranquilidad de una vida burguesa, «iluminada» por continuos estímulos culturales. Hombre severo y culto, poseía una rica biblioteca donde Salvador hizo sus primeros descubrimientos literatos y filosóficos, entrando precozmente en contacto con los grandes de la historia. En 1921 muere la madre y Salvador ingresa a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y habita en la residencia universitaria donde traba amistad con García Lorca y Buñuel.

Retrato de mi padre, 1925, Salvador Dalí
Retrato de mi padre, 1925, Salvador Dalí
(Barcelona, Museu Nacional d’Art de Catalunya).

La mirada profunda y un poco severa revela la fuerte personalidad del notario Salvador Dalí i Cusí. Realizado durante el verano en Cadaqués, este imponente retrato fue presentado en la primera exposición individual de Dalí en la mítica Galería Dalmau de Barcelona.

Figura en una ventana, 1925, Salvador Dalí
Figura en una ventana, 1925, Salvador Dalí (Madrid, Museo Nacional Reina Sofía).

Dalí tenía la costumbre de estudiar a su hermana de espaldas, para pintar las líneas de su cuerpo, el cabello recogido y la curvatura de la espalda. La bahía de Cadaqués está inmóvil. Sin embargo, en un cristal de la ventana está reflejado un detalle que no se ve en el paisaje. Juego de drapeados, sombra, brillo, transparencia confirman la búsqueda del artista hacia un realismo sutil y «flamenco».

En Madrid lo atraían sobre todo Velázquez y Zurbarán, expuestos en el Prado, como también los maestros renacentistas y manieristas. Como si se tratara de un juego, Dalí exploró además todas las corrientes de moda: impresionismo, puntillismo, futurismo, cubismo y neocubismo, fauvismo, rindiendo homenaje, con maestría asombrosa, tanto a Picasso como a Matisse. Dalí había provocado desórdenes en la Academia de San Fernando debido a su violento cuestionamiento de algunos profesores. En 1926 fue definitivamente expulsado: «Mi padre estaba profundamente preocupado. La expulsión de la academia de arte había destruido todas sus esperanzas de verme seguir una carrera pública.» El padre aceptó que su hijo prosiguiera los estudios en París. Ese mismo año Dalí visitó a Picasso: «Cuando llegué a la casa de Picasso, estaba emocionado e intimidado como si hubiera sido recibido por el Papa en persona.» En estos años Dalí realizó sus obras cubistas utilizando colores básicos. En realidad, no era sólo un neocubista, sino que fundía todas las técnicas que había aprendido desde niño en composiciones articuladas y de líneas sinuosas.

Mujer acostada, 1926, Salvador Dalí
Mujer acostada, 1926, Salvador Dalí (San Petersburgo, Florida, Museo Salvador Dalí)
Venus y cupidillos, 1925, Salvador Dalí
Venus y cupidillos, 1925, Salvador Dalí (Madrid, Museo Nacional reina Sofía)

Este verano conoceré el amor

En París, Dalí se encontró inmerso en un escenario extraordinario. Parecía que los artistas se hubieran dado cita allí para dar vida a una comunidad variopinta en busca de gloria. El lituano Chaïm Soutine, el toscano Modigliani, el ruso Chagall, el rumano Brancusi, los italianos, los españoles. Breton publica su ensayo El surrealismo y la pintura y las relaciones entre los artistas eran frecuentes y muy prolíficas. A través del líder del movimiento dadaísta, Dalí conoció a dos personas que cambiarían completamente su vida: el poeta Paul Éluard y su esposa Gala. Helena Deluvina Diakonoff, a la que Dalí llamó Gala, fue la mujer a la que el artista amó durante toda su vida. En el verano de 1929 René Magritte y su esposa, Buñuel, Paul Éluard y Gala visitaron a Dalí en Cadaqués. Algunos meses antes, Dalí había presagiado este encuentro, pues lo había intuido al escribir: «Este verano conoceré el amor.» El artista quedó deslumbrado: «Ella estaba destinada a ser mi Gradiva, su precedente, mi idea de la victoria, mi mujer. Pero primero debía curarme.» Quizás el artista conociera el ensayo de Freud de 1906, El delirio y los sueños en la «Gradiva» de Wilhelm Jensen, en que se leía: «Permanezcamos en la superficie mientras nos ocupemos solo de recuerdos y de representaciones. Lo que verdaderamente cuenta en la vida psíquica son los sentimientos y todas las fuerzas psíquicas son importantes solo por su capacidad de despertarlos.» En efecto, Gala, al dedicar toda su vida a Dalí, con su paciencia contuvo y encauzó su locura siempre en acecho y lo defendió del mundo.

Dalí, Gala, Éluard et Nusch Éluard à Port Lligat, 1931
Dalí, Gala, Éluard et Nusch Éluard en Port Lligat, 1931
El enigma del deseo, mi madre, mi madre, mi madre, 1929, Salvador Dalí
El enigma del deseo, mi madre, mi madre, mi madre, 1929, Salvador Dalí
(Munich, Staatsgalerie Moderner Kunst).

Una roca biomórfica, congelada por la llamada a la madre, que se transforma en una estructura arquitectónica de Gaudí. El rostro del artista está apoyado en el suelo, inerme, asaltado por las hormigas. El pequeño grupo sobre la izquierda parece representar al artista que abraza a su padre, junto con otros símbolos habituales y paranoicos, el león, la cabeza de mujer, el pez, la langosta y la mano con el puñal. A través de la roca perforada se entrevé un busto femenino. También este es un elemento constante en las obras del artista que, antes de conocer a Gala, se sentía intimidado por las mujeres.

El propio Dalí nos da la clave histórica y freudiana de este amor que dominará toda su obra y que sólo se interrumpirá con la muerte. «Ella me ha curado, gracias a la fuerza indomable e insondable de su amor, cuya profundidad de pensamiento y facultad práctica superan los más ambiciosos métodos psicoanalíticos.» En El gran masturbador, 1929, Salvador Dalí (Madrid, Museo Nacional Reina Sofía), la cabeza de Dalí sufre una metamorfosis hasta convertirse en la cabeza de una mujer y las piernas de un hombre. Dalí acababa de conocer a Gala. El recuerdo de ese encuentro estaba aun fresco, pero junto a su dulzura varios signos revelan la obsesión y el miedo del artista por el sexo. El tema está tomado de una litografía que representaba a una mujer oliendo un lirio, pero a través del pincel del artista toda la pintura adopta otro sentido.

El hombre invisible, 1929, Salvador Dalí
El hombre invisible, 1929, Salvador Dalí (Madrid, Museo Nacional reina Sofía). Dalí consideraba este lienzo inconcluso como el «fetiche paranoico», protector de Gala y de sí mismo.

Para Dalí el surrealismo era la ocasión de hacer emerger su inconsciente, según el principio del automatismo psíquico teorizado por Breton, al que Dalí le dio un nombre preciso: método paranoico-crítico. La paranoia era, para Dalí, «una enfermedad mental crónica, cuya sintomatología más característica consiste en los delirios sistemáticos… Los delirios pueden tomar forma de manía persecutoria o bien de grandeza o ambición.» Las imágenes que buscaba fijar en la tela nacían de la turbia agitación de su inconsciente y conseguían tomar forma solo gracias a la racionalización del delirio. De este método suyo nacieron imágenes extraordinariamente imaginativas, que asombraron por la gran artificialidad de su concepción. Su técnica remitía al dibujo y al cromatismo del Renacimiento italiano, pero en sus cuadros prevalecían los efectos ilusionistas y la complejidad de la exuberancia de raíz ibérica.

Ángelus, 1857-1859, Jean-François Millet ; Reminiscencia arqueológica del Ángelus de Millet, 1935, Salvador Dalí
Ángelus, 1857-1859, Jean-François Millet (Paris, Musée d’Orsay); Reminiscencia arqueológica del Ángelus de Millet, 1935, Salvador Dalí (San Petersburgo, Florida, Museo Salvador Dalí).

«Durante una excursión al Cap de Creus, imaginé recortadas en las rocas más altas las esculturas de los dos personajes del Ángelus de Jean-François Millet. Su situación espacial era la misma que en el cuadro, pero estaban totalmente cubiertos de fisuras… El paso del tiempo había deformado la figura del hombre, del que solamente quedaban el bloque vago e informe de la silueta, una silueta terrible y particularmente angustiosa.»

Métamorphose de Narcisse, 1937, Salvador Dalí, Londres, Tate Gallery
Metamorfosis de Narciso, 1937, Salvador Dalí (Londres, Tate Gallery). El reflejo de Narciso adopta el aspecto de una gran mano petrificada que sostiene un huevo del que nace un narciso.

Realizado en 1933 El enigma de Guillermo Tell, fue presentado en 1934 en el Salon des Indépendants y escribió: «Pienso que desde el punto de vista estrictamente experimental es para mi muy útil poner mis trabajos en contacto con la vasta opinión pública, con la vida misma… Cerca del pié, una nuez pequeñísima contiene un niño minúsculo que es la imagen de mi mujer. Ella está constantemente amenazada por ese pie. Porque si ese pie se desplaza, incluso mínimamente, puede aplastar la nuez.» La pintura podría referirse a su padre, que se oponía a la relación de Dalí con Gala.

El enigma de Guillermo Tell, 1939, Salvador Dalí
El enigma de Guillermo Tell, 1939, Salvador Dalí (Stockholm, Moderna Museet)

El único y auténtico surrealista

En 1934 Dalí desembarcó en Nueva York con el deseo de alcanzar fama mundial y, en efecto, en la primera exposición individual en la Julien Levy Gallery ya obtuvo un enorme éxito. Dalí fascinó a los estadounidenses. Escribió el Time: «Como artesano, artista y mago del pincel, Dalí merece un puesto entre los grandes… Los colores son a menudo de un refinamiento insólito. Que dibujante!» Los surrealistas comienzan a inquietarse por la personalidad de Dalí, el cual, según parecía, estaba intentando minarles el terreno y lanzar a su manera el objeto irracional de funcionamiento simbólico contra los relatos oníricos y la escritura automática, dominio indiscutible de los surrealistas. Permaneció en Nueva York hasta 1935 y en este periodo se proclamó el único y autentico surrealista. Pasaba de de una espectacular conferencia de prensa a un salón mundano donde las señoras de la alta sociedad, para complacerlo, se presentaban con una jaula para pájaros en la cabeza y vestidas de manera desastrada, o bien simulando heridas y mutilaciones para afear su belleza. Su personaje se estaba haciendo inolvidable y, para la mayoría de las personas, el surrealismo llevaba su firma.

El espectro del sex-appeal, 1934, Salvador Dalí
El espectro del sex-appeal, 1934, Salvador Dalí (Figueres, Fundació Gala-Salvador Dalí).

En los años de Nueva York, Dalí describió sus fobias de manera bastante explícita, como en esta imagen de una mujer sin cabeza, ni manos, ni pies, sostenida por dos muletas. La contempla un niño, que representa el propio artista, al que el sexo le parece algo misterioso e inquietante.

Cuadros como Retrato de Gala con dos costillas de cordero en equilibrio sobre el hombro (1934) despertaron el interés de los artistas del pop art que celebraron del mismo modo, las botellas de Coca-Cola, las sopas enlatadas y las mujeres de plástico. En Poesía de América – Los atletas cósmicos (1943) aparece por primera vez precisamente una botella de la marca de soda en una pintura, veinte años antes del pop art y Warhol.

Retrato de Gala con dos costillas de cordero, 1934, Salvador Dalí
Retrato de Gala con dos costillas de cordero, 1934, Salvador Dalí
(Figueres, Fundació Gala-Salvador Dalí)
Poesía de América - Los atletas cósmicos, 1943, Salvador Dalí
Poesía de América – Los atletas cósmicos, 1943, Salvador Dalí
(Figueres, Fundació Gala-Salvador Dalí).

Se trata de una alegoría en la que una mezcla de recuerdos catalanes y los descubrimientos americanos, como el presagio de la victoria de los negros sobre los blancos y del ocaso del África reducido a su envoltura vacía. Los dos personajes masculinos llevan atuendos que recuerdan el Renacimiento italiano.

Dalí se presentaba como un surrealista total, absoluto, sin reservas. Pero también existían causas políticas, debidas a la vinculación de algunos de ellos (entre otros Aragon, y el mismo Breton) con el partido comunista francés, a su vez asociado con el establishment soviético. Dalí se divertía provocándolos y escandalizándolos con su preferencia por las ricas élites estadounidenses. Su gusto por la provocación acabó exasperándolos y en febrero de 1934 Breton lo expulsó del grupo.

Hallucination partielle. Six images de Lénine sur un piano, 1931, Salvador Dalí
Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano, 1931, Salvador Dalí (Paris, Centro Pompidou).

Dalí describe el cuadro de la siguiente manera: «A la hora de acostarme, veo el teclado azulado, reluciente de un piano cuya perspectiva me ofrece una serie de pequeñas aureolas amarillas y fosforescentes en torno al rostro de Lenin.»

Dalí escribe en su Vida secreta: «Me perseguía el presentimiento de la guerra civil. Como pintor de paroxismos viscerales, seis meses antes de la guerra de España concluía mi Premonición de la guerra civil, aliñada con judías secas hervidas… donde un enorme cuerpo humano presenta numerosos brazos y piernas que, en su delirio, se estrangulan mutuamente. El título de Premonición de la guerra civil que le di a este cuadro seis meses antes de que estallara, se situa de lleno en las profecías dalinianas.»

Construcción blanda con judías hervidas, 1936, Salvador Dalí
Construcción blanda con judías hervidas – Premonición de la guerra civil, 1936, Salvador Dalí (Museo de Arte de Filadelfia)

La mística daliniana

Hacia finales de los años cuarenta Dalí redescubrió el Renacimiento italiano y se acercó a un profundo misticismo religioso. Se abrió para él una nueva etapa. Dalí describe el detonador de su misticismo: «La explosión de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945 me había convencido sísmicamente. Desde entonces constituye el objeto principal de mis reflexiones… Tengo la inspiración genial de que dispongo de un arma excepcional para avanzar hacia la esencia de la verdad: el misticismo, es decir, la intuición profunda que implica la comunicación directa con el todo… Muerte al academicismo, a las formulas burocráticas del arte, a los plagios decorativos, a las aberraciones débiles del arte africano! Para mí santa Teresa de Ávila!… En este estado de intensa profecía, vi claro que la imagen como medio de expresión se había desarrollado en el Renacimiento, de una vez por todas con la máxima perfección y eficacia.» Este culto al misticismo, que llega lógicamente al término de experiencias previas, lo lleva ahora Dalí a cabo literalmente; hasta el fin de su vida lo aplicará a su obra, en la cual se encuentran numerosas obras maestras.

La tentación de san Antonio, 1946, Salvador Dalí
La tentación de san Antonio, 1946, Salvador Dalí
(Bruselas, Musées royaux des Beaux-Arts).

Dalí se esfuerza por abandonar la tierra para alcanzar las esferas celestes. Esta dimensión intermediaria entre el Cielo y la Tierra está figurada por sus elefantes de «patas arácneas». Estos inician el tema de la levitación que se extenderá pronto en sus pinturas «místico-corpusculares».

Galatea de las esferas, 1952, Salvador Dalí
Galatea de las esferas, 1952, Salvador Dalí (Figueres, Fundació Gala-Salvador Dalí)

«Mi mística – afirmó Dalí – no es sólo mística religiosa, es mística nuclear, alucinógena, del cubismo gótico, mística del oro, de la estación de Perpignan, mística de los relojes blandos.» Dalí realizó cada vez más obras de enormes dimensiones y de gran monumentalidad, con una compleja densidad de imágenes, conceptos y motivos que se superponían y se relacionaban entre sí. Con su Leda atómica, Dalí continua la saga terrestre de la pareja Salvador-Gala, sediento de lo absoluto: «La Leda atómica es el lienzo clave de nuestra vida. Todo está suspendido en el espacio sin que nada toque nada. La muerte misma se eleva a distancia de la tierra.» Entre tradición y modernidad, en este cuadro Dalí hace referencia al arte clásico y religioso, a la mitología y a las recientes explosiones atómicas, uniendo el conjunto en un retrato de su musa, que aparece rodeada por los símbolos del universo del pintor.

Leda atómica, 1949, Salvador Dalí
Leda atómica, 1949, Salvador Dalí
(Figueres, Fundació Gala-Salvador Dalí).

Leda, la mítica mujer de Tindaro, amada por Júpiter, quien se transformó en cisne para poder yacer con ella. La postura de Gala-Leda en relación al cisne habla de la pureza y de lo sublime, como el amor que Dalí sentía por su compañera. Los objetos y sus sombras están suspendidos en el espacio como átomos fluctuantes.

La Madone de Port Lligat, 1950, Salvador Dalí
La Madonna de Port Lligat, 1950, Salvador Dalí (Tokyo, Grupo Minami).

El cuadro de Dalí representa un homenaje al Renacimiento italiano. El misterioso huevo, símbolo antiquísimo de la creación, pende de una concha sobre la cabeza de la Virgen. En su Sacra Conversación, Piero della Francesca se sirvió de estos símbolos haciendo referencia al misterio de la concepción de la Virgen. En Dalí, la fluctuación de los cuerpos y de los objetos, el pez, la rosa y el huevo remiten no sólo a nuevas concepciones matemáticas y de perspectiva, sino también a la evolución del artista, profundamente absorto en su misticismo.