EFEMÉRIDE | A 30 años de la última historia de Isidoro | No habrá ninguno igual

juan manuel strassburger
9 min readSep 3, 2016

Publicado durante 2006 en Clase Ejecutiva de El Cronista

Cuando se trata de pasarla bien nunca tenía un “no” como respuesta. Y más si eso incluía timar a su padrino el Coronel Cañones. Isidoro, creado por el no menos célebre Dante Quinterno, encarnó como pocos al “playboy argentino”, una manera ícara y seductora de ser porteño que se mantiene vigente desde entonces. Con ventas mensuales de 300 mil ejemplares en su mejores momentos, la pregunta surge sola: ¿cómo hacía Isodoro para embaucar a casi todo aquel que lo rodeaba y aún así caer simpático?

“Isidoro fue uno de esos fenómenos únicos que, desde la caricatura, resumieron un arquetipo social. Y lo hizo con tanta agudeza que, al final, no sabemos qué fue lo que pegó primero: ¿el reflejo de una sociedad? ¿o el éxito de un modelo que se impuso a fuerza de gracia?, plantea el filósofo y publicitario Omar Bello. “Nadie sintetizó mejor al porteño y, por añadidura, al argentino promedio: un chanta irresponsable a la vez que increíblemente simpático. Ladrón, pero sin sangre ni violencia. Estafador del ingenio”, sintetiza.

El coleccionista Sergio Giunta — creador del sitio Todo Historietas — coincide: “Era el típico chanta porteño, aficionado a la vida fácil, a las carreras de caballos, a los autos deportivos y las fiestas. Inseparable de su vaso de whisky, podía pasar jornadas enteras jugando al poker. Era un galán atrevido, un trasnochador que le huía al trabajo”. El escritor Luis Gusmán — prologuista de la edición especial sobre el personaje que hace unos años publicó Clarín — agrega: “Era un tarambana, que el diccionario de la Real Academia Española define como ‘persona alocada, de poco juicio’. Creo que a ese rasgo dominante se subordinan otros como la cobardía, la viveza criolla y la indolencia. Características que eran redimidas porque, en el fondo, Isidoro tenía buen corazón”. Giunta coincide: “Era tramposo y cobarde. Pero, sin embargo, querible”.

Ahora bien, ¿quiénes se identificaban con Isidoro? ¿Quiénes vibraban con cada una de sus macanas? En principio, quienes estaban lejos de emular ese estilo de vida. Según Giunta, “la forma de vivir de Isidoro representaba a un sector del país que conocía a fondo el Buenos Aires nocturno y disfrutaba de las fiestas altas de la sociedad. Para los demás, era una forma de acceder a esa vida, al menos a través de una historieta”.

Pero no todo era ilusión de reposicionamiento social. Para el semiólogo Óscar Steimberg también eran importantes las competencias sociales del personaje: “Isidoro era capaz de dar una respuesta ingeniosa para impresionar a la barra de amigos o seducir a una chica. Tenía el optimismo del pequeño triunfador cotidiano, a quien le importa lo que pasa hoy y no mañana”. Un poder de seducción que fascinaba especialmente a quienes carecían de él, según el semiólogo, porque lograba que todos, aún aquellos que no comulgaban con su ética y sus métodos, anhelaran vivir la vida como él.

Sin perjuicio de lo anterior, para el crítico de comics Andrés Accorsi también era importante cierto aspecto contracultural. “Isidoro tenía cualidades que no eran de todo aceptables en aquella época. El estar siempre en la pomada era tildado de extranjerizante por los mayores. Y su antagonista, el tío y coronel Cañones, era la representación del poder turno de su época”. Sin embargo, la contracultura de Isidoro también irritaba a la militancia política de los agitados años ’60. En la edición número 6 de la colección original, Isidoro viaja a Cuba, se encuentra con un tal Pancho Fidel y, barba mediante, termina involucrado en un movimiento revolucionario que no deja bien parado a los insurgentes. ¿La respuesta? Una bomba en la editorial de Quinterno.

“Lo que pasa es que Isidoro no estaba del lado de los buenos: estaba del lado de Isidoro. Si descubría las fallas del sistema, era en su propio beneficio y no para cambiar una situación injusta. La suya era una revolución frívola, que bien justificaba las infames estabas de las que se valía para obtener guita, chapa y chicas”, describe Accorsi. Una ambigüedad moral bastante novedosa para la época: “Hay que remontarse al Lazarillo de Tormes para encontrar otro protagonista que basara su cualidad en la picardía. En los ’60, casi todos los héroes eran unidemsionales, empezando por Patoruzú, señala Accorsi en referencia al otro gran personaje (patagónico) creado por Quinterno.

El mérito del mito
Si bien una creación, como se dijo más arriba, de Dante Quinterno (al igual que Patoruzú, Patoruzito y Upa) el personaje de Isidoro Cañones tuvo su propia revista a través de un equipo conformado por los guionistas Mariano Juliá y Faruk, y el dibujante Tulio Lovato. Hasta entonces conocido como El Padrino, Isidoro solía oficiar de compañero de Patoruzú y su rol era el de cuidar de manera ladina la fortuna del patagón. Recién en julio de 1968, la editorial de Quinterno tomó la decisión de reformular el personaje y lanzar “Las locuras de Isidoro”, su publicación como personaje principal.

A partir de ese momento, dejó de ser el acompañante insidioso de Patoruzú para convertirse en el playboy mayor de Buenos Aires. “Fue una reformulación genial que demostró el verdadero potencial del personaje”, asevera Accorsi. El giro editorial también incluyó un cambio de registro: se paso del relato de aventuras de Patoruzú a la comedia de enredos de Isidoro. Para el fundador de Comiqueando, uno de los principales aciertos de la historieta fue hacer constantes alusiones a las marcas y lugares de moda, lo que acentuaba aún más el realismo y la consiguiente identificación de los lectores. “La historieta mostraba una Buenos Aires que existía en la realidad. No la neutra de de Patoruzú o Sonomán (el primer superhéroe argentino) sino aquella que mostraba el Luna Park, las cantinas de La Boca, el hipódromo de San Isidro”, analiza el fundador de Comiqueando.

Y especifica: “Isidoro tomaba Chivas Regal, trasnochaba en Mau Mau y bailaba los temas de El Club del Clan”. Giunta amplía: “Al ser una comedia realista que giraba en torno a la vida nocturna de Buenos Aires, Isidoro frecuentaba lugares ‘top’ de la época como el Petit Café, Karim, Hippopotamus, Camerún, Pigalle, Polifemo o las parrillas de La Raya y Happening”. De todas maneras, como se trataba de un personaje cosmopolita, su radio de acción excedía lárgamente la General Paz: “Viajaba seguido a Europa. Y vivía aventuras en ciudades como París, Londres, Roma o Montecarlo”, detalla.

Lo mismo puede decirse de su roce con luminarias de la farándula nacional e internacional: era usual que Isidoro compartiera escenas con figuras como Susana Giménez, Cacho Fontana, Carlos Páez Vilaró, José Lata Liste (factotum de Mau Mau), Carolina de Mónaco, Frank Sinatra y Sandro. Este extremo realismo de lugares, marcas y personajes del momento — recurso que hoy brilla por ejemplo en Los Simpsons — , sin duda fue un rasgo distintivo respecto de otras historietas de su tiempo, donde lo usual era que la acción sucediera en un espacio neutro y atemporal (con Ciudad Gótica de Batman como caso paradigmático).

La identificación era palpable también en la terminología que utilizaba el personaje. “Isidoro definía su manera de actuar con un uso verbal que hacía pie en las frases en boga”, señala Steimberg. Así, el coronel Cañones era tildado de “carcamán” u “oxidado” mientras que el tío calificaba a su sobrino de “botarate”, “mequetrefe”, “pelafustán” o “tunante”, lo que evidenciaba aún más su condición de dinosaurio (ver recuadro).

Otro elemento clave era la vestimenta. Según Giunta, “en las primeras épocas lucía generalmente polera negra, camisa, saco cruzado o esmoquin, moñito, mocacines relucientes y pelo a la gomina. Con el tiempo, empezó también a usar sacos sport de solapas anchas, corbata, sacos deportivos a cuadros e incluso jeans”.

Herederos con pies de barro
Desde que la editorial de Quinterno dejó de publicar historias nuevas y simplemente se dedicó a reeditar sus mejores números (con el lema “Selección de las mejores…”), el personaje de Isidoro fue paulatinamente perdiendo influencia hasta volverse anacrónico. Por ello, es difícil pensar un Isidoro del siglo XXI. Al respecto, Bello reflexiona: “Hay algo que hoy perdió vigencia: la alegría. Isidoro era un vivo que no dañaba a nadie. El problema es que a lo largo de los años un montón de vivos dañaron a muchas personas. Y el país perdió inocencia”.

¿Cómo sería entonces un Isidoro del nuevo milenio? Más allá de un promocionado proyecto de animación que aún no salió a la luz (ver recuadro), los expertos coinciden en que sería sería difícil lograr una versión actualizada. Para Accorsi, “hoy no se podría volver a escribir una historieta como Isidoro porque, para volverla realista, habría que incluir el componente sexual y una serie de excesos que no van con el personaje”. Giunta arriesga: “Un Isidoro actual usaría celular e internet para estar atento de todo y en onda. Lamentablemente, las fiestas serían más descontroladas y posiblemente con algo de sexo y drogas”. Un cuadro que no haría justicia al espíritu libertino — aunque inocente — del Isidoro original.

Para no desanimar, Accorsi apunta que lo que sí se puede hacer es un Isidoro clásico, anclado en los ’60, con un actor como Fabián Vena en el papel principal”. Lo cierto es que hasta ahora no apareció un personaje capaz de encarnar tan bien ese espíritu porteño. Y que aún hoy, a 80 años de su primera aparición, a 50 de su reformulación como protagonista y a 30 de su último episodio nuevo, el nombre Isidoro continúa encarnando la figura del máximo playboy en la iconografía argentina.

INFOGRAFÍA: UNIVERSO ISIDORO

CACHORRA: Alter ego en polleras

Frente a un personaje que solía ver a la mujer principalmente como trofeo de conquista o víctima a quien usufructuarle su dinero, la acusación de misógino aparecía a cada vuelta de página. ¿Pero qué papel jugaba Cachorra en ese contexto? “Era la contraparte femenina de Isidoro. Compartían los códigos, la falta de compromiso y la ética de la diversión. A Cachorra, las ‘atorranteadas’ de Isidoro no le producían rechazo porque pensaba igual. Tal vez la única diferencia es que era menos propensa al consumo de alcohol”, describe Accorsi. Steimberg coincide: “Era una chica piola”. En un episodio célebre, Isidoro y Cachorra se casan y se dan el único beso de la serie, momento especial que ocupa todo el cuadro de la página. Sin embargo, al final, todo resulta una “trapisonda” más para hacerse de los regalos y el dinero de los familiares. ¿Románticos Isidoro y Cachorra? Nunca señor.

Pequeño Isidoro Ilustrado

Un acierto de Isidoro era el lenguaje sumamente coloquial que utilizaban los personajes, reflejo de cómo se hablaba en la calla y en las altas esferas. Así, entre guiños, podía distinguirse entre estaba “de farra” de aquellos otros dinosaurios no se sumaban a la “nueva ola”. Por ejemplo:

— Botarate, mequetrefe, pelafustán: descalificativos que evidenciaban una edad avanzada en quien los enunciaba
— Carcamán: hombre, generalmente viejo, que se quedó en el tiempo
— Cajetilla: hombre de mucha clase
— Piola: persona, lugar o situación divertida
— Brutal: excelente
— Boite: discoteca con muros generalmente tapizados con motivos animal print

Del cine a la boite

Como varios de los varios de los personajes míticos de la iconografía argentina (El Eternauta, Martín Fierro, Patoruzú), Isidoro también tuvo su oportunidad de pasar a la pantalla grande. En este caso, un proyecto a cargo del director y autor teatral Hugo Moser (famoso por Estoy hecho un demonio y Mi mujer no es una señora, entre otras comedias picarescas) con Santiago Bal — en auge en aquel momento — en el papel principal. Sin embargo, cuando estaban todos los contratos firmados, el rodaje ya estaba en marcha, Quinterno decidió dar marcha atrás. “Un amigo estadounidense le preguntó, mientras jugaba al golf, si el éxito de la película no le restaría ventas a la revista. Y ante la duda Quinterno frenó la filmación”, relata Accorsi.

Más suerte tuvo la incursión de Isidoro en la industria discográfica. Entre los ’70 y ’80, época de su mayor esplendor, Isidoro como personaje ofició de compilador de dos long-play con éxitos de esos años. Las colecciones incluían desde “Roll over Beethoven” de Electric Light Orchestra hasta “Who was” de Hurricane Smith, “Miss Ruth Ann” Gallery o “Mama Loo” de los Humphries Singers. Hits irresistibles que recalaban en la música disco, el soul, la canción americana y el lounge. Como para estar siempre en onda.

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juan manuel strassburger

Periodista de espectáculos y cultura. Escribe en en Radar (Pag/12) y Sábado (La Nación). Antes: Clarín, Tiempo Argentino, La Mano, El Cronista y más