ACERCA DE LA MISIÓN...

20.01.2014 22:59

ACERCA DE LA MISIÓN TERRITORIAL 2014

Primera parte  de la carta de nuestro obispo Monseñor Héctor Vargas Bastidas en el contexto  de la nueva fase  de la Misión Continental. Las otras las iremos presentando mensualmente.

 
 
1. Algunos Fundamentos a la base de su objetivo:
Los discípulos de Jesús reconocemos que Él es el primer y el más grande evangelizador enviado por Dios y, al mismo tiempo, es el Evangelio de Dios. Creemos y anunciamos "la  buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios". Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús porque Él es el único Maestro. Como discípulos suyos, sabemos que sus palabras son Espíritu y Vida. Con la alegría de la fe, somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación. (DA 103) 
 
Al llamar a los sus para que le sigan, les da un encargo muy preciso: anunciar el Reino a todas las naciones. Por esto todo  discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula como amigo y hermano. De esta manera como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino una parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación 
misma. (DA 144) 
 
Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de este encuentro. La misión n o se limita a un programa o a un proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia hasta los confines del mundo
 
El Papa Benedicto XVI, nos recordaba que el discípulo fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son así las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Dios salva. En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro. 
 
La Misión Continental tiene dos objetivos. Ella implora un nuevo Pentecostés, de modo que el Espíritu Santo despierte en la Iglesia de América Latina y el Caribe un  vigoroso espíritu misionero, y la Iglesia viva en misión permanente (ver DA 551). 
 
Si integramos ambos contenidos podemos decir que la Misión Continental persigue una meta clara: una Iglesia en que todos sus miembros sean misioneros, y sus comunidades y estructuras, casas y escuelas de misioneros, en las cuales ellos vivan la comunión que los caracteriza, en las cuales se formen, y de las cuales salgan enviados en misión permanente.  Esta meta tiene un horizonte amplio: la vida en Cristo de nuestros pueblos. En efecto, para  la vida del mundo queremos ser y formar misioneros. Además tiene un punto de partida: el encuentro con Jesucristo vivo, tanto al inicio del proceso como en todo momento. 
 
El Cardenal Francisco Javier Errázuriz, hablando a los Obispos de México, se preguntaba: ¿Cómo no ver entonces en el encuentro con Jesucristo el origen de nuestra conversión, el germen más fecundo y poderoso para la transformación de nuestra vida y de nuestra sociedad? ¿Cómo no creer que el encuentro con Jesucristo que ha cambiado radicalmente nuestra vida, puede también transformar la vida de tantos hermanos nuestros y de la sociedad entera? Por eso el primer objetivo de la Misión Continental, ya sea ésta una misión territorial o una misión sectorial, no puede ser otro que conducir al encuentro con Jesucristo vivo, y por eso, a los lugares de encuentro con Él. 
 
No se trata de un encuentro cualquiera, superficial, de paso, como con un lejano o un extraño. Y aquí consignamos uno de los principales desafíos de la Misión Continental: suscitar un encuentro tan personal y profundo con Jesucristo, que impacte, conmueva, renueve y vitalice a quienes se acercan a su persona y a su misión, de modo que vivan la alianza que Él selló con cada uno de nosotros, amándonos hasta el extremo, la alianza de amor y de paz. La Misión Continental ha de presentar la persona, las palabras, las acciones y la misión de Cristo con toda su verdad, su belleza, su poder y su bondad, como Amén del Padre a las promesas de Dios (ver 2 Co 1, 20) y a nuestras búsquedas. 
 
El encuentro con Jesucristo, ese encuentro creyente, vivo y personal con Él, es fuente de agua viva (ver Jn 7, 37s) que da vida nueva a los discípulos misioneros. De ella surge el atractivo del testimonio, la generosidad de las iniciativas y el ardor misionero. Buscamos, en último término, abrirle espacio, con la gracia de Dios, al ‘protagonismo del Espíritu’, ya que nuestra unión con Cristo es obra suya; también nuestra conversión en discípulos misioneros. 
 
Como puede verse, la misión no se limita a un programa o proyecto, no es un mero anuncio objetivo, es la respuesta y la comunicación que aporta la Buena Noticia. Los enviados han de conocer y comprender las profundas búsquedas que mueven a sus semejantes, y ayudarlos a darles respuesta, compartiendo y dando testimonio de la experiencia que ha llenado de sentido, gozo y dinamismo sus vidas, la del encuentro con Cristo” (DA 145). Se trata, en primer lugar, de compartir y comunicar la experiencia del encuentro con Cristo. Así nos lo propone Aparecida, recordando ese primer diálogo de Andrés con su hermano Pedro a orillas del Jordán, después de haber encontrado al Mesías. Se trata de comunicar el encuentro del tesoro escondido, de compartir como testigo el asombro y el gozo de haber encontrado a Jesucristo, nuestra Vida, y el sentido de la vida, de haberlo encontrado personalmente y del hecho que ambién otras personas lo encontraron. 
 
Por eso el gran método cristiano será siempre conquistar no haciendo proselitismo, sino conquistar por atracción1  e irradiación, por “desborde de gratitud y alegría” (DA 14, 145, 364, 549).  Esta actitud es del todo necesaria ante los grandes desafíos de nuestra época2, que se conmueve por los mensajes encarnados en quienes los proclaman, que se estremece no tanto ante los doctores, sino sobre todo ante quienes dan testimonio de su fe vivida (ver DA 55) y también de su opción por el Reino y sus valores (ver DA 219, 221). Nuestra vocación es ser páginas vivas del Evangelio, hombres y mujeres que son buena noticia en Aquel que es el Evangelio del Padre para la humanidad. 
 
Pero vivimos en un continente en el cual la gran mayoría, católica, de sus habitantes no tiene conciencia de la novedad del Evangelio. Se acostumbró a él y perdió ante él el asombro. La Misión Continental tendrá que hacer un gran esfuerzo, tal vez contraponiendo lo que significa tener vida en Cristo y no tenerla, de modo que apreciemos y agradezcamos en todo su valor la vida nueva en el Espíritu que Él nos trajo, y crezca entre nosotros la pasión por colaborar con Él para que sea la vida de nuestros pueblos. Esta conciencia de su novedad y riqueza es del todo necesaria en un tiempo en que no faltan quienes quieren llevar a nuestros pueblos por caminos errados, con frecuencia de manera no abierta sino velada, y con motivaciones falazmente seductoras. 
 
Quien pone sus ojos y su esfuerzo en que haya vida y la haya en abundancia, está optando por el Reino de Dios y por la promoción de la dignidad humana, determinación que es inseparable de la opción preferencial por los pobres y afligidos. También promoverá el matrimonio y la familia, santuario de la vida. Favorecerá el crecimiento de una cultura de la vida, la que implica el compromiso de respetar la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Estas opciones encierran un compromiso con la calidad de vida de los pobres y marginados, y con la evangelización de la cultura, como también con la misión de los laicos en medio de las realidades temporales, de manera que cuenten con todo nuestro apoyo cuando luchan por la erradicación de las estructuras que generan muertes físicas y espirituales. Son todas dimensiones de la opción por la vida en Cristo que no pueden estar ausentes en una Misión Continental para laicos con grandes responsabilidades en la sociedad. 
 
1  ver Benedicto XVI, homilía del 13.05.07.
2  ver El espíritu de Aparecida, en Testigos de Aparecida I, Bogota 2008, páginas 21-22, publicado por la SECRETARÍA GENERAL DEL CELAM.