Goya (1746-1828)

El aragonés Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) es una de las mayores aportaciones españolas al arte universal: su obra expresa una personalidad compleja, paulatinamente más oscura en su madurez a medida que se agudizaba su sordera, fruto de una enfermedad que le sumió en una creciente introspección.

Había aprendido el oficio con José Luzán y también con Francisco Bayeu, su futuro cuñado, y había viajado a Italia para estudiar a los grandes maestros antes de instalarse en Madrid. El optimismo de sus inicios, próximos al último e intrascendente Barroco de estilo Rococó, en convivencia con el Neoclasicismo, se tiñó cada vez más de ironía, de sarcasmo incluso, dotándole de una aguda penetración psicológica patente en sus retratos de la corte de Carlos IV, así como en los encargos privados y en sus series de estampas. Su postrer desgarro reveló a un testigo de las transformaciones sociales de su tiempo y del horror de la Guerra de la Independencia. Ya anciano y autoexiliado en Burdeos por temor a la persecución de un rey tan absolutista como Fernando VII, pudo recobrar parte de su luz antes de morir, el 16 de abril de 1828.

La importancia de Goya queda de manifiesto en las muestras que el Centro Virtual Cervantes dedica a su obra: La conciencia retratada y Las mujeres en Goya. Este pintor universal se convirtió en uno de los fundadores de la estética y del germen del Romanticismo, en un iniciador de la pintura del xix, en un espejo para el arte del xx... Todo esto quedó de manifiesto en la gran exposición Goya y el mundo moderno, que entre marzo y junio de 2010 reunió frente a frente en el Palacio Real de Milán más de ciento ochenta obras suyas —muchas procedentes del Museo del Prado— y de autores posteriores que recibieron su influencia: David, Delacroix, Gutiérrez Solana, Manet, Picasso, Miró, Saura, Klee, Pollock, Bacon y otros, hasta sumar cuarenta y cinco.

En «Citas en Claroscuro» se recogen solo unos ejemplos de la muy extensa producción pictórica de Goya presente en el Museo del Prado, pero sirven para darnos buena idea de la talla de un artista a caballo entre dos siglos, el xviii y el xix, marcados como el mismo autor por fuertes contrastes.