Suena la música de Feliciano Brunelli y se la ve a Mamá Cora caminar a las chuequeadas por la vereda. Los títulos indican el comienzo de Esperando la carroza (1985), uno de los legados indiscutidos de Alejandro Doria. El director supo mirar lo popular con sutileza, buen humor e inteligencia. El padre de ese clásico del cine argentino hablaba a través de sus películas y los programas que elevaron el nivel de la televisión. Al mismo tiempo, Doria terminó con la concepción purista que dividía a los actores según actuaran en cine y teatro, o televisión. El director convocó a los intérpretes para ciclos interesantes, como Atreverse, donde ponía la cámara a la altura de los ojos de los protagonistas.

Desde que comenzó su carrera como director en 1969, cuando logró la exitosa serie televisiva Nuestra Galleguita, Doria trabajó hasta 1998, alternativamente, en la dirección y el guión de los ciclos Alta comedia, Pobre diabla, Papá corazón, Atreverse, Situación límite, Amores, Mi mamá me ama y El Rafa, la remake de 1997, con las actuaciones de Arturo Puig, Gastón Pauls y Paola Krum, y libros de Alberto Migré.

Fue galardonado con 11 Premios Martín Fierro, cuatro de ellos en reconocimiento a Los Especiales, y el Konex de Platino (1991), por el rubro Director de Televisión.

"No hago televisión porque no estoy de acuerdo con la ideología que se impuso, una ideología perversa. No estoy de acuerdo ni con las cámaras sorpresa, ni con los grandes hermanos", comentó.

En 2004 participó junto a otros realizadores en 18-J, una serie de cortos relacionados con el atentado terrorista a la Amia. Vergüenza, del mismo Doria, es un monólogo, o diálogo con la cámara, ejecutado brillantemente por Susú Pecoraro, quien se encuentra en un espacio clausurado y rodeada, como en un gesto infinito, por diversos recortes de diarios que comentan el atentado.

A propósito de su última película –Las manos, 2006– Doria contó que había vuelto a filmar porque Graciela Borges le había acercado el proyecto y lo entusiasmó. La película cuenta la historia del sacerdote italiano Mario Pantaleo y obtuvo en 2007 los Premios Goya, OCLACC de Cartagena, Sur y Colón de Plata, en Huelva.

Desde antes de rodarla, anunció que sería una película de amor. Cuando acompañó el estreno dijo que había buscado una película para emocionar, una búsqueda constante que sus personajes expresaron sencillamente, como criaturas del melodrama de alta factura.