miércoles, 24 de febrero de 2016

2- Oscar Portela

Tenía su dirección anotada en un papelito – un departamento cerca de mi casa por calle Jujuy – su número de teléfono y su mail, pero me daba un poco de vergüenza escribirle. Yo no estaba muy seguro de ser buen escritor (y mirando mis poesías de aquel entonces creo que tenía razón) pero igual pensaba que a lo mejor un poeta con tan vasta experiencia me podría ayudar a pulirlas. Sin embargo – como casi siempre en mi vida – la vergüenza pudo más y no lo hice. Pasaron unos años y volví a tener noticias de él porque un amigo menos cobarde que yo estaba haciendo eso que yo no me animé a hacer: aprender de un maestro. Otros años más y choqué en Lenzi, mi librería preferida no sólo de La Plata sino del mundo entero, con La memoria de Láquesis, uno de sus poemarios más intensos. Ahora yo ya no era “escritor” pero estaba bien formado en crítica literaria; ahora sí podía escribirle. Ahora ya no tenía el papelito con sus datos. Otros años más y volví a saber de él porque cometió la imprudencia de morirse hace un par de eneros, y entonces sí fue noticia. Ahora, ahora. Ahora ya no podía hacer nada, y por eso escribo este artículo con un poco de culpa.




Oscar Portela nació un 13 de mayo en 1950 y duró entre los correntinos unos 63 años; doce de ellos en Loreto, esa tierra tan celebrada por Mario Bofill. Desde muy joven fue un buscador incansable: a los doce años este pequeño Tales de Loreto ya había leído a Nietzsche y renegado de la religión de sus padres. Al breve tiempo emigró a Corrientes donde acabó sus estudios secundarios y empezó una intensa búsqueda poética.

Francisco Madariaga y Oscar Portela
Francisco Madariaga y Oscar Portela
Desde su primer poemario (Senderos en el bosque, 1977), Portela llamó poderosamente la atención al campo literario argentino. Denevi, Sábato, Abel Posse, Veiravé, Gudiño Kieffer entre muchos otros 1destacaron a este libro que puede parecer hermético a quienes buscan encontrar en él un escritor "de las provincias". Todo lo contrario: Su poesía rezumba con peso propio por la tonalidad filosófica y poética en que está hilvanada. Desde el nombre mismo - un homónimo de un conocido libro de Heidegger - se aprecia en Portela una influencia y filiación con la cultura y filosofía alemanas: de Hölderin a Rilke en poesía, y de Nietzsche, Heidegger, Gadamer y la hermenéutica, con su puesta en duda sobre el lenguaje y su capacidad de aprehender el mundo.


Portela se pregunta sobre su origen, sobre su proceso de mutación y cambio, sobre el devenir y sobre el quehacer del poeta. Dije se pregunta y en realidad la afirmación es errónea: se deja poseer por la palabra: "Yo siempre escribí compulsivamente. Escribo para salvarme en momentos difíciles o especiales y escribo para liberarme de algo, para expurgar algo. Son demonios que necesitan ser exorcizados.”



   


Origen

Sé mi origen
como el becerro de oro
del abuelo gallego
me consumo. Soy la perla
del sudor español
que arde y fecunda
el útero divino de esta tierra.

Junto a este primer poemario en seguida surgirán otros: Los nuevos asilos (1980), Recepciones Diurnas, Celebraciones Nocturnas (1981), Auto de fe, Había una vez y Memorial de corrientes (1985), en una escalada poética y de reconocimientos nacionales e internacionales. En esta primer etapa Portela a medida que va profundizando en una indagación sobre la poesía como un discurso fragmentario "sobre el pensar, sentir, creer" sufre algunos reveses personales y familiares, como la muerte de su madre, a la que dedica un sentido poema:


Madre : ¿es que respondo a tu deseo
cuando en sueños quiere salírseme
del cuerpo el alma que me diste ?
¡Que poderoso el hálito, las fuerzas
que hablan en mis sueños y me llaman
en tú nombre, quizá en el de mi desolado
amor, desterrado y sonámbulo
en ésta tierra de nadie !
Sordos están los que un día escucharon maravillados
unos de otros, y así poblaron el espacio
con voces y con risas, pero del tiempo
aquél sólo me quedan llantos y penas.
(…)
estoy sin nombre, innominado para aquellos que amo
y sólo tú, mi Ángel, la guarda de mi voz
y mi memoria, presente estás llamándome
pero exigiendo fidelidad al canto del que
nace todo este denso duelo.
(…)
¿Es que me llamas tú, es que te llamo,
y así mutuamente llamándonos- nos
sostenemos en la amarga vigilia de la poesía?

En los diez años que van de 1988 a 1998, Oscar Portela publica un conjunto de libros  (Estuario, Golpe de gracia, La memoria de Láquesis) en los que la influencia de Deleuze, Derrida y los filósofos del posmodernismo dejan honda caladura, pero en los que puede sostenerse igual una linealidad con su obra anterior. Su obra pasa a ser según el autor la de un poeta solar a la de un poeta lunar: "la luna siempre es el símbolo de la muerte y constituye el símbolo de la muerte en el sentido de que también se nutre de la luz del sol.
El poema dice Graciela Maturo es un sarcófago que el poeta construye y deshace para volver a salir de él". Es una etapa donde la muerte del sentido extrema el nihilismo de Portela. 

 




La memoria de Laquesis (1998) es un poemario del que el mismo Portela reconoce lo dejó extenuado, tras cinco años de trabajo. Es un libro donde el duelo por lo que ya no es posible ser, saber, el haber roto amarras con ciertas certezas atraviesa el libro. 

Duelo

Si todo consiste en hacer posible el duelo.
¿A que decri yo prometo
y a qué prometerno
la victoria, el infinito de la repetición,
la espera suspendida,
el abrazo de la
celebración que reúne
y por instantes hace
posible la promesa?
Gestos, caricias
el yo prometo,
solemnemente prometo,
ignora el rostro que
vanamente has auscultado
y el espejo del yo
donde se abisma el mundo.
Despídete de los pulsos del aire y
del cuerpo que has osado adorar
burlando los retornos de imágnes
que tornan en soledad
a orígenes y márgenes.
Olvidar es la tarea.


Oscar Portela es un escritor que fue muy reconocido pero poco leído. Él mismo hablaba de la dificultad de circulación que la poesía tiene actualmente: “El escritor argentino en su mayoría es un escritor inédito. (…) mi primer libro que se editó en 1977 fue de 2.500 ejemplares. Hoy en la Argentina nadie edita poesía superando los quiniento ejemplares, mil como un exceso. Eso significa publicar alegóricamente.” La forma que este autor encontró para sortear esas dificultades fue volcarse de una forma casi compulsiva en sus últimos años de vida a la circulación de sus obras por internet. Ensayos, poemas, opiniones políticas, opúsculos, una página personal y la participación en revistas electrónicas acentuaron su confinamiento que fue acentuándose en estos últimos años. 

Un día de enero de 2.014 lo encontraron sin vida en su departamento. Un poeta que dejó una gran obra aún por publicarse y analizarse, que había jurado no morir sin hacer una película (el cine era una de sus grandes pasiones) y que siempre creyó en la capacidad del arte para unir lo sagrado y lo profano. Unos años antes en su poema "El final", cuando hablaba del ominoso momento, sentenciaba su búsqueda estética en dos líneas: "Solo busqué  el pistilo que existe en las ideas, / —breves estalactitas—  negro fuego". El pistilo es a la vez belleza y reproducción, creación, en las plantas. Vaya si creo el poeta loretano, dueño de un árbol que ya muerto aún tiene muchas ramas por florecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario